Naufragio
El cuerpo me dolía, podía sentir que mi ropa estaba toda húmeda y estaba durmiendo sobre algo... no puede ser... esa textura... no, no...
-Mierda -dije al abrir los ojos y verme sobre arena.
Me puse de pie y di un vistazo alrededor. Estaba en una playa.
-¿Cuándo... cómo es qué...? -murmuré para mí misma y entonces los recuerdos llegaron a mi como un baldazo de agua fría...
Viajábamos en un barco, con ese idiota que se hace llamar mi novio, había una fuerte tormenta, yo corría por la cubierta tratando de alejarme de él, cuando una enorme ola golpeó el barco, empujando a todos los que estaban afuera, hacia el mar y haciendo que el navío se volteara de lado y así comenzara el caos.
-Mierda, mierda, mierda -rumiaba mientras comenzaba a caminar bordeando la playa que no parecía ser muy grande-... todo es culpa de ese idiota de José, de no ser por él estaría tranquila escribiendo en mi casa... pero no estoy aquí, perdida en una isla, donde al parecer no hay nadie -me queje, después de caminar por horas y haber vuelto al sitio de donde salí-... ODIO LA ARENA... MIERDA, MIERDA, MIERDA -grité dejándome caer junto a las sandalias que había tirado en el piso antes que comenzar a caminar.
Cerré con fuerza los ojos y solté un suspiro. Tenía que tranquilizarme y pensar que haría... no soy una persona de vida en la naturaleza, así que definitivamente estaba perdida.
Allí estaba, tirada, lamentándome por mi suerte y despotricando mentalmente, una y otra vez, contra aquel idiota que solo apareció en mi vida para arruinarla, cuando un ruido llamó mi atención. Me incorpore rápidamente y mire hacia donde había escuchado aquel sonido, rugando no encontrarme con nada peligroso, la isla era pequeña así que rápidamente descarte los animales grandes, pero podía haber criaturas más pequeñas... podía haber... no, no, no... serpientes. Comencé a temblar de solo pensar en eso e inconscientemente retrocedí unos pasos, pero inmediatamente me quede helada...
Ante mi estaba la más bella visión que jamás podría haber imaginado. ¿Cómo describirlo? Eso es imposible, jamás me alcanzarían las palabras... así como en este momento no me está alcanzando el aire.
-Respira -susurré para recordarme a mí misma lo que debía hacer.
Él me escuchó y ladeo su cabeza viéndome con algo de... curiosidad.
-Rudka lini -dijo antes de sonreír.
En mi vida había escuchado una voz tan sexy, casi me da un orgasmo y no tengo la más mínima idea de que dijo. Di algo, me ordene mentalmente, pero no podía sacar ningún sonido de mi boca, por lo que finalmente solo le devolví la sonrisa.
-Manuk siri laran dout? -dijo acercándose aún más.
-Ahh como quisiera entenderte -la frase salió de mis labios sin permiso alguno.
Él hombre amplió su sonrisa y antes de que pudiera reaccionar su boca estaba devorando la mía, en el beso más intenso y delicioso de mi vida. Era algo realmente embriagador. Podía sentir su mano derecha en mu nuca, la otra en la cintura, la otra subiendo lentamente por mi muslo y la otra acariciando mi espal... un momento... algo está mal.
Empuje para separarlo de mí, y al bajar la mirada pude ver otro ser que salía desde sus pies y posaba sus manos en mi cuerpo... era una sombra, pero se sentía tan real. Sin entender bien que sucedía volví a centrarme en esos ojos azules, realmente indescriptibles y encontré algo de confusión en ellos.
-Mamun dirfi son... siri lo? -murmuró entornando un poco los ojos.
Sentí un leve escalofrío recorrer mi espalda, acompañado de un cosquilleo que se quedó en mi cuerpo, más específicamente en mi pelvis.
-Ma... sí, que la vida es corta -murmure y sin esperar más me abalance sobre él para volver a besarlo.
El me sujetó y correspondió al beso con la misma intensidad que el primero, volví a sentir sus manos recorriendo mi cuerpo y poco me importo que fueran cuatro.
De repente una corriente fría atravesó todo mi cuerpo y al abrir los ojos, ya no estaba en aquella isla. Él me levanto y sin dejar de besarme me llevo hasta la cama...
Ya no me importo donde estaba, quien era él, que idioma hablaba, ni nada más... sus manos y las de su sombra hacían maravillas en mí. No sabía si había muerto he ido al cielo o el infierno, pero tampoco me importaba... solo me importaba lo que aquel mago de las sombras, MI mago, me estaba haciendo sentir.
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