Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

27






Barco fantasma

Me remuevo entre las sábanas, cambiando de posición. Soy presa del sueño que me envuelve, no abro mis ojos, me acurruco aún más en mis sábanas, sintiendo relajación. Toco la parte helada de la almohada obteniendo el placer de la vasocontricción, y luego poso mi mano hacia el lado, donde siento un pecho subiendo y bajando de manera lenta.

Quito mi mano rápidamente. Abro mis ojos, y la veo.

Ella duerme plácidamente a mi lado. Me percato de que está desnuda y en su forma humana, por su pierna encima de la sábana.

—Corinne —susurro en su dirección.

Me percato de que me encuentro en mi cabina. Siento alegría. Estoy en mi hogar nuevamente. En mi barco, con mi tripulación, y mi sirena.

—Corinne...

No recibo respuesta.

Me acerco a ella, y la abrazo, sintiendo su calor. Cierro los ojos, e intento volver a dormir.

Y en cuánto cierro los ojos, ella se sienta encima de mí, con sus piernas a mis costados.

—Corinne... ¿p-por qué no estás con ropa?

—Se dice buenos días.

La miro con incredulidad mientras me rio al recordar que fue una de las primeras cosas que me dijo en cuánto nos estábamos conociendo.

—Buenos días, ex señora Lightfoot.

Ella se acomodó encima de mí, rozando mi cuerpo contra el suyo, provocándome calor  instantáneamente. Y lo más divertido y excitante de todo es que ella sabía lo que estaba haciendo.

Se acurruca en mi pecho, mientras suspira largamente, volviendo a quedar inerte.

—Es muy temprano aún. Podemos dormir un poco más.

Vuelvo a tener esa sensación extraña, exquisita, embriagadora, al estar debajo de ella. Es una sensación que me mareaba, era tan intensa que no podía ser pasada por alto.

—Corinne... Creo que me estás hechizando.

Ella rio, sin tomarlo con seriedad—. Se llama estar enamorada.

—No. —Dije firme—. O sea... sí, también... pero... Tengo una sensación distinta a veces, que es más fisiológica. Me marea.

Tenía dudas.

Si es que ella sabía que me podía hechizar ahora y lo hacía a propósito, o si lo ignoraba completamente, y también le resulta extraño de que ahora pudiera hacerlo.

¿Por qué?

¿Por qué ahora?

¿Por qué antes no?

—No lo comprendo —sonrió, mirándome.

—Hagamos la prueba. Sométeme, y yo intentaré resistirme.

Corinne se había posicionado al lado, para mirarme a la cara, y la suya era de absoluta confusión. Pero luego, se tornó divertida y seductora, intensa, embriagadora.

—¿Esto es un tipo de fantasía sexual  tuya? ¿Quieres que recreemos el cuento del pirata seducido por una bella sirena?

—¡No!

Negué, rápidamente.

Sentía mis mejillas arder. Me levanté de la cama y sentí el frío instantáneo incluso dentro de la habitación. Iba a ser un día marino muy inclemente.

—Está bien, capitán, no tienes de qué avergonzarte.

—No es eso —musité, con mi cuerpo entumecido—. Es que de verdad me siento hechizada por ti a veces, desde que nos volvimos a encontrar.

Ella pareció pensarlo un momento, demorándose unos segundos lentos en responder. La miré con curiosidad, mientras temblaba de frío por la poca ropa que estaba usando para dormir.

—Vuelve a la cama, estás temblando —dijo.

Intenté resistirme—. Ordénalo como si fuera un hechizo. Yo intentaré resistirme.

—Bien.

Y comprobando mi teoría, comencé a sentir una increíble tentación de hacer lo que ella me ordenara. En parte era porque realmente tenía frío, y era sumamente gratificante la idea de acostarme con ella. Pero había algo más. Algo muy intenso, que amenazaba con hacerme perder el control de todos mis sentidos. Mi voluntad se estaba yendo, al igual que mis impulsos de resistirme.

Comencé a marearme.

Corinne no hacía ni decía nada, solo me miraba intensamente, con esos malditos y hermosos ojos aguamarinos, serios y fijos en mí. Tan profundos como la mar y el bendito cielo.

Me dolía el pecho, comencé a sudar. Y entonces, sin darme cuenta, ya me encontraba en la cama, junto a ella, tal como lo había ordenado.

Ambas nos miramos. No supe decifrar su mirada. No dijo nada, solo estaba analizándome, y tenía la capacidad de ponerme muy nerviosa siempre.

—Entonces es cierto. Puedes... puedes... hechizarme ahora, y no entiendo porqué.

—¿Realmente puedo? ¿No estás jugando?

Antes de que pudiera responder, me acerco a ella como si una corriente me guiara, y agacho mi cabeza haciendo una reverencia. Luego ella me aparta de ahí.

—Solo quería asegurarme de que es real. —Dijo la sirena, totalmente impresionada—. Y efectivamente lo es. Puedo controlarte.

Controlarme.

El control era algo que me otorgaba salud mental. Me hacía sentir bien. Era parte de mí, de mi liderazgo ante mi equipo. Nos permitía sobrevivir y tener buenas condiciones de vida. El control sobre mi barco, la dirección y el rumbo que le daré, donde nos dirigiremos, el control de mis acciones, sentimientos, emociones y conductas.

Control.

Ese que podía perder en cualquier momento.

Eso me hizo sentir totalmente vulnerable.

—Zair, ¿estás bien?

Su voz me sacó abruptamente de mis pensamientos.

—Sí —dije sin mirarla.

—Mírame.

La miro de forma instantánea, obedeciendo a su orden, pero en esta ocasión no fue por estar hipnotizada.

—Esto no es bueno.

—Zair, ¿si sabes que nunca te hipnotizaré ni intentaré hacer nada que no quieras, verdad? Yo nunca te haré daño, ¿lo sabes, no?

En sus ojos podía ver la tristeza o decepción de que no le haya respondido en seguida, por pensar en la respuesta. Se dio la vuelta y se tapó con la ropa de cama.

—Sí, lo sé. Solo que no es eso, Corinne.

—No hipnotizaré a nadie, de hecho, a no ser que sea absolutamente necesario, como en una situación en la que tenga que salvarte o algo así. Y no usaré mis poderes de sirena tampoco, solo si las situaciones lo ameritan.

—Corinne, no te sientas así. No me molesta que seas una sirena.

Me acuesto junto a ella, abrazándola por la espalda, y dando una línea de besos por su hombro, hasta llegar a su cuello. Aprieto más el abrazo, al sentir que estaba triste por lo sucedido, o extrañada de mi actitud.

Yo lo sabía muy bien. Ella no quiere hacerme daño, así como yo tampoco a ella.

Pero solo tengo mis dudas en esto. ¿Por qué puede hipnotizarme ahora y antes no?

¿Qué fue lo que cambió?

—Cuando batallabas contra Edmundo le dijiste que me amabas —murmuró—. ¿Eso es cierto?

—Sí —susurré en su oído—. Te amo, Corinne.

Silencio.

—¿Estás segura?

—Por supuesto que sí, Corinne. Quiero que naveguemos juntas por el resto de mi vida.

Su calor corporal me había quitado todo el frío que sentía. Quería permanecer allí todo el día, sin hacer nada más que sentir su exquisito aroma y su cuerpo tibio apegado al mío.

—¿Estás segura que es amor real y sincero, y no un hechizo de mí hacia ti?

Silencio otra vez.

No sabía qué pensar, mucho menos qué responder. Lo abrupto y frío de sus palabras me hizo sentir que esa podría ser una horrible posibilidad. Que todo lo real, bonito y sincero en realidad, solo era una cruel mentira y encanto de sirena.

—¿Por qué habrías de hipnotizarme con eso?

—El punto es que no te estoy hipnotizando. Es real. Pero tú no lo crees así, o no estás segura de eso, y eso me hace sentir triste, Zair. Aún no confías en mí.

Esas palabras resonaron en mi mente.

La confianza, algo que la vida me hizo perder. Y que gracias a esa pérdida, he evitado muchos problemas. No es que desconfíe de ella, pero sí me resulta factible darle beneficio a la duda, por todos los eventos traumáticos que he tenido a lo largo de mi vida producto de haber confiado en quiénes no debía.








Esa tarde de inclemencia marina, todos nos emborrachamos con ron para soportar el frío. Corinne estaba junto a nosotros, y mientras los piratas cantaban y gritaban al comer, ella parecía ida, perdida con la vista al frente, en la mar que la esperaba.

—¿Y la dama del mar, necesita otro plato o con ese está bien? —Preguntó Mar picado.

—Oh... con este estoy bien. Muchas gracias.

A Corinne no le habían servido pescado, por obvias razones. En su lugar tenía papas hervidas y algas. Las algas sí le gustaban, y mucho.

—¿Y un poquito más de ron?

—Ah, no creo que sea buena idea... —Intervine—. Ella nunca ha bebido demasiado...

—Sí, por favor.

Dijo decidida, interrumpiéndome.

Extendió su copa vacía, mientras mis piratas le aplaudían y silbaban, como acostumbrábamos hacer cuando algo nos ponía de buen humor.

—¡Ella ya es una de nosotros! ¡La dama del mar, la dama del mar, con ron se ha de embriagar! —Canturreó Mar picado, mientras le servía más ron—. ¿Gusta usted, querida capitán?

—No, yo estoy bien, gracias.

Se escucharon los chiflidos de los piratas. Me levanté de la mesa, y comencé a fumar cerca de la borda, mientras observaba el horizonte, con la mar en calma debajo de nosotros.

Cuando terminaron de comer, algunos decidieron dormir o reposar en la cabina interna, mientras que otros, seguían en la mesa, hablando con la dama del mar, que lucía muy feliz y ebria, contando los secretos de las sirenas. Y de la nada, apareció el resplandor que la rodeó, y de él apareció su cola escamosa, provocando gritos de asombro y luego risas ya que la había botado de la silla.

—Se me olvidaba este detalle —exclamó la sirena, que fue ayudada a levantarse por Mar picado, que no podía más de la risa y los tambaleos de borracho.

Me acerqué a ellos.

—¿Estás bien, Corinne? ¿No te golpeaste? —La ayudé a estabilizarse.

Ella me miró—. Siii, estooy biien.

Me posicioné detrás de ella, mientras tenía mis botas a sus costados.

—¿Estás muy mareada?

—Sí... No volveré aa tomarr eso nunca másss —alargaba las palabras.

Me reí mientras la mantenía abrazada para que no le de frío. Llevaba una blusa mía, de color blanco, y había roto mis pantalones por obvias razones. Luego recordé que estaba en su versión sirena, no sentía frío en estos climas, su organismo estaba acostumbrado.

—No y todavía te falta que te duela la cabeza y sientas todo el cuerpo enfermo en resaca —dijo Joseph incriminando a Mar picado, quién se había caído y se había quedado en la cubierta, riéndose y después pidiendo perdón.

—¿Quieres ir a dormir un rato?

—Noo. Quieero hablar conntigo.

Su tono de voz fue serio. Los piratas presentes se miraron unos a los otros, como sabiendo que yo estaba en problemas. Posteriormente, se fueron de la mesa a reposar, algunos le llevaban los platos a Joseph en la cocina. Pronto nos fuimos quedando solas.

—¿Qué quieres decirme? —Pregunté mirando su cola, tan brillante que era lo más hermoso de ver, majestuoso conjunto de escamas, con destellos lumínicos aguamarinos.

—Me pone triste que no confíes en mí, después de que te he demostrado mi lealtad en muchas ocasiones.

Ambas permanecimos en silencio.

El sonido de las olas debajo de nosotras, empujando levemente el trancanil y forro, me relajaba. Pero sabía que a Corinne la hacía sentir aún más mareada y con náuseas. Me levanté y traje un balde cercano, por si acaso. Luego me volví a posicionar detrás de ella, con mis botas a sus costados, acercándola más a mí. Ella se acomodó en mi pecho, y cerró los ojos.

—Si confío en ti, Corinne... Es solo que...

Miré a lo lejos, y un barco se nos aproximaba por aleta de babor. Me levanté rápidamente, exaltada. Llamé a los demás, anunciando un posible ataque al cual deberíamos estar preparados. Tomamos los sables, espadas, y cuatro armas de fuego que habíamos adquirido. Teníamos pocas balas qué utilizar, ya que aún no aparecían mucho en los continentes cercanos.

Me dirigí hacia Corinne y la tomé entre mis brazos para dejarla en el interior del barco, donde se situaban los botines y era un lugar seguro.

—¿Qué haaces, capitaán?

Le expliqué la situación muy rápidamente.

—Peroo si elloss... Noo pueeden veernos... —Dijo, aún en el efecto del alcohol.

Yo la miré extrañada.

—¿Por qué dices eso?

Ella comenzó a reírse, mientras apretaba más sus brazos rodeando mi cuello, sin darse cuenta.

—Avísaales a tus piraataas... que me metí en la meente de esos otross piratass, y quee los hipnoticé paara que no veaan tu barcoo.

La dejé recostada y escondida, mientras me acercaba hacia la borda, anunciando lo dicho por Corinne a todos los piratas. Ahora solo quedaba creer en ella.

Creer.

Creer implicaba confianza.

Miré al barco que se acercaba, y visualicé que algunos piratas enemigos se habían devuelto a él, por la mar. Es decir, habían avanzado por el agua para entrar por sorpresa, pero habían perdido nuestro barco.

Y lo que estaba viendo, me había impactado de sobremanera. Miré a todos mis piratas, y lucían igual que yo.

Ese barco, repleto de piratas enemigos, miraba hacia todas partes, ocupaban su catalejo desesperados, intentando convencerse de que esto no estaba pasando.

Un barco había desaparecido.

Y en realidad, estaba al frente de ellos.

Corinne entonaba una canción, podía oírla como un murmullo de la mar, tranquila y en calma.

Los piratas enemigos terminaron por rendirse, y alejarse de nosotros. Yo solo miraba lo que había ocurrido. Realmente fuimos un barco fantasma. Habíamos desaparecido de su vista. Y todo gracias a ella que nos había ocultado con su poder.

Suspiré hondo, y se lo agradecí.

Ella nos había salvado.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro