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La dama del mar

Algas marinas, pescado en putrefacción, sudor y licor rancio. El muelle se veía ya a la distancia mientras el barco salía del puerto; el aroma salino del mar impregna el aire, las olas rompen furiosas contra el casco del barco. Su padre agitaba la mano entre la multitud, sobresaliendo como un moretón en la piel pálida, su hermano menor la veía con ciertas dudas mientras gritaba "bon vayage!" y su madre, su rostro pálido e inmutable era un reflejo de la discusión que habían tenido sobre su decisión.

Wednesday Friday Addams había crecido entre esa ciudad, en el seno de una familia de dinero antiguo; bien podría decirse que creció entre lujos y buena comida, con una familia grande y conocida (por sus crímenes y no tanto por sus buenas acciones). Y así fue. Podría haber gozado una vida dichosa, acomodada, en cambio, ahora vestía harapos nada dignos de una dama de su calibre, su cabello negro -largo y bien cuidado- estaba amarrado en un descuidado moño, apretado por una bandana, su rostro desprovisto de cualquier maquillaje, su voz engrosada en un tono diferente al habitual, y su nombre había sido cambiado.

William Frump era el nuevo marinero de la tripulación del Luna Nova.

Giró la cabeza hacia delante, para encarar el porvenir, recordando el por qué está aquí. Hace un par de años su tío Fester se había perdido en el Triángulo de las Bermudas y volvió con el tesoro; su tío, harto de satisfacción y vanagloriándose de su acto, empezó a malgastar la fortuna adquirida, no pensó que esos piratas volverían a por el oro e intentarían llevarse a su tío como pago por la deuda. Su padre, Gómez, ofreció pagar la deuda con una suma mayor a la que pedían, pero Wednesday lo vio como la oportunidad perfecta de salir de los muros de la Mansión Addams, adentrarse en un mundo que solo ha visto en libros y que ha vislumbrado en anécdotas. Una vida nueva.

Se disfrazó como hombre, vistiendo ropas viejas de su hermano, presentándose como un aprendiz de Fester y se ofreció a sí misma como pago. Su madre se opuso de inmediato, su padre casi lloró y su tío, por muy loco que estuviese, dijo que él debería pagar las consecuencias. Pero nada ni nadie iba a hacer que Wednesday Friday Addams se retractara: esa misma mañana, fue llevada por los piratas.

Los marineros, con rostros curtidos por el sol y el viento, se mueven con destreza y rapidez, la mayoría de la tripulación eran hombres mayores y desalineados, de dudosa higiene y modales repulsivos, con miradas fieras y cicatrices, la hacían sentir la esencia vulgar de la vida marítima. Todos tenían tatuajes de una luna creciente curvada en su mano izquierda; pronto, ella también tendría una. El capitán del Luna Nova se había escabullido a su camarote, dejándoles la tarea de ponerse al día.

El sonido de las botas pesadas sobre las tablas de la cubierta se mezcla con el sonido ronco de las voces de la tripulación. Wednesday se dirigió a cubierta inferior, a la parte trasera del barco, donde le habían asignado su propio camarote, alejado del resto de la tripulación. Pudo escuchar murmullos de los otros, quienes dormían en un solo camarote atestado con el hedor de tabaco y cerveza tibia.

—Es demasiado joven —había dicho el capitán, en un tono tan hosco, ante las quejas iniciales—, no queremos asustar a la carne fresca.

Al abrir la pesada puerta de madera de su camarote, una ráfaga de aire salino, cargado con el inconfundible aroma a algas y el rancio tufo del moho, le golpeó en la cara. El camarote, apenas iluminado por una lámpara de aceite y por los débiles rayos de sol que se filtraban a través de un tragaluz. Su cama, si es que podría considerarse como tal, era un viejo catre de madera, cuyos tablones crujían como un alma en pena, sobre él un colchón desgastado, relleno de paja húmeda, prometía más incomodidad que descanso. Era perfecto para ella.

Su mano fue directo a su cuello, acariciando el talismán que su madre le dio antes de partir.

"No puedes hacer que permanezca atada a ustedes, madre", fueron sus últimas palabras hacia su madre.

Las paredes, ennegrecidas por años de humedad y descuido, estaban repletas con marcas y garabatos indescifrables, recuerdos de tripulantes pasados que, quizás, habían dejado allí su propia marca, llena de pensamientos oscuros en noches de soledad. Un baúl de hierro, oxidado y con una cerradura que parecía jamás había conocido llave, se encontraba en una esquina; su instinto de supervivencia le decía que debía ser precavida al guardar ahí. Cada tanto, el barco se mecía, haciendo tambalear la pequeña lámpara de aceite, cuya luz vacilante apenas lograba mantener a raya la oscuridad de la habitación. Saca su bolsa de viaje, con las escasas pertenencias que se trajo: ropas holgadas de su hermano Pugsley, una libreta vieja, varios carboncillos y un puñal grabado, heredado de su padre.

— ¿Poniéndote cómodo, Willy? —pregunta alguien detrás de ella.

Veloz como una flecha, ella se da vuelta, con su puñal en mano, sin temor. La hoja de la navaja brillaba tenuemente bajo la luz de la lámpara de aceite, apuntada directo hacia el intruso en su camarote.

— ¡Wow, Willy, baja esa cosa! —El otro marinero, Xavier (cree recordar), se echó hacia atrás al ver una navaja afilada apuntar amenazadoramente hacia él—. Solo venía a darte la bienvenida. No hay necesidad de sacar las garras tan pronto.

Eso la hizo mantener la guardia en alto.

