Samuel Blackwell le dio a sus cinco hijas las mismas oportunidades educativas que a sus cuatro hijos. Era abolicionista y vivía de refinar el azúcar que se obtenía en las plantaciones que dependían de mano de obra esclava. Para evitar esta paradoja pretendía reemplazar la caña del Caribe con remolacha azucarera y por eso se trasladaron de Bristol a Nueva York en 1832 y luego a Cincinnati en 1838.
Elizabeth eligió la medicina, no porque le gustase la ciencia o porque le importara la curación —pensaba que la enfermedad era un signo de debilidad y encontraba repugnantes las funciones corporales—, sino porque significaba una forma clara de demostrar que las mujeres eran capaces de conseguir cualquier objetivo que se propusieran. Creía que los logros se obtenían a base de talento y de trabajo y que no se trataba de una cuestión de género. Por tanto, si una mujer lograba tomar asiento en la sala de conferencias de una escuela de medicina y aprobaba todos los exámenes requeridos para obtener el diploma, ¿quién podría argumentar que no estaba calificada para ser doctora?
Después de una serie de rechazos, Blackwell se matriculó en el Geneva Medical College, en el oeste del estado de Nueva York. Su aceptación fue una farsa: la facultad les presentó a los estudiantes la espantosa idea de admitir a una mujer —a ellos les resultó gracioso— y asumiendo que era una broma pesada votaron por unanimidad a favor de admitirla.
Pero pese a este humillante comienzo, Elizabeth se graduó como la mejor de la clase en 1849. Se había ganado a lo largo del tiempo el respeto de sus compañeros en virtud de la brillantez y de la disciplina que la caracterizaba. Más allá del ámbito universitario, la gente la consideraba perversa o loca. Porque en esa época, ¿qué tipo de mujer elegiría realizar autopsias en compañía de hombres en lugar de aceptar con mansedumbre el papel subordinado que le correspondía? Por este motivo Blackwell reclutó a su hermana Emily —cinco años más joven— para que siguiera la misma carrera e irle abriendo camino a otras valientes como ella.
En esa época las escuelas de medicina incluían poca o ninguna exposición a pacientes reales y los graduados salían de ellas con escasos conocimientos, así que Elizabeth regresó a Europa en abril de 1849, tres meses después de graduarse, para suplir esta carencia. Realizó formación práctica en París, donde estudió en un hospital público de maternidad, y quedó ciega de un ojo después de contraer una infección de un paciente. Se mudó luego a Londres, donde recorrió las salas del hospital de San Bartolomé y encontró una nueva amiga en la joven Florence Nightingale. Al regresar a Nueva York en 1851, descubrió que el título female doctor —doctora mujer— la alejaba de los pacientes potenciales. En el lenguaje de la época una «doctora mujer» era la que practicaba abortos clandestinos. Pero Emily pronto se unió a ella, con su propio título de médica bajo el brazo, y juntas abrieron en 1857 la Clínica de Nueva York para Mujeres y Niños Indigentes. Como las pobres no eran tan exigentes respecto al médico, la clínica proporcionaba un lugar en el que las doctoras recién graduadas en medicina podían terminar la formación.
Después del estallido de la Guerra de Secesión —en 1861— las hermanas convocaron una reunión de donantes y de simpatizantes y redactaron un llamamiento a las mujeres de Nueva York. Miles de ellas asistieron a la primera reunión organizativa de la Asociación Central de Socorro de Mujeres, que se convirtió en la Comisión Sanitaria de Estados Unidos, la organización civil más grande de la guerra. Las Blackwell supervisaron la selección y la capacitación de enfermeras para enviar al frente, pero finalmente dejaron de trabajar para la guerra cuando quedó claro que los médicos varones no se hallaban dispuestos a reconocer su participación en igualdad de condiciones.
Las hermanas enfocaron ahora la atención en el siguiente reto: la apertura de la facultad de medicina Women's Medical College of the New York Infirmary en 1869, con un énfasis en el rigor académico y en la formación práctica —como vimos antes en esto último cojeaban las facultades masculinas— que la colocó en excelencia por encima de las escuelas para hombres.
Una vez que la enfermería y el colegio se establecieron, Elizabeth dejó a Emily para que las dirigiera y regresó a Inglaterra, el lugar que siempre había considerado su hogar y donde se había convertido en la primera mujer en ser incluida en el registro médico del Reino Unido. Les sirvió de inspiración a doctoras pioneras como Elizabeth Garrett Anderson y Sophia Jex-Blake. Allí se apartó de la práctica y se dedicó a la defensa de la salud pública: hizo campaña contra las Leyes de Enfermedades Contagiosas, que hospitalizaban a las prostitutas por la fuerza en lugar de centrarse en los hombres que las infectaban, y se convirtió en una de los fundadores de la Sociedad Nacional de Salud, con el lema «Más vale prevenir que curar».
Si deseas saber más puedes leer:
📚Elizabeth Blackwell: la inusual 'primera doctora moderna' que ingresó a la medicina para probar que tenía la razón, artículo escrito por Janice P. Nimura para BBC HistoryExtra, de fecha 1º de mayo de 2021.
Elizabeth Blackwell (1821-1910).
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