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La Dama carmesí

Si queréis podéis poner la canción de arriba como multimedia de la historia. Espero que os guste.

Las leyendas son parte de nuestra cultura y sabiduría. Muchas fueron transcritas, y otras simplemente se perdieron en el tiempo. Esta es una de esas historias.

Hace mucho tiempo, cuando los humanos convivíamos con los espíritus, gobernaba el emperador, Tian Chen, un hombre justo y bondadoso al que su pueblo amaba de corazón. Reinaba junto con su esposa Mei, quien era la luz de su vida.

Sin embargo, justo cuando quedó embarazada, la emperatriz cayó terriblemente enferma. El emperador mandó llamar a todos los sanadores del reino, probando diferentes tratamientos, pero lo único que hacían era retrasar lo inevitable. Uno de los ancianos aseguró que si no se hacía algo ella moriría en varios días.

A la mañana siguiente, un sabio se acercó al palacio con una solución. — Solo una pluma del legendario Fenghuang será capaz de regresar la salud de vuestra esposa.

Tian Chen sintió que la esperanza volvía a resurgir en su corazón por lo que mandó llamar a sus hombres para que difundieran el siguiente mensaje. — ¡Ofrezco una gran recompensa a quien me traiga una pluma del Fenghuang!

En muy poco tiempo, varios grupos de guerreros se presentaron ante él con la intención de cumplir la misión. Todos partieron pero ninguno regresó, lo que provocó que el emperador se desesperara viendo como su esposa se debilitaba cada vez más.

Un día llegó al palacio una misteriosa mujer. Su cuerpo estaba cubierto por tatuajes rojos y pintura, vestía un hermoso traje a juego con su cabello castaño y ocultaba su rostro con un sombrero de paja y un velo. Ella se presentó ante el emperador como "La Dama carmesí" y le prometió traerle la pluma de Fenghuang a cambio de que la recompensa fuera para su pueblo natal. Por alguna extraña razón Tian Chen sintió que podía confiar en ella, así que aceptó con gusto.

La dama, quien había sido entrenada por los espíritus de la naturaleza, tenía la capacidad de sentir el el qi de los demás, por lo que podía usarlo para localizar al Fenghuang.

Durante dos noches, caminó por las hermosas tierras de la región, acompañada por los espíritus salvajes que habitaban por el camino. A diferencia de algunos humanos ella no los temía, todo lo contrario, se relacionaba más con ellos que con los humanos. En esos día, sentía que una sombra seguía sus pasos en todo momento, como si alguien la estuviera espiando.

Por la noche la dama fingió que se encontraba dormida para así poder pillar a su acosador desprevenido. Cuando la fría mano del desconocido rozó su mejilla, ella se levantó y lo atacó iniciando un combate. La dama y el desconocido chocaron sus espadas, ambos eran fuertes y veloces, por lo que estaban muy igualados. Ella consiguió herirlo en el hombro, pero su rival liberó su qi de manera tan fuerte que fue lanzada contra un árbol. Trató de ponerse en pie, pero el desconocido la robó su espada y la apuntó a su cuello. Se presentó ante ella como la muerte, quien había tomado la forma de un muchacho vestido con una túnica blanca. La dijo que su misión era inútil pues el destino de la emperatriz y de ese niño no nato era ser llevados por él al Di Yu. La dama se negó, pensaba demostrarle que el destino se podía cambiar. — Si el corazón escoge el destino, no habrá manera de que fracase. — La muerte no estaba muy convencida por sus palabras, pero accedió acompañarla solo para ver como fracasaba.

A la mañana siguiente, llegaron al valle las ciudades perdidas. Allí se encontraban los restos de anteriores civilizaciones, pero actualmente no era más que una zona muerta y desértica. Lo primero que divisó fueron unas figuras negras que desprendían un aura escalofriante.

— Son almas en pena de aquellos que habían fallecido por la guerra y que no podían descansar en paz. — la explicó la muerte.

Le aconsejó que lo mejor era no molestarlas, pues si no las molestaba eran inofensivas. Para su mala suerte, una misteriosa flecha alcanzó a la dama en su hombro. Eran mercenarios que habían ido tras el Fenghuang y la recompensa del emperador. La muerte tenía estrictamente prohibido inmiscuirse en los asuntos de los humanos, así que la dama tuvo que defenderse sola. La muerte quedó sin palabras por lo que veía, la dama poseía una técnica de lucha increíble, capaz de esquivar las hojas de acero y aprovechar todo su cuerpo para golpear a sus oponentes. Su cuerpo era ligero como una pluma, pero su qi ardía con intensidad convirtiéndola en una digna guerrera. Al final los mercenarios trataron de huir, pero al haber comenzado una batalla en territorio sagrados las almas de los difuntos les absorbieron. Fue ahí cuando la muerte tuvo que intervenir, y con una potente estocada alejó las almas para que no dañara a la mujer.

Durante los días siguientes, ambos se habían hecho muy buenos amigos. La muerte poco a poco fue comprendiendo algo, era la primera humana que no le consideraba como un ser malvado, y eso provocó que empezara a enamorarse perdidamente de ella.

Cuando llegaron a las ruinas donde se hallaba el Longma, un dragón caballo que devoraba a los intrusos que quisieran llevarse al Fenghuang. La muerte le aconsejó que buscara alguna forma de asesinarlo, pero ella se negó. El Longma solo cumplía con su deber y no podía matarlo por ello. Llena de valor fue ante la criatura, la cual lanzó un terrible rugido. Ella ni se inmutó, pero tuvo que esquivar los ataques de sus zarpas. Humildemente le acercó al Long Ma un poco de carne que llevaba en su mochila. La bestia se calmó, y a medida que iba dándole un poco más de carne, este le permitió acercarse. La dama le acarició el morro y le pidió que les llevara en su lomo a la Montaña de obsidiana. El Longma accedió. Los dos montaron en el dragón y este les llevó velozmente a través de su territorio hasta la cima de la montaña.

Una vez allí, ambos debían encontrar alguna entrada que les llevara al interior del lugar. Mientras, la muerte le hizo una pregunta. — ¿Por qué razón quieres ayudar al emperador si no es por la recompensa?

Ella sonrió y le confesó sus razones. — Resulta que cuando éramos niñas, yo y la emperatriz Mei éramos inseparables. Una vez ella me salvó de unos bandidos, y yo agradecida le regale un colgante con una flor de melocotonero. Años más tarde tomamos caminos separados, y me enteré de que ella se había casado con el emperador. Una vez fui a verla, pero no me reconoció, aunque pude fijarme que aún conservaba el colgante que le regalé.

— Pero si no se acuerda de ti, ¿por qué quieres ayudarla?

— Porque mientras Mei se acuerde de ese colgante, una parte de mí seguirá en su memoria.

Finalmente, encontraron una grieta en el suelo de obsidiana. Para la mala suerte de ambos, cuando saltaron fueron separados en dos caminos diferentes que les llevaría al reino subterráneo. La muerte cayó justo a la entrada de un edificio con colores dorados y vivos, adornado por símbolos del Fenghuang, el sol y la luna. De repente escuchó un grito y divisó a la dama siendo rodeada por varios guerreros. Ella con su espada en mano trató de defenderse como pudo, pero eran demasiados. La muerte no estaba dispuesto a abandonarla por lo que desenvaino su espada y fue a ayudarla. Ambos dados de la mano se cubrían la espalda del otro, y derrotaban a sus enemigos uno por uno. Sin embargo, la desgracia cayó sobre ellos cuando una de las espadas atravesó el vientre de la dama hiriéndose gravemente. La muerte entró en cólera, y mostrando su auténtica forma, y acabó con todos los mercenarios a espadazos hasta manchar las paredes de oro con sangre.

Con sus ojos llenos de lágrimas, abrazó el cuerpo agonizante de su amiga, confesando sus sentimientos. Ella sonrió, pues también correspondía a su amor, pero antes de morir le suplicó que la llevara ante el Fenghuang. Quería cumplir su misión.

Entraron en la fortaleza donde tuvieron que esquivar diversas trampas hasta llegar a un gran salón. De repente la muerte fue apartada de golpe dejando a la dama en el centro y rodeada por una barrera. Su última prueba para demostrar que era digna del ave era enfrentarse sola a su oponente final, el contraparte del Fenghuang, El gran dragón.

La dama agarró su espada con fuerza iniciando el combate. Sus estocadas eran inútiles contra las duras escamas de jade, por lo que probó a unir sus golpes con parte de su qi. Nada surtía efecto contra la criatura, y esta aprovechando su vulnerabilidad la atacó con sus llamas provocándola diversas quemaduras. La muerte golpeaba la barrera aterrado, le suplicaba que no se rindiera y que recordara que la vida de Mei dependía de ella. La dama con dificultad volvió a levantarse, solo para recibir un golpe por parte de la cola del dragón, que la lanzó contra la barrera. Aun así se levantó de nuevo, con su mirada llena de determinación, pues no estaba dispuesta a perder. Corrió con rapidez y saltó hacía el rostro del dragón con su espada, pero este la partió en dos con los dientes y de paso mordió el brazo de ella.

Si los ataques físicos no surtían efecto sobre él, no la quedaba más remedio que usar su último recurso. Se sentó en el suelo en posición de meditación vaciando toda maldad de su mente y canalizando su qi. Mediante el amor que sentía por la muerte y los hermosos recuerdos que tenía de su infancia con Mei, concentró todo su energía vital y parte del de su alrededor en ella misma, hasta el punto de que sus tatuajes comenzaron a brillar con intensidad. Cuando el dragón estuvo a punto de devorarla, ella soltó su energía de golpe iluminando cual una estrella toda la sala y acabando con el dragón, que desapareció convertido en polvo.

Había ganado, pero dio su vida para cumplir su misión. Cuando la barrera desapareció, la muerte corrió a abrazarla suplicando que no muriera, pero era demasiado tarde, la dama ya no tenía salvación. Y así mientras agonizaba una voz cálida y suave la dijo. — Tú eres el vencedor. — Lo último que vieron sus ojos fueron unas hermosas alas volando sobre ella.

Al día siguiente en el palacio imperial, uno de los sirvientes encontró la pluma de Fenghuang en la entrada y se lo llevó con rapidez a la emperatriz. La magia de la pluma la curó, y poco después nací yo. De alguna forma siempre supe que la dama nos había salvado a mi madre y a mí, pues lo primero que hice fue tocar el colgante de su cuello, provocando que finalmente mi madre recordara a su vieja amiga. Mis padres siempre estuvieron agradecidos por lo que hizo, y por esa razón me bautizaron con su nombre real Yin Shui.

Probablemente os preguntaréis qué le ocurrió a ella y a la muerte. Unos afirmaron que la muerte se la llevó, otros que se había convertido en el espíritu de su pueblo, pero yo sé la verdad.

El Fenghuang no solo tenía el poder de curar, sino que sus cenizas revivían a los muertos. Cuando el ave sobrevoló encima de ella, soltando sus cenizas, la dama abrió los ojos, siendo recibida por un beso de su amor.

Al final, no quiso regresar a su pueblo sino prefirió viajar por China como una guerrera ambulante que protegía la paz entre humanos y espíritus. La muerte, a pesar de continuar con su labor, nunca se separó de ella y se convirtió en su compañero de viaje.

La dama carmesí participó en innumerables batallas de nuestra historia, siempre desde las sombras. Cuando esta alcanzó una edad avanzada, esperó a que su amante viniera a recogerla. La recibió con una sonrisa llena de paz, y como iguales, se fueron juntos alejándose de la vida.

Aquí tenéis mi historia para el concurso DEIDADES EN GUERRA de @WattpadMitologiaES y @WattpadAccionES , aunque admito que la parte de acción me quedó algo floja. A menos me ha gustado mucho realizar esta bonita historia y espero que a vosotros también os guste. 

Un saludo.

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