Sin darse cuenta se había acercado a ella, estaban en silencio contemplando la luna. De pronto ella se giró a mirarlo, y sus ojos mágicos brillando en la oscuridad lo hipnotizaron. El destino estaba escrito, se acercaron poco a poco, sus labios se rozaron, abrasadores como el fuego, una especie de electricidad le recorrió el cuerpo, fue un instante. El tiempo se paró, el mundo desapareció, solo estaban ellos dos, esos labios de fuego, esos ojos de universo brillando en la noche.

Repentinamente ella se dio la vuelta y se subió a la Harley Davidson, él se quedó paralizado y estupefacto. Cuando la Harley se perdía de vista, subió rápidamente a la Yamaha y se lanzó a toda velocidad detrás de la Dama de la Noche.

Una vez más. Rompía el límite, iba a la velocidad de un meteoro incandescente, apretaba el acelerador casi con rabia, miraba desafiante a las tinieblas. Nada la paraba, era una bola de fuego cruzando la oscuridad.

La perdió de vista, pero siguió a toda velocidad hasta llegar a su calle; una Harley Davidson estaba aparcada en la puerta de ella. Paró la moto y se acercó, la puerta estaba abierta y en el interior reinaba la más profunda tiniebla. Traspasó el umbral y lo recibió un extraño olor metálico dulzón. Intentó llamarla pero no le salía la voz de la garganta, siguió andando por la casa hasta que llegó a un pasillo y empezó a escuchar algo.

AC/DC. El maldito ritmo de AC/DC.

Abrió la puerta y ahí estaba ella.