
La mano de quien gobierna
Adamaris me advertía del visitante que me esperaba dentro de mi oficina, aun así, parecía no poder pronunciar el nombre de la misma.
-Mi señora, le ruego que una vez dentro mantenga la calma. Esta visita pudiera desencadenar una catástrofe.
Seguramente exageraba: si bien el reino no había quedado bien parado, nadie se atrevería a atacarnos con la protección de dos grandes naciones.
-Lo dices como si fuera común que pierda el control.
-Se lo ruego, esta situación no tiene precedente alguno.
Ignorando su advertencia, abrí la puerta como de costumbre, pero, con tan solo ver la espalda de él, sentí un frió escalofriante recorrer mi columna, tan contrastantes con el fuego de mis venas.
-Señorita Adamaris... que nadie se acerque a este pasillo, avise al capitán de la guardia. El ya sabe el protocolo a seguir.
Cerré la habitación con toda la calma posible, tratando de no azotar la puerta.
Ahora que estábamos completamente a solas, la fuerza en mi iba desvaneciéndose de a poco.
-Es un placer volver a estar junto a ti.
El susurro tras de mi hizo que me erizara completamente, alertando todos mis sentidos para una pronta respuesta, ahora mismo, me cuestionaba que tan sabia era la decisión de encerrarme junto a él, la bestia que trae consigo la muerte.
Encadene todos mis temores, corajes y resentimientos en lo mas profundo de mi, para no darle ni una pizca de mis emociones reflejadas en mi rostro.
-Príncipe...
Fingí no recordarlo, con total indiferencias.
Como si alguien pudiera olvidar a un traidor.
Realmente se miraba herido por eso, aun así, se arrodillo y beso mi mano de esa manera tan galante que solo él conocía, con la cual años atrás hubiera vuelto locas a casi todas las chicas del reino.
-Para usted es simplemente Víctor, su majestad.
Quite mi mano de entre la suya de manera casi instintiva, dirigiéndome a mi escritorio, restando todo atisbo de importancia.
-Como sea... ¿Que le trae por aquí?
-Es increíble ver como no has cambiado nada, bueno... desde tu ya sabes.
Se notaba cohibido ante lo que sea que pensara por su cabeza.
A la vez que lo interrogaba, levante ligeramente una de mis cejas.
-¿Su ejecución al rey difunto?
Alarmado, puso ambas manos hacia enfrente, en señal de buscar paz.
-El beso... quise decir el beso.
Aquel agridulce momento, hoy era mas amargo que otra cosa.
-Aquello sin duda fue lo mas insignificante de esa época. Sobre todo comparado con la ausencia de un rey.
-No vine a hablar contigo del rey.
-Tampoco es que usted ha aclarado el motivo de su presencia.
Cerro los ojos y respiro con pesadez.
-Por favor, háblame como antes.- tranquilamente se movió de su lugar, hasta un costado mio-Como cuando algo en ti resplandecía con solo mirarme.
Su desfachatez parecía fuera de la realidad, ¿cómo podía acercarse como si nada y susurrarme al oído? Era imposible para mi siquiera comprender cómo se atrevía.
No podía evitar añorar a aquella persona que alguna vez fue, aún cuándo el sentimiento ya no era el mismo y la bruma que me hacía dudar entre ambos se había desvanecido. Así que era imposible no compararlo con el caballero que alguna vez creí que fue.
Lo cierto era que ni él, ni yo podíamos volver el tiempo atrás. Aunque nuestros nombres eran los mismos, nosotros éramos dos personas completamente diferentes.
Sutilmente me levanté tratando de imitar la gracia de mi predecesora.
-Y yo le pido que hablé con propiedad, al menos quiero creer que si aprendió el protocolo diplomático en mi reino.
-Sabes... no tienes ni idea de lo que sufrí para poder verte una vez más.
Murmuró para que solo yo pudiese escuchar, como si hubiese alguien más. Quizá el cargo de conciencia había empezado a dejar estragos en su psique.