—No vuelvas a recortar mi nombre —la voz de William era calmada, no obstante, la amenaza era explícita en su tono y en el reflejo de Xavier en la hoja de la navaja—. No soy tu amigo, no me llamo Willy. Mi nombre es William, y más te vale recordarlo.

El otro asintió, resignado y humillado, marchándose de su camarote. Wednesday, aún con el puñal en mano, observó cómo el hombre se alejaba.

—Por Dios, no le hablen a William —lo escuchó a la distancia, en un chasquido—, anda de mal humor.

Luego, con un suspiro, guardó el puñal y comenzó a organizar sus escasas pertenencias. Colocó su ropa cuidadosamente en el baúl oxidado, la libreta oculta bajo una tabla suelta en el suelo, junto a los carboncillos. Era cerca del atardecer cuando subió a cubierta a paso firme, los hombres, ya ocupados, apenas le dedicaron una mirada. Era un buen signo; su disfraz había funcionado a la perfección. Pronto, la imponente figura del capitán emergió de su camarote.

—William —comenzó el capitán, mirándole fijamente, su voz cortando el aire como un cuchillo—, te corresponde hoy la primera y la última guardia —habla él, su mano grasienta alisando su barba sucia—, veremos de que estás hecho —culmina con una risa ronca—. No queremos sorpresas mientras dormimos, ¿entendido?

Los piratas a su alrededor soltaron carcajadas y uno de ellos, un hombre robusto con una cicatriz que le cruzaba el rostro añadió con burla—, ¡a ver si la carne fresca aguanta el frío de la noche!

Wednesday apretó los dientes, sintiendo la burla como un aguijón en su orgullo Addams.

—Sí, capitán —responde.

El capitán asintió con aprobación, sus ojos brillando con algo que podría ser un atisbo de respeto—. Bien, muchacho. Ve y toma tu puesto —le indicó—. Tu anterior maestro podrá haber sido un bastardo sin corazón, pero aquí te trataremos mejor.

La rabia bullía bajo su piel, podría soportar insultos hacia su persona, no era ajena al desprecio, pero su tío, el hombre que le enseñó toda clase de artimaña, una figura de admiración en su vida... Wednesday calló, no obstante, el resentimiento estaría guardado en su alma.

Durante la primera guardia, Wednesday se mantuvo alerta, caminando de un lado a otro, observando cada rincón del horizonte. Las noches que se había mantenido en vela, leyendo algún libro de su vasta colección, la mantienen lista, atenta a cada sonido, cada movimiento, analizando con cuidado, preparada para informar. A medida que avanzaba la noche, los piratas más veteranos se retiraron a sus camarotes, incluyendo al capitán, quien dejó a Zahir, el segundo más viejo del grupo y el primer oficial, a cargo del timón.

Zahir no era de muchas palabras pero si de muchos cuchillos, en su cinturón estaban firmemente atados tres espadas y dos cuchillos, ajustaba su sombrero de ala ancha cada tanto, le miraba condescendiente pero no lo trataba con la punta del pie. Wednesday podría haber sentido admiración hacia él.

—Muchacho —le llama, rompiendo el silencio sepulcral—, súbete a la cofa. Necesito una visión clara de todo lo que nos rodea.

Wednesday asiente. Con pasos seguros, se dirigió al mástil principal, sus manos agarrándose con fuerza a los gruesos cabos mientras comenzaba a ascender, subir no era una tarea sencilla, algunos peldaños de madera estaban muy desgastados y casi inexistentes, crujían a punto de dejarle caer, hasta que finalmente alcanzó la cofa. Desde allí, la vista era impresionante.

El suave oleaje del mar golpea contra el casco con un estruendo resonante, cada embate del mar provoca que la estructura del barco cruja y se estremezca, mientras salpicaduras de agua salada envuelven la cubierta en una bruma fría. El vasto océano se extendía en todas direcciones, sus aguas teñidas con el brillo de plata de la luna.

Wednesday está en su puesto, de pie en la cofa del mástil principal, escudriñando el horizonte con intensidad, se mantiene en equilibro con una habilidad adquirida a lo largo de los años, con las intensas sesiones de esgrima con su padre... ¡La sangre le hierve!

Sus ojos empezando a acostumbrarse a distinguir los detalles más mínimos, buscan cualquier signo de peligro o tierra a la vista. El viento marino azota su rostro y hace ondear los mechones de cabello suelto y ropaje, pero su mirada no se aparta del horizonte. Los pocos hombres que quedan trabajan en silencio, sus rostros iluminados por la tenue luz de las lámparas de aceite. Zahir, con los ojos entrecerrados, sigue controlando el timón, siguiendo su propia experiencia para guiar el barco a través de la oscuridad.

Entrecerrando los ojos, avista algo en el horizonte, la neblina se dispersa y lo ve—. ¡Rocas a la vista! —grita con voz clara y potente, alertándolo.

Zahir toma el timón con firmeza, dirigiendo el barco con maestría, para esquivar las traicioneras formaciones rocosas.

Cuando sus ojos se enfocaron en las rocas ya distantes, pudo ver el rostro de una mujer descansando.

Le miraba con intensidad en sus ojos azules. Eran casi tan brillantes como el reflejo de la luna que rebotaba en su piel de alabastro casi antinatural. El pequeño contraste con su cabello rubio apagado que la hacía lucir como una Venus; extasiada por la curiosidad, Wednesday se apoyó, sin temor a las repercusiones, sus ojos se deslizaron sobre su cuerpo desnudo, la ausencia de cualquier ropaje, solo algas marinas adheridas a su piel y... la ausencia de piernas. En su lugar, una cola que cambiaba de color entre verde y azul brillaba a la luz de la luna mortecina.

