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La cúspide de la civilización - Parte 3

La cúspide de la civilización - Parte 3 (por Vitina)

Aquí estoy, o mejor dicho, estamos. El sol está cayendo ya sobre Tidew dando lugar lentamente a la noche y me encuentro sentada frente a Pech en un pequeño bar. Me acompañó durante la tarde a recorrer el centro buscando un televisor que se adapte a mis necesidades y mi presupuesto, y luego de finalizar el recorrido decidí invitarlo a tomar algo.

La situación me divierte un poco. Beziel me había advertido que no fuera con él a un bar o algún lugar parecido. En su momento pensé que se debía a que ella estaba interesada en Pech. Pero en verdad resultó ser que él no se sentía para nada cómodo en aquella situación. ¿Le molestaba el lugar, o simplemente era una aversión natural hacia las personas?

-"¿Es la compañía o el lugar?"- pregunté para salir de dudas.

-"Ambas."- era extraño escuchar tanta sinceridad. -"Pero si fuera otro lugar, tal vez ayudaría un poco."- le consulté si conocía un lugar cerca para hablar tranquilos, y sugirió que fuéramos a una plaza cerca de allí.

Parecía ser que se llevaba mejor con los espacios abiertos, aunque se notaba que no era una persona extrovertida. Cuando había dicho que ambas cosas le molestaban anteriormente no lo hizo refiriéndose directo hacia mi persona en específico, sino más bien a cualquier tipo de compañía, eso es lo que pude deducir.

Habremos estado conversando sobre trivialidades un buen rato en la plaza cuando ganando un poco de confianza comentó de forma abierta: -"Definitivamente no eres de Verlei."- me sorprendió. Según yo no había dicho ni hecho nada que llevara a tal pensamiento, y él como si me estuviera leyendo sin problemas comentó: -"Cuando dije que no trabajaba, lo tomaste como algo natural. Alguien de Verlei hubiese pensado que se trataba de una broma, mientras que alguien de Maikut simplemente se hubiese despedido cortésmente, o tal vez no tanto."-

-"He viajado bastante. En realidad conozco algunos países, y que haya alguien que no trabaje no es el fin del mundo."- vi una oportunidad ante mi y no tenía pensado dejarla pasar. -"Incluso en un país con cien por ciento de personas trabajando."-

-"En un país como ese mi situación sería muy extraña."-

-"No necesariamente. Cien por ciento suena bien, aunque en realidad esa no sea la cifra exacta. Tal vez el porcentaje sea noventa y nueve, o un poco más, pero en un lugar donde la imagen parece importar demasiado nadie discutiría unos meros números. ¿O si?"-

Me encontraba frente a una anomalía en un sistema perfecto. Creí que apenas se trataba de eso pero estaba completamente equivocada. Aquella tarde no sólo vería por primera vez detrás del velo de felicidad que cubría a Maikut, sino que descubriría el tremendo daño que puede provocar la mala suerte.

-"Estás equivocada. El gobierno no miente cuando dice que el cien por ciento trabaja."- respondió secamente. -"El asunto es que sólo considera a los trabajadores para esa estadística."-

-"Eso es..."- comenté pero me interrumpí a mí misma cuando vi que me sonrió levemente, y fue él quien completó mis pensamientos:

-"¿Demasiado simple? ¿O quizás tonto?"- su expresión en el rostro cambió mientras decía esas palabras, parecía emocionado en cierta manera. -"No se necesita demasiado esfuerzo para decir lo que las personas de este país quieren escuchar."-

No podía creerlo. Lo escuchaba hablar, asimilaba sus palabras sobre mis vivencias en estos meses y todo encajaba a la perfección. La verdad era que Maikut tenía una alta tasa de desempleo, aunque la mayoría de esa gente vivía en la zona sur de la ciudad, lejos del centro. Aún así no era algo desconocido para el común de la ciudadanía, simplemente no les importaba y mientras el estado continuara diciendo que todo se encontraba bien, estaban felices.

De hecho, todos los transportes que partían de Tidew hacia el resto del país lo hacían con rumbo norte, para de esa manera evitar las zonas empobrecidas de la urbe. Y para un ciudadano sin trabajo, resultaba casi imposible conseguir un empleo normal. El costo de su salario para cualquier empresa o negocio se tornaba demasiado elevado comparado con los inmigrantes, cuyos sueldos eran pagados en parte por la nación.

La República Unida de Maikut no era más que una gran maquinaria basada en un constante engaño. Sin embargo lo más aterrador se trataba que si bien la clase política alimentaba la fantasía, era el propio pueblo quien aún siendo conciente de aquello asentía y confirmaba el rumbo de una ideología que hacia uso y abuso de las personas.

Hasta el propio sistema cambiario trabajaba en pos de ello. El dinero recibía la denominación de kutch y contaba con monedas y billetes, y lo más interesante de todo eran las cantidades en que venían. Había monedas con valor de una, cinco y diez kutchas, mientras que los billetes eran de dos, cinco, diez, veinticinco, cincuenta, cien, y trescientas. El pequeño gran detalle consistía en que la cantidad de monedas de una kutch era muy limitada, por lo que en más de una ocasión el comprador "perdía" ante la falta de cambio. Un trabajador al final del día podía llegar a perder alrededor de cincuenta kutchas con facilidad.

