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Entre mascaras y sombras

-¿Que pasa si me niego?

Sonrió fascinado por mi desprecio.

Realmente la corte estaría a punto de estallar si me escucharan en este momento.

-Te has convertido en todo un enigma para mi. Me invitas a tu hogar, pero me desprecias en un baile.

Sorbí de mi copa mientras miraba su actuación, probablemente algunos verían esta actitud con tintes de arrogancia.

-Tal vez se ha equivocado de dama, caballero.

De reojo alcanzaba a distinguir a Catarina, que paso de estar confundida a estar fascinada con la situación.

-Oh... parece que la señorita desea mantener viva la temática de las mascaras, te seguiré el juego, querida.

Acto seguido se arrodillo frente a mi y tomo la mano que tenia libre.

-Hermosa señorita, me concedería el honor de acompañarme en la siguiente pieza.

Solo sera una pieza, no es como si fuera la primera vez que bailo con él, ademas, lo estaría haciendo por un bien mayor y dudo que pueda hacerme daño si esta ocupado.

-Lo que haces es muy anticuado y estas llamando la atención de las damas alrededor.

-¿Estas aceptando o declinando mi propuesta?

Solamente asentí y al instante se dibujo una radiante sonrisa en los labios.

-Linda, permiteme tu copa en lo que vuelves.

Catarina extendía su mano hacia mi copa, antes de que la canción culminara y Víctor me guiara galantemente a la pista.

Una vez en el centro estábamos listos para bailar en cuanto la orquesta comenzara a tocar, al menos eso quería creer, pues la lejanía era tal que las puntas de mis dedos a penas alcanzaban a rosar sus hombros.

En cuanto los violines sonaron, Víctor aprovecho para acortar nuestra distancia como si fuésemos a bailar un tango, de tal modo que sentía su respiración impactar contra mi piel como si fuese una bestia a punto de devorar a su presa.

El escalofrió y pavor eran irracionales, por mas que lo odiase sabia bien que no era una bestia a punto de devorarme, pero por mas que repetía la frase todo va a estar bien en mi cabeza, no podía evitar sentirme inquieta.

-Tranquila, no permitiré que te pase algo malo mientras estés en mis brazos.

Susurro con voz serena y profunda a mi oído.

Odiaba que mi piel reaccionase con ello, seguro me veía débil al erizarse mi piel como la de un gato asustado. Tenia que recuperar la calma en mi interior, pero en vez de recuperar la, me termine mofando de su promesa.

-El fuego y el hielo no coexisten, siempre uno termina con el otro.

-Nosotros no somos como el fuego y el hielo.

-Tiene razón, somos mas como agua y aceite.

Su sonrisa burlona provocaba en mi unas ganas inhumanas de quererle encajar la punta de mis tacones.

-Me encantaría que fueras mas como la miel conmigo.

-Lamento informarle que si lo que busca es ternura con un toque de dulzura, no encontrara nada de eso en mi. Hace años que perdí esa capacidad, príncipe Prodotis.

Di tres vueltas, para luego alejarme de él sin soltarle la mano, una vez me acercó a él, dejándome envuelta en sus brazos quede congelada por un instante.

-Chsss... disfruta de la música y el baile, que hoy no existen el príncipe de Gartena ni la reina de Varilia, mucho menos sus diferencias. Solo existe un joven disfrutando de bailar con la señorita de la cautivadora mirada retadora.

-Yo no te he retado.

-Mmm... que sea inconsciente solo lo vuelve mas encantador, me provoca curiosidad por saber como serias al retarme y al estar dispuesta a jugar conmigo.

Su forma de mirarme era tan intensa que termine desviando mi vista, su melodiosa risa traía a la memoria aquel dulce chico que alguna vez fue.

-¿Ira a verme al palacio?

-¿A caso me esta invitando a visitarla durante la noche?

Lo mire advirtiendo que no se pasara de listo.

-No provoques mi ira.

-Solo bromeaba, claro que iré y justo cuando menos lo espere.

-Es grato escuchar eso.

Lucia realmente feliz, mientras que seguramente yo me miraba irritada.

Probablemente en otra realidad, donde las cosas hubieran sucedido diferentes, yo estaría fascinada de esta situación y probablemente hace tiempo que habría correspondido aquellos sentimientos que parecía tener.