¿Quién era aquella criatura de ensueño? ¿Acaso un espíritu del mar, la personificación de las leyendas que había escuchado? Entonces, sus ojos se posaron en algo que se movía en su cuello pálido. Branquias, dedujo casi de inmediato. Subían y bajaban al ritmo de su respiración agitada mientras le miraba con ojos muy abiertos y tristes, sin brillo.

Al parpadear... La mujer ya no estaba a la vista.

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Entrada del diario - 2 de abril de XXXX

El sol se alzaba sobre el horizonte como una luminaria, el comienzo de un día miserable de caza en el vasto océano. Mi primer día dentro de estos rufianes de agua salada; tengo mi mirada puesta en Xavier, algo me dice que él no solo busca el oro ni la plata, su interés en mí me enferma. Sin embargo, no todo ha sido belicoso, al caer la tarde larga, mientras el sol se ocultaba, se me fue asignado el puesto de vigía.

Juro haber visto una sirena entre las rocas, de cabellera rubia argentina, ojos azules como las nomeolvides. Una criatura mitológica, hallándose solo en simples fantasías, pero yacía ahí, a merced de las olas, a merced del viento, en el silencio mortuorio de la madrugada. A pesar de los relatos de marineros, de testimonios pasados de damas que seducían a los hombres con sus cantos hipnóticos, no puedo atestiguar si mi mente me había engañado o si aquello fue cierto.

Pero la vi.

Mi estadía en Luna Nova se ha tornado interesante.

W.A.

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La luz clara del sol se filtraba a través del dosel de nubes, iluminado la cubierta del Luna Nova, donde la tripulación se había reunido para comer. En el centro de la cubierta, tenían grandes barriles de ron y agua dulce, apilados junto a cajas a medio vaciar de provisiones. Las redes de pesca, aparejos y cuerdas colgaban de los ganchos, y las armas, desde espadas hasta pistolas, estaban cuidadosamente organizadas en un estante de madera. El aroma de pescado ahumado, carne seca y pan rancio llenaba el aire mientras los hombres reían y conversaban, dándose golpes en los hombros, brindando con sus jarras de metal.

Tyler, el ayudante de cocina, anunció que tendría que arribar en la costa para reponer suministros a este punto. El hombre miraba de forma extraña a Wednesday, sus ojos claros le producían asco y la manera en que le sonreía mientras le pasaba el trozo de pan más fresco y el pescado mejor cocinado, le dejaron un mal sabor de boca. Wednesday, sentada al borde de la mesa improvisada hecha con barriles de ron vacíos, masticaba en silencio, su mirada pensativa en la comida. Cuánto daría por su arsénico favorito, el pan estaba insípido sin él.

La vida en el mar comenzaba a tornarse monótona, había establecido una rutina muy rápido. Los más viejos confundieron su silencio con timidez, no tardaron en volverla su blanco de bromas, pero solo con mostrar su puñal y las agallas posee, retrocedían.

—Cuidado, Willy —desde aquel primer día, estos hombres no dejan e referirse a ella con ese molesto mote—. Que las sirenas te pueden encontrar bonito y te comerán —agrega en tono alto, para que todos oyeran. Era una especie de broma interna que ella no comprendía.

Las risas estallaron a su alrededor, y Wednesday apretó los dientes, resistiendo la tentación de responder con súbita furia. Nada le costaría rajar los cuellos estos canallas.

— ¡Si, Willy! ¡No te alejes del barco cuando lleguemos a tierra! —se unió el maestre al juego. Ella sigue sin entender de qué se trata—. No querrás que una sirenita te atrape con su canto y te ahogue como a un miserable.

— ¿Y qué harías si una sirena se apareciera, William? —habla Xavier, manteniéndose distante—, ¿le ofrecerías tu corazón o tu cena?

Las risas volvieron a estallar al notar que ella no respondía. No obstante...

—Si una sirena me encuentra —interrumpe con voz cortante—, seré yo quien la devore a ella.

—No podrías con ella, muchacho —se ríe un viejo, ciego de un ojo y ya casi sin dientes en su boca—. El mar es una amante cruel, y su dueña también.

—Oh, la reina sin país... —se ríe el viejo tuerto—. La dama del mar.

—Habla ya.

—En los tiempos antiguos, mucho antes de que ustedes, muchachos, surcaran estas aguas, hubo una mujer llamada Enid —comienza a relatar—. Su belleza era tal que rivalizaba con los amaneceres más gloriosos y su corazón, puro y lleno de amor, se entregó a un hombre —el rostro del anciano se tornó sombrío—. Pero este hombre no era más que un canalla, conocido por su desdén y engaños. Primer oficial de un navío, una rata de mar.

El aire parecía enrarecer con las palabras del viejo, hasta que el maestre, interrumpió—. ¡Bah! ¿Acaso crees que una mujer podría ser engañada tan fácilmente? —se queja —. ¡Historias de amor y traición son para los poetas, no para los verdaderos hombres!

El viejo frunció el ceño y replicó con firmeza—. ¡Deja que termine la historia, Corsario! —Wednesday entreabrió los ojos, fijos en el hombre que retomaba su relato—. Enid, cegada por la ilusión del amor, le entregó todo cuanto tenía: confianza, devoción, inocencia y dinero —prosigue—. Pero el hombre, de nombre Ajax, jamás tuvo intenciones honestas. Su corazón estaba tan podrido, gastó todo lo que Enid tenía en mujeres y noches de juerga. Cuando Enid descubrió la traición, su dolor se tornó en una furia incontrolable.