No pude evitar replicar, aunque hubiese deseado que fuera algo que se quedara en mi mente.
-Como si pudieses morir.
-Pero eso no me exime del dolor.
-Si solo ha venido a balbucear sin sentidos, entonces me retiró.
No pude siquiera llegar a la mitad del camino entre la puerta y el escritorio para cuando Víctor ya me había tomado del brazo, acercándome a él.
Alguna vez estuvimos en esta misma posición, pero en contextos y sentimientos tan distintos. En aquel segundo ritual de purificación a la tierra, yo estaba realmente fascinada con su cercanía y por aquel calor en el pecho que apenas iba descubriendo.
Pero es imposible sentir ese calor y aquella seguridad con quien envenenó lo que juró proteger.
-No he dicho que he acabado.
Proclamó autoritario, pero aun así se quedó en silencio mientras me observaba de arriba a abajo, al menos todo lo que podía ver, pues me seguía abrazando como si fuésemos a recrear aquel baile. En ese momento odié mi escote, que extrañamente me hacía sentir más expuesta ante él.
-¿Desde cuando usas colores tan oscuros? Mi Carolina siempre usaba vestidos claros.
-Eso no es de tu incumbencia.
-También tu lengua es mucho más afilada y eres más osada. Aunque me gusta este nuevo lado, no estoy de humor de ser recibo así luego de volver para continuar donde lo dejamos.
Su rostro se aproximaba peligrosamente, provocando que mis palabras se volviesen como el hielo.
-No te atrevas a hacerlo.
Le advertí, pero seguro mis ojos eran mucho mas claros que mis palabras, pues había dejado de aprisionarme.
-No pienso obligarte a nada que no quieras.
-No pareció importarte mucho cuando me retenías.
Por un momento quedamos en total silencio, uno realmente incomodo. Claro, como si el resto de la situación fuera dulce como el pastel.
-Te has vuelto muy testaruda, antes no habría tenido que llegar a ello para que me escucharas.
-No hables como si me conocieras.
-Pero al menos ya me has empezado a hablar como antes, quizá ni siquiera te diste cuenta.
Su observación me sentó como una cubeta de agua por la madrugada, se sentía como perder la guerra.
Me di la vuelta, dispuesta para irme. No podía volver a priorizar a Víctor sobre Dereck, ya he visto que eso no termina bien. Aun así, me detuve al escuchar su llamado.
-Hablare con mi padre.
Lo mire completamente extrañada ¿Que me importa a mi si hablan o no, o de que hablen?
-Hablare con él para poder tomarte como mi esposa.
Mis pies que hasta ese momento se sentían enraizados al suelo, de repente se volvieron ligeros con sus palabras enmeladas ¿Cuantas habrán soñado escuchar esas palabras salir de sus labios? no tengo idea, tal vez incluso yo llegue a formar parte de aquellas ilusas.
Su cara de sorpresa valía mas que su peso en oro, en serio no esperaba mi reacción. Siendo sincera, yo tampoco me lo esperaba, hasta que el eco y el ardor de mi mano me trajeron de vuelta a mis cabales.
Mi mano yacía dibujado en su rostro, y aunque estaba avergonzada por el desplante, se sentía bien haber hecho eso aun cuando no era propio de una reina.
Salí creyendo que mi respuesta había sido clara, aunque carente de palabras.
Rápidamente busque al capitán de la guardia, informando que la delegación de nuestros visitantes solo pasaría la noche aquí.
-Sean discretos, vigilen que nadie entre ni salga de la habitación hasta el amanecer.
*****
-Su majestad ¡Es un milagro!
La joven sirvienta entro completamente eufórica en mi oficina, parecía una niña que recibió justo lo que quería en su cumpleaños, su energía era tan revitalizante en tiempos donde todo era tan tenso, aun así, tenia que darle un pequeño sermón.
-Señorita ¿Que cree que le diría la ama de llaves si la viera irrumpir así en un área de trabajo?
