TEMA 1. HISTORIA DEL TAROT: DE SIMPLE JUEGO A INSTRUMENTO PARA LA ADIVINACIÓN.
Te preguntarás por qué me he tomado la molestia de estudiar la historia del tarot, ¿verdad? La respuesta es muy sencilla: porque era imprescindible para no cometer ningún error, pues mi obra está ambientada en el año 1601. Por eso, por ejemplo, no podía poner el de Marsella ni el Rider-Waite.
En esta entrada seguiré fundamentalmente el libro Historia del Tarot, de Isabelle Nadolny, que aparece citado al final del tip. Es historiadora de profesión y trabaja en la Biblioteca Nacional de Francia. Te lo recomiendo porque es excelente, tanto por lo exhaustivo del estudio como por las imágenes inéditas que incluye.
1. El «juego de los triunfos».
Hasta fines del siglo XIV no hay ningún escritor, trovador o sacerdote que mencione los juegos de cartas en la vida cotidiana. La primera mención —históricamente probada— es el decreto de la ciudad de Florencia de 1376, que prohíbe un juego recién llegado llamado naibbe.
Dice lo siguiente:
«Nosotros, los priores, queriendo luchar contra los principios equivocados, hemos oído que un cierto juego llamado naibbe ha llegado a la región».
De aquí podemos extraer que ha llegado sobre esta fecha y que no se fabricó en Florencia, sino que viene de otro sitio.
En 1377 un fraile dominico, Johannes de Reheinfelden —que vivía cerca de Basilea— escribió Un tratado sobre los modales y la disciplina de la conversación humana. En él habla de un juego de cartas, que llegó a la zona ese año, y que describe y representa de una manera perfecta «el estado del mundo en los tiempos actuales y modernos». Según dijo, eran la moral en acción de virtudes y de vicios.
En 1392, en un libro de cuentas de Carlos VI de Francia se menciona una deuda a Jacquemin Gringoneur por una baraja de cartas. Las cartas también podrían haber aparecido en Alemania, donde se conservan las más antiguas, el juego de Stuttgart, pintado entre 1427 y 1431. Desde ahí podrían haber pasado a Flandes, luego a España y desde allí a las ciudades italianas.
Las más antiguas estaban dibujadas a mano, lo que determinaba que fueran muy caras y que solo la aristocracia pudiera acceder a ellas. Más adelante, con la técnica del grabado, algunos artesanos se especializaron como fabricantes de moldes de cartas —en Venecia, en Nuremberg y en Lyon entre 1430 y 1440— y apareció la profesión de naiperos. Los primeros gremios de maestros naiperos se constituyeron en Barcelona en 1465 y en Toulouse en 1466. Así, los primeros grandes centros de fabricación aparecieron en Ruan, Lyon, Barcelona, Florencia, Venecia, Ulm, Múnich, Augsburgo y Basilea. En el siglo XV las cartas, como forma de entretenimiento, se extendieron por Europa. En 1450 Jean Capistran, un sacerdote, predicó contra el vicio del juego y quemó miles en la plaza del mercado.
En Francia los juegos más antiguos son obra de Jacques, que trabajó en Lyon como moldeador en 1472, y de Jean de Dale, que dejó un juego, también en esta ciudad, hacia 1480. Muestran personajes de la nobleza que se inspiran en la sociedad y en las obras de la época. Servían como modelo de coraje, de honor, de devoción, de piedad. Desde el principio la Iglesia se opuso al juego, por considerarlo una expresión de las bajas pasiones, y también a la adivinación por medio de las cartas, porque sostenían que el futuro solo pertenecía a Dios. Había que abandonarse a la voluntad divina y las prácticas adivinatorias significaba alejarse del Señor y acercarse al Diablo. La idea de ser creadores de nuestra realidad es una idea actual, en aquel tiempo la concepción del mundo y de la situación del hombre dentro de él era fatalista.
De los juegos de cartas al Tarot, solo hay un paso. La primera referencia es del notario de los Médicis, Giusto Giusti, del 16 de septiembre de 1440, que escribió en su diario: «El viernes 16 de septiembre entregué al magnífico señor Gismondo un juego de naibi con triunfos que había hecho por encargo en Florencia con su magnífico escudo, que me costó cuatro ducados y medio». Tanto Florencia como Ferrara y Milán eran lugares de producción de tarots, o, como se llamaban por aquel entonces, «cartas de triunfos» o «juegos de triunfos».
