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Capítulo 16 | El Reino de Valoria

Jadiel desciende hasta un río en donde pude ver la figura de Reed retorciéndose mientras intentaba mojar sus quemaduras y heridas haciendo a un lado el dolor infernal que seguramente sentía, resoplé apartando la mirada un momento, me sentía culpable hasta por lo que le ha pasado.

-¿Eliette? -su voz me saca de mis pensamientos, él se había volteado para verme-. No debiste haber venido, tu reino te necesita más que yo.

No respondí porque seguramente eso es cierto y de nuevo me sentía terrible por escoger a un humano que conocí hace un par de meses que a mi reino de hace veintiséis años. Me acerqué hasta él junto a Jadiel y me arrodillé suavemente al borde del río en el que estaba metido. Observé sus heridas, se veían terribles, muy dolorosas.

-Jadiel fue a buscarme, él también es parte de mi reino y me ha pedido mi ayuda -me excusé tontamente, sentía mis ojos picar por las nuevas lágrimas de verlo tan herido. Mi cuerpo se mueve por sí solo cuando me lancé sobre él y lo abracé por el cuello-. Pero yo también quería venir. Tú formas parte de mi reino al igual que ellos desde que me juraste lealtad y desde que te puse esa marca. No puedo ignorarte.

-Mi reina... -suspira conmovido y rodeando mi cintura con ambos brazos.

Cerré los ojos mientras sollozaba contra su cuello y dejaba salir mi energía que lo envolvió y curó sus heridas por completo. Me separé un poco, Reed se mira sorprendido porque el dolor haya desaparecido junto a sus heridas, pero volvió a mirarme cuando me levanté del agua y salí del río.

-Antes de venir le pedí a Jadiel que me llevara a otra parte -mencioné acercándome al dragón y tomando de su lomo lo que había recuperado-. Esto te pertenece.

Reed se levanta y sale del río para acercarse a mí, sorprendido de ver la espada que él mismo había lanzado desde aquel acantilado, ahora en mis manos. No lo había notado en aquel entonces, pero esta espada es de un material especial, capaz de evitar el fuego de los dragones. Tiene el puño decorado con una cuerda de cuero amarrada, la guarda con tres piedras de zafiros, uno en el centro y otros dos en los finales, además del pomo de oro.

-Todo caballero necesita de una espada, ¿no es así? Lo siento, no pudimos encontrar el arco -dije agachando la cabeza.

-¿Por qué me la estás dando?

-Porque hoy pudiste haberla necesitado. No digo que me hubiera gustado que mates a los dragones, ellos solo me estaban protegiendo... Pero creo que hubieras podido salir menos herido con esto en tu poder... Así que, tómalo. Es tuyo, siempre lo ha sido.

Reed parece dudar, pero finalmente sentí cuando sujetó la espada. Él la mira sorprendido, quizás porque no creía que volvería a tenerla, pude ver una pequeña sonrisa nostálgica de su parte mientras observaba la espada que tenía de regreso.

-Mi padre fue el mejor herrero del reino... -comentó-. Me hizo esta espada como regalo por haber entrado a la caballería a mis trece años, siendo que la edad mínima es de dieciséis. Murió dos días después de dármela por una enfermedad incurable, fue su última creación y la más hermosa en mi opinión. Desde entonces no usé otra espada, estaba orgulloso de llevarla, es lo último que me queda de él.

-Si era tan importante, ¿por qué la tiraste en ese momento? -pregunté con un sentimiento amargo por haber agradecido que lo hiciera cuando eso.

-Porque quería estar contigo -me sonríe bajando la espada-. No me importaba nada más, solo quería que me dejaras acompañarte. Incluso pensé en dejar de comer carne, pero... creo que eso es lo único que no funcionó.

Bajé la mirada nuevamente sintiéndome horrible una vez más, pero Reed me toma por la barbilla y levanta mi cabeza de nuevo, no pude ocultarlo, él ya había visto las lágrimas que empezaron a rodar por mis mejillas. Dejó caer su espada y me atrajo hasta él para estrecharme contra su pecho, rodeándome con sus brazos y dejando que me dejara llevar.

-Lo siento... -solté-. No debí hacer que tiraras algo tan valioso para ti. Tampoco debí ocultarte de Ayris para que al final sucediera esto y salieran heridos. De verdad, lo siento.

No pude seguir disculpándome solo porque los sollozos y la voz cortada no me lo permitían, pero aún tenía mucho por decir y por lo que disculparme. Sin embargo, no creo que de todos modos Reed fuera a dejarme. Él me toma por los brazos para sepárame un poco y poder mirarme al rostro.

-Mi reina, por favor, mírame y préstame atención en lo que quiero decirte -pide colocando un mechón de cabello tras mi oreja. Hice mi esfuerzo, traté de limpiar mis lágrimas y mirarlo sin avergonzarme-. No te disculpes conmigo, yo no te culpo de nada.

-Pero si todo lo que pasó...

-Déjame terminar, ¿sí? -asentí levemente-. Lo que pasó no fue tu culpa, yo aparecí en tu vida sin permiso y de la peor forma, literalmente te amenacé para volver a verte y que no le dijeras a Ayris. Fui yo el responsable de que le mintieras todos los días para salir de tu reino, en donde estás más segura que nadie, solo por un capricho mío y por el mismo capricho los puse en peligro a Jadiel y a ti al insistir en ir a verte a tu propio hogar, donde sabía que podrían atraparme en cualquier momento. Fue mi culpa y lo acepto, así que planeo asumir las consecuencias de mis actos y si esas consecuencias son que me quemen vivo hasta hacerme cenizas, pues que así sea. Te juré lealtad como mi monarca, no solo juré protegerte físicamente, sino que también juré proteger tus emociones, y si eso significa ir hasta donde se encuentra Ayris para explicarle que tú no mereces la culpa que llevas en tus hombros, aunque me arriesgue a morir antes de poder hacerlo, entonces lo haré sin dudar.

