21 bollitos de pan y Agustín el cocinero
Al final fue Álvaro quién acabó llevando a Andrea a su casa, y yo tuve que irme andando solito. El muy creido tenía coche y cuando iba a subir me dijo que lo sentía pero que solo era de dos plazas. Y yo había visto claramente que había dos plazas libres atrás.
Vamos, un mentiroso de primera. ¿En que más habría mentido?
Estaba claro que no le había caído bien, aunque era sentimiento mutuo.
No entendia porqué era así, dulce con Andrea y frío y engreído conmigo.
Es como si estuviera intentando marcar territorio, pero.... ¿Y yo qué tenia que ver con eso?
¿Me veía como un rival? Y si es así, ¿Un rival de qué?
Tan solo me conocía de un par de minutos y ya me echaba miraditas de odio.
Bueno, total, que después de eso me fui para casa,pero pronto me aburrí y salí de nuevo para dar una vuelta. Pasé por delante de la panadería, entre y salí con un bollito de pan recién hecho, su tacto era crugiente y de inmediato le di un mordisco. Buenísimo, como siempre.
Caminé con el bollo calle abajo, serían las ¿13:30?, pronto tendría que volver a casa para comer. ¿Qué estaría haciendo Agustín ahora?
Probablemente estaría con su vecina hablando, o quizás estuviera espiando a don Julián. Pero ese no era el caso, lo importante es que yo estaba aburrido y no tenía dónde ir así que con mi bollo en mano me encaminé hacia la casa de Agustín.
Despejandome por un rato del peso de la situación que me caía encima.
***
Tras una larga caminata y largos paseos por las calles destartaladas de la ciudad en la que había nacido por fin llegué a mi destino, la casa de Agustín, aunque más bien era la casa de
la Merceditas. Qué eran, como decirlo.... , "compañeros de piso" y algo más...
La casa, claro está, no era nada comparada con la gran mansión que tenían al lado, pero que le íbamos a hacer, no a todo el mundo se le sale el dinero por los bolsillos.
Me paré ante una destartalada puerta de madera y llamé al timbre.
Un Agustín en gallumbos me abrió la puerta. Llevaba un delantal blanco manchado de alguna substancia que yo desconocía y en la mano llevaba un paquete de arroz.
-¡Ah! ¡Hola Hugo! ¿Como estás? ¡Entra entra, que vas a pillar una pulmonía ahí fuera!
- ¿Ahora eres cocinero? Eres un saco de sorpresas Agustín.
Él me sonrió pícaro.
- Y las que te quedan por descubrir.
Me abrió la puerta de par en par y me dejo pasar.
La casa era parecida a la mía, pequeña pero acogedora, en el salón había un fuego a tierra seguido por un cómodo sofá y una pequeña televisión de pantalla plana.
Justo detrás había una mesa con cuatro sillas, donde Agustín me obligó a sentarme. Mientras tanto, Agustín andaba en ropa interior por la casa. En invierno.
-De verdad, que no Agustín, que yo solo pasaba por aqui, yo no...
-Cállese ya, hombre. Que se siente y punto, que el que manda aquí soy yo.
Tras un pequeño debate, finalmente me rendí ante las replicas de Agustín y me dejé caer en la silla.
Una mujer de unos treinta y pico años apareció en el umbral de la puerta. Con un delantal blanco colgándole del cuello.
-¡Agustín donde demonios te has metido! ¿Donde has dejado el ar...? ¿Quién es este jovencito tan apuesto?
-Ohh mi queridísima Mercedes, este es mi gran amigo Hugo, y ahora mismo se va a quedar a comer ¿Verdad que si compañero?
-Pero yo...- pero Agustín me interrumpió.
-Shh shh shh.... ¿Has cogido tu teléfono móvil grumetillo? -asentí lentamente - pues ahora mismo llamas a tu madre y le dices que te quedas a comer paella con nosotros. ¿Verdad que sí, Merceditas de mi corazón?
- ¡Pues claro, aquí hay arroz de sobra!
-No puedo, me sabe mal....
-¡Anda calla y llama a tu madre!- me dijo Agustín.
Cogí mi teléfono y escribí el número de mi madre, indeciso me lo quedé mirando pero Agustín me lo arrebató de las manos y llamó.
- Si... señora.....soy un amigo de su hijo...¿que como me llamo?Agustín por supuesto.... ¿Que su hijo no le ha hablado de mi? - se giró, tapando el móvil y me dijo- muy mal chico, me esperaba más de ti- a continuación prosiguió con la conversación- pues la llamaba para decirle que su hijo se quedará a comer conmigo... si, no lo espere.... ¿Qué? Yo no soy ningún acosador....de verdad señora que soy de fiar, después lo llevaré a su casa y así me conocerá en persona.... ¿No se lo cree? Pues vealo usted misma.
Me paso el teléfono, y yo lo cogí con cautela. Al ver que no reaccionaba Agustín me hizo señas con las manos para que continuara hablando.
-Eeemm... hola mamá...
-¡Hijo! ¿Donde estás, quién es ese hombre?
- Es un amigo mio mamá, es inofensivo, no le haría daño ni a una mosca - en ese momento una mosca pasó por delante de la cara de Agustín, pero acabó aplastada por sus grandes manos- bueno... a una mosca si pero... ¡Tu ya me entiendes!
- Está bien, está bien, bueno, vuelve pronto. - Y colgó.
En ese instante la Merceditas apareció de nuevo con una gran sartén entre las manos.
- Bueno, ¿quién quiere hincharse la barriga de esta riquísima paella?
Al momento Agustín y yo levantamos la mano, y ella se echó a reir.
- Hombres, nunca cambiarán.
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