Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

18 🧜🏼‍♀️ (especial)







Corinne
Capítulo especial


Narra Corinne

Contemplaba con anhelo los movimientos suaves de las aguas cristalinas de la mar situada al costado del castillo de mi prometido.

Me había quitado el doliente calzado que torturaba mis pies, y los dejé en la arena tibia que funcionaba como un calmante natural de todo dolor.

Hasta incluso, de los dolores del corazón.

Fue apenas ayer que había dado el "Sí, acepto" a la propuesta de matrimonio del hombre que no amaba en lo absoluto pero tuve que hacerlo para obtener su riqueza. En lo que a mí respecta, riqueza es tener el tiempo, salud y oportunidad de disfrutar descalza un día caluroso en la playa, con el sol masajeando tu piel y bailando al compás de las fugitivas olas de la mar que saludan con entusiasmo y vida.

Pero el significado de riqueza para mi madre, era otro completamente distinto al mío.

Para ella era un castillo como hogar, con sirvientes a tu disposición, una cama cómoda en una habitación gigante con muchos obsequios y tesoros. Una vida cómoda, sin necesidades. Conviviendo junto a un caballero que pueda complacer caprichos. Y ella sabía que yo era una mujer muy hermosa. Muchos chicos del pueblo habían pedido mi mano a mi padre, prometiendo tener buenas intenciones y deseos de casarse. Ninguno podía llamar mi atención, ni la de mis padres, hasta que llegó el hombre con el que ahora voy a convivir el resto de mi vida.

Su nombre era Edmundo Lightfoot, hombre proveniente de una familia prestigiosa, poderosa y adinerada.

Teníamos una diferencia de doce años de edad. Yo tenía la corta y jovial edad de dieciséis años. Él ya era un hombre cuando nos conocimos. Tenía mucho dinero y además, muchos modales. Era un caballero, que buscaba a su princesa. No estaba enamorada de él, pero al menos, me hacía sentir bien, y mis padres estaban contentos por mí. Tendría todo lo que quisiera y viviría en un castillo. Él pronto iba a ser rey, y eso me haría su reina.

Pensaba esto mientras movía mis pies descalzos en la arena, sintiendo el calor en mi piel. Me levanté y caminé hasta la mar. Edmundo odiaba cuando me refería al mar en femenino y como si fuera una diosa. Decía que solo eran cuentos de fantasía y que debía madurar pronto. Pero yo los amaba, y no solo eran fantasía, muy en el fondo, sabía que la magia era real. El amor lo era también, al igual que la diosa mar que controlaba las aguas que tocaban gélidamente mis pies.

Comencé a andar de puntillas, por el frío que me provocaba. Pero solo era por el momento, después, mi piel se adaptaba a las frías aguas y la sensación se volvía agradable y placentera.

Tenía mis manos remangando mi vestido, para tener mayor libertad al caminar y evitar mojarlo.

Y en ese momento, ocurrió algo mágico. Comencé a experimentar felicidad y goce, algo que creí no sentirlo nunca más desde que me casé. Sentí la libertad corriendo por mis venas, y comencé a danzar. Danzaba al ritmo de las olas, mientras estas acariciaban mis pies descalzos y me sentía una con la mar.

Reía maravillada con la idea de pertenecerle a esa misteriosa capa de agua con bastante profundidad. En las historias que leía, las sirenas eran reales. Hermosas mujeres con cola de pescado, cuidadoras de la mar, que no dudaban en recurrir a sus hechizos para encantar y alejar a los intrusos que se atrevían a arremeter contra aquella.

—Celine, ¿qué estás haciendo?

Al escuchar esa voz masculina acercándose hacia mí, me sentí expuesta y un tanto avergonzada de mi actitud extraña.

—Jacob... am... yo...

—¿Qué te pasó en el ojo? ¿Por qué está amoratado?

Mis nervios comenzaron a aumentar.

—Me caí de camino al mar. Ya sabes, soy una tonta descuidada —reí suavemente, ocultando el hecho de que mi prometido me golpeó justo después de nuestra boda, porque un camarero me sonrió demasiado y era mi culpa por ser coqueta.

O esas fueron sus palabras.

Jacob, el hermano de mi prometido Edmundo, me miró con desconfianza pero sin decir nada sobre eso. Él sabía el temperamento de su hermano, porque también lo portaba, y no solo ellos, si no que la familia.

Se acercó a mí, y me obligó a mirarlo, tomándome del mentón con delicadeza, sin hacerme daño.

—No te escondas, Celine. No de mí.

Tuve intensas ganas de llorar en ese momento. Sabía que mi vida se iba a transformar en un infierno si seguía con Edmundo. El castillo tan hermoso y grande que me pertenecía, iba a ser mi tortuosa prisión, no mi hogar como decía mi madre.

—Debo volver. Edmundo me espera.

Me aparté, aprovechando de limpiar mi lágrima, sin que él me viera. Pero entonces, toma mi muñeca con fuerza y me obliga a mirarlo otra vez. Sus ojos tenían algo que me producía escalofríos, su forma de mirarme era aterradora, como si de un tiburón observando un humano ensangrentado se tratara.

—Edmundo no te merece. —Se acercó a mis labios, y los presionó con fuerza contra los suyos.

Intenté voltear mi rostro, y apartarlo con mis manos, pero él era mucho más fuerte que yo, y comenzó a estirar mi vestido con sus manos, logrando que se rompiera en la parte del pecho.

Comencé a rogarle que me soltara y se aleje de mí, pero el parecía cegado y sordo. En cuánto veía que no me quedaba quieta, se desesperó aún más y me golpeó en el mismo ojo que me había golpeado su hermano. Chillé de dolor y caí al suelo. Él se posicionó encima de mí, mientras mis cabellos rubios se mezclaban con la arena mojada.

Cubrió mi boca a medida que rompía aún más mi vestido, desgarrándolo con fuerza y desesperación.

Cerré los ojos, pidiéndole ayuda a la mar. Lloré amargamente esperando lo peor.

Luego, dejé de sentir el peso de Jacob encima de mí, y comencé a sentir sonidos de golpes y quejidos. Intento reincorporarme pero me caigo nuevamente de rodillas por tropezar mi vestido roto y colgante. Doy una mirada rápida y veo que Jacob está siendo golpeado por Edmundo.

—¡Sabía que ustedes dos se acostaban! ¡Y tú no te escapas, asquerosa ramera!

Dijo mi marido, con solo rabia reinando en su corazón.

Me levanté lo más rápido que pude, y corrí, intentando no volver a caerme. Edmundo comenzó a correr hacia mí pero una fuerte ola zacudió su cuerpo, haciendo que este cayera en la arena maldiciendo. Esa misma ola a mí me impulsó, haciendo que me aleje de él. Esta era mi oportunidad para irme.

Corrí y corrí, con mis pensamientos nublados doliéndome constantemente. Pero el destino no tarda en llegar y justo esa misma noche, Edmundo mandó a asesinar a mis padres. Y también a su hermano.

Ya no tenía donde ir.

Donde sea que vaya, él me encontraría.

Estaba obsesionado conmigo. Él tenía a todos y yo no tenía a nadie. Me había arrebatado lo que más amaba en la vida y ahora estaba absolutamente sola.

Así pasé dos años más, soportando sus celos psicopáticos y tratos hostiles hacia mi persona. Tanto dolor hizo que me enfermara. Comencé a perder mi belleza, el brillo de mis ojos, y la energía del motor que me impulsaba. Solo decía lo que él quería escuchar, solo hacía lo que él quería que hiciera. Me convertí en una máquina que podía usar a su gusto.

Todos esos obsequios, regalos, vestidos de alta costura y hermosas joyas no valían nada para mí.

Me dolía el corazón, y solo quería morir.

