Capítulo Seis
Capítulo seis.
14 de marzo, 2015.
Al crecer mamá se encargó de llevarnos a misa al menos tres veces al mes. Puedo recordar a Eva quejándose sobre no creer en la iglesia, Leslie queriendo dormir y yo solo observar todo. Era muy buena observadora.
Pero ahora me encuentro en la iglesia, arrodillada y con mis ojos cerrados mientras lucho fuertemente con las lágrimas. No sé qué pedir, no sé si estoy en paz con Dios y no sé si me escuchará. No sé si aún mi fe está intacta. Sin embargo, aquí estoy, en una iglesia rezando por Arthur.
Dos años desde su partida.
Donde quieras que estés nunca olvides que te amé, te amo y te amaré bebé Arthur. Te echo tanto de menos bebé, y me gustaría que vieras como ayudo a uno de tus ídolos. Que chocarías mis cincos al saber que estoy ayudando a Skylie.
Eras tan puro, tan inocente que le dabas paz a mi alma. Te amo mucho bebé y no me arrepiento de nada que haya contribuido a darte un poco de paz. No me arrepiento de cuidarte, de leerte, de enseñarte a disfrutar de la vida incluso cuando la tuya estaba tan limitada. Te amo, te amo.
No lo soporto, comienzo a sollozar y rápidamente Eva, quien se encontraba a mi lado solo en silencio, me abraza arrodillándose a mi lado. Y Eva puede ser una mujer fuerte, seca y clínica, pero Arthur es un tema sensible para la familia Anderson. Ella derrama sus propias lágrimas.
Ella sigue sin creer en la iglesia, pero ha venido para estar a mi lado, para darme compañía y dejarme llorar a su lado.
— ¿Quién sostiene a Leslie? — pregunto entre lágrimas abrazándola.
No me responde, pero sé que se tortura con la misma pregunta, porque Leslie está en Japón sin nadie que pueda entender su dolor. Una sola vez Leslie fue capaz de visitar el cementerio donde descansan los restos de Arthur: el día que le dimos sepultura, luego ella no pudo volver.
Eva y yo nos abrazamos durante mucho tiempo, luego vuelvo a arrodillarme sobre las almohadillas del asiento, no recuerdo muy bien las oraciones, pero rezo por Arthur mientras Eva espera por mí.
Honestamente no me siento mejor después de rezar, el dolor aún persiste, solo sentí la necesidad de venir hoy a la iglesia y orar por él. Me pongo de pie y me encargo de abotonar mi abrigo, Eva me da un pañuelo.
— ¿Tomamos un café?
— ¿Y me invitas un brownie? — pregunto. Ella me da una leve sonrisa.
—Siempre serás como una niña, Ela. Nuestra niña.
Tomar un café con Eva resulta agradable, recordamos muchos detalles sobre Arthur, reímos ante sus ocurrencias y también lloramos por ellas. Estoy segura que las personas nos ven como dos locas histéricas pero no nos importa, son de los pocos momentos en los que Eva no me reprocha nada ni me trata como a una niña irresponsable, y es la primera vez en mucho tiempo en el que no estoy temiendo decepcionarla o no ser suficiente.
Trato de distraerme el resto de la tarde, ordeno papeles y husmeo un poco sobre el caso de Kelly, verificando que no esté siendo tan perra con el pobre adolescente que se encuentre en sus garras. Cuando llego a mi apartamento llamo a papá y él es tan dulce diciéndome cómo llevó muchas flores en nuestro nombre a Arthur y pasó toda la tarde ahí, sonrío cuando escucho que llevó a Rosalie con él y me encargo de hacerle saber cuánto lamento no haber podido ir, pero no podía irme de Londres ahora.
Es una conversación dulce que no me hace llorar y cuando finaliza intento llamar por Skype a Leslie, pero son intentos perdidos. Decido solo dejarle un mensaje.
«Oye, bueno, lee.
¿Sabes que te amo, verdad?
Porque te amo mucho, demasiado y en este momento estoy enviándote millones de abrazos asfixiante.
Seré metafóricamente tu manta esta noche.
Eres la mejor, Les.
No sé si duermes ya, pero, dulces sueños»
Tomo los audífonos de mi celular y reproduzco la lista de reproducción "bebé Arthur" es la misma que él creó en un antiguo celular mío. Sonrío, toda la lista son canciones de BG.5, me encargué de actualizarla incluyendo el CD que no pudo disfrutar: Mr. Smile.
***
23 de marzo, 2015.
Voy a dar un trago a mi café cuando mi celular suena y algo de café cae en mi camisa blanca. ¡Mierda! Está caliente.