El viejo se inclinó hacia adelante, su único ojo brillante fijo en Wednesday.

—En una noche tempestuosa, Enid confrontó a Ajax. En su desesperación y rabia, acabó con su vida —Los ojos de Wednesday se abrieron con sorpresa, algo increíble de ver—. Lo miró a los ojos, ¡esos mismos ojos que creyó sinceros! Y vio como la vida se apagaba. En su último acto de amor y odio, arrojó su cuerpo sin vida al mar, esperando que las aguas limpiaran su pecado.

— ¡El mar no perdona! Si esa historia fuera cierta, el mar se habría trago a ambos, no habría dejado a nadie contarla —desecha con desdén uno.

— ¿Y qué pasó después? —interrumpe Xavier al otro.

—Cállense, lobos de mar, ¡la historia no es para ustedes, sino para quienes necesitan conocerla! —le gruñe en respuesta, bebiéndose un largo trago de su cerveza tibia—. Ah... Pero el mar, muchachos, es un juez implacable, eso no cabe duda. Ofendido por el sacrilegio de arrojar a un desgraciado hombre a sus aguas, maldijo a Enid. Aquella mujer hermosa comenzó a transformarse, sus piernas se unieron en una cola de pez y su voz, en lugar de palabras, comenzó a emitir un canto hipnótico que ningún marinero podría resistir.

El Viejo Sal hizo una pausa.

—La olas centinelas, la luna es su guardián, cuentan las estrellas que ella vive ahora en el mar, condenada a vagar por las aguas eternamente —dice—. No hay hombre que escuche su canción y no se vea atraído hacia el fondo del mar, nadie ha podido mirarla sin perderse en su dolor y belleza.

Su voz estuvo llena de dramatismo y saña cuando se dirigió a Wednesday.

—Guárdate de ella, o esta noche morirás, pequeño Willy.

Ante ello, Wednesday arrugó las cejas.

Espontáneamente, Xavier se levantó de la mesa improvisada, señalando el horizonte.

— ¡Miren allá! —gritó con los ojos abiertos de par en par—. ¡Navío a la vista! —su dedo seguía hacia el punto donde una sombra oscura se deslizaba sobre las olas.

El capitán levantó su catalejo y observó el navío enemigo que se acercaba con velocidad.

—Parece un barco mercante bien armado —murmuró, sus labios formándose en una sonrisa torcida—. Tripulación, preparad armas. No espera un buen botín esta noche.

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Entrada del diario - 13 de abril de XXXX

Su historia ha ahondado en mi ser, como un cuchillo caliente en la margarina. Si la historia es cierta, Enid es un alma atormentada, maldita por los mares, maldita por la justicia, ¿quién sería capaz de juzgarla por buscar su libertad? Solo pide lo que le corresponde.

Hoy hemos avistado un velero mercante en el horizonte, el capitán nos ha ordenado prepararnos para el abordaje; la excitación en el aire era palpable, la promesa de un buen botín motivó a esta horda de monos sin intelecto. Era una embarcación española, cargada de especias y oro. La batalla fue feroz y rápida, la sorpresa fue nuestra aliada, pero el velero fue nuestro; el botín fue más valioso de lo que esperábamos: cofres llenos de oro, plata y joyas. El capitán se deleitó con los barriles de ron y el festín que los prisioneros nos ofrecieron para salvar sus miserables vidas.

Esta noche, brindamos por la victoria y por los hombres que cayeron en la lucha. Uno menos, más botín para los otros.

W.A.

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Con un chillido agudo, las gaviotas anunciaban la llegada de los forasteros mientras las olas acariciaban suavemente el casco del navío. La tripulación era una mezcla de viejos lobos de mar y un joven de mirada fría, algunos blandían espadas oxidadas, otros rifles antiguos, y el más joven del grupo, traía un talismán colgando de su cuello pálido. Al tocar tierra firme, el primer pie en la arena fue el del capitán. Con una sonrisa torcida, mostrando sus dientes, inhaló profundamente al aire salado, haciendo señas de avanzar; los demás lo siguieron, uno a uno, formando una fila que parecía el desfile de espectros del pasado.

Los hombres del Luna Nova no tardaron en desaparecer entre las sombras de las tabernas y los burdeles, Wednesday, a diferencia de sus compañeros, no buscaba la efímera satisfacción de la tierra firme. Sus pasos la llevaron a un rincón más alejado y tranquilo del muelle, lejos de la gente, incluso con el riesgo de ser apresada o hasta ejecutada si tiene mala (o buena) suerte.

Si la vida en el mar era perfecta para un ser como ella, sin establecerse jamás, sin comprometerse, ¿por qué no se sentía realizada?

¿Por qué no siente esa satisfacción que esperaba?

Llegó a la orilla de la playa, su rostro, imperturbable, reflejaba una calma inquietante. Su mano sujetó el talismán que su madre le dio, los ecos de las risas y las canciones resonaban a la lejanía, ahogados por el rumor del mar.

— ¿Qué es la libertad? —se pregunta en silencio—. ¿Es acaso la vida en el mar, o es simplemente una ensoñación, una maquinación que yo misma me fabriqué? —camina hacia las aguas—. ¿Me he equivocado, madre? ¿Tenías razón?

Las historias de aventuras y tesoros que la habían seducido a dejar su vida cómoda, empiezan a tornarse en soledad. No era ajena a la soledad, la consideraba una íntima amiga, no obstante, este tipo de soledad era diferente, diferente a clavarse las espinas de rosa de su madre, diferente a intentar atrapar un rayo en una noche de tormenta. Era amarga como la hiel. La búsqueda de oro y gloria había dejado un vacío en su pecho que ni la mejor botella de ron podía llenar.

¿Podría algún día saberlo?

¿Aún seguía siendo Wednesday Addams o también había perdido ese rumbo?

Con la mirada perdida en el horizonte, sujetando con firmeza el talismán, sintió que algo la distraía de sus pensamientos. En la lejanía, una figura emergía del agua con gracia, con la delicadeza de una bailarina. Al principio, le echó la culpa a las noches sin dormir, al cansancio del viaje, pero, al dar un paso hacia adelante, pudo ver con claridad. Era ella. La mujer de mirada azul triste, de cabellos de oro y piel de plata... La sirena... Enid. La criatura se movía suavemente, acercándose a la orilla, era una con el mar; amante cruel y sañuda. Wednesday, fascinada, se sintió atraída por la belleza, ¡un espectáculo a sus adoloridos ojos!

La mujer pareció sentir su mirada, pues, de pronto, volvió su rostro hacia ella. Sus ojos eran dos pozos profundos de misterio y tristeza. Wednesday sintió que el aire se le escapaba de los pulmones; la mujer le sonrió, divertida, y en ese instante, quiso ir hacia ella, sumergirse en las heladas aguas...

— ¿Serás tú mi respuesta? —se atrevió a susurrar, aunque sabía que si no podría alcanzarla. Pero ella pareció escucharle y, en un gesto dulce y grácil, que parecía un hechizo, levantó una mano y le hizo una señal para que se acercara.

Se supone que el canto solo atraía a los hombres ingenuos, se supone que ella es inmune... Pero Wednesday todavía es humana, todavía es joven, busca un sitio donde estar, ¿pueden culparla por ser ambiciosa, por querer conocer más allá? Cerró los ojos, en ese instante, ya no era William Frump, sino un alma libre, avanzando a través del viento y la marea, imaginando qué hay más allá, las promesas de la sirena.

Pero, apenas el agua llega a sus tobillos, sintió un tirón hacia atrás con violencia. Ella reaccionó de inmediato, deteniendo a la persona que osara tocarla...

— ¡Aléjate del mar, William!

Era Xavier, como siempre, siguiéndola de cerca.

Wednesday le miró con frialdad—. ¿Por qué no puedes dejarme? —su voz destilaba veneno puro—. Estás acosándome.

Él la miró con ojos llenos de furia y preocupación—. Estoy cuidándote —argumenta—. Lo hago por tu bien. Eres joven e inexperto. Estás trastornado con eso de la sirena.

Ella inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos oscuros fijos en los de Xavier—. Si quiero morir, moriré. No puedes detenerme.

Xavier chasquea la lengua.

—Bien por ti. La próxima vez, yo mismo te arrojaré al mar.

—Espero lo cumplas.

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Entrada del diario - 29 de abril de XXXX

Hoy hemos anclado en una isla apenas habitada para descansar, dividir el botín y reponer provisiones. La isla es un paraíso infernal, con palmeras y aguas cristalinas; los locales son gente humilde, ofrecieron comida y bebidas en demasía a cambio de unos cuantos doblones de oro. Algunos hombres decisiones aventurarse a explorar, a gastar el oro en mujeres de la vida alegre, otros se dedicaron a contar el oro y las joyas que hemos recolectado del último asalto.

Sin embargo, mi mente no deja de evocar aquella noche, a la mujer de triste mirar, la sonrisa que me dirigió, ¿o quizá no fue para mí? ¿Quizá no fui digna de su tentación, de convertirme en otro incauto más que cae en sus redes?

"No se vive de anhelos, no se vive de memorias", dicen los sabios. ¿Puedo vivir a sabiendas que nunca volveré a verle a pesar de nunca haberle conocido?

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Creo haberla visto, surcando entre las olas, en las noches de luna llena. Su mirada me atrapó, como si quisiera comunicarse conmigo, me hizo señas. La brisa traía su canto místico, suave y melodioso. Mi corazón late con fuerza, nunca había pasado, creí poseer una piedra pesada en lugar de un órgano vivo; no sé cómo plasmar entre estas páginas el sentir que ahora ahonda mi ser, pero siento que debo ir al mar, sumergirme entre las olas, buscarla una vez más.

W. A.

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El sol de junio calentaba su piel, su tez pálida poco a poco empezaba tornarse más morena; se pregunta cuánto más tiempo durará con esta gente, si de verdad la vida en el mar fue lo que ansiaba en primer lugar. La días y las noches comenzaban a volverse monótonos, la comida igual de insalubre, había perdido peso, sus mejillas ahuecándose y su cabello poco a poco se volvía más quebradizo. Ningún hombre ha descubierto todavía su verdadera identidad, ha hecho un grato trabajo cubriendo sus huellas.

Xavier sigue siendo un lastre que no puede desechar por la borda; Tyler ha empezado a tornarse más insistente, sus ojos claros persiguiéndola con un brillo extraño que no logra descifrar.

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Entrada del diario - 24 de junio de XXXX

Los días pasan y mis pensamientos están llenos de ella. El mar se ha vuelto mi confidente y las olas que rompen contra el casco del barco me susurran su nombre, su miseria. Hoy, mientras reparábamos las velas, el viento sopló con fuerza y las olas golpearon al Luna Nova sin piedad. Una tormenta se avecina, parece ser una de las peores a las que el barco se ha enfrentado. El capitán nos ha ordenado asegurar todo a bordo y prepararnos para lo peor.

