—No entiendo por que metiste a mamá al geriátrico, si esta bien —dijo Inés, sentada muy cómoda en el sillón, mirando como Maria preparaba la cena.

Maria sentía que su cabeza daba vueltas, todavía se sentía muy mal por todo lo que había vivido ese día... sobre todo por todos los recuerdos que habían vuelto a ella esa tarde mientras veía a su madre hablando con Inés como si nunca se hubiera ido. Recordó que siempre había sido infeliz cuando ella estaba allí, como sufrieron sus padres cuando se fue y como comenzaron a vigilarla y exigirle más todo el tiempo... recordó que nunca, nada de lo que hacia era suficiente... y ahora ella estaba ahí tratándola como a una villana.

—Ya te lo dije, ella no estaba bien, estaba cada día más perdida y se me hacia muy difícil seguir teniéndola aquí...

—¿Por que no contrastaste a alguien para que te ayudara a cuidarla? —dijo Inés como si nada tomando un trago de su copa de vino.

—Quizás tu puedas pagar eso, pero yo no —exclamó Maria acercándose a su hermana con una copa de vino en una mano y un cuchillo en la otra.

—Por favor no te hagas, con lo pagas el geriátrico bien podrías pagar una mujer que te ayude... la verdad que, que poco haces por la mujer que te dio todo...

La rabia había ido creciendo poco a poco en el interior de Maria y esas palabras fueron la chispa que la hizo explotar...

Maria se vio ciega y sorda por un momento, solo veía rojo y escuchaba un incesante pitido que la enloquecía, sentía su cuerpo húmedo y estaba realmente agitada. Soltó un grito de frustración que estaba conteniendo desde hacia mucho y luego de un momento dejo de escuchar aquel pitido y su vista comenzó a aclararse... pero el rojo seguía allí...

Estaba sobre el sillón, sentada sobre el cuerpo sin vida y sangrante de Inés. El cuchillo seguía clavado en el pecho de su hermana y el tallo de su copa seguía incrustado en la yugular.

Maria no pudo evitar sonreír ante esa escena y sin demora tomó las botellas de wisky y tequila y las roció sobre el cuerpo...