— ¿Hola?
— ¿Estás lejos?
—No, solo estoy tomando el desayuno y...
—Ve al colegio de Skylie.
— ¿Ah? ¿Por qué?
—Está herida, ve, debo colgar estoy a instantes de entrar a una reunión. Ve, toma nota e informarme.
—Pero Eva...
Ella finaliza la llamada. Rápidamente busco en la carpeta dentro de mi bolso tipo mensajero, localizando el colegio privado al que está yendo Skylie. Tomo lo más rápido que puedo mi café quemándome la lengua y engullo una de las galletas antes de irme a toda prisa. Estoy tan apresurada que tomo un taxi.
Cuando llego bajo a toda prisa y tengo un momento duro consiguiendo que me dejen entrar, pero el subdirector aparece, muestro mi credencial y me dejan entrar.
Todo en este colegio grita elegancia y distinción, y profesores que podrían tener un palo en el culo por la manera en la que me observan mientras camino frente a sus salones de clases. El subdirector habla como si intentara convencerme de que este tipo de situaciones no ocurren en la institución.
No es como si yo tuviera poder de cerrar tan prestigioso colegio, pero podría crear cierto informe no favorecedor para ellos. Nos detenemos frente a le enfermería.
¿No hay nada pequeño en este colegio?
Reconozco al señor Carter y disculpándome con el subdirector, entro a la enfermería y me detengo notando la pequeña gaza blanca en esquina de la frente de Skylie.
— ¿Qué sucedió?
No puedo evitar decir la pregunta y eso hace que el señor Jefferson note mi presencia al igual que Skylie. Sus ojos están hinchados y su nariz sonrojada. Ha estado llorando.
—Señorita Anderson— me saluda el señor Jefferson aunque parece tenso.
—Puede llamarme Elanese ¿Qué ha sucedido?
— ¿Quieres contarle a Elanese lo qué ha sucedido Sky?
La respuesta de Skyle es negar con su cabeza mientras juega con sus medias a la altura de su rodilla, luce tan afligida y triste que me causa angustia.
— ¿Cree que podría dejarme sola con Skylie?
A regañadientes el señor Jefferson me deja a solas con la niña. Me siento a su lado, juego con una de las lindas trenzas de su cabello.
—Somos amigas, Sky, puedes decirme lo qué sucedió.
—No.
—Te guardaré el secreto— no dice nada— ¿Te gusta este colegio? Es muy grande y bonito.
—Ellos creen que tengo piojos.
—Pero ya hemos coincidido en que no tienes piojos, cariño.
—Pero ellos no me creen— sus ojos se llenan de lágrimas y hace un puchero que estruja mi corazón—, por eso me arrojan piedras.
Mierda. Mierda. Esto es malo, muy malo.
»Quiero irme, no quiero estar aquí—comienza a llorar.
La atraigo a mi regazo y la abrazo mientras llora contra mi camisa. Veo hacia la puerta y el señor Jefferson niega con su cabeza antes de volver a hablar con el subdirector.
Skylie siente que no pertenece aquí y eso es muy malo, porque esas son señales de no adaptarse bien y puede perjudicar a Dexter.
—Ya, cariño. Encontraremos una solución.
—Quiero irme. Yo no tengo piojos.
—Yo sé que no tienes piojos, no hay nada malo en ti.
—Quiero a Rojo— llora más fuerte mientras grita y patalea.
No estoy preparada para los gritos que le siguen, su cuerpo se mueve con fuerza mientras patalea y grita como si alguien la lastimara. Digo palabras para calmarla pero no me escucha, es como si estuviese en otro mundo en donde está sufriendo. No deja de llamar a "Rojo", el señor Carter le habla, nada la calma y estoy temiendo que se haga daño cuando intenta tirar de su cabello.
—Sky, SKy, aquí está Rojo, habla con él—dice el señor Jefferson, ella grita otro poco más en mis brazos—. Dexter, hijo, háblale.
El teléfono es puesto contra la oreja de Skylie y ella toma respiraciones en jadeos, me doy cuenta que estoy derramando lágrimas porque algo realmente triste o malo tuvo que haberle pasado a esta criatura. A dónde sea que haya ido su mente, estaba sufriendo.
—Rojo...—susurra al teléfono y parece calmarse. No sé qué le está diciendo, pero ella asiente con la cabeza y toma profundas respiraciones—Sí...
Me hago a un lado y la dejo hablar por teléfono mientras salgo de la enfermería necesitando aire. Solo entonces noto ardor en mis antebrazos y tengo rasguños que dejó Skyle en su momento de histeria. Tomo grandes bocanadas de aires intentando entender qué carajos ha sucedido.
