7 En el bosque
Andrea me arrastraba hasta el interior del bosque. como era más rápida que yo, y iba corriendo, yo no paraba de tropezarme.
Bajó el ritmo al llegar al medio del bosque, un bosque tan bonito y encantador por el día, como espeluznante y tenebroso por la noche.
Pájaros negros volaban sobre nuestras cabezas, y las hojas se mecían en las ramas de los árboles. La luna se proyectaba en el cielo negro. El viento azotaba la cabellera de Andrea, y me hubiera gustado capturar aquel momento en una fotografía.
-¿Que hacemos aquí?- pregunté.
-¿Pues tu que crees? ¡Nos escondemos para que ella no nos vea!
- ¿Y porqué aquí? - dije- ¿Es que sabes donde vive o algo? No te entiendo....
- La he visto salir del bosque varias noches, así que pensé que esta no sería diferente, ¿No?
- Bueno, en eso tienes razón... Pero como me muera de un infarto por culpa tuya te vas a enterar.
-Tranquilo, tengo experiencia enterrando los cadáveres de mis mascotas- dijo- No creo que contigo sea muy diferente- Me dedicó una sonrisa felina.
Me estremecí.
Esperamos varios minutos antes de escuchar aquel ruido, unas pisadas en alguna parte de aquel maldito bosque nos indicaban que ella ya estaba allí. Nos escondimos detrás de una roca, esperando con impaciencia su aparición, pero eso no ocurrió. Salimos de detrás de la roca y Andrea dijo:
-¡¿ Como puede ser que no haya aparecido?!- dijo consumida por la furia- ¡Era ella, tenía que serlo!
- Tranquilízate, seguro que aparece en cualquier moment....- dije, pero no pude acabar la frase ya que alguien se acercaba a nosotros, unas sigilosas pisadas en las hojas secas nos informaron de su presencia, y al momento nos escondimos detrás de la roca.
Las hojas marrones que habían caído por culpa del otoño crujían bajo sus pisadas, y una capa negra resbalaba por la tierra.
Y allí estaba, nuestro objetivo, delante de nosotros. Jadeaba por culpa de la carrera y se sentó encima de la roca en la que estábamos escondidos.
Se me puso el bello de punta, y Andrea respiraba entrecortadamente.
La mujer se levantó, miró hacia los lados y salió corriendo, nosotros la seguimos desde lejos, dejando por fin el espeluznante bosque atrás, aunque no el miedo que nos carcomía la piel.
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