Ante lo dicho, se reverencio antes de acercarse mas.
-Mis disculpas, su majestad. Pero la noticia que tengo, creo que merece el saltarse el protocolo.
-Continua.
-Durante esta noche, ha venido un mensajero de parte de uno de los doctores de la área, informando del caso de dos mujeres embarazadas.
-No han habido embarazadas desde hace cinco años.
-Eso no es todo, parece que tienen el mismo tiempo de gestación.
Víctor había vuelto a mi mente, al igual que desde hace unos años, no era algo agradable.
No seria descabellado pensar que este suceso estuviera relacionado con su visita, aun así, rogaba a la diosa de la vida por que no tuviera que ver con él.
-¿Porque nadie despertó anoche?
-Nadie quería molestarla y yo apenas me he enterado.
-Bien. Avisa de mi parte al equipo de investigación del palacio: si es una estafa o esto es real, lo quiero saber lo antes posible.
Escribí lo mas rápido que pude un documento donde les pedía investigar el caso de las embarazadas, cuanto tiempo llevaban y si habían mas casos.
-Después de eso, te puedes tomar el día libre. Parece que fuiste la única en tomarte la molestia de avisarme de algo tan importante.
Estrujo el documento de la emoción, reverenciándose antes de partir.
-Se lo agradezco mucho, su majestad.
Con el pesar en mi mente, deje mi oficina para ir a la cripta donde se encontraba Dereck, sintiendo mi mente nublada en todo el camino.
Recargue mi frente contra el cristal, aquel que resguardaba su cuerpo mientras su ser se encontraba vagando junto la deidad guardiana. Él al igual que yo se había quedado congelado en el tiempo, por mi miedo de perderlo si tardaba muchos años en despertarlo.
Realmente solo estaba dormido, como un coma, no, realmente era un coma: Él había quedado atrapado hasta que nuestro guardián pudiese despertar. Nadie sabia como estaba él, deseaba que, al menos estuviese tranquilo, pero la idea de que sufriera donde sea que este vagando me atormentaba por las noches, como las almas errantes cuando no son guiadas por el lazo de la muerte.
El verlo postrado y resguardado por aquella caja de cristal me recordaba a un cuento, uno muy antiguo donde hablaba de una bella princesa que también callo en un sueño que parecía eterno, ella era salvada por un beso de amor.
Pero no importaría si yo te diera un millón de besos, ni si se me fuera la vida por ello. Se muy bien que así nunca despertarías, porque esto no es un cuento y se que solo con amor no podre traerte de vuelta a mi.
Yo debí de ser quien cayera victima de aquel ataque, quien cayera profundamente dormida, a pesar de que nunca fui una princesa, como la de aquellos cuentos que solíamos escuchar de niños. Pero se que tu habrías encontrado mil y un caminos de llegar hasta mi, aun así decidiste protegerme, aunque fuese a tu costa.
-Aunque se como alcanzarte, siento que nunca podre lograrlo. No soy tan fuerte y capaz.
Una reina nunca debe dejarse ver llorar, aun así, el cristal que lo protegía se había visto manchado por mis lagrimas, que una vez mas se habían escapado inoportunamente, al menos tuvieron la delicadeza de no salir de paseo en un lugar con mas gente.
Deje fluir en él toda toda la magia que había ahorrado estos últimos dos meses, deseando que bastara para despertarlos, quería que su escudo volviese a ser de oro y plata, desterrar por fin ese violeta y negro ocasionado por aquellas almas corrompidas por un nigromante. Aunque no despertó, fui sorprendida por un pequeño resplandor dorado y un mayor avance que en anteriores ocasiones.
Pareciera que Eris me indicara que la única forma de tenerte pronto aquí, es con la ayuda de Víctor, hoy pareciera que todo me grita que tengo que soportar su cercanía, aun cuando eso me hace ahogarme en mi propia cólera. Para colmo de mis males, ese infeliz quiere mi mano con a saber que intenciones.
El nudo en mi garganta era sofocante y mis ojos bien pudieran ser un oasis. No solo no quería darle mi mano por mi, también era entregarle el reino: mientras yo sea la reina, aquel que sea mi marido ascenderá a rey.
No son extraños los matrimonios arreglados, pero no pienso entregar la corona que le pertenece a Dereck.
-¿Mi reina?
Rápidamente limpie mi rostro, tratando de no dejar rastro alguno de mis lagrimas.
-Misael ¿Que hace aquí?
El eco de los pasos se iba intensificando conforme el capitán de la guardia se acercaba.
-Es inusual no encontrar a su majestad trabajando.
-Solo salí a dar un paseo.
-Mi reina no suele tomar descansos, aunque yo mismo le ruegue, solo atiende el llamado de la reina depuesta. Su majestad viene aquí cuando no se encuentra bien.
-Estoy bien, no ocurre nada.
-Una dama no llora por nada.
Su mirada se había enfocado en los rastros aun húmedos que quedaron en el cristal. Oh... por Eris... que situación mas vergonzosa.
Nerviosa tome un mechón de mi cabello, tratando de recuperar algo del poder de la situación.
-¿Para que me requería, Capitán?
Extendió su brazo para escoltarme de regreso.
-Hoy van cinco doctores que reportan pacientes embarazadas.
-Que interesante.
-Por su noto, creo que ya ha estado al tanto aunque sea de parte de la situación.
-Algo es sabido.
-Bien.- su silencio se me hizo eterno, pero ya sabia que venia a continuación- He hablado con algunos de sus consejeros... creen que esta relacionado con la visita del príncipe Prodotis.
-Lo se.
-Tal vez no sea lo único en que repercuta, pero sin duda parece ser a mejor. Aunque no sean los tres lasos divinos, definitivamente es mejor compartir la carga entre los portadores de la vida y muerte, que a que todo recaiga solamente en mi reina.
Ambos parecíamos incómodos: aunque necesaria, la presencia de Víctor ya no era grata.
La situación se prestaba fácilmente para que él me obligara a darle mi mano, no seria extraño arreglar un matrimonio por el bien del reino, pero se sentiría como firmar la sentencia de muerte de mi reino entero, incluido mi hermano.
Misael se detuvo repentinamente, girándose a mi, captando mi atención en el proceso.
-Carolina, jure mi lealtad a usted, no a la corona o al reino. No se que te dijo ese desgraciado para que estés tan consternada, pero yo siempre te apoyare.
Su comentario dibujo una sonrisa en mi, pero seguramente el trazo estaba manchado con melancolía, aun así parecía que a el le bastaba.
-Es bueno verle una sonrisa para variar, motiva a la tropa.
El Capitán se miraba mucho mas relajado, pero no solo él. Los guardias reales habían estado mucho mas tensos desde aquella visita, pero definitivamente había un cambio en su humor al notarnos en nuestro recorrido.
-Recuerdame ir de vez en cuando a visitar el cuartel.
-Yo mismo iré a buscarla.
Asentí dando mi consentimiento.
Al llegar a la oficina, Adamaris nos esperaba angustiada.
En mi escritorio reposaba un arreglo floral que casi lo abarcaba y sobre el mismo, una carta que nadie se atrevió a abrir antes de mi llegada.
-Nadie sabe quien lo ha mandado.- añadió angustiada- Tal vez un admirador secreto busca ganarse el favor de la reina.
-También pudiera ser alguien que intenta dañar a la reina.
Molesto, Misael tomo el sobre y lo abrió.
Habían ciertas maldiciones que se desencadenaban cuando la persona a quien se buscaba afectar habría una carta aparentemente inofensiva. Afortunadamente este no fue el caso.
Misael aun así se mostraba enfadado por el contenido de la misma. Entregándomela mas por obligación que por otra cosa.
La tome entre mis manos, lista para leerla. Rogando no fuera otra propuesta de matrimonio.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro