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La Dama de Blanco

Un relato corto que escribí hace años para un concurso en el instituto (dónde quedó eso???). Lo he editado y me he decidido a subirlo aquí. Es una historia especial para mí y que además espero que os haga pensar en algunas cosas ;)  Cualqueir comentario me haría muy feliz :D (ahí lo dejo).

Un manto negro cubría el cielo iluminado por las estrellas y la luna llena, grandiosa y brillante. Bajo ella,  el mar estaba en calma sólo agitado por la ligera brisa costera. Las aguas marinas susurraban mientras acariciaban la arena blanca de la playa que estaba completamente desierta salvo por ella.

La mujer de cabellos cárdenos vestía una sencilla túnica blanca que al reflejar la luz de la luna parecía rodear su figura con un tenue halo. Ella recorría la playa mojando sus pies pálidos en la orilla sin un destino aparente. Era así todas las noches de luna llena y los habitantes del pueblo costero ya se habían acostumbrado a su presencia aunque mantenían las distancias. La llamaban la Dama de Blanco pues nadie conocía su nombre, si es que tenía alguno. Sus paseos nocturnos habían comenzado unos meses atrás  sin una razón aparente.

La Dama de Blanco era una mujer enigmática, pero los habitantes del pueblo desconocían hasta que punto su existencia era extraña: ella era un ente, un espíritu cuya conciencia había ocupado un cuerpo humano material para cumplir su propósito cualquiera que éste fuera. Como humana era joven pero su esencia era vieja, muy vieja pues llevaba milenios existiendo, observando y esperando.

Pero había sido entonces, en el año 3012 cuando había decidido aparecerse ante nosotros. Aún no entiendo del todo qué espera de mí: salvar a la humanidad son palabras muy grandes para alguien como yo. Sé que los humanos estamos drenando la vida de nuestro planeta, se que las guerras no hacen más que diezmarnos y separarnos y aún así ¿qué puedo hacer yo solo? Y a pesar de todo lo estoy intentando, lo intento desde la noche en que la conocí siendo aún un niño.

No merecíamos su ayuda, no la merecemos ni ahora, años después. Pero ella nos amaba como una madre ama a sus hijos y deseaba con fervor que encontráramos el camino correcto. Por eso había desafiado las leyes para mostrarse ante algunos como yo.

Sin embargo no sabía cómo hacerlo ya que desde hacía milenios se le permitía observar pero no intervenir. Por eso decidió descender y buscar a algunos humanos a los que revelar el destino, concienciarnos para que hiciéramos algo antes de que fuera demasiado tarde. Ella era consciente de que a pesar de nuestro pequeño tamaño éramos capaces de provocar grandes catástrofes como las que ya acontecían todos los días. Sin embargo también podíamos obrar verdaderos milagros. Ella sabía que si bien nos estábamos condenando también poseíamos la clave de nuestra salvación, todo consistía en encontrar a esos salvadores capaces de movilizar al resto de la humanidad.

Por aquel entonces yo no sabía nada de esto, ni me había parado a pensar en un posible fin del mundo ya que, afortunadamente, nuestro pueblo era demasiado pequeño y estaba muy alejado de la guerra. Tan diminutos éramos a ojos de los grandes líderes que ni nos veían.

Tenía siete años y era un niño despreocupado y alegre, como debían ser todos los niños a esa edad. Vivía con mis padres en una casita cerca de la playa y todas las noches de luna llena podía ver a la Dama de Blanco paseando. Era curioso por naturaleza pero también obedecía a mis padres que me habían prohibido terminantemente acercarme a aquella mujer por lo que me contentaba contemplándola desde mi habitación, con la cara pegada al cristal.

En realidad nadie quería acercarse a ella, ni siquiera los adultos que no dejaban de hablar de ella. Pero yo, yo quería ser el primero en conocerla y sobre todo quería preguntarle qué hacía allí. Siempre aguzaba el oído cuando los adultos hablaban sobre ella ansioso por saber más, sin embargo cuando el pueblo se acostumbro a su presencia se limitaron a ignorarla. Pero yo estaba como hechizado. Aguanté y aguanté hasta que un día abrí la ventana, até una cuerda con firmeza y me descolgué hasta el suelo. Descalzo corrí hasta la playa y me oculté entre unas rocas. No había llegado todavía pero era sólo cuestión de esperar.

Entonces, cuando la luna llena se alzó en el firmamento un rayo de luz perlada llegó hasta el mar y una figura comenzó a emerger de las aguas. Primero los cabellos rojos, luego un rostro ovalado y blanquecino y finalmente una figura esbelta vestida de blanco. La Dama de Blanco caminó sobre el agua hasta la orilla y miró a su alrededor. Yo esperaba que, como todas las noches en que aparecía, comenzara a pasear sin rumbo fijo. Pero su rostro giró suavemente en mi dirección, sin vacilar. Entonces adelantó un pie, luego el otro y así fue avanzando hacia las rocas tras las cuales yo me escondía comenzando a arrepentirme de haber bajado a la playa. Ahora que la tenía más cerca no sólo me parecía hermosa y etérea sino espeluznante y no estaba seguro de que eso me gustara.

Finalmente llegó hasta mi escondite y se inclinó hacia delante, sus labios rojos se abrieron y una voz susurrante como la brisa y lejana como la luna salió de ellos:

   — Puedes salir, no voy a hacerte daño.

Bien podía haber sido aquello una gran mentira, pero yo me la habría creído igual porque un rostro como ése no podía mentir. Despacio y aún agachado, salí de entre las rocas y me asomé a sus ojos cristalinos.

- Tú podrías ayudarme – dijo con esa misma voz que no pertenecía a este mundo. Yo permanecí en silencio, mudo como las rocas y quieto, muy quieto, pero eso no pareció importarle—. Sí, tú pareces el indicado.

Recorrió los pasos que nos separaban y cuando quise reaccionar su dedo índice ya estaba sobre mi frente.

   — Mira— me dijo abriendo mucho los ojos.

Todo se volvió negro y profundo como el mar en la noche. Miles de imágenes pasaron ante mis ojos a gran velocidad, pero esto no impidió que fuera consciente de ellas. Había guerra en ellas, dolor y luego nada. Cuando ya estaba convencido de haberme quedado ciego una luz blanca se tragó la oscuridad y nuevas imágenes aparecieron. Esta vez eran muy distintas: alegría, personas sonriendo y paisajes, todos ellos hermosos, frondosos, agua y animales.

Cuando volví a abrir los ojos estaba de nuevo en la playa y la Dama de Blanco me abrazaba y mecía con suavidad mientras yo lloraba entre asustado y ahogado ante todo lo que había visto. Ella también sollozó en el silencio sepulcral de aquella noche que nunca podré olvidar.

Cuando dejé de llorar me miró con una sonrisa triste curvando sus labios.

   — No quería asustarte pero necesitaba enseñártelo.

   — ¿Qué era eso?— pregunté con voz temblorosa—. La oscuridad— añadí con un escalofrío.

   — Era el futuro si nadie hace nada. Lo que te he enseñado después es lo que quiero para vosotros, pero yo no puedo hacer nada— se miró las manos con desasosiego—, por eso necesito ayuda de gente como tú.

   — ¿Qué tengo que hacer?— pregunté en susurros como si compartiéramos un secreto.

   — Crece, se feliz, y cuando seas lo bastante grande sal de este pueblo y busca a gente como tú, gente con la que yo haya hablado. No te preocupes, ellos también te estarán buscando. Cuando estéis juntos podréis salvar vuestro mundo.

***

Han pasado diez años desde entonces y hace unos meses que abandoné mi pueblo en busca de personas como yo. No he encontrado a nadie todavía pero sé que ellos también me están buscando y las imágenes llenas de vida que un día me enseñó la Dama de Blanco me dan la fuerza que necesito para continuar mi viaje. Soy sólo un joven y tal vez tenga demasiadas esperanzas pero estoy convencido de que si encuentro a más como yo podremos salvarnos todos. Que si se suman todos estos actos individuales podremos eludir ese terrible destino y forjar uno nuevo. No necesito ser un héroe para esto, sólo actuar en vez de quedarme mirando.

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