El señor Carter Jefferson aparece y me extiende el celular, niego con mi cabeza.
—Por favor, eso dejaría tranquilo a mi hijo.
—Señor Jefferson.
—Dime Carter, y por favor, solo escúchalo.
—No debo...
—Por favor.
Necesito un corazón de piedra. Necesito trabajar en mi necesidad de ayudar a todos. Necesito dejar de ser tan sensible.
Y necesito dejar de romper las reglas.
Aun así tomo el teléfono y lo llevo a mi oreja.
— ¿Qué le sucedió? — es todo lo que digo y me sorprende lo ronca que suena mi voz.
—Vamos ayudarla ¡Jodidamente estamos ayudándola! Por favor no escribas que no podemos manejarlo. Malditamente te juro, te juro que todo va estar bien con ella.
»Mira no estoy bien con la mierda de niños molestándola, la cambiaré de colegio, haré lo que sea para que esa jodida mierda no ocurra de nuevo, pero por favor, ayúdame. No me lances a los lobos.
—He roto más de una regla, he visto a Skylie más de una vez. La acabo de sostener en medio de una crisis ¿Y piensas que no quiero ayudarte? No tienes ni idea de cómo mi trabajo podría irse a la mierda ante cada regla que he roto por ustedes.
»Quiero que ella sea feliz, sé que tienes la capacidad de darle esa felicidad. Te informo cómo está, acepto hablar contigo por teléfono, tapé tu escándalo y ahora debería estar anotando esta locura, pero en cambio estoy hablándote ¿Crees aun así que yo no quiero ayudarte, Dexter? ¿Qué no quiero que ella tenga un hogar estable?
— ¡Mierda! Yo...
— ¿Qué le sucede?
—No lo sé... ¡Jodidamente no lo sé! —grita frustrado.
—Está bien, tú solo sigue...Hablándole lo que sea que le digas para calmarla.
— ¿Estás de mi lado?
—Solo quiero que ella sea feliz, adiós, Dexter.
—Adiós, Elanese.
Me paralizo momentáneamente ante la mención de mi nombre en su voz. Ríe.
»Sí, finalmente sé tu nombre. Bonito nombre y tam...
—Hasta luego, Dexter.
Le doy el teléfono a Carter y tomo un profundo respiro. Ha sido un día emocional, extraño y tengo miedo de no estar realmente preparada para esto. Hoy me he asustado y tengo miedo de averiguar qué atormenta a Skylie.
Quiero tanto ayudarla.
Carter finaliza la llamada y me observa, asiento lentamente con mi cabeza ordenando mis ideas.
—No voy a escribir esto...Él la calma ¿Cómo...?
—No lo sé, solo están muy unidos, supongo. Sé que mi hijo tiene una boca muy sucia, que ama las fiestas y siempre está divirtiéndose. Sé lo que dicen los artículos o chismes.
»Pero lo críe, y sé que mi hijo es responsable, amoroso, leal, honesto y comprometido. Él sería un padre estupendo para Skylie.
— ¿Va a llevársela?
—Sí, ahora la llevaré a casa y buscaremos una solución. No creo que sacarla del colegio en este momento y que pierda el año sea muy bueno, pero tampoco queremos que vuelva a ser lastimada. Quizás pueda ir al colegio de mi otro nieto, encontraremos la solución.
—Mi trabajo es asegurar su bienestar, quiero ayudar, por favor no me oculte nada, manténgame al tanto. No soy la mala del cuento—aseguro, porque sé que Carter Jefferson se siente un poco receloso sobre mí. No sabe si confiar.
—Está bien, Elanese.
***
30 de marzo, 2015.
—Estoy nerviosa.
— ¿Qué pondría a mi intrépida hermana nerviosa? — pregunta Leslie al otro lado del teléfono. Como otro bombón de chocolate mientras veo hacia la oficina de Eva, está con Elliot lo que tiene a Alan con un estupendo ceño fruncido.
Que lamentable ha de ser enamorarte de tu jefa con novio.
—Falta poco para mi reunión con Dexter Jefferson.
—Y eso te pone nerviosa ¿Por?
Por un momento no sé qué responderle. Si fuera honesta, la respuesta sería fácil: porque me da miedo que me reconozca. Pero hay cosas que me reservo solo para mí.
—Porque sí.
—Bonita respuestas, Elanese.
— ¿Crees que alguna vez Eva deje a Elliot?