He visto al anciano Johnson ponerse a rezar, otros murmuraban historias de barcos perdidos y fantasmas del mar. Yo, por mi parte, si la muerte ha de visitarme en esta tumba helada, la recibiré gustosamente, bailando con ella el último tango, esperando ver ojos azules como el cielo.

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El viento de la madrugada susurraba en sus oídos, llevaban la risa del verano, la luna llena derramaba su pálida luz sobre las olas agitadas, iluminando la cubierta con un brillo casi fantasmal. Debajo de una lámpara de aceite, Wednesday se abstrajo en su propio mundo; la libreta había sido llenada casi en su totalidad, a la espera de arribar en otras costas y conseguir una nueva con las miserias que le daban en el barco.

El anciano Sal repitió su perora de tener cuidado. La noche era impredecible.

Wednesday se deleitó con su arte, el dibujo nunca había sido su fuerte, es de las pocas disciplinas que no ha perfeccionado, sin embargo, con trazos delicados y haciendo uso de su memoria, trata de plasmar en las hojas amarillentas de su libreta el rostro de aquella mujer, llenando las hojas con detalles precisos: sus ojos tan vivaces, el arco de cupido en sus labios, la delicadeza de su figura y...

—Pero, ¿qué tenemos aquí? —su libreta fue arrebatada por las manos por Tyler.

Sus mugrosas manos no deberían tocar lo suyo.

—Regrésame mi libreta —exige. Si fuera posible, su mirada sería capaz de prender en fuego a Tyler.

Tyler, sin atender a su orden, pasó las páginas, riéndose de los garabatos de Wednesday. Los otros miembros del Luna Nova se acercaron, uniéndose a la burla colectiva. Wednesday sintió que el fuego de la ira comenzaba a consumirla; la libreta no solo contenía los dibujos de la sirena, sino...

— ¡Miren, el pequeño Willy quiere estar con la sirena!

Sus últimos pensamientos, su diario de su vida en el mar. Tyler soltó una carcajada, hojeando las páginas con desdén.

— "Quiero que me ahogue en su boca de cementerio, sentir el dulzor salado de su esencia" —lee con burla, imitando su voz en un tono jocoso—. "Que sus manos me arrastren al..."

Con un movimiento rápido, Wednesday se abalanzó sobre Tyler, intentando recuperar su preciada libreta. La riña se intensificó, ambos rodando por la cubierta mientras los marineros alentaban con gritos y apuestas. Wednesday lanzó el primer puñetazo, directo al abdomen de Tyler, el sudor se mezclaba con la sangre salpicada; Tyler era por mucho más alto que ella, un poco más fornido, pero ella era más ágil, adiestrada en el combate cuerpo a cuerpo.

Fue en medio de aquel caos que Wednesday sintió la adrenalina fluir por sus venas, de forma autómata, su mano se deslizó a su cinto y sacó una daga reluciente, con la hoja en alto, se inclinó hacia él... El golpe fue veloz y preciso, la hoja afilada surcó el aire y, en un instante, dejó una marca sangrienta en el rostro de Tyler, sangre fresca salpicó la cubierta, se deslizó por el rostro furibundo de Tyler. El grito de dolor del hombre resonó como un trueno en la tormenta, y la risa se extinguió de inmediato.

Tyler, tambaleándose, dejó caer la libreta y se llevó la mano hacia el rostro, sintiendo la sangre caliente manar de la herida. Wednesday se apresuró en tomar la libreta del suelo, respiraba pesadamente, sintió la tensión en sus hombros, la multitud se quedó en silencio, atónitos ante la escena.

—No vuelvas a tomar lo que es mío —exclamó firme, sus ojos oscuros luciendo furiosos.

— ¡Esta la pagarás! —gritó él, su voz distorsionando por la rabia y el dolor.

—Aquí no aceptamos a traidores... —se unió Xavier desde una esquina.

El capitán se acercó con paso firme.

—William, gato sarnoso —rugió el capitán—, haz cruzado una línea que no se puede borrar. Un pirata no hiere a su prójimo, ¡y mucho menos por un simple cuaderno!

La mirada de Wednesday se encontró con la del capitán, pero no había espacio en ella para el arrepentimiento. En su pecho, el infierno estaba desatado,

Su voz, grave y autoritaria, cortó el aire—. ¡Esto no se tolera a bordo de mi barco! —grita, señalando a Wednesday con un dedo tembloroso e ira—. ¡Tu maestro fue un maldito que me robó, sabía que la manzana no cae lejos del árbol!

El capitán levantó una mano y la tripulación, sin necesidad de palabras, entendió la señal. Dos de los hombres más robustos agarraron a Wednesday por los brazos y la arrastraron hacia la borda. Wednesday no se iría sin luchar, sus gritos de protesta se mezclaban con el rugido del mar, su mano derecha aún con el puñal en la mano. Los ojos de Wednesday reflejaban ferocidad y furia, sus pupilas dilatadas buscaban una salida que no existía.

— ¡No he traicionado a nadie! —replicó, pero su voz se perdió entre los gritos y acusaciones de la tripulación.

Con fuerza, los hombres la levantaron sobre la borda, la fría madera contra su espalda, el abismo oscuro del océano ante ella. El tiempo pareció congelarse, solo el sonido cruel del viento y las olas llenaba el silencio expectante. De lejos escuchó la risa burlona de Tyler, que se tocaba el rostro herido, una meuca de triunfo en medio del dolor.

El capitán, con una voz tan fría como el acero, pronunció las palabras finales—. Que el mar reclame lo que es suyo.

