14
Cola de sirena.
De repente, la idea de huir juntas parecía un sueño.
Algo lejano, sin codicia, sin avaricia ni malos sentimientos. Solo amor. Ella podía hacerme sentir como si los monstruos también merecemos ser amados. O tal vez, me veía más allá que solo mi oscuridad.
—¿Pero y qué hay de tu sueño?
Ella rio, sin decir nada y me besó. Su poder curativo comenzó a reducir la inflamación de mi pómulo derecho, provocando que el dolor disminuyera hasta desaparecer. Pero el efecto antiinflamatorio no fue lo único que sucedió en este momento. Un resplandor cubrió su cola de sirena, tan potente, que tuve que alejarme y cubrir mis ojos. Sin poderlo creer, la observé en cuánto ese resplandor cesó, y se llevó consigo la cola de la sirena.
Corinne estaba desnuda, con extremidades superiores e inferiores de humana. Sorprendida, emocionada, dejó escapar un suspiro.
—Corinne... —murmuré—. Eres... eres... Humana.
Dije lo obvio. Pero aún era difícil de creerlo, a pesar de verlo con mis propios ojos.
Ella, en un movimiento tórpido y acelerado, quiso venir hacia mí, pero se resbaló. No sabía caminar.
La levanté rápidamente, sonriendo con ternura. Y cuando la tomé entre mis brazos, ella estaba muy asustada.
—Ahora no tengo poderes de sirena. Tenemos que huir ya.
Los hombres nos observaban. Algunos buscaban sus armas, y las personas parecían salir de un estado de trance. Corinne no sabía caminar, aún no se acostumbraba a tener piernas en lugar de cola marina. Además, estaba desnuda. Teníamos que salir de aquí.
Con esto en mente, corrí con ella aferrándose a mi pecho, con miedo y angustia por no poder ayudar y sentirse frágil. Llegué a la tienda que le pertenecía a ella, y le introduje un vestido a su cuerpo. Un vestido blanco que se encontraba de los primeros en el armario.
—¿A dónde iremos? —Preguntó tímidamente.
No sabía la respuesta.
Un hombre entró precipitado, seguido de otro, y me tomaron de los brazos, mientras Corinne seguía recostada donde la había dejado para vestirla. Forcejeé. Uno de ellos quitó mi cuchillo y me amenazó con hacerme un corte en el cuello si no me quedaba quieta. Corinne intentó ayudarme, pisó mal y cayó en ese hombre, que en un movimiento, rozó su brazo izquierdo con el filo del cuchillo. Ella gimió de dolor mientras caía.
Con mi brazo libre golpeo la cabeza del hombre flexionando mi codo. Lo empujo con mi cuerpo para después golpear al otro. Al estar libre tomo el arma de fuego y apunto a uno de ellos, pero antes de disparar, me percato de que una mujer increíblemente alta aparece por detrás de la tienda, y golpea con un bate al hombre que estaba apunto de disparar.
Otra mujer, muy velluda y de contextura gruesa, hace el mismo movimiento, con el otro tipo, derribándolo.
Tenía apuntada a la mujer extremedamente alta con mi arma, pero luego comencé a bajarla lentamente.
—Ustedes... ¿Por qué nos están ayudando? —Pregunté desconcertada.
La mujer velluda se acercó a Corinne y la apunté. Ella me hizo un gesto de que estuviera tranquila, que no le haría daño y la miré con detenimiento. La levantó, con la ayuda de la mujer alta, y la dejaron en la cama.
—¡Me duele mucho! –Exclamó Corinne, por su herida de tajo provocada por aquel hombre que ahora estaba inconsciente en el suelo.
—Tranquila, Coral. Traeré algo para el dolor y un botiquín. —Mencionó la mujer velluda.
—Sirena, la invitaría a un café para charlar pero en cualquier momento vendrán más hombres a buscarla y lo mejor sería que se vaya cuánto antes. —Dijo la mujer alta, observándome directamente a los ojos—. Somos trabajadores del circo, como bien puede ver, tenemos características inusuales. Hemos sido maltratados por la clase alta durante años. Soportamos una miseria de pago que nos permite vivir. Las personas como nosotros no tenemos otro trabajo que mostrarnos y dejarnos pisotear...
La escuchaba con tristeza, sin perder la concentración, sin interrumpirla en ningún momento. Mientras hablaba, la mujer velluda le propinaba cuidados enfermeros a Corinne, y la trataba con delicadeza.
»Nos conformamos con eso. Pero entonces, existe usted. Usted es una gran muestra de esperanza y justicia. Lo que le roba a ellos, la forma en que no tiene miedo y pelea por lo que quiere, la valentía de vivir en la tempestad y dejar la comodidad de la tierra, es usted una gran inspiración. Y por eso, siéntase digna de merecer nuestra ayuda de forma permanente.
Las lágrimas se juntaron en mis ojos. Durante su relato, mi infancia apareció en mi cabeza. Esa niña sucia y pobre que caminaba descalza por el pueblo a altas horas de la madrugada. Esa niña que veía a otras siendo... niñas. Jugando, portando bonita joyería en sus cuerpos, o luciendo bonitos peinados en sus cabellos arreglados y limpios.
Y me di cuenta de que durante toda mi vida no he tenido nada de eso, y por eso ahora, era ambiciosa y quería tenerlo todo.
Pensé en estas personas que también vivían bajo esta incesante necesidad. Aquellas en las cuales, su único trabajo era exhibirse como fenómenos, para estas personas ricas que lo tenían todo y más, menos conformidad.
—No tengo palabras para demostrar mi agradecimiento.
—Nosotros le estamos muy agradecidos a usted, capitán.
Luego de eso, no nos dejó quedarnos ningún momento más. Nos ofreció un corcél —que en realidad, era del dueño—, que tenía algunas cosas útiles en su silla de montar como almacenamiento. En algunas ocasiones había montado caballos, pero no era lo mío.
Lo mío siempre iba a ser navegar en la alta mar.
Galopamos alejándonos de ese lugar durante mucho tiempo. Se había ido la noche a paso rápido. Esa madrugada escandalosa nunca la iba a olvidar. Sobretodo porque Corinne ahora tenía piernas y había permanecido callada durante el trayecto. La mañana también se había marchado, y solo me detuve un par de veces durante la tarde para que el corcél descansara y comiera, para cargarse de energía.
Habíamos llegamos a una playa remota, con arena de cílice bajo nuestros pies. El celaje brindaba un aire pacífico al ambiente, totalmente estremecedor. Nos bajamos del corcél, y le desprendí todo lo pesado que cubría su pelaje, desde su montura y equipamiento, hasta las riendas. Aquel caballo hizo un relincho de alegría al sentir la soltura de haber quitado su muserola y de todas formas intentó morderme.
—¡Hey! ¡Te estoy liberando! —Me aparté, un poco asustada.
Corinne se rio con dulzura.
—No le hables así, capitán —murmuró ella, que estaba sentada en la arena. Se acercó a mí y comenzó a levantarse sujetándose de mis piernas, por lo que la ayudé rápidamente a levantarse, disimulando mis pómulos arrebolados producto de su suave tacto de sus palmas en mis piernas—. Gracias, amigo. Estaremos eternamente agradecidas por tu bondad.
Pegó su mano extendida en su frente. Intenté apartarla con cuidado, ya que el animal podía ser salvaje. Pero entonces, lo que presenciaron mis ojos fue un acto solemne y hermoso. El corcél relinchó suavemente, y dejó que Corinne acariciara su pelaje oscuro.
Luego ella juntó su frente con la suya, en armonía.
—No me digas que también eres una especie de bruja de los animales. —Le dije, aún sujetándola por detrás, para evitar que pueda caerse.
Ella se dio la vuelta y se sujetó entre mis brazos. Me miró de forma burlesca, irónica.
—No, pero tengo experiencia tratando a salvajes y testarudas.
—Hm...
Sonreí con ella, mientras estaba sujetándose en mis brazos. Se veía realmente hermosa aún, a pesar de haber perdido sus poderes de sirena. La belleza inhumana no la había perdido, permanecía con ella tan radiante y poco verosímil.
Ella bajó la mirada y vi sus pómulos sonrojados. Parecía estar consciente de mi altura en este momento, y mis fuertes brazos que los entrenaba moviendo el timón para darle dirección a mi barco.
Ella siempre parecía sumergida en la profundidad de sus pensamientos.
Como si nunca dejara de ser sirena realmente.
