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15 ¡Estas MUERTO!

-Osea... - dije, caminando junto a Andrea- Que tu madre mataba gente porqué pensaba que tu estabas muerta, ¿No es así?

-Exacto, debemos buscar a Marc López enseguida. Pero esto no me cuadra.

-Pienso lo mismo.

Nos dirigimos hacia la dirección que nos había dado Javier y tocamos al timbre. Al ver que no respondía nadie, di un golpe a la puerta, pero sorprendentemente estaba abierta.

Al entrar, una horrorosa imagen nos hizo abrir los ojos. Un hombre, supuestamente Marc López, estaba colgado de una de las vigas del techo, con la garganta desgarrada y un puñal clavado en el pecho. La sangre corría por su piel, dejando un rastro rojo, hasta llegar al suelo. Allí había un charco de sangre enorme, donde aún caían gotas. En la pared color crema de al lado había algo escrito, con la sangre de la víctima. En ella ponía:

"Te mataré Julián, te mataré al igual que mataré a tu hija. Estas MUERTO"

Miré a Andrea, no miramos incrédulos durante unos instantes, ¿Como había podido ocurrir esto? ¿Esto era tan solo por unas burlas de hacía más de 30 años? No podía ser, esto es demasiado para ser solo por eso.

Tras esa conexión de miradas nos pusimos a revisar el piso, al parecer Miriam llevaba semanas instalada allí, todo su equipaje estaba bien puesto en un armario. Había una pequeña cajita escondida debajo de la cama, intenté abrirla pero estaba cerrada con un candado. Rebusqué de nuevo en el armario y encontré la llave escondida en el fondo de la parte superior de este. Abrí la cajita, y esta contenía un pequeño diario. Eché una ojeada a algunas de las paginas, al parecer describía su día a día, hasta que me paré en una.

En ella había escrito en grande "Te mataré Julián Montalbano".

Seguí leyendo:

"Desde que aquel día le levantaste la mano a Alejandro por defenderme te la tengo jurada, sufrirás por todo lo que me has hecho y por haber dañado al amor de mi vida, te mereciste aquel puñetazo, Ojalá te hubiera arrancado el ojo. Lo que le hiciste a mi hermano David no te lo perdonaré nunca, murió por tu culpa y se que eso lo arrastras en la conciencia hasta que yo te la arranque de cuajo. Cuando hoy me he encontrado contigo debería haberte matado, pero preferiría esperar... sería mejor que sufrieras como yo sufrí cuando mataste a David, la mejor manera de vengarme será librarme de uno de tus seres queridos, ¿Y quien mejor que tu hija? ¿No te parece bien? Pues que pena, no haber hecho aquella estupidez que hiciste, ahora por tu culpa David se pudre en el cementerio....
Pronto sentirás mi ira... pronto..."

Mi sangre se heló por completo, lo sabía, sabía que era por algo más, estaba seguro.

Miré la letra en comparación a la otra, era un poco diferente, más brusca.

Corrí hasta llegar a Andrea, le tendí el diario y ella comenzó a leerlo.
Cada vez que iba cambiando de linea su expresión cambiaba, cada vez era más triste, hasta que una lágrima rebelde cayó por su mejilla, ella no hizo amago de limpiarsela y siguió leyendo. Cuando acabó me miró, sus ojos se habían cristalizado. Yo tenía la cara roja de ira, en ese momento odiaba a ese hombre por hacer llorar a la que consideraba como una hermana pequeña.

Andrea se lanzo a mis brazos, yo la cogí al vuelo y la apegué a mi para que se tranquilizara. Un mar de lágrimas cayo por mi camisa, y al verla así no aguanté más. Comencé a llorar en silencio, la estreché aún más fuerte entre mis brazos y así nos tiramos unos cuantos minutos, hasta que nos tranquilizamos. En ese momento yo también tenía ganas de matar a aquel tipo, pero me calmé, no podía poner a Andrea más nerviosa.

- Hugo, tengo un tío, al que no he conocido.... porqué ha muerto, a mi madre la volvieron loca de joven y a mi padre le pegaron.... - dijo con la voz rota- y todo por culpa de ese hombre.... ahora mismo tengo muchísimas ganas de ayudar a mi madre a hacerlo sufrir, ahora la entiendo... yo....

- Tranquila -dije, y me acerqué a ella- yo también quiero matarlo, pero todo a su tiempo, además yo estoy aquí para ayudarte en todo lo necesario, y no dejaré que nadie te ponga un dedo encima.

Ella me dio un fuerte abrazó.

- ¿No te arrepientes de haberme conocido?- dijo aún abrazandome.

- Eres lo mejor que me a pasado en la vida.

Ella sonrió, y me dió un beso en la mejilla.

- No me abandones nunca, te quiero mejor amigo.

Esas palabras no eran lo que yo exactamente quería oír, pero me llegaron al corazón.

- No te abandonaré, yo también te quiero.

Y nos fundimos en un gran abrazo.

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