Y, con un movimiento coordinado, los hombres soltaron a Wednesday, arrojándola al vacío. Por un instante, por un breve momento, los ojos de Wednesday se abrieron de par en par, reflejaron el brillo pálido de la luna antes de que su cuerpo fuera engullido por el mar, rompiendo la superficie con un chapoteo sordo. A medida que se hundía más profundo, el agua se tornaba aún más gélida y la oscuridad la envolvía como un sudario. El camisón de Wednesday se adhería a su piel como algas húmedas, el helor se calaba hasta el tuétano, el peso de su ropa mojada la arrastraba hasta el fondo.

Luchó por mantenerse a flote, tratando en vano de deshacerse de las botas y el cinturón, pero el mar era implacable, los pulmones le ardían y la desesperación, esa que jamás pensó en sentir, empezaba a adueñarse de su corazón, siendo bombeada al resto de su cuerpo. ¿Era este el final? ¿Morir ahogada en las profundidades, olvidada? ¿Alguien recordaría su nombre, su verdadero nombre? No esta identidad que se creó para huir de su familia, no la vida que creyó vivir durante los últimos meses. Sus pulmones aspiraban agua salada, las burbujas aire poco a poco se acababan... ¿Alguien recordaría a Wednesday Friday Addams? ¿La niña extraña de los Addams? ¿La que decapitaba a sus muñecas cuando tenía solo cuatro años?

Poco a poco, sus parpados se sienten pesados, ha leído sobre este estado: el letargo antes de la muerte. Sus fuerzas menguaban y en su mente solo existía la certeza de un final inevitable en una tumba de mar y sal. Dejó de resistirse, sus visión empezaba a tornarse borrosa, a través de la penumbra acuática, una luz suave y ondulante se acercó, rompiendo la negrura con su brillo etéreo. Wednesday forzó sus ojos, cada parpadeo un esfuerzo titánico, y allí, emergiendo como un sueño hecho realidad, ¿era el ángel de la muerte?

No.

No podría ser.

"¿Te has apiadado de mí?" se pregunta, borracha por la sensación que le deja verla.

Su belleza era irreal de cerca, su cabello flotando como un halo y sus ojos grandes y luminosos, cómo la piel se transforma en pequeñas escamas donde su cola comienza. Su belleza era sobrecogedora, más allá de cualquier cosa que Wednesday hubiera capturado en sus dibujos.

Con un gesto lento y grácil, la sirena extendió su mano hacia Wednesday. Ella, sintiendo sus fuerzas desvanecerse, reunió todo lo que le quedaba de voluntad y alcanzó esa mano salvadora. Al tocarla, una calidez reconfortante recorrió su cuerpo, infundiéndole una paz que nunca había conocido...

—Pobre alma en desgracia... —escucha, pero su voz está lejos de sonar amable. El anciano se había equivocado: la sirena si tenía voz para hablar, no solo para cantar, y era la tonada más dulce que ha escuchado Wednesday, enterneciendo su corazón frío y amoratado—. Arrojado como basura... Tirado y desechado.

Y la envuelve con su cola, nadando con una destreza casi fantasiosa, Wednesday sintió cómo el mundo a su alrededor se desvanecía en una bruma. El dolor y la desesperación comenzaron a desvanecerse, reemplazados por una serenidad profunda y abrumadora, ¿era esta muerte?, ¿así se sentía abrazar a la muerte? A medida que ascendían hacia la superficie, Wednesday, medio inconsciente, se dejó llevar por esos sonidos armoniosos, si así era morir, moriría dichosa. Finalmente, rompieron la superficie del agua, y el aire fresco llenó los pulmones de Wednesday con una explosión de vida. La sirena la sostuvo con fuerza, sus ojos encontrándose una vez más.

La sirena, con movimientos fluidos y gráciles, guio a Wednesday hacia unas rocas cercanas que emergían del océano, sin un buen vigía, cualquier barco se hundiría. A medida que se acercaban, la luz de la luna iluminaba su rostro, revelando una belleza inquietante y melancólica.

La mujer, aún aturdida y débil, se dejó llevar hasta que sus pies tocaron la roca fría y resbaladiza.

— ¿Te han echado de tu barco, pirata? —cuestiona—. ¿O qué más estabas haciendo en el fondo del mar?

—Simplemente me estaba muriendo ... —dice, jadeante por aire, sus ojos llenos de desconfianza—. Nada del otro mundo.

La sirena soltó una risilla—. Parece que tu vida te importa tan poco como me importas tú.

—Podrías haber... Podrías haber acabado conmigo bajo el agua. Si tienes alguna doble intención, te sugiero que lo hagas ya —masculla—. Detesto la espera innecesaria.

Sintió una extraña paz al ver a la criatura tan cerca, sus ojos profundos y llenos de tristeza clavados en los suyos. Pero, detrás de esa mirada azul encantadora, había una oscuridad que no percibió de inmediato.

—No eres el primero que cae en mis redes —comenzó, su tono cargado de una tristeza antigua y larga—. He estado atrapada en estas aguas por siglos, víctima de una maldición impuesta por la luna —habla con una voz suave, atrapante—. Solo un alma puede liberarme de este tormento.

Con la mente nublada por la confusión y el cansancio, Wednesday apenas comprendía las palabras. Pero la sirena continuó, acercándose cada vez más, sus manos frías como el hielo acariciando su rostro.

—Y puede que seas el pirata más lindo que he devorado... —se ríe, melodiosa. Sus dientes eran dentados, como los de un pez, prometían una muerte dolorosa.

