Estoy en mi casa nuevamente cocinando, tengo que hacerlo pues el freezer está lleno y no cierra, sería una lástima que se desperdicie toda esa carne.

Suena el celular un mensaje de Natalia "Estas en tu casa?" con pocas ganas respondo "si." Quiero mucho a mi amiga, pero desde que conoció a Alberto me vuelve loca, todo el tiempo habla de él y los problemas que tienen, ¿Cómo si yo no lo conociera? Es el maldito dueño de la casa de comidas donde trabajo, un verdadero idiota despreciable. Se casó dos veces y tiene tres hijos, pero ninguno de sus matrimonios funciono ya que él es uno de esos tipos que "no pueden estar atados a una sola persona" si persona, porque no sale solo con mujeres.

—IDIOTA él y Naty también, en verdad cree que se va a casar con ella...

El timbre anuncia que Natalia ya llego. Dibujo una sonrisa en mi rostro mientras caminos esos pocos metros hasta la puerta. La recibo y volvemos a la cocina.

—Vos siempre cocinando, oh empanadas ¿puedo?

—Claro, ¿Qué tal todo?

—Más o menos, no lo sé... estoy muy preocupada Alberto no responde mis llamadas ni mensajes, hace días que no sé nada de él... —bla, bla, bla. Alberto esto, Alberto aquello. ¿Qué no hay nada más en tu vida hermana?

—Yo te advertí como era.

—Si lo sé, pero no sé qué hacer... vos trabajas con él ¿sabes algo?... —suelto un suspiro y pienso "si supieras todo lo que sé... ¡Por todos los cielos! ¿Cuánto puede hablar esta mujer?... Ya fue"

—Bueno si te callas un momento puedo contarte —ella asiente con la cabeza mientras toma otra empanada—. Hace dos días, mientras terminaba de limpiar la cocina del local, llego Alberto...

"Como de costumbre discutimos por los productos, no sé cómo esperas que cocine con la miseria que me trae, pero bueno. Nuestra discusión como siempre era algo que no tenía fin, pero de repente las luces se apagaron...

Ambos nos callamos y el sonido de metal chocando contra metal se escuchó en toda la habitación.

—¿Qué rayos es eso? —susurró Alberto y rápidamente una risa malvada resonó.

No podía ver nada. Sentí que algo se movía muy cerca de mí. El rasgar de un cuchillo sobre la mesada.

—Noelia, esto no es gra... —el sonido de un golpe tapo el resto de la palabra.

Logre ver un leve brillo en el filo de la hoja del cuchillo que callo rápidamente y con fuerza hasta clavarse en aquel inconsciente cuerpo. La sangre salpico el lugar y parte de ella cayó en mi rostro, mis labios se impregnaron de aquel salado y metálico sabor. Un grito escapó de mi garganta mientras la sangre seguía salpicándolo todo pues el cuchillo no había dejado de salir y entrar en el cuerpo sin vida de Alberto."

La mandíbula de Natalia parecía desencajada, no podía cerrar la boca y sus ojos abiertos como platos reflejaban sorpresa y terror.

—¿Te gustaron las empanadas? En verdad no creí que Alberto tuviera tanta grasa...