Al día de hoy existen 239 cartas que habían pertenecido a los Visconti, la familia que regía en Milán. Se conservaron mejor porque son de alta calidad, fueron realizadas con pan de oro y con pigmentos hechos de lapislázuli pulverizado, malaquita y otros minerales preciosos. El más antiguo es el Visconti di Modrone, de 1441. El duque Filippo María Visconti lo encargó para Bianca María, su amada hija, con motivo de la boda de esta con Francesco Sforza. En una entrada aparte hablaré del tarot Visconti-Sforza, posterior a este, que es el que aparece en la novela.
¿En qué se caracterizaban los primeros «juegos de triunfos»? En que las cartas no estaban nombradas ni numeradas. No obstante, todos los elementos que conocemos al día de hoy estaban ahí: los 22 triunfos —hoy en día denominados arcanos mayores— y las 56 cartas que más adelante se llamarán arcanos menores. En las fuentes del período el orden que se les daba y el nombre de cada carta variaba según los juegos y los lugares. En general, podría decirse que de alegorías «terrestres» luego se avanzaba hacia alegorías «celestiales». Y cada elemento y cada ser vivo tenía una correspondencia en el plano superior.
El Mundo en el Visconti di Modrone.
¿Pero de dónde surgió la palabra triunfo? Proviene del latín triumphus, que evoca una lucha militar ganada, esos desfiles con los que se honraba a los generales romanos victoriosos. Los prisioneros —los más viles de los participantes— iban a la cabeza, detrás de ellos desfilaban los captores y luego los superiores, hasta llegar al final donde aparecía el general conquistador. El nombre del juego también podría deberse a la tradición de los juegos de guerra como el ajedrez, cuyo objetivo es hacer jaque mate al rey del oponente. Y tiene sentido, porque en el momento en el que nació el tarot, las ciudades italianas del norte vivían en estado de guerra perpetuo.
Desde el siglo XIII estas urbes se desarrollaron a nivel comercial, artístico e intelectual. Las gobernaban familias poderosas o consejos comunales y al expandir o al defender sus intereses chocaban unas contra las otras. En el resto del continente la situación no era mejor. La Peste Negra diezmó a la población europea, la guerra de los Cien Años —que duró desde 1337 a 1453— produjo el caos y la proclamación de Clemente VII como Papa en Aviñón y la de Urbano VI en Roma dio lugar al Cisma de Occidente, pues la cristiandad se dividió durante cuatro décadas, desde 1378 a 1417.
Resulta necesario destacar algo: los colores tenían un significado distinto que para nosotros, ya que el amarillo era el color de los necios, el del Diablo, y no como ahora que lo asociamos al sol. El azul, en cambio, era un color cálido porque lo asimilaban al cielo del verano. El rojo era el color que intervenía violentamente, para bien o para mal, y el verde el del desorden, el del engaño, el del desequilibrio. En cuanto a los hoy llamados arcanos menores, las espadas estaban relacionadas con el combate, era un arma de destrucción o que simbolizaba la justicia de los héroes y la de los caballeros cristianos. Los bastos representaban la violencia más brutal, la de los locos, la de los mendigos y la de los salvajes, pero también aludía a los peregrinos, al bastón de los jefes o al de los guerreros, a la varita de los magos. El oro, en cambio, representaba el comercio, el dinero, los bienes materiales. La bebida y el cristianismo, las copas. También se asociaba lo femenino con el oro y con las copas y lo masculino con las espadas y con los bastos.
De todo lo expuesto, se desprende que el tarot fue el producto de un momento histórico muy agitado, pero también de una época de gran desarrollo intelectual, creativo y artístico. En las ciudades italianas del siglo XV la Inquisición tenía poca influencia y este nuevo «juego de los triunfos» pudo desarrollarse sin trabas. Además, esta cultura profana desarrolló y extendió el humanismo, que implicaba el estudio crítico y la imitación de los modelos clásicos, y que afirmaba la primacía del ser humano. Los príncipes de la época patrocinaban a los humanistas y a los maestros famosos y estos, a su vez, les transmitían los conocimientos y educaban a sus hijos para forjarles el carácter y prepararlos como futuros gobernantes. Como veremos cuanto te hable del hombre barroco, lo habitual en el Renacimiento también era la mezcla de barbarie y de refinamiento. Los baños de sangre no estaban reñidos con los encargos de obras de arte o filosóficas. Por este motivo, el «juego de los triunfos» también era un juego de educación, donde se le ofrecía al jugador las ventajas para triunfar.