Hubiéramos sido felices, realmente felices en mi reino. Aunque ese pensamiento era pecar de ingenua: En aquel tiempo creí haberme decidido por él, aunque lo que sentía por Dereck también era muy fuerte, nunca les dije nada a ninguno de los dos porque ni yo misma estaba segura de nada.

El día que Dereck se confeso sentí un cosquilleo agradable en el corazón y una enorme felicidad, lamentablemente aquello no duro mas que unos segundos. Ese amor, junto a las ganas de abrazarlo y decirle que eso me haría la mujer mas feliz del mundo fueron suprimidas por la feroz idea de que yo no podía ser reina, no podía ser su reina; lo ocurrido con mis padres fue producto de la enorme bondad de los dioses de la muerte y la vida, mi mera existencia era un milagro. 

El ocupaba que la mujer que estuviese a su lado pudiera tener a su hijo llegado el momento, y yo nunca pudiera ser esa mujer, porque para que yo pudiera tener hijos tendría que primero ser sustituida por la nueva generación.

Lo rechace bajo la luz de la luna y las luciérnagas como testigos, para posteriormente enfocarme en todo aquello en lo que Víctor era mejor que Dereck, solo para que mi mente no se montara el melodrama de un amor prohibido.

La música dejo de sonar y finalmente nos detuvimos, mi cabeza daba vueltas y no tenia idea si era el revuelo de emociones traídas por los recuerdos o por todos los giros que Víctor me hizo dar.

-La siguiente canción sera mas tranquila, ¿Me concedes una pieza mas?

-La regla dicta que no se baila dos veces seguidas con una misma pareja.

-En dado caso, le agradezco y permitame acompañarla de vuelta.

Al dejarme de regreso con Catarona y Saimon sentí que mis energías se habían visto mermadas ligeramente. El capitán se encontraba con ellos, estaba completamente preocupado y eso parecía no agradarle a su prima y a la dama que la acompañaba.

-Mas te vale no haber molestado a mi reina.

Le advirtió Misael.

-No he hecho tal cosa, pero aunque quisiera ¿Que pudiera hacer un simple soldado de juguete?

La pose de Víctor era arrogante, muy distante al joven que conocí, aparte la mano que había puesto sobre mis hombros con afán de provocar a mi guardia.

-Misael, evite un escándalo a la nación- pronuncie al notar que su mano se acercaba peligrosamente a su espada- Príncipe prodotis, agradezco su cortesía y delicadeza al bailar, pero le recuerdo que insultar al talentoso capitán de la guardia real es también un insulto a mi nación. No queremos reanimar viejos rencores, sobretodo en tan exquisita velada ¿O me equivoco?

-Mis disculpas, capitán. Le agradezco que sea tan ferviente protector de la reina.- dijo a la vez que se inclinaba profundamente ante el capitán, seguramente seria reprendido por ello al llegar a su hogar- Con su permiso, me retiro. Sigan disfrutando de la velada.

Sin decir mas se esfumo, dejando confundido a mas de alguno de los presentes.

-Su majestad ¿Como le gustaría que proceda con la situación?

Aun se notaba preocupado, por mas que era evidente que me encontraba bien.

-No hay nada que hacer, solo fue un encuentro cordial en un evento social. Ve a convivir con tu familia.

Cuando se trataba de la seguridad, el capitán podía ser muy terco y este era uno de esos casos. 

La duda en su rostro era evidente, mas fácil de leer que un cuento infantil.

-Anda a divertirte, grandulon. Ya escuchaste a la dama, créeme que si algo le pasa, mi marido sera el primero en poner una espada al cuello del responsable.

-Como gusten.

Finalmente había cedido, marchándose notablemente incomodo de no mantener su posición que tanta fama le había dado.

-Toma, querida. Definitivamente lo necesitaras.

Carolina me ofrecía una copa repuesta de vino rosado junto a una cálida sonrisa.

-¿Suelen ser así sus días, lady Carolina?

-Para nada, pero desde que Víctor ha vuelto a mi vida, parecen que mis días serán mucho mas caóticos.

-Lamento escuchar eso.

