Capítulo 10 | La música que llega al alma
Levanté la mano que sostenía mi ocarina favorita, me la habían hecho los dragones de cueva, adornándolo con piedras preciosas y ligeras. Sonreí antes de guardarla y cruzar la pantalla de niebla, pero esta vez no vi a Reed donde siempre. Lo busqué con la mirada, pero no estaba en donde pudiera verlo. Decidí buscarlo con el poder de la tierra para sentir las vibraciones bajo mis pies, encontrando un rastro de sus pisadas fuertes y seguras. Caminé hacia allí para encontrarlo, estaba por llamar su atención hasta que vi lo que estaba haciendo y preferí esconderme.
Lo miré con atención, achicando los ojos para intentar ver mejor lo que tenía en manos, era una cría de ciervo, lloriqueaba e intentaba levantarse, pero no podía hacerlo. Algo andaba mal con él.
-Lo sé, tranquilo... -murmuró Reed-. Ya estarás bien.
Sus palabras sonaban distintas, se escuchaban más dulces y suaves, como si finalmente comprendiera el dolor por el que el cervatillo estaba pasando. Él se hizo a un lado para acomodarse y pude ver finalmente lo que estaba haciendo, estaba curando la pata de aquel cervatillo que había sido herido. Vendó su herida luego de aplicarle algún tipo de ungüento de plantas medicinales, lo sé por el vede que asoma en el vendaje y en sus manos.
Cuando pudo levantarse, Reed se hizo para atrás, escuchamos arbustos moverse y la madre del cervatillo apareció, Reed se alejó un poco más y el pequeño fue hacia su madre quien retrocedió. Hice un movimiento circular con una mano, como si agarrara algo en el aire y soplé en mi puño a la par que la abría. El viento se lleva el olor de Reed del cervatillo, la madre lo huele de nuevo y finalmente lo reconoce como su hijo. Se lo lleva al bosque y desaparecen entre la maleza. Entonces, fue cuando salí de mi escondite.
-Eso fue muy lindo de tu parte -murmuré llamando la atención de Reed.
-Solo... puse en práctica lo que me enseñaste, la herida no era muy profunda así que cuando se cure no habrá secuelas de nada y el vendaje se caerá solo... Se sintió bien -comenta levantándose del suelo- ¿Qué traes allí?
Apunta a la ocarina escondida, la tomé de nuevo y se la mostré.
-Es mi ocarina favorita, yo... quería traerla -mencioné sintiéndome algo apenada por alguna razón.
-Me has tenido que leer la mente entonces, porque yo también he traído algo -él saca un instrumento de su bolso y lo muestra.
-¿Qué es? -pregunté interesada.
-Un violín, ¿no lo habías visto nunca? -preguntó entre sorprendido y que ya se esperaba que no la conociera. Negué con la cabeza, asegurando jamás haber visto tal instrumento más que solo en los libros, aunque solo había leído que alguien lo tocaba, pero jamás conocí su forma o el sonido que proyecta-. Tengo una idea, tú tocas algo con la ocarina y luego yo toco algo con el violín.
-Mm... Está bien -respondí con la curiosidad ganándome.
Ambos decidimos encontrar un lugar agradable en donde sentarnos, yo me posicioné sentada sobre una roca, sostuve la ocarina en mis manos y tomé aire antes de empezar a soplar, creando una melodía suave y armoniosa que a los dragones siempre les encanta escuchar, incluso llegando a calmar las más intensas batallas entre ellos. Cerré los ojos para concentrarme en el cambio de dedos en cada orificio. La melodía era lenta pero aún así creo que conseguía llamar la atención de Reed, pues de vez en cuando lo miraba y él mantenía sus ojos puestos en mí, volví a cerrar los ojos y acabé la canción bajando la intensidad y volumen para terminar limpiamente.
-Hermosa... -escuché. Abrí los ojos y miré a Reed-. Realmente hermosa.
Sus palabras tan llenas de sinceridad y sentimiento me hicieron sentir un hormigueo por todo el cuerpo, bajé la mirada dejando caer mi cabello hacia el frente, cubriendo mi rostro mientras apretaba la ocarina en mis manos. Sentía mi rostro arder sin razón, una sensación que solo había experimentado al leer escenas románticas que me encantaban de las novelas en el castillo, pero ahora mismo no estaba leyendo de esas escenas.
-Y..Yo no creo que sea tan b..buena... digo, nadie me ha enseñado de verdad... -balbuceé nerviosa, jugando con mis dedos en la ocarina.
-Lo digo en serio, fue una interpretación estupenda.
Lo miré de reojo, pero al verlo solo podía sentir como mis nervios aumentaban y mi corazón se aceleraba, dejé la ocarina en mi regazo y hundí mis dedos en mi cabello simulando que lo estuviera peinando y con cada desenredo iba calmando mis nervios.
-Te toca -pedí para cambiar la atención hacia él.
-De acuerdo, reina.
Él empezó a afinar su violín según lo que explicó al ver mi expresión extraña por el mal sonido que provocaba. Él se reía levemente hasta que finalmente se preparó poniendo el mentón sobre el violín y tomando lo que él llamó el arco. Cerró los ojos suspirando hondo antes de deslizar las hebras del arco sobre las cuerdas del violín mientras sus dedos se movían con pasión y habilidad. Se escuchaba una melodía tan cargada de sentimiento, no era lenta pero tampoco era violenta, tenía una armonía perfecta entre lo bello y lo dinámico. Intenso para el alma. Consiguiendo que mi piel se erizara y sintiera la necesidad de derramar alguna lágrima. Pero, además de la energía que transmitía con el violín, también lo hacía con el cuerpo, sus movimientos demostraban cuánto amaba tocar con aquel instrumento y... sentía que eso lo hacía verse diferente, no sé exactamente cómo pero sí sé... que me gustaba verlo tocar el violín y que, al momento de acabar, quería seguir escuchando más.
-¿Y bien? ¿Qué te ha parecido? -pregunta bajando el instrumento. Yo no tenía palabras, literalmente me había dejado con la boca abierta y sin nada que decir, pues no sabía expresarme.
-Estuvo... Estuvo... -nada, no me salía nada-. ¿Puedes seguir tocando? Por favor.
Dejó escapar una leve risa bajando la mirada para ver su violín antes de colocarlo en su posición de nuevo.
-Lo que ordene, reina.
Entonces volvió a interpretar otra melodía, un poco más movida que la anterior pero igual de hermosa y llena de vida. Miré la ocarina en mi mano y actué por impulso, agarré el ritmo y empecé a acompañar su melodía con mi ocarina, improvisando. Nos miramos unos segundos, vi su sonrisa mientras yo tocaba mi instrumento, realmente me estaba divirtiendo tanto que ni siquiera me había dado cuenta del paso del tiempo hasta que el atardecer se hizo más notorio.
-Esto fue... wau -dije volviendo a sentirme emocionada-. Jamás escuché otro instrumento que no fuera la ocarina, y mucho menos acompañando a otro.
-Entonces debería llevarte a mi pueblo, para que conozcas lo que es escuchar muchos instrumentos juntos.
Lo miré de inmediato, podía sentir una curiosidad inmensa que incluso podría jurar que mi rostro se ha iluminado. Al notar mi reacción, Reed sonríe y decide insistir un poco más para hacerme aceptar.
-Incluso puedo mostrarte más, como las danzas que practicamos.
Quería decirle que sí, quería que me llevara de inmediato a conocer un reino humano en el que hacen todo tipo de cosas y existen muchas otras que no tengo ni idea, pero la historia de Ayris cruzó por mi mente y mis ánimos decayeron casi de inmediato.
-Yo... no puedo -mencioné mirando la ocarina en mi regazo.
-¿Huh? ¿Por qué no? Te veía muy emocionada.
-Solo no puedo. No insistas -espeté aferrándome a la ocarina y a la idea de no decepcionar a Ayris-. Debo irme.
Me levanté de la roca y di la vuelta rápidamente para regresar, escuché su petición para que lo esperara mientras tomaba sus cosas y se levantaba para seguirme, aunque yo aumentaba el paso y él tuvo que correr para alcanzarme.
-Espera, reina. ¿Qué pasa? -pregunta confundido.
-Nada, solo tengo que irme -respondí volviendo a la pared de niebla-. Adiós, Re...
De repente su mano tomó la mía para detenerme antes de adentrarme en la niebla. Lo miré y luego a su mano sujetándome, no me tomaba con fuerza, era delicado. Pero al parecer tomó mi mirada como si me desagradara su toque otra vez, pues apartó su mano y resopló aceptándolo, pero podía ver una mirada dolida asomando en su expresión.
-Está bien. Adiós, reina.
Fruncí los labios dudosa, pero me di vuelta nuevamente hacia la niebla sujetando mi brazo, justo en el lugar que él sujetó. Aún se sentía el hormigueo... Resoplé cansada y estuve a centímetros de desaparecer en la niebla, cuando algo llamó nuestra atención. Un rugido de dragón pidiendo ayuda.
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