También puede considerarse que el tarot fue concebido como un modelo de ascensión a Dios. Según un tratado del año 1565, escrito por Francesco Piscina, hay tres órdenes de cartas. Debajo de la Rueda de la Fortuna las figuras son el juguete de la fortuna y se caracterizan por la impermanencia. Las figuras que están por debajo de la Muerte algún día desaparecerán y las que están por encima forman parte del mundo celestial y eterno. Así, los triunfos serían pasos para alcanzar las cosas celestiales representadas por la Estrella y por el Mundo.
En el momento de la creación, se dice que sus autores también se basaron en los Triunfos de Petrarca, finalizados en el año 1374. Este autor intentó revivir en la sociedad cristiana los ideales de la antigua Roma y trajo toda la herencia cultural de este período. Por eso en su obra se encuentra el concepto de victoria, a nivel alegórico. Sus triunfos evocan carros que se suceden unos a otros. El primero, el del Amor, triunfa sobre los dioses y sobre los hombres, nadie se le resiste. Le sigue el de la Castidad, que derrota al Amor. Es derrotado, a su vez, por el siguiente, el de la Muerte y este por el de la Fama. El que sigue, el del Tiempo, triunfa sobre la Fama, porque nada se le resiste, excepto lo divino en la Eternidad, que constituye el último carro.
Las representaciones de estos poemas de Petrarca guardan similitudes con las figuras que encontramos en el «juego de los triunfos», que más adelante se llamará tarot, y en la idea de jerarquía entre las cartas. Además, como dato curioso, Petrarca conocía bien a los Visconti porque vivió en Milán y fue embajador de esta familia entre 1356 y 1361.
Otro antecedente del tarot está en los carros triunfales de los carnavales italianos. Desde el año 1300 hay constancia de que se celebraba en distintos países —Francia, Italia, Sacro Imperio, Inglaterra—, pero en las ciudades italianas tenían una connotación política. Las grandes familias los utilizaron para su beneficio, tomando como base el modelo de los antiguos triunfos romanos. Había carros con demonios, otros con escenas mitológicas o con antiguos reyes.
A modo de conclusión, te diré que las figuras de los primeros tarots eran muy conocidas porque aparecían en la iconografía de la Baja Edad Media y en la antigüedad clásica. Por eso este juego podría ser para entretenimiento y también para la reflexión, porque los utilizaban para triunfar sobre el oponente, pero también las figuras eran didácticas, inspiradoras y contenían representaciones de la condición humana desde el inicio de los tiempos: el poder, la mujer, la religión, el amor, la victoria, la derrota o la traición, la muerte, el bien —las virtudes cardinales—, la maldad, el infierno, el cielo, la tierra, el sol y la luna. No solo para la aristocracia, sino para todos, porque si bien al principio por ser hechas a mano solo los nobles podían acceder a ellas, cuando se inventaron los moldes para elaborarlas en serie se extendieron al resto de las clases sociales.
2. El nuevo nombre: tarot.
Alrededor del año 1500 cambia de nombre y pasó de ser trionfi a llamarse tarocchi. En 1505 los registros de cuentas de Alfonso d'Este —en Ferrara— registraron que el duque compró 8 juegos llamados tarocchi.
También hay una mención de ese año en una escritura pública de la ciudad pontificia de Aviñón, en la que un maestro naipero —Jean Fort— se compromete a entregar «cuatro docenas de juegos de cartas comúnmente conocidas como taraux». De aquí la autora extrae varias conclusiones. La primera, que al referirse al nombre del tarot como «vulgarmente llamado» —vulgo appelatarum— indica que se refiere a las «lenguas vulgares» y no a las «lenguas clásicas» —hebreo, griego y latín—, lo que desmiente muchas afirmaciones que hay por ahí en referencia a la etimología de la palabra. El vocablo sería, entonces, un neologismo derivado del italiano de la época. Esto se confirma con otra mención de 1512 —asentada en 1532— que dice: «De una manera bárbara y sin tener en cuenta el latín se le llama ahora taroch».
¿Qué significaba la palabra taroch? En un poema de 1494 se refería a loco, estúpido. ¿Quiere esto decir que al llamar tarot hacían referencia a un «juego estúpido»? También podría provenir de ti arroco o t'arroco, que se usaba para el ajedrez y que significaba «te ataco» o «te obligo a defenderte». El nuevo nombre podría provenir de las exclamaciones de los jugadores en la mesa. Otra palabra del siglo XVI, tarocco —derivada de taroccare— significaba enfadarse y por extensión, responder con una carta más fuerte.
3. Los tarots franceses más antiguos.
Marsella produjo cartas desde el año 1631, fecha en el que el gobierno autorizó también la presencia de maestros naiperos en Orleans, Angers, Romans. Los dos maestros naiperos más antiguos de Marsella son Jean Pradines —1634— y Louis Ganet, desde 1638.
