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TEMA 4. JOHN DEE: MAGO, CONSEJERO Y ESPÍA DE LA REINA.

Se recuerda a John Dee, el astrólogo y confidente de la reina Elizabeth I, como el ingenuo que buscó en las estrellas su guía, que incursionó en la alquimia y que dijo que se comunicaba con los ángeles. Pero en realidad era un sabio, un científico adelantado a su época.

     Es necesario recordar que en este período las líneas entre la ciencia, la magia y lo oculto se hallaban desdibujadas y confluían entre sí. El enorme afán de este hombre por adquirir conocimientos lo convirtió en el propietario de una de las bibliotecas más extensas y mejor surtidas de Inglaterra, a la que recurrían los estudiosos de todo el mundo. Se hallaba en su casa de Mortlake —en la ribera sur del río Támesis— y en ella acumuló más de 2.600 libros. Su vida fue muy ajetreada: se casó dos veces, tuvo ocho hijos, ejerció funciones en la corte de Elizabeth I de Inglaterra, y, como espía de la reina, en la del emperador Rodolfo II de Habsburgo. Encima, escribió más de 80 trabajos académicos, participó en la reforma del calendario, describió cometas y elaboró descripciones geográficas de los territorios recién explorados.

     Pero empecemos por el principio. El padre de John era un cortesano de bajo rango y lo envió a estudiar a la Universidad de Cambridge cuando tenía 15 años. Se acostumbró a dormir solo cuatro horas por la noche para poder estudiar griego, latín, geometría, matemáticas, astronomía, navegación, escrituras, criptografía —arte y técnica de escribir con procedimientos o claves secretas o de un modo enigmático para que lo escrito solo sea inteligible para quien sepa descifrarlo—, derecho, medicina.

     También ejerció como tramoyista en el estreno de la obra La Paz de Aristófanes y elaboró un escarabajo gigante que daba la impresión de que bajaba desde el techo del teatro hasta el escenario. Los espectadores lo atribuyeron a la magia, de ahí que pronto se labrara su fama de mago.

     Fue uno de los fundadores del Trinity College de Londres y a los 20 años lo invitaron a dar una conferencia sobre álgebra en la universidad de París. Así, se convirtió en el conferencista más exitoso del continente y puso a disposición del público los signos de suma (+), de resta (-), de multiplicación (x) y de división (÷) por primera vez. Defendía la controvertida teoría de Copérnico del heliocentrismo, o sea, el modelo astronómico que sostenía que los planetas giraban alrededor del Sol. También desarrolló sistemas de navegación que ayudaron a Inglaterra a conseguir la superioridad naval.

     Pero no todo fue un lecho de rosas para John Dee. En 1555, cuando en Inglaterra reinaba María I La Sanguinaria, lo arrestaron y lo acusaron de traición por calcular el horóscopo de la soberana y el de su medio hermana, la futura reina Elizabeth. María, además, lo acusó de intento de asesinato mediante brujería. Tuvo que comparecer ante un tribunal —la Cámara Estrellada, situada en el palacio de Westminster— que lo declaró inocente de todos los cargos. No obstante, lo pusieron a disposición del obispo católico Edmund Bonner para que emitiera un juicio religioso sobre él. Tuvo suerte: también lo absolvió.

     Mientras estaba en la Universidad de Lovaina —Países Bajos— estudió ocultismo, del mismo modo que el resto de los intelectuales de la época, pues tanto la ciencia como la magia significaban caminos para comprender a Dios. Y cuando Elizabeth I subió al trono en 1558, lo consultó de forma regular sobre temas médicos, astrológicos y legales. Fue John Dee, incluso, quien eligió la fecha de la coronación para que el reinado resultase más propicio.

     Además, se dijo que lanzó un hechizo sobre la Armada Española en 1588, cuando enormes olas se alzaron sobre los barcos hispanos, aunque como era experto en meteorología pudo anticipar la tormenta. En el instante en el que los barcos enemigos se acercaban a Inglaterra, Dee sugirió esperar, bajo la predicción de que la flota se vería gravemente afectada por la climatología y por eso sería mejor mantener los navíos ingleses protegidos en la bahía. La mayoría de la llamada —irónicamente— «Armada Invencible» se perdió o se averió, y, cuando los temporales amainaron, sir Francis Drake y otros comandantes navales se deshicieron del resto. Fue el mejor momento de John Dee.

     También ejerció de espía para la reina y la ayudó a recopilar información sobre sus enemigos. Firmaba las cartas como «007»: los dos ceros significaban «solo para vuestros ojos» y el 7 era el número mágico del alquimista. ¿A qué te suena de algún lado? Pues sí, Ian Fleming tomó de John Dee estos datos para atribuírselos a James Bond.

