Sabes a café

Solo un hombre de gustos simples, eso es lo que soy

Y mi felicidad eres tú con ese delicioso sabor

Tus gemidos me enloquecen, tus besos me despiertan

Mi nombre en tus labios es el azúcar que endulce mi café

Ese que bebo en cada beso que recibo o robo de ti.

Sabes a café y no lo ignoras

Eres un adicto a ese oscuro elixir

Y a sabiendas de cuanto me gusta

Acorralándome con tus besos me hiciste adicto a ti.

No veo la hora de estar contigo y beber de ti

Ningún café se compara a tu sabor

Así como nada iguala tu calor

Vivo sediento y con frio por ti

Eres el único hombre que me hace feliz

Sabes a café y adoro eso

...

—¡Phillip noooo! Eso es mío ¿de dónde lo sacaste?... ¿Por qué lo leíste? —vociferó Arthur que acababa de entrar en la habitación, como alma que lleva el diablo—. Es mío devuélvemelo —agregó acercándose al joven hombre y arrebatándole la hoja que este acababa de leer.

—¿Por qué? Es para mí... ¿no? —dijo Phillip con una enorme sonrisa.

—¿Qué?... mmm... no —respondió algo nervioso Arthur mientras Phillip se acercaba cada vez más a él haciéndolo retroceder.

—¡No! ¿Cómo qué no? —Arthur sintió la pared en su espalda y vio como Phillip rápidamente lo acorralaba cerrándole el paso hacia los lados con sus brazos— ¿Creí que el único que te besaba era yo? —agregó el hombre pegando más su cuerpo al de Arthur.

—No seas tonto, claro que eres el único —se apresuró a responder.

—¿Entonces ese poema si es para mí? —preguntó Phillip acercando su rostro al de Arthur.

—Sss... no... no es un poema... es horrible ¿Por qué lo leíste?

—Me encanta, tiene tu nombre por todos lados y tú me encantas —susurró Phillip antes de apoderarse de los labios de Arthur, quien sin dudarlo un momento correspondió a aquel dulce beso—. ¿Así que mis besos saben a café?

—Siempre —respondió Arthur casi sin aire, antes de que un sonriente Phillip volviera a besarlo apretándolo aún más entre la pared y su cuerpo.