Rebelais menciona por primera vez la palabra tarot en Francia en 1534 en su obra Gargantúa, en la que en el capítulo XX menciona una lista de juegos. Las cartas más antiguas provienen de Lyon, de la que quedan dos cartas grabadas entre 1475 y 1500. En esa época este sitio era un punto de paso desde las ciudades italianas, tanto de las ideas como de las mercancías. En 1600 las cartas de tarots florecieron, además de en Lyon, también en Ruan y en París y estas tres ciudades eran los centros donde se fabricaban para todo el reino. Ruan y Lyon se mencionaban, incluso, como «los graneros de cartas de Europa».
En Marsella habrá que esperar recién hasta el año 1634 para encontrar el primer maestro naipero que se cita, Jean Pradines. Hay constancia de que en 1642 los maestros naiperos de Lyon se quejaban de que los de Marsella falsificaban sus productos. ¿Qué se deduce de aquí? Que el conocidísimo Tarot de Marsella no fue creado en Marsella.
El tarot apareció en las ciudades italianas, pero tanto la numeración como la denominación de los triunfos se dio en Francia. En la década de 1650 un naipero de París —Jean Noblet— publicó un tarot, el más antiguo que se conserva, en el que aparecían todos los elementos del tarot de Marsella. Hay dos escrituras notariales en las que consta que Jean Noblet ejerció como maestro naipero en Saint-Germain-des-Prés en 1659 y su nombre figuraba en el dos de oro y en el dos de copas. En los triunfos la Luna aparecía representada junto a un estanque, con el cangrejo de río y los dos perros aullando, distanciándose de los astrónomos observando el satélite o de la figura femenina tal como se mostraba en el tarot Visconti-Sforza. Por primera vez se vio el Sol como estrella de día encima de los gemelos delante de un muro pequeño.
¿Podemos afirmar que el tarot de Marsella nació en París? No, lo único que podemos decir es que el más antiguo que se conserva proviene de allí. Además, se encontró una hoja impresa de cartas sin cortar en Milán —de alrededor del año 1500— en la que estaban las figuras tal como las conocemos del tarot de Marsella. Según la autora, probablemente estas cartas pasaron a Francia a través de Lyon y allí se las numeró y se les dio un nombre a cada triunfo.
Como curiosidad, hay que decir que el de naipero fue un negocio que gozaba de cierta consideración: en el año 1581 un edicto del rey Enrique III de Francia lo incluyó entre los oficios para recaudar impuestos. Aparecía en la tercera categoría, junto al de músico, al de fabricante de papel, al de pintor/grabador de imágenes, al de escultor, al de zapatero, al de carnicero y al de sastre.
Fue un trabajo muy regulado y fuertemente gravado con impuestos. Desde el siglo XVII los maestros naiperos estaban sometidos a un riguroso seguimiento y se controlaban hasta los moldes de cartas. Trabajaban desde la cinco de la mañana durante 14 horas diarias y el acceso a la maestría —estrictamente regulado desde 1594— era cada vez más restrictivo, solo los hijos de los maestros podían convertirse en maestros. Constituyeron cofradías con fines religiosos y cualquier nuevo compañero debía pagar la cuota de entrada, so pena de expulsión.
Durante el período de máxima producción —a mediados del siglo XVIII—, un informe del fiscal general del Parlamento de Provenza decía que la producción anual era de 914.000 juegos de cartas. Entre 1783 y 1789 ocho maestros naiperos produjeron alrededor de 360.000 juegos. La abundancia de maestros naiperos y de cartas en Marsella constituye una de las explicaciones de que llegara hasta la actualidad.
¿Pero cuándo apareció por primera vez el nombre «tarot de Marsella»? Fue en 1856, en un artículo sobre los juegos de naipes de Romain Merlin, un estudioso de las cartas, que escribió para la Exposición Universal de 1855. Decía: «En los tarots de Besançon, la Papisa y el Papa son reemplazados por Júpiter y Juno. El tarot de Marsella no ofrece este cambio».
4. El tarot como método de adivinación.
En 1450, Fernando de la Torre escribió que con las cartas los jugadores podían «adivinar la fortuna entre ellos para saber quién es el que más ama y quién es el más deseado». Juan-Francisco Pico de La Mirandola, en un capítulo contra la adivinación, incluyó las imágenes representadas en una baraja de cartas entre los diferentes tipos de sortilegios. Un monje español que vivió entre 1491 y 1586 se refiere a las cartas como una de las prácticas de adivinación y todas ellas condenables.
