4 La amenaza
En ese momento el hombre metió la mano en el bolsillo de su chaqueta. Yo estaba convencido de que sacaría un revólver y acabaría con mi vida en menos de un segundo por culpa de mi curiosidad, comencé a pensar que no debería haberle hecho caso a aquella muchacha, y como dice el dicho, la curiosidad mató al gato. Me prepare para recibir el impacto de la bala, pero en vez de eso, el hombre abrió la palma de la mano y me tendió unas llaves.
—Andrea esta arriba, primer pasillo a la izquierda, mis disculpas si le he asustado, caballero, pero la música clásica es mi afición y con estas pintas cualquiera diría que soy un fantasma.
Me despedí formalmente de aquel caballero de grandiosos modales y me encaminé hacia la habitación que el hombre me había dicho. Parecia ser que las intenciones de la chica eran totalmente inocentes, o que puede que me estuviera esperando en su habitación para matarme allí mismo.
Metí las llaves en el pomo de la puerta y la empujé. Esperaba encontrarme un cuarto de color rosa con muchas muñecas y esas cosas que tienen la chicas, pero al entrar me sorprendí accediendo a unas destartaladas escaleras que conducían al torreón de la casa.
Subí las escaleras sigilosamente, al parecer, cuando era de noche, encendían unas antorchas y las colocaban en los ganchos que habían en las paredes. Entonces me dí cuenta de que esa casa debería tener más de 100 años ya que todo estaba decorado con el estilo del siglo XX.
Llegué hasta arriba y me paré en seco, había otro puerta.
Busqué una segunda llave en mi bolsillo y allí estaba, junto a la otra, la metí en el picaporte y entre.
La habitación era una pequeña estancia redonda con poca decoración, había algún que otro póster de bandas de rock o de películas de terror, la mayoría de la habitación la ocupaba el gigantesco balcón del torreón. Lo que más me sorprendió es que la habitación estaba completamente repleta de libros de toda clase.
Andrea estaba apoyada en el balcón, contemplando el paisaje. Cuando puse un pie en la habitación ella se giró, sonrió y dijo:
—Parece ser que al final has venido, no he dudado nunca en que no lo hicieras.
—¿Que es lo que quieres de mi?
— Ay, querido Hugo, llevo observándote desde hace tiempo. Por cierto ayer casi me pillas, estaba en el callejón y tuve que salir corriendo para llegar antes que tu a aquella esquina.
—¿Pero que...? -dije, pero me interrumpió.
—Se que no te gusta dejar las cosas sin acabar y por eso necesito tu ayuda, tienes todo lo que busco para esta misión.
— ¿De que misión hablas?
—Escúchame atentamente, lo que te voy a explicar ahora mismo no se lo puedes decir a nadie ¿entendido?, sino te picaré en pequeños trocitos y me los comeré en una riquísima sopa ¿de acuerdo?, será nuestro secreto.
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