El repudio que sentiría por alguien que la tocase sin permiso—. Si crees que me asustas con tus cuentos de terror, estarás muy equivocada. He visto cosas peores —no está presente cuando esta mujer la está tocando como si la conociera de toda la vida.

Ella se acercó más, su aliento rosándole el rostro.

—Solo quiero salir del mar, no pido mucho a cambio de tu alma —se justifica—. Después de todo, ustedes los piratas no son más que bribones, hartos de oro y cosas preciosas, toman lo que quieren, como quieran y cuando quieran... ¿Qué tan mala puedo ser por pedirte tan poco?

Fue en ese momento cuando la verdadera naturaleza de la sirena quedó al descubierto. Sus ojos, antes llenos de bondad, ahora brillaban con una luz siniestra. Sus dedos, que antes parecían suaves caricias, se aferraron a ella con una fuerza sobrenatural. La comprensión golpeó a Wednesday con la misma fuerza que las olas contra las rocas. Intentó retroceder, pero su cuerpo estaba paralizado por el frío y la tentación, mientras la sirena la arrastraba hacia las profundidades una vez más, el agua helada rodeándola.

Pero, lejos de ceder a su canto...

— ¿Cómo es posible? —la escucha decir—. Ningún hombre es capaz de resistirse ante mí.

La sirena lo miró con una mezcla de curiosidad y esperanza. Algo en la profundidad de sus ojos cambió, y su mirada se volvió casi suplicante.

—Tú... —susurró la sirena—. No eres lo que pareces. Hay algo diferente en ti... He devorado a demasiados hombres para saberlo... ¿Quién eres realmente?

Jadeando, el rostro de Wednesday no mostró emoción alguna más allá del deleite por verse a merced de una criatura tan poderosa—. ¿Qué importa quién soy? —respondió con su habitual tono sarcástico—. ¿Acaso tu hambre se saciará con nombres?

La sirena frunció el ceño, una sombra de incertidumbre cruzando por su rostro.

—Tú...

Se acerca lentamente, colocándose encima de Wednesday, las mismas manos que quisieron hacerle daño la volvían a acariciar, siguiendo las curvas naturales de su cuerpo femenino

—Eres la elegida...

Esta vez, su sonrisa es solo de labios. Le da un toque de suavidad casi dulce a sus ojos.

Más intrigada que nunca, deslizó su cola en el agua, chapoteando alegremente—. ¡Dime tu nombre, te daré el mío cambio! —pidió la sirena, con un tono de voz que vibraba con esperanza y anhelo—, ¡solo tú puedes liberarme!

Wednesday soltó una risa seca, sin alegría—. Wednesday. Me llamo Wednesday —contesta—. No esperes que eso te haga más fácil tu tarea.

Wednesday —repitió, degustando el nombre como si fuera un manjar exótico—. Tantas noches te esperé, Wednesday —murmura cantarina—. Tú eres la elegida... —repite.

—Si tu intención es devorar mi alma, hazlo ya —insta.

Pero la sirena estaba lejos de soltarle y dejarle ir, sus escamas brillando a la luz de la luna—. No tan rápido, Wends... Me llamo Enid, la historia de mi vida la has de conocer y mi maldición buscó romper y solo tú puedes hacerlo.

Wednesday levantó una ceja, su mirada oscura fija en ella.

— ¿No entiendes? —Wednesday negó con la cabeza—. Solo un beso de mujer me devolverá la vida perdida.

...

— ¿Un beso? —repite—. ¿Esa es tu gran solución? ¿Acaso esperas me apiade de ti porque me has salvado?

Enid asintió lentamente, una sombra de desesperación cruzando por su rostro—. No tengo elección —agrega—. Estoy atrapada en este ciclo de hambre y tormento. Tu beso podría liberarme, o condenarme aún más... Pero quiero hacerlo.

—Si esto es lo que se necesita para liberarte... —Enid la miró, expectante—. Lo haré.

Enid sonrió, encantada.

Sus rostros se acercaron, y el roce de sus pieles fue como un susurro. Enid uspiró, arrastró los labios sobre la piel de su mejilla hasta que pudo presionarlo contra la delicada piel; Wednesday sintió que le pecho de Enid se movía suavemente contra ella, sus pechos desnudos presionando contra su torso vestido con el camisón empapado de agua salada. En un instante, Enid agarró a Wednesday de la nuca y acercó súbitamente su rostro contra el suyo y reclamó su boca con la pasión de un amante: cuando sus labios se tocaron, una descarga eléctrica crepitó sobre Wednesday.

Sabía a hinojo y olía como los manglares, el calor floreció dentro de Wednesday, un calor que no había sentido desde aquella primera noche cuando la vio entre las rocas, besarla desbloqueó algo dentro de ella, algo que siempre había sabido, algo que siempre había permanecido allí, escondido entre arbustos de hiedra venenosa y demasiado veneno propio.

—Quédate —suspiró Enid al separarse, un milisegundo para que ambas pudieran respirar antes de que, por fuerzas atrayentes, sus labios se unieran nuevamente.

¿Podría hacerlo? ¿Después de todo?

.

.

.

Por fin no se sintió sola.

"Me quedo", y selló su destino

En la noche de San Juan, en medio de la alegría y el festejo, algunos borrachos atestiguarán haber visto surgir del agua a dos mujeres, sus rostros apenas iluminados por las hogueras en la playa, probando la ansiada libertad. Algunos notarán el parecido de una con la heredera perdida de la familia Addams, otros notarán el parecido de la otra con el de la dama del mar. De cualquier forma, nadie les creerá, pese a que los borrachos siempre dicen la verdad.

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