Hasta que en una de esas noches en los que Edmundo llegaba con un consumo elevado de alcohol, comenzó a recriminarme porque lo había engañado. Eso no era verdad y se lo expliqué reiteradas veces, así como esa vez que le dije que no lo engañaba ni con su hermano ni con nadie, si no que Jacob quería tomarme a la fuerza.

No me creyó.

Comenzó a dejar de llamarme Celine. Su apodo favorito era ramera.

Me golpeaba en cada ocasión que considerara correcto, y luego me culpaba a mí por hacerlo. Yo era la culpable de todo lo que él me hacía, eso decía. Era una forma de sentirse menos mal consigo mismo.

Y esa noche algo cambió. En vez de golpearme, elevó su mano hacia mí, y sin tocarme, hizo que mi cuerpo levitara y sintiera que me faltaba el oxígeno.

Sus ojos oscuros me miraban con enojo y arrepentimiento al mismo tiempo.

—¡Mira lo que me obligas a hacer!

Él usaba magia.

Qué irónico. Después de decirme tantas veces que no creyera en ella.

Tal vez solo ocultaba su verdadero ser.

No podía moverme, no podía gritar, no podía pedir ayuda, no podía hacer nada.

Supe que me mataría. Eso por alguna razón, en vez de asustarme me reconfortó. Ya no quería vivir en un mundo donde ser mujer era un pecado que merecía ser castigado. Solo quería descansar, y estar en un lugar que me permitiera ser libre y soñar.

Y me visualicé flotando en la mar.

—¡Te maldigo, Celine Reich, a que tu siguiente vida seas una criatura maligna del mar, que seduce a los hombres como siempre lo has hecho, y a nunca recibir amor! ¡Solo te desearán para sus placeres, nadie te querrá jamás, morirás sola y sintiendo el remordimiento arder en tu corazón, por el ser pecaminoso que has sido! ¡Tus piernas abiertas y sucias en pecado serán una cola de pescado!

Cierro mis ojos.

No sé donde estoy, solo sé que estoy lejos de él.

Ya no siento dolor, tampoco veo una luz. Todo es oscuro en realidad, pero no siento miedo. Me encuentro flotando en la mar, solo acompañada por un sonido sordo que me hace sentir relajada y en calma, como las aguas a mi alrededor.

Los recuerdos comienzan a irse de mi mente, poco a poco. Me doy cuenta que tampoco tengo un cuerpo. Yo soy parte de la mar, mi conciencia está conectada con ella.

Y me hace sentir bien, después de tanto tiempo.















Narra Zair

Abro los ojos y me encuentro en la profundidad de la mar. Estoy confundida, y solo intento mirar hacia arriba.

Celine.

Corinne es Celine.

Me encuentro aturdida y asombrada por la película que se había formado en mi cabeza.

¿Es la historia real? ¿Corinne fue maldecida injustamente?

A medida que pensaba en eso, sin poderlo creer, sentí que fue un mensaje que me había otorgado la mar. Un mensaje que me hacía conectarme con Corinne y conocer su antigua vida, y la razón de ser una sirena.

La miro acercándose, sus aletas flagelando hacia arriba y abajo velozmente. Sus brazos extendidos hacia mí, me tomaron de las manos, y me impulsaron hacia arriba.

Cuando llegamos a superficie nuevamente, tomé una gran bocanada de aire y la abracé profundamente, sintiendo compasión y empatía por ella, por todo lo que sufrió injustamente en su antigua vida, y por haber sido maldecida a vivir sin amor.

—Tranquila, Zair. No te pasó nada, estamos juntas. —Rio con suavidad.

Las lágrimas caían de mis ojos, mezclándose con el agua salada. Esa era una forma de conexión con nuestra diosa mar.

—No lloro por miedo. Ese fue un mensaje de la mar, Corinne.

—¿En serio? ¿Y qué te dijo? —Dijo intrigada, manteniéndome firmemente en sus brazos, como si no quisiera que nadie me aleje de ella otra vez.

—Me contó sobre quién eras, Corinne, antes de ser una sirena.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro