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Capítulo 14 | Lealtad

El olor masculino de Reed llegaba mucho mejor a mi nariz desde tan cerca, sus labios suaves acariciaban los míos con una intensidad que no podía imitar. Mientras él parecía saber lo que hacía, yo no tenía ni idea, no es como si mis novelas fueran exactamente un manual o una guía para aprender a hacer esto. Soy torpe, pero eso no parecía molestarle a Reed. Me ayudó a enderezarme sin despegarnos en ningún momento, salvo leves segundos para respirar antes volver a unir nuestros labios. Su mano sujeta con firmeza mi cintura y vuelve a apegar nuestros cuerpos mientras la otra mano acaricia mi mejilla con tanta delicadeza que apenas sentía su toque.

Mi cuerpo arde, pero diferente a hace un momento, se había encendido un fuego interno que crece cada vez más con cada caricia suya, un fuego que no quiero que se apague, uno que pide ser alimentado para arder con más fuerza cada vez más. Me hace sentir calor, un calor abrasador casi tan caliente como estar cerca del fuego de los dragones, pero este me llamaba a quemarme, a dejarme llevar por su calor.

-¡Huh! -solté cuando al dar un paso en retroceso, mi pie golpea mi cama y caímos sobre esta de nuevo. Reed sonríe, dejándome hipnotizada por esa sonrisa y esa mirada grisácea.

Extendí la mano hacia él, acaricié su mejilla consiguiendo que cerrara los ojos, como si disfrutara de mi tacto. Sujetó mi mano con la suya y dejó otro beso en la palma de esta, volvió a jalar de mi mano para levantarme y unir nuestros labios de nuevo, no me quejé, también quería volver a sentir esa dulzura que me transmitían sus labios. Jamás había experimentado algo como esto, en mis veintiséis años de vida, nunca sentí tantas emociones tan inestables dentro de mí.

-Joder... -de repente él apartó sus labios y apoyó su frente contra mi pecho-. Harás que pierda la cabeza, reina. Si me dejas continuar, se volverá peligroso para ti.

-¿Por qué? ¿Qué pasará después? -pregunté sin tener la menor idea de a qué se refiere.

-Realmente no tienes idea de lo que puede pasar, ¿no? -negué con la cabeza-. Está bien, ese es mi recordatorio para no tocarte de más.

-No comprendo.

-No tienes que hacerlo, al menos no ahora -acaricia mi mejilla antes de levantarse de encima-. Di lo que quieras, pero me alegra haberme arriesgado a venir. Siento que ahora te conozco más, más de ti, más de tu mundo tan fantástico...

-Supongo... -me levanté-. Pero aún no has visto nada.

Él me mira confundido al ver la sonrisa en mi rostro. Tomé su mano por sorpresa y salí de la habitación a paso rápido. Reed se ve sorprendido, pero antes de que fuera a preguntar, llevé mi dedo índice sobre mis labios para indicarle que guardara silencio mientras bajábamos por las escaleras. Ya había venido hasta aquí y Jadiel estaba distrayendo a Ayris para que no viniera hasta el castillo, no creo que haga daño un recorrido por el castillo. Solo tengo que asegurarme de que no haya dragones dentro.

-Está libre -mencioné jalando de él cuando entramos al salón principal.

-Wau.

Reed mira a todos lados, pero se queda plasmado por el trono en lo alto de los peldaños. Sonreí orgullosa mientras subía hasta este con él detrás.

-Antes que yo, hubo una reina muy bondadosa que todos los dragones adoraban, la reina Jaqueline, hace poco Ayris me ha contado su historia -comenté.

-¿Qué le pasó? -preguntó naturalmente. Crucé tras el trono, acariciando el borde dorado y cargado de piedras preciosas.

-Se enamoró de un cazador -lo miré con una sonrisa cómplice que compartimos. Me senté en el trono, apoyando mis brazos en los reposabrazos-. Pero ese cazador no la amaba en verdad.

-¿A no? -cuestiona inclinándose sobre mí, apoyando ambas manos en los reposabrazos también.

-No -respondí acercando mi rostro al suyo y deslizando la punta de mi dedo bajo su barbilla, él acompaña el movimiento de mi dedo hasta acercarse a mí, pero ágilmente pasé por debajo de su brazo y lo hice sentarse en mi lugar, cambiando los roles-. Él la llevó a su aldea e hizo que sus compañeros la capturaran, aparentemente la avaricia y la ambición humana superaron su amor. Viéndose forzada a cortarse la cabeza ella misma.

Reed me mira sorprendido nuevamente, no parecía creerse que esa historia fuera una real y no una novela épica de desamor y traición.

-Yo jamás te haría eso -asegura con firmeza, levantándose del trono, obligándome a retroceder unos pasos-. Jamás querría que te pasara algo así.

-Me dijiste que hemos pasado tanto tiempo y aún no confío en ti. Me encantaría, pero los dragones no pueden mentirle a su monarca, aunque quisieran, viene con los poderes de ser su reina. Los mismos poderes que ese cazador y su reino quisieron para ellos y por la razón que capturaron a la reina Jaqueline.

-No me importan esos poderes, no me servirán de nada a mí -insiste.

-De nuevo, me encantaría creerte y confiar ciegamente en ti... pero no sé a quién pertenece tu lealtad y por el bien de mi reino y mi propia seguridad, debo ser desconfiada.

-Déjame jurarte lealtad y demostrarte que puedes confiar en ti -pide sujetando una de mis manos con suavidad-. Déjame ser la diferencia entre la historia de la reina Jaqueline y tú historia.

-¿Cómo podría creerte?

-Te lo demostraré.

Él me invita a sentarme en mi trono y retrocede un par de pasos. Él se arrodilla frente a mí con una mano sobre su pecho, una posición tan noble, sincera y que demuestra su determinación como para mostrarse vulnerable ante mí, pues esa pose no es para cualquiera, pues sería degradante para Reed o para cualquiera hacerlo si no lo sintiera de verdad.

-Mi reina. Me postro ante ti hoy, jurando solemnemente lealtad eterna para usted. Prometo proteger y servirle con honor y devoción, defendiéndola a usted con mi vida si es necesario. Que mi espada... aunque esté en el fondo de un lago... y mi corazón siempre estén a su servicio, en tiempos de paz y de guerra, hasta dar mi último aliento de vida.

No tengo idea de cómo lo ha conseguido pero sus palabras llenaban ese espacio de confianza que me faltaban, ¿esto es confiar en alguien ciegamente por sus palabras? Cerré los ojos un segundo en el que me tomaba suspirar y asumir que es así como me sentía.

-Levántate -pedí, él me hizo caso de inmediato-. Tu juramento es propio de un caballero de verdad, eso me da mucho en qué pensar... pero te daré una oportunidad, aún así quiero que entiendas el temor que siempre está presente cuando otro humano sabe sobre mi poder y mi reino.

-Lo entiendo por completo, y es por eso por lo que prometo protegerte de todo aquel que pretenda hacerte daño.

No pude evitarlo, sus palabras tan seguras me hicieron sonreír. Asentí con la cabeza un par de veces antes de levantarme y tenderle una mano.

-Si es verdad todo lo que dices en tu juramento, muéstrame tu brazo. La marca de mi reino relucirá en tu piel y la portarás con orgullo, pero si tu lealtad no es genuina la marca solo será una quemadura que te recordará el deshonor con el que intentaste jurarme una falsa lealtad.

Nuevamente se ve sorprendido por los poderes que me concede mi título, pero no duda en quitarse el abrigo que traía, lo tira al suelo junto a nuestros pies y posa su mano sobre la mía tendida. Me vi un poco sorprendida por su decisión tan firme, él cerró los ojos esperando a que yo le pusiera la marca. Observé la piel en donde iría, justo a un lado del hombro, por un momento no quería hacer esto pues era yo la que creía que iba a aparecer la quemadura en lugar de la marca real. Suspiré para darme ánimos y apoyé mi mano allí, usando el poder de la verdad de los dragones de luz y sombra.

Reed hace una leve mueca por el dolor que ocasionaba al quemar su piel y por un momento creí que se debía a que su lealtad era falsa, pero al quitar mi mano... observé como relucía la marca completamente cicatrizada de mi reino. Había leído el cómo se veía en las notas que la reina Jaqueline dejó en unos pergaminos guardados en esa habitación abandonada, pero verlo es realmente fantástico.

-Felicidades -mencioné dando un paso atrás-. Ahora perteneces a los caballeros de Dracovia. Tu lealtad fue verdadera, eso quiere decir... que puedo confiar en ti plenamente.

Reed mira sorprendido y con una sonrisa al tatuaje en su brazo. Este dejaba ver a un dragón rodeado por un círculo de lirios blancos y la corona de la reina en la parte de arriba, casi sobre la cabeza del dragón. Reed vuelve a mirarme y asiente con la cabeza como en una leve reverencia, aceptando el nuevo cargo que se le ha concedido.

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