El día de Luxu y Tikay
—Te has encariñado con esa forma —él se sentó sobre una de aquellas frías rocas y la miro— ¿Que te sucede ahora hijo mío?
—Falta mucho —un gruñido se escuchó en el lugar.
—Tu mejor que nadie lo sabes, las cosas son así —el viento comenzó a soplar nuevamente y un grupo de nubes intentaron cubrir la luna— ¿te vas y me ocultas?
—¡¿Como si pudiera, ustedes siempre están presentes, cuando no eres tú es él?! Siempre allá arriba —agregó levantándose y comenzando a adentrarse en ese alto pastizal.
—¿Por qué te gusta esa forma? Me gusta más cuando eres un ave y puedes acercarte un poco más —él miró de reojo hacia la luna y en su rostro apareció una mueca que cualquiera juraría era una sonrisa.
—Me gusta ser un zorro colorado, el pelaje es abrigado y por su naturaleza no necesito estar en compañía de otros... Ser un ave es una tortura, deberías saberlo.
—Ahhh, mi querido Luxu... el equinoccio no está tan lejos como parece, espera un poco más —las nubes se alejaron completamente de la luna y esta pareció brillar con más fuerza para iluminar al rojo animal que de a poco se perdía entre el alto pastizal.
Los días pasaban entre frío, viento y lluvias. Luxu recorría la inmensidad de la tierra, por momentos era puma, carancho, tapir, pingüino, taruca, guanaco, cóndor, podía ser el animal que él quisiera en el momento que lo quisiera, pero siempre volvía a su forma de zorro colorado. Desde el inicio de todo, era así, vagaba sobre la tierra llevando la lluvia y el frio esperando solo un día, aquel en el que podría volver a encontrarse con su amada Tikay. El único día en el que se les permitía estar juntos.
Finalmente el momento que tanto esperaba se acercaba y su camino volvió a terminar en aquel árbol enorme y antiguo. Se sentó en la roca donde acostumbraba esperar y ya no se movió de aquel lugar. Las horas le parecían eternas, siempre era lo mismo, uno diría que con el tiempo ya se había acostumbrado pero no. El deseo de ver a su amada Tikay era tal que el tiempo se convertía en una tortura.
—Nuevamente aquí Luxu —esa voz como siempre se escuchó dulce y suave, e instantáneamente los ojos del zorro miraron hacia la luna.
—¿Cómo no estar aquí después de tanta espera? Este es el único lugar donde podemos estar juntos ustedes así lo decidieron.
—Lo sé, ¿Cuándo dejaras de decir eso con tanto rencor? Nosotros no decidimos que se enamoraran y sabes bien que esto es lo mejor que pudimos hacer por ustedes, si...
—Ya lo sé si cualquiera de nosotros se queda aquí más del tiempo designado morirá y romperá el equilibrio, un día es todo lo que pudieron darnos.
—Para los seres eternos unas cuantas horas puede que no sean nada, pero si las compartes con el ser al que amas esas pocas horas pueden igualarse a la eternidad.
—¿Por qué siempre haces esto? ¿Por qué intentas llegar a mí?
—Me gusta hablar contigo.
—Ya es tiempo.
Las ramas del árbol comenzaron a llenarse de hojas y un resplandeciente brillo empezó a emanar desde las grietas del tronco, las cuales lentamente comenzaron a abrirse. Luxu bajó de su roca y sin dudarlo se acercó más al árbol, el cual acababa de abrirse y desde su interior apareció su amada primavera, en esa forma casi humana de cabello rojo y piel casi blanca. Esos maravillosos ojos se centraron en él y una sonrisa apareció en su rostro. Aquellas delicadas manos lo rodearon en un abrazo y acariciaron su pelaje.
Tikay era tan cálida como siempre. Luxu sintió que el tiempo se detenía en esa caricia y como tantas otras veces termino dándole la razón a la luna.
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Luxu = Frío en Aymara
Tikay = Florecer en Quechua
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