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Capítulo 27 | Entrada dramática

Caminaba de un lado al otro mientras los dragones y los del personal intentaban calmarme, tuvieron que traerme dentro del castillos para que los civiles no me vieran tan preocupada y así no preocuparlos a ellos, pero es que no habían vuelto ya, incluso Ayris había ido para calmarme al traer de regreso a Reed ella misma, pero tampoco ha vuelto.

-Majestad, debe guardar la calma.

-Lo sé, lo sé... pero todo ha sido tan rápido y ahora tan lento que no tengo ni idea de lo que ha pasado -bufé frustrada-. ¡Agh! ¡No lo soporto más! Blazekherr, por favor, tienes que llevarme...!

Las puertas del salón se abren, dejando paso a Ayris y algunos caballeros que se veían heridos, algunos más que otros. Me apresuré a ellos con preocupación.

-Lo siento, mi reina, éramos pocos comparados con los enemigos -comenta uno de ellos.

-Déjenme curarlo para que puedan explicarme lo que pasó -traté de concentrarme y no dejar que mis emociones fuertes me impidieran curarlos. Todos suspiran aliviados cuando sus heridas sanaron.

-El rey estaba herido luego de darles tanta pelea él solo, para cuando llegamos ya lo habían capturado, lo usaron en nuestra contra. Amenazando con matarlo si no nos rendíamos.

-Pero... entonces su objetivo no era matarlo, solo atraparlo -pensé-. ¿Por qué lo harían?

-Nosotros tampoco lo sabemos, pero supusimos igual, así que peleamos para recuperar al rey... pero no fue suficiente, incluso los dragones tuvieron dificultades contra sus armas.

Ayris da unos pasos al frente para acercarse, traía una mirada de desprecio en contra de esos atacantes.

-"Usaban piel de dragón para protegerse de nuestras flamas. Son despreciables" -gruñó enfadada y yo me sentí asqueada, ¿cómo es posible que hicieran algo así con las pieles?

-Debemos salvar a Reed -sentencié-. ¿Saben quiénes eran los enemigos?

-Eran del reino de Trosth, majestad.

-¿Trosth? -recuerdo ese reino, lo di en una de mis clases-. Está bien, esta vez iré y haremos las cosas a mi modo. Ayris, prepara a los dragones. Ustedes vayan y reúnan a los que estén dispuestos a pelear en frente del castillo.

Todos asintieron y se fueron corriendo y volando mientras yo iba a la biblioteca y agarraba el mapa que el profesor de geografía me había dado para encontrar al reino de Trosth, recuerdo los detalles muy bien sobre ese reino, así que espero que sea suficiente. Todos nos reunimos donde había comentado, algunos dragones estaban listos al igual que algunos humano. Eran varios, por suerte.

-Bien, el resto de los dragones aparte de ustedes deben quedarse a cuidar el reino. Nébula, que tus dragones levanten la niebla de nuevo, no sabemos cuánto tiempo estaremos fuera y no quiero arriesgarme a que los ataquen mientras tanto -ordené. Ella asiente y se va volando-. Algunos de los caballeros nos acompañarán, pero otros tendrán que quedarse, en caso de ser atacados y que lleguen hasta el pueblo, ustedes deben mantener el orden y evacuar a los civiles dentro del castillo.

Dividí al grupo en los que irán con nosotros y los que se quedarán a defender el reino. Todos seguían mis órdenes sin dudar, eso era algo nuevo pues solo estaba acostumbrada a que los dragones lo hicieran.

-Cada uno montará un dragón, así llegaremos antes -me subí en el lomo de Ayris-. ¡Vamos!

-¡Sí!

-¡Mi reina, espere! -un guerrero se acerca a mí, Ayris se agacha un poco para dejarme a su altura-. Tome, por si acaso.

Me tiende una espada conocida, era la de Reed, aquella que su padre ha hecho para él hace años. La miré, estaba un poco dañada por el paso del tiempo y el uso, pero aún relucía como si fuera nueva, podía ver mi propio reflejo en la hoja afilada.

-Gracias -dije tomándola en mis manos.

Ayris se levanta y ruge para dar salida a los demás dragones, todos alzan vuelo, algunos humanos tenían problemas con el equilibrio por ser la primera vez que montaban un dragón, pero se las arreglaron para mantenerse.


Narra Reed

Jalaban de mis cadenas para remarcar el poder que estos caballeros tenían sobre mí ahora, se burlaban con esas sonrisas que daría lo que fuera para borrarlas de un puñetazo y regresar con mi reina. Rodé los ojos y mantuve mi paso, por el momento no podía arriesgarme a que me quiten la vida y con ella la oportunidad de volver con mi amada. Pero para eso, debo pensar rápido en una estrategia para salir de aquí, lo cual es difícil contando que ya estoy dentro de un reino que parece una fortaleza, con guardias por cada esquina, y yo aquí, desarmado y herido. Debo aguardar por el momento.

-Majestad.

Volví en mí cuando estuvimos frente a la reina de Trosth, los caballeros golpearon mis piernas para obligarme a arrodillarme frente a ella, los fulminé con la mirada, pero no hice más que eso.

-¿Realmente eres un rey? No luces como uno -menciona la mujer.

-¿Quiere que me disculpe por eso? -cuestioné enarcando una ceja, pero recibí un golpe en la cabeza por parte de los guardias.

-¡Ingrato! No puedes dirigirte de tal forma hacia Su Majestad.

-No es necesario, chicos -la mujer se levanta y se acerca hasta mí, los guardias retrocedieron-. Aprenderá los debidos modales con el tiempo.

-¿Se puede saber cuánto tiempo es ese? No planeo quedarme mucho en realidad -respondí desinteresado en esta conversación.

-¿Por qué? ¿Tienes alguna razón importante por la cual debas volver? -indaga ella.

-Realmente sí. Mi reina me está esperando.

-¿Hablas de la chiquilla que fue criada por dragones? Ya hemos oído su historia, es fascinante como vuelan las noticias. Escuché que hace poco quitaron la niebla y ustedes dos se volvieron monarcas de un gran reino, Dracovia... si no estoy equivocada.

-Está en lo correcto. Así que entenderá mi urgencia en volver -la mujer le arrebata una espada a uno de sus guardias y la coloca rápidamente contra mi cuello.

-Será mejor que dejes esa actitud arrogante, muchacho. Solo eres un jovencito que apenas está aprendiendo lo que es ser un rey. No tienes ni la menor idea de cómo serlo como para que actúes creyéndote el más importante de todos.

-Mil perdones, majestad. Es solo que no acostumbro a tratar con monarcas de baja clase.

Su mirada fulminante me dejaba en claro que no le faltaban razones para cortarme el cuello ahora miso, pero como lo supuse, apartó la espada, dejando solo una pequeña cortada sin importancia. Ordena con un gesto para que los guardias abandonaran la habitación. Si hubiera querido matarme, lo habría hecho ya, incluso habría querido que sus hombres me mataran en el bosque y no me trajeran aquí. Me quiere para algo que sospecho en realidad.

-Sabía que eras de carácter fuerte, es justo lo que necesito. Sé que eras primer general de las tropas de Valoria, así que... qué mejor candidato que tú -ella se voltea hacia una mujer del servicio-. Tráiganla.

-Me siento en la obligación de advertirle el error que está cometiendo, majestad. No tiene ni idea de lo que ocurrirá si no me suelta ahora mismo.

-¿Hablas de los dragones de tu reino? No son problema alguno, esas criaturas sin cerebro son fáciles de tratar, su fuego no nos hace daño y nuestras armas son capaces de cortarles el cuello sin esfuerzo.

-He notado la calidad de su armamento, pero no lo digo por ellos solamente.

La mujer me observa enfadada hasta que empezaron a escucharse unos pasos de tacón, ella sonríe cuando al salón entra una mujer joven, he de admitir que es muy bella, pero nada impresionante. No se compara con la belleza de mi reina, con la cual debo volver.

-Perla... querida, finalmente he encontrado al pretendiente ideal para ti. Uno fuerte e importante, digno de ti.

Fruncí el ceño ante las palabras de esa loca mujer. ¿Pretendiente dice? ¡Tonterías! Jamás me involucraría con otra mujer.

-¿Es en serio madre? -sin embargo, la mujer me mira con un brillo en los ojos, como si no le importara cómo me viese ahora, herido y encadenado, ella me deseaba-. Es... ¡perfecto! Gracias, gracias. Madre, será perfecto para que mis hijos nazcan con una belleza incomparable.

-Hablan de mí como si fuera un objeto o un esclavo. ¿Hijos? Los únicos hijos que tendré serán con mi reina y nadie más. Jamás tocaría a otra mujer, ni dejaría que otra me tocara -sentencié enfadado. ¿Quiénes se creían estas dos?

Escuché historias sobre que Trosth era regido por una generación de monarcas que solo buscaban al hombre perfecto para su descendencia, la cuál si o sí debía ser otra mujer o mataban al niño junto al padre, nunca creí que fuera realmente cierta.

-Tú no tienes ni voz ni voto en esta decisión -responde la mayor.

-Quizás ustedes no lo crean así, pero no saben que esto jamás sucederá. Si te atreves a tocarme, aunque sea con una pluma, lo pagarás.

La madre mira a su hija y me señala con la cabeza. Ella se me acerca contoneando su figura en su intento por seducirme, acaricia mi mejilla, pero yo aparté mi rostro de ella para que no me tocara.

-Aw, no te preocupes... te trataré bien, lo prometo -dice ella sujetando mi barbilla para obligarme a mirarla.

-Pues yo les prometo... que han firmado su sentencia.

No estaba planeado, pero apenas había terminado de decir eso, una sombra gigante se alza sobre nosotros por el gran ventanal de la pared, la cual se destroza en mil pedazos y un rugido gutural se hace escuchar.

-Aleja tus sucias manos de ¡mi hombre!

Sonreí levantando la mirada mientras la chica retrocede temblando hasta su madre para refugiarse en ella.

-Mi reina sí que sabe hacer entradas -mencioné.

Ayris y Jadiel entran al castillo y se colocan a mis lados, Arawn y Eliette bajan hasta el suelo y se me acercan, noté que ella traía mi espada consigo.

-Reed... ¿estás bien? -ella me abraza y usa su poder para curarme.

-Ahora lo estoy, mi reina -respondí rompiendo las cadenas de golpe. Tomé mi espada, pero atraje a Eliette hasta mí por la cintura y besé sus labios intensamente-. Majestad, alteza... Mi esposa, y mi reina. La única mujer para mí.

-¡Madre! ¡Está intentando quitármelo, haz algo! -exclama la princesa.

-¡Guardias! ¡¿Dónde diablos se han metido?!

-Es inútil. Tus guardias han sido vencidos por mi reino -sentencia Eliette colocándose frente a mí-. Han perdido. Ni siquiera la piel que has robado pudo protegerlos. Pagarás por eso y por haber intentado robarme a mi rey y haberle hecho daño. Jadiel.

El nombrado gruñe antes de lanzar una gran llamarada de fuego hasta la reina de Trosth que no pudo ni mover un dedo para escapar, mientras que su hija se alejaba de ella para evitar el fuego. Nos miró, sabiendo al instante que no podría ganar, así que se fue corriendo.

-Arawn... -sonreí.

Él se vuelve un lobo que la persiguió hasta tumbarla al suelo, desgarró su rostro, podíamos escuchar sus gritos de dolor, antes de que la trajera arrastrando hasta nosotros. Eliette se le acerca y la mira con desprecio.

-¿De verdad creíste que podrías quedarte con él? El egoísmo humano me sorprende cada vez más. Es repugnante como tu aspecto en este momento.

Se aleja y asiente con la cabeza, Arawn acepta la orden y clava sus colmillos en el cuello de la princesa para así terminar con ella rápidamente. Sé que Eliette no es mucho de hacer sufrir a otras criaturas, aunque fueran humanos, prefiere las muertes rápidas, le incomodan los gritos de dolor y ver demasiada sangre o cosas así, yo estoy acostumbrado, pero ella no, y preferiría que no viera eso muy a menudo.

-Vamos a casa, mi reina -pedí tomando su mano.

-Sí, es mejor -sonríe aliviada de sentir mi mano sobre la suya.

Dejé mi espada en mi cintura para liberar mi mano y así sujetar su barbilla con delicadeza para levantar su mirada y alcanzar sus labios con los míos. Tan dulces y adictivos que me era imposible separarme de ellos una vez los había probado. Joder, realmente no quiero separarme.

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