¿Por qué sonreía sutilmente mientras me hablaba? ¿Acaso aquel era un leve signo de felicidad? Lo notaba más suelto en su forma de expresarse. Luego, con el tiempo de conocerlo pude comprender que aquello se debió más que nada a que por fin podía hablar sobre temas que siempre habían estado en su cabeza, y que tenía a su lado una oyente más que interesada.

A medida que lo escuchaba comprendía por qué Beziel lo llamaba un ermitaño. Pech era un hombre que aparentaba tener más de treinta años y con un completo desinterés por lo que transmitía su apariencia, aunque tenía plena conciencia sobre ello. Una honestidad brutal e implacable resultaba ser lo que salía de su boca, esa quizás sería su mayor virtud, o tal vez su peor punto en contra en un país como Maikut.

-"No creo que sea una persona extraordinaria, pero no soy un tonto."- me respondió cuando comenté que había cierta profundidad en sus palabras. -"Imagínate, más de cinco años con demasiado tiempo libre... eso es mucho tiempo para pensar."-

Me contó cómo funcionaba su mente. Él no conocía el futuro pero se basaba en probabilidades para anticiparlo. Literalmente no sabía exactamente qué iba a ocurrir en un determinado momento, pero sí conocía diversas posibilidades. Yo conocía a alguien que pensaba de la misma manera. Si tan sólo Pech hubiese estado en otro país, o nuestro encuentro fuese en otra situación, su destino sería diferente. Indudablemente la mala suerte lo seguía.

-"¿Cuál es el futuro que ves para Maikut?"- pregunté sin vacilar.

-"Tendrá una oportunidad de redimirse. Según mi predicción habrá alguien, un gobernante quizás, que hará su trabajo como debe ser."- pensé que tomaría la pregunta como una broma, pero contestó con sinceridad. -"Creo que la gente verá con claridad la farsa en la que han estado viviendo todo este tiempo. Y cuando ese líder inigualable se vaya, será el momento en que el propio pueblo deberá elegir su camino. Pero será su última oportunidad, si escogen mal será su ruina."-

-"Ser capaz de ver todo eso, debes odiar este mundo, este país, ¿no es así?"-

-"No."- su respuesta fue tajante. -"Lo hice. Lo odié cuando aún trabajaba, pero al poco tiempo de estar sin trabajo dejé de hacerlo. Siento lástima por Maikut."- vio mi cara de asombro y se explayó. -"La cima de la civilización. La gente cree que esto es lo máximo a lo que pueden llegar, gracias a sus eternas mentiras y engaños a sí mismos. En verdad no saben el potencial que poseen si hicieran las cosas bien. En verdad siento lástima por ellos."- ante tal transparencia en sus palabras... yo había decidido contarle parte de mi verdad en respuesta a su honestidad.

-"Soy una espía..."- me miró atentamente ante mi confesión, pero no demostró sorpresa. Sin lugar a dudas esa posibilidad ya estaba en su cabeza. -"O tal vez soy una persona que está interesada en saber dónde va a vivir los siguientes años."- completé la idea sonriéndole. No había mentira alguna en mis palabras. De hecho ambas opciones eran ciertas.

-"Si eres una espía, eres terrible."- comentó siguiendo mi juego. -"Deberías estar en Erste, la capital. Allí suceden las cosas importantes."- miró su dratie, y al ver la hora comentó que ya deberíamos volver al edificio, no era prudente andar tan tarde de noche en la ciudad. Emprendimos el regreso, y retomando su último comentario pensé en voz alta:

-"Erste... la capital. Imagino que será peor que aquí. No, gracias."-

Las revelaciones de aquel día fueron bastante significativas. Mi principal hipótesis hasta ese momento se basaba en que el propio gobierno de Maikut era el responsable de semejante fachada y que sus ciudadanos eran sólo víctimas de aquello. Pero resultó ser que eran cómplices como mínimo y fieles devotos de aquel sistema. Por supuesto, la quinta parte de la población llevaba la peor tajada en este país de fantasía.

Por otro lado no podía evitar sentir tristeza por el propio Pech. Uno podría pensar que su forma de ser y su sinceridad a la hora de hablar lo llevarían lejos, pero eso pudo haber sido en cualquier otro país, no aquí. Tal vez yo misma podría haberlo salvado de su situación, pero nos conocimos en un tiempo inoportuno. La suerte nunca jugó a su favor. Él lo sabía, lo había visto, así también como su propio futuro. Es por esa razón que sus ojos no mostraban la más mínima luz de esperanza en el fondo.

No fue hasta la semana siguiente que pude comprar el televisor finalmente. Por supuesto él se encargó de conectarlo a la red y prepararlo para que pudiera disfrutar de mi nueva adquisición.

-"Felices primeras noticias para tu televisor."- comentó sonriendo cuando lo encendió y justo estaban informaban sobre un problema con trabajadores de la ciudad. -"Si realmente quieres saber cómo funciona la sociedad, entiende primero a los gremios."- dijo al pasar.

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