26 ¡Cierra la boca!
- ¿Y entonces porqué las escapadas nocturnas?
Iba a responder, pero una voz la interrumpió.
- Ya... estoy aquí... - dijo Agustín jadeante. Se le veía como siempre, pero hoy cubría su torso un viejo jersey de lana, y llevaba puestos unos pantalones de pana. - ¿Qué me he perdido?
- Nada interesante - bramó Álvaro de brazos cruzados.
- Ella dice que no es la asesina - soltó Andrea. Agustín miró a Miriam de forma interrogativa.
- ¿Es eso cierto? - me preguntó. Me encogí de hombros.
- Javier nos dijo que te escapaste de su casa ¿Qué hiciste entonces? -preguntó su hija.
- ¿Javier? - de golpe su expresión cambió y se puso blanca- Yo, yo... no se como explicarlo, son tantas cosas... Javier no es quién creéis, no le...
- Mientes - giramos a ver a Álvaro, asombrados por la decisión en su voz - Has sido tú, las pruebas no mienten. No somos tan tontos para pensar: "Oh, mira, esa buena mujer lleva en la mano un cuchillo porqué se va a cortar las flores que crecen en los tejados de la gente." - dijo sarcástico - ¡Vamos, confiesa! - ¿des de cuando le interesaba tanto esto?.
- Para el carro, bólido - dije - vayamos con más tranquilidad, no queremos que las cosas acaben mal esta noche - le lancé una mirada amenazante a Álvaro.
- ¡Oh, vamos! ¡¿La tienes aquí delante y la defiendes?! ¡Es una asesina! - se le había hinchado la vena del cuello.
- Eso aún no lo sabemos, además ¿Que no ves que nos lo esta explicando todo? ¡Nos esta dando una gran pista! - yo movía los brazos frenéticamente, de Álvaro a Miriam - ¡Así que cierra la boca un rato y déjanos progresar!
-¿Que os deje progresar? ¡Lo único que hacéis es caer más bajo! - dió un paso, amenazante.
- Me gustaría tomarte en serio, pero hacerlo sería ofender tu inteligencia - dije con sarcasmo.
- ¿Porqué eres así? ¡Yo solo quiero ayudar!
- Creo que me he dado cuenta de que las monedas no son las únicas que tienen doble cara - Me miró con confusión y enojo - Simplemente no me das buenas vibraciones. Hace nada que sabes lo que esta ocurriendo y no me creo que te interese tanto.
- ¡Silencio! - gritó Andrea - ¡Ya basta! ¡¿Queréis dejar de discutir?! A veces me siento como Noé, rodeada de animales.
- Pues alguno no esta muy lejos de serlo - dije en voz baja para mi mismo. Agustín a mi lado soltó un risita.
- Ya, claro. En mi no confías pero en ese vejestorio sí. - Señalo a Agustín.
- Perdona pero tengo 36 años, vejestorio tu abuela. - dijo resignado él.
- Este que ves aquí lleva desde el inicio con nosotros, nos a ayudado en todo, y esta claro que podemos confiar mil veces más en el que en ti. Por no decir que es mi mejor amigo. - Era cierto, todo este tiempo lo habíamos pasado los tres juntos. Y aún que fuera mayor que yo podía ser mi mejor amigo, la diferencia de edad no importa.
A Agustín se le escapó una sonrisa de victoria.
- ¿Éste es tu mejor amigo? - se echó a reír.
- Hugo sabe distinguir a los de su calaña. No le gustan los cabeza huecas como tú. - me pasó un brazo por los hombros.
Con risas ahogadas y sarcásticas dijo - Se acabó, yo me largo.
Se dió media vuelta y comenzó a caminar en la oscuridad.
Me giré para retomar el tema de conversación, cuando viví a Miriam con su velo negro, que miraba por detrás de mis espalda. Una expresión de horror surcó su rostro y echó a correr.
- ¡Ey, espera! - exclamó Andrea.
Miré lo que ella observaba hace unos segundos. Una luz se había encendido en el balcón de la mansión de al lado, y Julián Montalbano se encontraba allí, con una bata, mirando el cielo. Entonces comprendí porqué ella huía.
Antes de desaparecer calle abajo Miriam dijo:
– ¡Javier os ha mentido, no confiéis en él!
Y así nos quedamos, los tres solos en medio de las calles de nuestra apreciada Barcelona, nuestro lugar de origen, a altas horas de la noche.
– Yo... Creo que iré a buscarle – Sabía que se refería a Álvaro– No quiero que le pase nada, después de todo... es mi amigo.
– Ya nos veremos – Asintió con la cabeza, me dió un beso en la mejilla y se marchó corriendo. A lo lejos, al fondo de La Rambla, vi a Andrea llegar al lado de Álvaro.
–Lo odio – mascullé entre dientes.
Agustín me puso una mano en el hombro y me dijo:
– Amigo mio, cualquier muchacho puede amar como un loco. Pero odiar, odiar es un arte. No creo que lo odies de verdad, tan solo... no te cae muy bien, que digamos.
Asentí dándole la razón.
Miré la hora en mi teléfono. Las 12:27p.m.
– Se me hace tarde, mi madre estará preocupada.
–¿Sabes cual es la mejor manera de arreglar todos tus males? La pizza. Y ahora mismo vas a probar la pizza de la Merceditas. Es la mejor pizza del mundo.
– ¿Una pizza ahora?
–Exacto. Y la pizza no romperá nunca tu corazón. Tal vez te tape las arterias, te de hipertensión, obesidad y te mate... pero no romperá tu corazón jamás. ¡Venga, anímate! – me palmeó el hombro amistosamente.
Unas carcajadas escaparon de mi garganta.
– ¡Esta bien, esta bien! Le diré a mi madre que me quedo a dormir.
– ¡Genial!
Y así es como acabé aquella noche. Viendo a Agustín de nuevo con su delantal de flores, y haciendo un intento de chef. Una masa de pizza estampada en el suelo. La Merceditas haciendo de nuevo la masa y no dejando a Agustín poner un pie en la cocina. Risas y familiaridad. Aquellas dos personas, con tan pocas acciones ya eran para mi, parte de la familia.
Capítulo dedicado a MaritaLag1805
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