     Aplicó su conocimiento de la óptica para adivinar o para conjurar espíritus con la ayuda de un espejo hecho de obsidiana —un vidrio volcánico—, que habían traído desde México a Europa tras la conquista de la zona por Hernán Cortés. Resulta curioso porque los sacerdotes aztecas usaban espejos para conjurar visiones y para hacer profecías con la ayuda de Tezcatlipoca, el dios de la obsidiana y de la hechicería, cuyo nombre puede traducirse del idioma náhuatl como «Espejo humeante».


      Decía que el espejo tenía propiedades mágicas y que se lo había entregado el arcángel Uriel atado a una cadena y con instrucciones para convertirlo en una piedra filosofal, el objeto mágico que todos los alquimistas buscaban porque era capaz de conceder la inmortalidad a su poseedor y de transformar los metales en oro. En la actualidad lo puedes ver en el Museo Británico de Londres.

     Los experimentos fueron más allá en 1582, cuando Edward Kelley entró en su vida. Tenía 26 años, era alcohólico y le habían cortado las orejas como castigo por falsificar monedas. Era vidente y tenía reputación de hechicero. La esposa de Dee, Jane, lo detestaba, pero él creía que Kelley tenía el don y lo contrató.

     John Dee pasó varios años en la corte de Praga. La relación venía desde más atrás, desde el año 1563 cuando escribió el libro Monas Hieroglyphica, dentro de la corriente mágico-hermética europea del siglo XVI. Le dedicó la obra al emperador Maximiliano II de Habsburgo, padre de Rodolfo II. En él plasmó un símbolo esotérico que representaba la Luna, el Sol, los elementos y el fuego.

     En 1584, al regresar a Praga, reinaba Rodolfo II, que solo lo recibió gracias a la intercesión del embajador español. No era para menos, actuaba como espía de la reina Elizabeth. Para ganarse el favor del soberano le regaló un artilugio de su invención que fascinó a los asistentes de la coronación de la reina de Inglaterra, un escarabajo volador.

     Pero la relación con el emperador se enfrió por los pronósticos que efectuó acerca del final de su gobierno. En junio de 1586 Rodolfo II le prohibió quedarse en su reino, aunque permaneció porque un importante aristócrata checo —Guillermo de Rozmberk— desoyó la orden imperial y lo invitó a su casa. En el palacio de Trebon, John Dee organizó sesiones espiritistas junto a Edward Kelley e intentó obtener la piedra filosofal.

     Durante los siguientes diez años John Dee y Kelley, invocaron una sucesión de ángeles y de espíritus. Hubo visiones, fábulas e instrucciones. Cuando aparecían los espíritus, le transmitían profecías en el idioma «enoquiano» y se pronunciaban sobre la naturaleza espiritual de la humanidad, que Dee registraba en su Liber mysteriorum.

     De regreso en Inglaterra, John Dee se quedó desolado porque su casa y la enorme biblioteca habían sido saqueadas durante su ausencia. Pidió ayuda a Elizabeth I, quien en 1595 lo nombró director del Christ's College de Manchester. Allí lo consultaron por una supuesta posesión demoníaca de siete niños, asunto al que no le dedicó demasiado tiempo. Lo decepcionó el desprecio que le mostraban sus colegas —el ocultismo producía cierto temor reverencial en Inglaterra durante esos años— y regresó a Londres en 1605, si bien mantuvo el cargo de director del Christ's College hasta el día de su muerte.

     Sin embargo, desde que Elizabeth I falleció —en 1603— se vio indefenso frente a sus numerosos enemigos, entre los que se contaba Jacobo I de Inglaterra, el heredero de la reina. ¿Cómo iba a apoyarlo si disfrutaba supervisando personalmente la tortura de mujeres acusadas de brujería? Para Jacobo la diferencia entre un mago y un brujo no existía. Se vio obligado a vender algunas de sus posesiones más preciadas para poder subsistir y pasó los últimos días en la maltrecha residencia de Mortlake sumido en la más absoluta pobreza, donde murió a los 82 años.

     Por último, te diré que se atribuye a John Dee la creación del término «Imperio Británico». Redactó el General and rare memorials pertayning to the Perfect Art of Navigation  en 1576, cuyo primer volumen plasmaba los planes de colonización. No hay duda alguna de que fue un impulsor del colonialismo y de que sentó las bases para que esa idea se convirtiera en una realidad con el paso de los años, porque también adiestró a un buen número de marinos que hicieron posible su sueño...

     Si deseas profundizar más puedes leer:

📚John Dee, el ridiculizado erudito que le dio a James Bond su 007 e introdujo los signos matemáticos, artículo de la Revista BBC HistoryExtra de fecha 17 de octubre de 2021.

📚John Dee, un alquimista en la corte de Isabel I, artículo de la Revista National Geographic Historia escrito por J. M. Sadurní, actualizado a 2 de diciembre de 2021.

📚El Merlín de Isabel I. John Dee, el ocultista de Isabel I que hablaba con espíritus a través de un espejo, artículo de El Confidencial, ACV, de fecha 14 de octubre de 2021, escrito por Enrique Zamorano.


John Dee (1527-1609).


https://youtu.be/jqs9MmJJO9A

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