— ¿Por qué preguntas eso? Hasta donde recuerdo apostamos que iban a comprometerse.
—Si no sucede este año yo ganaré la apuesta.
— ¿Pero por qué lo preguntas?
—Porque veo su relación tan aburrida, monótona, rutinaria y Alan es tan lindo con ella, la ve como un ángel y mi vena soñadora se arma una historia entre ellos dos...
—Eva ama a Elliot.
—O tal vez Eva ama la idea de estar con Elliot. Piénsalo, si ella tuviera buen sexo y momentos apasionados no estaría tan tensa.
—Pervertida.
—Solo tengo pensamientos e ideas sensuales.
—Lo que me lleva a pedirte por millonésima vez que no me envíes vídeos porno.
—Ajá, sabes que los amas. Es porno de calidad.
—Sucia.
—Solo estoy bañada de sensualidad.
—Para todo tienes una respuesta ingeniosa.
— ¿Es cierto que los asiáticos la tienen pequeña?
— ¡Elanese! — se ríe—No lo sé, no lo he investigado.
—Aburrida—abucheo, luego adquiero una actitud seria— ¿Pudiste sacarle información a Eva?
—No, intuyo que ella sabía que te diría ¿Quieres un consejo?
—Sí.
—Sugiérele uno de los psicólogos de nuestra lista a Dexter. Hazte cargo de llevar un rastro de las sesiones, entonces poco a poco construirán el rompecabezas de Skylie.
—Gracias por el consejo y por entender mi inexperiencia.
—No nacimos aprendidos, en algún momento yo estuve tan perdida como tú.
—Ya Eva saldrá de su oficina con Elliot, voy a colgar. Te amo, cuídate.
—También te amo, pervertida.
***
5 de abril, 2015.
¡Jesús! ¿Por qué siempre que quiero lucir elegante y profesional ensució mi camisa? ¿Por qué soy adicta a los dulces? ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!
Mi camisa rosada nueva y de botones, tiene una espléndida mancha de delicioso helado porque parezco una niña con problemas de coordinación para comer o lo que sea ¡Siempre acabo con estos desastres! Pero se supone hoy sería diferente.
¡Y joder! Voy tarde. No elegantemente tarde.
Si no una mierda muy tarde.
Cruzo corriendo la calle y por poco una motocicleta no me lleva consigo, aun así corro hasta entrar a la clínica. Me acerco a una enfermera para preguntarle dónde está el piso de análisis de sangre y evaluación psicológica.
Subo al ascensor y casi quiero maldecir cuando me veo en el espejo. Como puedo ordeno mi cabello con mis dedos, saco una toalla de papel para limpiar el sudor de mi frente y hago un puchero ante la mancha en el centro de mi pecho. Mi pobre camisa, mi pobre dignidad.
El ascensor abre sus puertas y trato de caminar serena, fingir que no me importa ir tarde. Mis piernas casi flaquean cuando en uno de los asientos visualizo piernas extendidas mientras está concentrado en su celular.
Repentinamente quiero correr de vuelta al ascensor, pero también quiero correr y obtener un vistazo de él.
Profesional, soy una profesional. Camino con fingida seguridad hasta él y cuando me detengo frente a sus piernas extendidas, alza su vista muy lentamente hasta llegar a mi rostro.
Por un momento sus ojos verdes solo me observan antes de elevar la comisura izquierda de sus labios.
Contengo brevemente la respiración expectante a qué sucederá. Su cabello parece algo rubio claro, las fotos no mienten porque Dexter está buenísimo, no es el mismo chico de buen cuerpo pero no tan trabajado de aquella noche en el bar. Es todo un hombre ¡Y qué hombre!
—Sabía que jodidamente tú ibas a ser mi Elanese.
¿Su Elanese?
Se pone de pie y alzo mi vista porque soy alta, pero me saca unos buenos centímetros en estatura. Su sonrisa crece y un hoyuelo aparece en su mejilla.
Estira su mano y toma la mía para estrecharla.
—Un gusto conocerte, Elanese Anderson. La única Elanese que intuí podía conocer.
—Un gusto, Dexter Jefferson—logro decir y no suelta mi mano.
Holaaaa, no me toca aún estar por aquí, pero me dije ¿Por qué no? Y heme aquí, ahora, no es mi culpa que el capítulo justo quedara ahí.
El hada señala a @Vainela15 espero tener tu usuario bien, espero y esto te saque una sonrisa de la manera en la que seguro lo han hecho tus comentarios conmigo. Infinitas gracias por el apoyo, belleza.
Espero les guste.
Un beso, nos vemos pronto.
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