Tras la micro escena protagonizada por mi capitán y Víctor, la atención se volcó hacia mi, lo suficiente como para ser reconocida tras la mascara, lo único favorable ante aquello fue que con tantas invitaciones a bailar se vería eclipsada la razón por la cual fui reconocida.

Desgraciadamente no pude regresar a mi habitación temprano, no fue hasta que Saimon intervino que pude regresar para poder descansar.

-Antes de que entre, quisiera decirle que mañana temprano pasare por usted. El rey junto a mi esposa y yo hemos preparado una sorpresa para usted.

-Le agradezco todas las molestias y atenciones que se han tomado.

-Como diría mi amada Catarina: un maestro nunca deja de preocuparse de sus discípulos.

Reí ante su imitación, seguramente ella sonaría así.

-Que descanse.

-Gracias, igualmente.

En cuanto el sol comenzaba a asomarse, Saimon ya se encontraba en mi puerta, era sorprendente verlo con aquellos lentes dorados, contribuía a su apariencia de príncipe refinado.

-Buen día, mademoiselle. Espero que pudiera descansar.

-Sorprendentemente así fue.

-¿Me acompaña a un pequeño paseo?

El frió era tan ligero que a  penas dejaba mi piel fresca, dando una sensación relajante.

Los jardines del palacio eran tan calmados que se apreciaba a la perfección la melodía que entonaban las aves.

-¿Como ha estado la situación en su palacio?

pregunto sin rodeos.

-Algo agitadas con la reaparición de embarazadas en el reino.

-¿Y la economía?

-Gracias a tu consejo nos hemos mantenido a flote con la minería, aunque he buscado no depender solo de eso.

Una leve sonrisa se dibujo en su rostro por un instante.

-Me alegra oírlo.-el silencio se instauro en el recorrido, su rostro se veía acomplejado por lo que sea que su mente reflejase- ¿Como sigue Dereck?

De nuevo me sentía decaída por la situación, aun así hice mi mayor esfuerzo por sonreír.

-Aun sigue dormido, pero al menos ya he logrado ver un punto dorado en el escudo.

-Has progresado mucho.

-Lamentablemente no lo suficiente.

Saimon se detuvo frente a una mesita de té.

-Sabes, Catarina y el rey buscaron esto para ti.

De un bolsillo de su chaleco saco un hermoso corazón de zafiro que se encontraba custodiado por lasos de oro y plata, formaba un noble y hermoso anillo.

-Es hermoso, pero no se si pueda aceptarlo.

Lo deposito en mis manos y las cerro.

-Lo necesitaras. Por favor, pontelo.

Coloque el anillo en mi indice y Saimon extendió su mano hacia donde se encontraba el anillo, una luz brillante surgido entre su mano y la mía.

-Esta era la sorpresa que habíamos preparado.

La luz se volvió aun mas radiante y provocaba un leve calor sobre mi mano, concentrándose en el área del anillo. 

Aquello provocaba que te inundara una paz inexplicable.

-He encontrado la manera de transferir magia a otras personas, pero es algo inestable.- volteo mi mano con delicadeza, el zafiro brillaba levemente- Esto ayuda a que lo no liberes tan rápido, por ahora sientes paz, pero luego de una hora eso se ira para que te empiece a inundar las ganas de dejar ir esa energía.

-¿Cuanto es lo mas que han aguantado la transferencia?

-Medio día sin el soporte del zafiro, un día con el puesto. Pero creo que tu aguantaras mucho mas, llevas años soportando la carga de almacenar magia en ti.

-Muchas gracias por el regalo.

Continuamos nuestro recorrido con dirección al palacio principal, las cosas comenzaban a ponerse mas movidas y ruidosas conforme nos acercábamos.

-Te advierto que la magia comenzara a filtrarse aproximadamente al medio día, te recomiendo no hacer paradas para dormir. Te ayudare a mantener la energía a raya hasta que parta tu delegación.

En la entrada nos aguardaba Catarina, lucia tan majestuosa y serena por las mañanas que podía entender porque de pequeña me parecía que Saimon y Catarina eran como un cuento de hadas viviente.

-Bienvenidos, el rey nos espera para desayunar.

Saimon se los había atrasado ligeramente a causa de un guardia del palacio.

-¿Verdad que se ve lindo con lentes?

-Lo hace parecer aun mas un príncipe.

Alcanzamos a escuchar por atrás un "oh no... los olvide puestos"

-A él no le agradan tanto, pero los ocupa cuando pasa mucho tiempo leyendo.

La comida fue mas rápida de lo que creí, probablemente porque era del conocimiento de todos que mi delegación partiría a las diez. Aun con su brevedad, estaba segura que las revistas no tardarían en cubrir la noticia de que el rey y la reina de naciones vecinas desayunaron juntos, esto no seria nada llamativo mas allá de las posibles negociaciones que se pudieran llevar a cabo, de no ser porque ambos eramos solteros.

Tenia la sensación de que últimamente se hablaba mucho de mi estado sentimental en los medios, lamentablemente a causa de chismes mayormente.

Los caballeros rápidamente prepararon todo para partir, yo esperaba estar ansiosa a la hora de subir en el carruaje, pero aun me mantenía tranquila.

La calma solo duro hasta casi llegar a la frontera, entonces una terrible ansiedad inundo mi cuerpo, de pronto el camino se volvía eterno y la tortura aumentaba conforme avanzábamos.

Apenas íbamos llegando a la frontera cuando las ganas por liberar aquella energía se volvieron insostenibles.

Ordene que toda la delegación parará de inmediato.

-Alguien por favor prepare un caballo.

Rápidamente la Duquesa de Artemis bajo preocupada de uno de los carruajes.

-Su majestad, debería ir junto a los caballeros.

-No puedo esperarlos y no los forzará a ir más rápido.

-Caballeros, preparen otro caballo. Su majestad y yo partimos en diez.

Misael pronunció imponente.

-No es necesario que me acompañe.

-La reina debe ser escoltada y es mi deber como su caballero.

Estaba dudosa, pero estaba aún más desesperada. Pronto subí al caballo con ayuda de uno de los caballeros y antes de partir volteé hacía él.

-Muy bien capitán, espero no ser una molestia y que me pueda seguir el paso.

Acto seguido comencé a cabalgar sin dejar escapar ni un segundo más.

No tardó en alcanzarme, pero se notaba algo sorprendido por mi pronta partida.

-Su majestad.- Su voz se escuchaba distorsionada a causa del viento, viéndose forzado a aumentar su volumen- Su majestad, ¿Porque ha tenido que partir tan de prisa?

-No hay tiempo.

-¿No hay tiempo de que?

-Para la siguiente purificación.

No podía ver su rostro, pero seguramente debía estar extrañado con aquello, él sabía que había intentado purificar aquel escudo antes de partir, aun así no pregunto más.

El cabalgar lograba relajar un poco mi inquietud, sin embargo al llegar el mediodía los nervios crecieron aún más provocando que aumentase la velocidad.

Al aproximarnos al condado Leyva, Misael decidió rebasar ligeramente.

-Su majestad, tenemos que parar a descansar o cambiar los caballos. Puede que aún respondan bien, pero no tardarán en quedar exhaustos, llevamos horas desde que partimos.

-Muy bien, los dejaremos en la mansión del Conde Leyva.

Parecía ser interesante la imagen del capitán y la reina cabalgando a toda prisa, pues desde el más pequeño hasta el más grande de cada casa por la que pasábamos salía a vernos y saludar al pasar.

Cuando estábamos acercándonos a la mansión, el capitán apresuro su paso para ir preparando los nuevos caballos, cuando llegue hasta los establos ya todo estaba listo.

Corrimos a toda prisa al notar que las hojas de las plantas a mi alrededor se tornaban mas brillantes tal cual las plantas de donde habitaba la diosa de la vida, aunque seria momentáneamente bueno, esa reacción solo indicaba que la magia se estaba filtrando de mi cuerpo.

Cuando íbamos entrando a la cuidad, apresure aun mas al pobre caballo, provocando que el viento por fin venciera al laso de mi capa y esta saliera volando por los aires.

El caballo se detuvo a la entrada de la cripta, el leve dolor provocado por mi tobillo hizo que me desprendiera de mis tacones al bajar del caballo, corriendo descansa hacia donde se encontraba Dereck.

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