La sinceridad en sus palabras y el orgullo con el que las dice me hicieron llorar aún más. Volví a esconder mi rostro en su pecho, esta vez no tenía su remera para aferrarme a ella y no quería rasguñarlo con mis uñas.

-Ella se fue. Se ha ido del reino y no sé a dónde, quería hablar con ella, pero no tengo el valor para hacerlo o para dar la cara en mi reino. Les fallé a todos... Aunque digas lo contrario, es como me siento y por ahora no creo que puedas cambiarlo.

-Entiendo... entonces, ¿confiarías en mí para cuidarte? -preguntó, asentí sin siquiera pensarlo.

-Confío en ti, Reed.

Él asiente satisfecho. Me carga en brazos y me sube en el lomo de Jadiel, él regresa para tomar su ropa y la espada, vuelve hasta nosotros y se sube tras de mí para sujetarme cuando Jadiel se eleva. Cerré los ojos, sentía que la cabeza me iba a estallar, pero aun así noté que no íbamos hacia Dracovia. Jadiel desciende de nuevo luego de un tiempo volando y Reed se baja para ponerse la remera y colocar su espada en mis manos.

-¿Podrías sostenerla mientras?

Ni siquiera pregunté, solo la tomé en mis manos y él volvió a cargarme en brazos. Jadiel se va en silencio y nosotros pronto salimos del bosque. Abrí los ojos de par en par al ver el reino humano. Esta es la primera vez que lo veo, que veo a tantas personas juntas, como son sus hogares y la distribución en la que están puestas. Incluso hay como una celebración alrededor de una fuente, en donde la gente bailaba junta y la música resonaba. ¿Es real todo esto? El sonido de cada instrumento, perfectamente mezclados y sonando de una manera tan armoniosa, por un momento me hizo olvidar de mis problemas, estaba maravillada con lo que veía y escuchaba.

-Eliette, te presento al reino de Valoria, mi hogar.

No pude decir nada, seguía sorprendida. Reed sigue caminando hasta adentrarnos en el reino, cruzando un hermoso puente que conectaba el bosque con el reino, algunas personas saludan a Reed y le preguntan por mí, a todos les da la misma respuesta.

-Es una joven que hallé perdida en el bosque, no se preocupen, yo me haré cargo.

Pero he notado que cuando ve llegar a hombres con grandes armaduras y armas de metal, nos esconde y los evita a toda costa. No pregunté, de todos modos, estaba más concentrada en todo lo que estaba viendo en este momento que ni siquiera me importó ese detalle. Hasta llegar a una gran mansión con un patio enorme por el frente, con flores hermosas adornando dicho patio.

-No es tan grande como tu castillo, pero es humilde -bromea riendo un poco-. Es mi casa, aquí puedes quedarte hasta que decidas volver, aunque quieras hacerlo mañana, en un par de días u horas, tú dímelo y te llevaré de regreso.

Lo miré un segundo y asentí comprendiendo, apoyé mi cabeza en su hombro y dejé que me llevara dentro de su hogar donde fuimos recibidos por personas que llamaron "señor" a Reed. En mis novelas aparecía un tipo de personas que asistían al señor de la casa como ellos, supongo que son ese tipo de personas. Reed me lleva escaleras arriba hasta una habitación en la que inundaba su olor, me dejó sobre la cama y fue hasta una puerta en la que desapareció unos segundos antes de regresar con algo de ropa.

-Ten esto, por si quieras cambiarte a algo más cómodo y seco -menciona dejando la ropa sobre la cama junto a mí.

-Gracias...

-Lo que sea por mi reina -me guiña un ojo antes de acercarse a la puerta-. Estaré fuera un par de horas, no tardaré, al menos intentaré no hacerlo. Puedes dormir mientras tanto o si tienes hambre pedirle a alguna de las criadas algo para comer, te lo harán enseguida.

-¿Tienes... que irte? -pregunté en un tono bajo y avergonzado mientras apretaba mis manos sobre mi regazo. No hubo respuesta inmediata, pero sí se acercó y se hincó sobre una rodilla frente a mí para estar a mi altura y levantar mi cabeza con una mano bajo mi barbilla.

-Por desgracia, sí. Me gustaría quedarme y pasar este momento delicado contigo, pero debo hacer algo igual de importante. Lo lamento, mi reina.

Negué con la cabeza y acepté que él también tenía sus responsabilidades y obligaciones con su reino. Él me toma por la mejilla con suavidad y besa mis labios para subirme el ánimo, lo consigue de cierto modo.

-Volveré antes de que anochezca, lo prometo.

-Está bien.

-Puedes hacer lo que quieras aquí, pero no hables con aquellos que lleven armaduras y armas con ellos. Si puedes evitar que te vean, mejor.

-¿Por qué? -pregunté esta vez, recordando que él se había escondido de ellos cuando llegamos.

-Te lo explicaré luego, no quiero que tengas más razones para preocuparte, por ahora solo piensa en tu reino y tu mejor amiga, piensa en que todo va a solucionarse, ¿está bien?

Asentí finalmente. Reed vuelve a darme un último beso antes de alejarse de nuevo y salir de la habitación. Cerró la puerta y yo observé la ropa a un lado, la tomé para verla antes de meterme al que comprobé que era un baño verdaderamente elegante y con agua caliente saliendo de la misma canilla. En casa, normalmente son los dragones quienes calientan mi agua para el baño, esto era nuevo, como muchas cosas más.

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