El Mainzer Kartenlosbuch —publicado en Maguncia entre 1505 y 1510— es el primer libro del que se tiene noticia que combina las predicciones y las imágenes de cartas. También está el de Francesco Marcolini da Forli, Le Ingeniose Sorti, publicado en Venecia en 1540 y dedicado al duque de Ferrara, Hércules d'Este. En este último la relación entre las cartas y la adivinación es indirecta, porque las ilustraciones sirven como instrumentos para obtener puntuaciones y no tienen valor predictivo. Juan Pérez de Montalván —1602-1638— se refiere a los naipes como una de las maneras de hacer hechizos.
El cuadro La Tireuse de cartes de Lucas de Leiden —pintado entre 1508 y 1510— muestra que la cartomancia ya se practicaba en esa época.
En este otro cuadro de Nicollò dell'Abbate —pintado hacia 1550— aparecen varios aristócratas participando en un juego de Tarot:
Existen grabados del siglo XVII y del XVIII que dejan constancia de que la lectura de cartas se practicó mucho durante ese período. También hay un juicio de brujería de 1772 relativo a una costurera marsellesa que prefirió la magia a coser y a la que condenaron «por sentencia del Parlamento de Provenza, a ser expuesta a la camisa de fuerza durante tres días consecutivos de mercado, con la cabeza cubierta con un gorro rodeado de tarots y un tamiz que pasa por el cuello y permanecer allí en este estado durante una hora cada vez, después troceados por el albacea». Pese a este fallo de época posterior, durante el reinado de Luis XIV —1661 a 1715— la represión por brujería disminuyó y un decreto real citaba a comparecer solo si se practicaba con la intención de dañar a otros, de ahí que durante este período hubiese un resurgimiento de las prácticas y de los círculos ocultos.
En 1750 aparece un libro del que se desconoce el autor —se lo llama El texto de Paresi en honor al descubridor— que es la primera lista conocida de interpretaciones adivinatorias de las cartas de tarot, donde cada una de ellas está acompañada de breves significados.
5. El siglo de las luces.
Los enciclopedistas, con Diderot y d'Alembert a la cabeza, racionalizaron el conocimiento en La Encyclopédie, ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers —que apareció entre 1751 y 1772—, donde estudiaron sistemáticamente los conocimientos, las técnicas y las artes de la época. Resulta curioso porque nuestro tema aparecía como «TAROTS, término naipero, son tipos de cartas, que se utilizan en España, Alemania y otros países. Estas cartas están marcadas de forma diferente a las utilizadas en Francia: y así como las nuestras se distinguen por sus corazones, diamantes, picas y tréboles, tienen copas, oros, espadas y bastos».
Este siglo de la Ilustración, al mismo tiempo, sentía una profunda pasión por lo irracional y por el culto al ocultismo. Es el período donde más se escribió sobre alquimia, magia o cábala y donde se desarrollaron las prácticas de magia, de invocación a los espíritus y sobre magnetismo. Las élites sociales desarrollaron las sociedades ocultas, gracias a que la Inquisición no ejercía ninguna represión en Francia. Tampoco la iglesia imponía demasiados frenos y la aristocracia buscaba el placer y el entretenimiento en la filosofía, en el buen gusto, en la literatura y en las bellas artes. Es decir, se buscaba el conocimiento, pero también el placer y la felicidad, pues son unos tiempos muy distintos a aquellos en que surgieron los «juegos de triunfos» Visconti.
La Masonería fue el fenómeno de moda de la época. Se creó en el siglo XVII en Escocia por ricos notables y de allí se trasladó a Inglaterra, donde apareció la Gran Logia en el año 1717. La primera referencia en Francia es de 1725. Allí se crearon más de 107 logias en 15 años y se publicaron los textos rituales en las librerías. Un documento masónico de estos años dice que era «una institución cuyo objetivo principal era dar a los asociados el placer de una sociedad escogida, cuyos placeres se hicieron más interesantes por medio de un ligero misterio». Buscaban en el pasado darse una mayor relevancia, diciendo que los altos rangos serían los templarios, cuya orden habría sido perpetuada en los secretos de la masonería.
Iniciación de un aprendiz masón.
6. Court de Gébelin, masón y autor del Monde primitif.
En 1781 este autor publicó su volumen VIII del Monde primitif y en el tema «la historia, el blasón, las monedas, los juegos» expuso su teoría sobre el tarot. Contaba allí que en su visita a una amiga —la señora Helvétius, que dirigía desde 1771 un famoso salón al que asistían varios francmasones— se encontró con un tarot de Marsella al que reconoció como un libro egipcio. Allí lo descubrió y en quince minutos vio cómo jugaban, se lo explicaron y reconoció las alegorías como egipcias. Es de destacar que recién el 17 de julio de 1799 Pierre-François Bouchard encontró la Piedra Rosetta, que permitió descifrar los jeroglíficos y el demótico, así que los estudios de este autor se basaban sobre la nada.
Haciendo gala de una gran imaginación, sostuvo que «Si oímos anunciar que todavía hay un libro de los antiguos egipcios hoy, uno de sus Libros escapó a las llamas». Así, estaría compuesto por las cartas del tarot, «cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos», pero cuyas figuras son alegóricas y reflejan «la doctrina civil, filosófica y religiosa de los antiguos egipcios, que no podemos dejar de reconocerlo como un trabajo de este pueblo de sabios». Según él, en la época del Imperio Romano trajeron el culto a Isis y también este juego.
¿Por qué lo mencionamos si fue una invención sin fundamento? Porque a partir de ahí generó un interés por el tarot y otros autores continuaron con la idea de que provenía del Antiguo Egipto. Fue gracias a mostrar al tarot como «el libro de Toth» que este se difundió y llegó hasta la actualidad.
Antoine Court de Gébelin (1725-1784).
7. Jean-Baptiste Alliette, Etteilla.
Jean-Baptiste Alliette, conocido como Etteilla, publicó en 1770 el primer tratado sobre cartomancia conocido. No era sobre tarot, pero conocía estas cartas desde 1753.
Se presentaba como fabricante de pelucas, como peluquero y como profesor de álgebra y decidió buscar otro modo de vida. Aprendió el oficio de una tiradora de cartas y estudió los modos de adivinar el futuro de la antigüedad. Un discípulo suyo, Jealel, dejó constancia de que efectuó largos viajes para reunirse con los adivinos de todo el continente europeo. Quería parecer un mago profundo y por esto también leyó todo lo que se había escrito hasta el momento sobre ciencias ocultas, fingió ser un filósofo cabalista que practicaba la astrología, la alquimia, la quiromancia y la cartomancia. Este último término lo inventó él porque según decía los jeroglíficos estaban pintados sobre cartones.
Se hizo un nombre gracias a sus conocimientos matemáticos, que le permitían hacer combinaciones con números. Eliphas Lévi dijo: «Etteilla o Alliete, preocupado solo por su sistema de adivinación y el beneficio material que podía obtener de él, Alliete, un expeluquero que nunca había aprendido francés ni ortografía, pretendía reformar y apropiarse así del libro de Toth». Pese a los errores ortográficos, las obras de Alliete fueron un éxito rotundo.
Publicó libros pequeños para la gente común, aunque sus precios por una lección de magia o por el horóscopo o por la explicación de un sueño o por otro servicio era muy caro. En 1789 obtuvo un privilegio general para todas sus publicaciones y les entregó a los corresponsales su libro de Toth, 78 cartas bellamente realizadas y coloreadas a pincel. La carta 28 decía: «Etteilla, profesor de álgebra, renovador de la cartomancia y editor de las incorrecciones modernas de este antiguo libro de Toth; vive en la calle de l'Oseille, nº 48 de París».
¿En qué se diferenciaba Eteilla de Court de Gébelin y de otros como él? En que era un adivino, comenzó con la adivinación de las cartas normales y luego continuó con las de tarot. Es más, fue el primero en escribir un conjunto de interpretaciones completo para las 78 cartas.
A partir de Etteilla hay dos formas de acercarse al tarot. La primera está dirigida a un público más femenino, porque se entendía que las echadoras de cartas y las consultantes eran en su mayoría mujeres. De ahí que Simon Blocquel escribiera un libro en 1850 con el seudónimo de Julia Orsini, una supuesta sibila del barrio de Saint-Germain. Además, en la introducción del Petit Oracle des dames se afirmaba: «Puesto que el amor y la ternura dieron origen a la adivinación, debe haber sido necesariamente en el sexo femenino al que tuvo que tener acceso».
La segunda forma de aproximación era a través de un movimiento oculto en torno al tarot iniciático y su verdad, que intentaba distanciarse de las echadoras de cartas y las trataban con desdén. Eran hombres, iniciados, maestros y magos, como Eliphas Lévi.
Jean-Baptiste Alliette, Etteilla (1738–1791).
8. La señorita Lenormand, la sibila de los salones.
En 1790, con 19 años, Marie-Anne Adélaïde Lenormand dejó Alenzón —en Normandía— y se fue a París para hacer fortuna. Allí se hizo un nombre.
Leía día y noche libros que explicaban los juegos de cartas y el arte de encontrar cosas escondidas en los tarots. En este período revolucionario tanto los perseguidos como las autoridades del nuevo régimen buscaban respuestas en la adivinación. Marie-Anne conoció a Josefina, la futura emperatriz, en una prisión revolucionaria y le predijo su increíble destino. Esta no la olvidó y la invitó a Malmaison el 2 de mayo de 1801. Le profetizó una gloria extraordinaria gracias a su marido, Napoleón, y le advirtió que más adelante la traicionaría. Después de Josefina toda la élite —incluido Napoleón— empezaron a consultarla, con lo que tuvo influencia política porque se trataba de gente muy poderosa.
Fouché la hizo arrestar el 11 de diciembre de 1809 porque vaticinó que Josefina se divorciaría. El boletín de arresto de la policía, efectuado el día 16, dejaba constancia de que «hacía el horóscopo de los personajes más altos y ganaba más de veinte mil francos al año con esta profesión». También tenía una actividad editorial muy intensa, de ahí la popularidad. Publicó un juego adivinatorio, muchos libros, un periódico y anunciaba profecías, entre ellas la de la Restauración. Murió en 1843 y su popularidad era extraordinaria.
Marie-Anne Adélaïde Lenormand (1772–1843).
9. Eliphas Lévi.
Se llamaba Alphonse-Louis Constant y fue el principal autor de la tradición esotérica del tarot. Era un ocultista, una palabra que apareció por primera vez en el Dictionnaire des mots nouveaux de 1842, escrito por Jean-Baptiste Richard de Radonvilliers. Es decir, seguía una corriente de pensamiento que tenía por objetivo principal revivir las antiguas iniciaciones, los conocimientos de los egipcios, de los hebreos, de los griegos, de los romanos, yendo más allá de las divisiones históricas y como reacción a la modernidad racionalista y materialista.
Seguía la idea de la Edad de Oro de Court de Gébelin, pero fue mucho más allá, al punto de ser uno de los fundadores del movimiento ocultista francés. Ten en cuenta que en el siglo XIX frente al materialismo y al catolicismo proliferaron pensamientos, escritos, movimientos y grupos en todos los campos, ya sea en la política, en la ciencia, en el arte, en la literatura o en la religión. Los ocultistas querían dar forma al nuevo mundo de acuerdo a la sabiduría ancestral y consideraban el tarot como una puerta hacia ese pasado.
Lévi era clérigo y abandonó la Iglesia en 1836 porque se enamoró, por lo que estudió hebreo, griego y latín en el seminario. Era amigo de Flora Tristán y también dedicó la vida al feminismo y al socialismo. Se fue a Londres en 1854, después de que su segundo matrimonio se hundiera y de que lo encarcelasen varias veces porque sus escritos eran considerados escandalosos. En la Bible de la liberté decía, por ejemplo, que había absuelto al diablo debido a la libertad adquirida por el hombre a través de él.
En Inglaterra entró de lleno en los círculos ocultos y cuando regresó se había cambiado el nombre a Eliphas Lévi Zayed, la fórmula hebrea del suyo. En 1856 publicó el libro Dogme et ritual de la haute magie, en el que asociaba el tarot con todas las tradiciones y donde relacionaba directamente el tarot con la cábala. Esta decía que el mundo fue creado con 10 números y 22 letras sagradas del alfabeto hebreo, que emparejaba con los 22 triunfos del tarot. Resulta curioso que un juego de cartas que surgió en el siglo XV en las ciudades italianas y en el que aparecen alegorías cristianas populares, que era despreciado en los sermones, a partir del siglo XIX se considerase por los ocultistas un atributo de la divinidad.
Alphonse-Louis Constant (1810-1875).
10. Oswald Wirth.
Era masón desde 1884 y desde 1886 secretario, discípulo y amigo del ocultista Stanislas de Guaïta. Creó un tarot «auténtico» —fue el primer tarot ocultista— que apareció en París en 1889 y al que llamó cabalístico, donde solo aparecían los 22 triunfos.
En 1926 editó una nueva versión, que acompañó a su libro de 1927 titulado Le Tarot des imagiers du Moyen Age, en el que reconciliaba la parte oculta y adivinatoria del tarot, que con anterioridad aparecían separadas. Es decir, la complejidad de las interpretaciones cabalísticas coexistía con el método de consulta que, según el autor, se distinguía por su lógica y por su extrema simplicidad.
Oswald Wirth (1860-1943).
11. Papus.
Gérard Encausse era médico y fue un autor muy prolífico, pues dejó más de 260 libros. Ocupó varios puestos, de Gran Maestro de la Orden de Memphis-Misraim, de presidente de la Orden Cabalística de la Rosa-Cruz, martinista, teósofo, fundador del Grupo Independiente de Estudios Esotéricos de París, de la orden Martinista y de varias revistas. En 1889 publicó sus teorías sobre el tarot en Le Tarot des Bohémiens, obra que ilustró Oswald Wirth.
No solo aspiró hacia arriba, sino que dejó un libro con un tarot ilustrado por Jean-Gabriel Goulinat en el que invitaba a los lectores a recortarlo y pegarlo sobre cartón para utilizarlo. Su tarot seguía el orden de Etteilla y fue el único ocultista que lo tuvo en consideración.
Gérard Anaclet Vincent Encausse, Papus (1865-1916).
12. Ocultistas anglosajones.
En 1888, un pequeño grupo de teósofos dirigidos por Samuel Liddell Mathers, William Wynn Wescott y William Robert Woodman fundaron la Orden Hermética del Amanecer Dorado. Este movimiento sintetizaba la cábala, la astrología, el neoplatonismo, el cristianismo esotérico, la masonería, la magia medieval, los mitos paganos y muchos otros. ¿Qué pretendía? Elevar el nivel de conciencia del hombre para que pudiera convertirse en mago, con poder sobre las cosas a través del conocimiento y de la conciencia. Así, los triunfos proporcionaban las líneas principales del desarrollo de un mago. El Amanecer Dorado creó rituales poderosos y complejos que combinaban todas estas nociones con el uso del tarot.
Samuel Liddell Mathers, apodado MacGregor (1854-1918).
Arthur Edward Waite fue un antiguo miembro de El Amanecer Dorado y llegó a dirigir la orden durante un tiempo. Era traductor de Eliphas Lévi y de Papus y escribió un libro que se publicó en 1910, The Pictorial Key to the Tarot, que incluía un tarot adaptado al mundo anglosajón y a su visión. El editor inglés fue Rider, de ahí que se lo conozca como el tarot de Rider-Waite. Lo curioso es que la producción corría a cargo de Pamela Colman Smith, también miembro de El Amanecer Dorado, que no tuvo ningún derecho sobre él pese a todas las reediciones que ha tenido hasta el presente.
Arthur Edward Waite (1857-1942).
Tarot Rider-Waite.
13. El tarot hasta nuestros días.
En 1945 terminó en Francia el monopolio de los maestros naiperos y desde esta fecha cualquiera podía editar sus cartas. Cada vez se buscaban más en Francia y en Italia las ediciones de tarots antiguos, lo más fiel posible y en la mejor edición.
El psicólogo Carl Gustave Jung describió en su obra el poderoso papel de las imágenes en la vida mental. Comparó las liturgias de distintas culturas a lo largo de las épocas y observó que las imágenes que generaban en el inconsciente eran muy similares y reflejaban temas universales. Las denominó arquetipos. Entre ellas estaba el viejo sabio, el héroe, el estafador, la madre y el niño inocente. Decía que «el conjunto de imágenes de las cartas del tarot son descendientes lejanos de los arquetipos de transformación». Es decir, le confería legitimidad a la idea de desarrollo personal a través del tarot y a través de su simbolismo podían desempeñar esta función estando despiertos, del mismo modo que cuando se analizaban los sueños.
Carl Gustav Jung (1875 a 1961).
Desde que Paul Marteau, director de la casa Grimaud, publicara el tarot de Marsella en 1930, Francia se ha convertido en el «conservatorio». En la actualidad cualquiera puede crear su juego, su método y abrir una escuela. Se usa el tarot para predecir el futuro —es una de las herramientas más utilizadas hoy en día—, se hace psicología del tarot, gestión, taichí, narraciones, música, poemas, pintura. Se trata de explorar el inconsciente con las cartas que aparecen por el fenómeno de la sincronicidad y se ha convertido en una herramienta para el desarrollo personal.
Sigue existiendo, también, la faceta oculta y esotérica. La actual abundancia de tarots es un legado de los antiguos autores mencionados aquí, quienes al darle un barniz culto y esotérico permitieron que el antiguo juego de los triunfos italiano llegara hasta nuestra época.
Si deseas saber más puedes leer:
📚Historia del tarot. Orígenes-Iconografía. Simbolismo, de Isabelle Nadolny. Ediciones Obelisco, Barcelona, 2020.
📚El Tarot de Oro. La baraja Visconti-Sforza, de Visconti-Sforza. Ediciones Akal, S.A, Madrid, 2021.
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