Tenía muchos deseos de tomarla en mis brazos y besarla en este momento. Pero sería extraño, ya que ahora no tengo la excusa de hacerlo para que se genere su poder curativo o algo así. El sonido de las olas desplazándose a nuestro lado era embriagador, y me daba paz para acercarme a ella.
La apegué a mí cuerpo, sintiendo su mirada intensa con esos hermosos ojos combinados con el color del cielo y la mar cristalina. Comencé a pasar mis manos por su espalda, descendiendo por su cintura.
Un sonido me detuvo. Un sonido que emanó de ella.
—¡¿Qué fue eso?! —Exclamó, tocándose el vientre, asustada.
Me reí precipitadamente.
—Tranquila, solo es hambre. Una reacción fisiológica. Tu cuerpo te pide comida ahora que eres humana.
La dejé sentada en la arena y comencé a revisar el almacenaje. Las dos mujeres del circo nos habían dejado comida. Extraje pan y un poco de queso fresco. Un racimo de uvas verdes y una botella de agua. Corinne lo miró, extrañada. Su estómago hizo un sonido nuevamente en cuánto ella miraba la comida.
Pasamos un tiempo así, solo comiendo y charlando, como dos normales humanas amigas en una tarde de verano.
Ella no dejaba de ver y mover sus piernas. Hacía movimientos rotatorios de sus pies, y extendía sus dedos, maravillada con su nueva anatomía.
—¡Tengo una idea! ¡Hay que bailar!
La miré, sonriendo.
—Pero ni siquiera sabes caminar...
Ella se cruzó de brazos.
—Enséñame.
Su mirada fija en mí me ponía muy nerviosa. Era como si aún tuviera su poder hipnótico, y me sentía feliz de complacerla en todo lo que diga.
—Muy bien, hagámoslo. ¿Pero cómo sabes lo que es bailar?
Comencé a levantarme a medida que ella me sostenía de los brazos para intentar con todas sus fuerzas levantarse, y lo había logrado.
La sirena aprendía rápido.
—Los veía a ustedes, cuán felices seres disfrutando de sus dos piernas, bueno, a excepción de tu amigo que solo tiene una, pero... —se sonrojó por lo delicado que había dicho, disculpándose de inmediato.
—¡Oh, no te preocupes! Pez globo se ríe de su condición de una sola pierna. Se llama Baltazar, pez globo es su sobrenombre por ser un viejo panzón. Lo queremos mucho, es muy divertido, y a él también le encanta bailar con su pata de palo.
Ella se rio, dulcemente.
—Sería lindo conocerlos, se ve que los quieres mucho.
—Son mi familia —respondí, sintiendo un vacío por estar tan lejos de ellos.
Recordé la fiebre, el dolor, el estado de pérdida incompleta de la conciencia que me hizo llegar a esta tierra a través de la ayuda de la mar. Recordé que estaba en busca de medicina para mí y otros de mi tripulación, hasta que llegó Corinne a ayudarme, otra vez.
Ella era mi medicina.
Calmaba mi dolor, y no solo el dolor físico. Era capaz de aliviar mi corazón, alma y espíritu.
—Sé cómo te sientes al estar lejos de ellos... Lo siento mucho.
Suspiré—. Solo espero que estén bien.
Comencé a sentir la brisa de la salada mar que nos observaba, mientras le enseñaba a bailar a Corinne. Perdía el equilibrio constantemente, lo que me provocaba risa y felicidad. Pero persistía en su deseo. Ella quería bailar y lo logró con mi ayuda. Bailamos y bailamos, mientras lanzábamos risas alegres al viento, esa tarde de celaje anaranjado y rosado, mientras las olas se esmeraban por llegar a nuestro lado.
La tomé en brazos de manera rápida. Ella se sobresaltó, entretenida, y comenzó a forcejear divertidamente mientras corría a la mar.
Las olas tocaban mis pies, y la mar mi alma desnuda frente a ella.
Introduje nuestros cuerpos al agua para nadar. En eso, Corinne era experta y me lo demostró, sumergiéndose libremente, siendo parte del agua. Hasta que se detuvo por un resplandor. Ambas nos cubrimos los ojos por su peligrosa potencia.
Y entonces en nuestra vista, volvió a aparecer la cola de sirena.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro