Él la había visto varias noches y estaba intrigado por ella; la misteriosa Dama de la Noche, como había decidido llamarla. Aquella noche estaba despierto en su habitación intentando conciliar el sueño sin conseguirlo, cuando escuchó un ruido y miró por la ventana. Allí estaba ella, tan negra como siempre y envuelta en un manto de sombras y misterio. La vio subirse a la moto en silencio, con naturalidad y firmeza, escuchó el motor arrancar con un fuerte rugido que lo sobresaltó. Y antes de que se diera cuenta la moto se había perdido entre las sombras llevando consigo a la Dama de la Noche. Se quedó en la ventana sin saber qué pensar ni qué hacer, estaba seguro de que no iba a dormir. La intriga lo comía por dentro. Entonces tomó una resolución, se vistió, se calzó y bajó las escaleras en silencio para no despertar a su madre.

No sabía qué hacer ni por qué había salido, todo estaba en silencio, era una tranquila noche de principios de otoño. Pensó qué podía hacer, ya no podía seguir a la misteriosa chica, se había perdido con su rápida Harley.

Después de estar mucho tiempo andando por la calle subió a su casa, aún intrigado por esa Dama de la Noche. Se durmió profundamente a pesar de todo, y no oyó cuando casi al amanecer una flamante Harley se paraba dos casas después de la suya en la calle de enfrente, y la misteriosa Dama de la Noche desaparecía tras la puerta.