Capítulo 28
╔══════❀・°・❀══════╗
Me encontraba con cierto chico de ojos avellana en un lugar desconocido —y de cierta forma borroso—, caminábamos entre risas y pequeños empujones juguetones. No parábamos de hablar, no sé exactamente sobre qué, pero nos veíamos... felices, sin ninguna preocupación. No dejo de lado las cosas extrañas que pasaban a mi alrededor, como autos rosados flotando que también se encontraban borrosos, —pero eran distinguibles—, o la rara especie (un animal que nunca había visto, en realidad) correteando a nuestro lado. Por supuesto todo lo anterior no me hacía apartar la vista del chico a mi lado, no había nada que podía romper la burbuja en la que estábamos, en una beatitud. Todo parecía perfecto.
Hasta que ellos llegaron.
¿Ellos? ¿De quién hablo? Ni yo misma lo sé porque empiezo a sentir toques en mi hombro, eso hace que, poco a poco, la imagen de Ryan se disuelva y sea reemplazada por... Max.
—Que bueno que despertaste —dice ajustando sus bolsos.
Miro confundida mi alrededor, ¿dónde estoy? Si estaba hace unos momentos con..., oh, era un sueño, pero ¿de qué trataba? Acabo de olvidarlo.
—Sí —murmuro, le hecho un vistazo a mis costados, las cajas ya no están—. Llegamos?
Hace una mueca.
—No exactamente. —Me extiende una mano para ayudarme a ponerme de pie, no quiero levantarme, este asiento se hizo cómodo con el pasar del viaje. Él decide tomarme del brazo y jalarme de golpe haciendo que me mareé, extiende mi pesada mochila para que la coja—. Los señores que se dirigen a la ciudad de Nueva York tienen que hacer unas cuantas cosas que hacer aquí, en Siracusa*.
—¿Estamos varados? —inquiero con la mochila en mis hombros.
—No, tranquila, en realidad, tuvimos suerte de que se detuvieran aquí ya que hubo un cambio de planes. —Frunzo el ceño, así que decide señalar su teléfono—. El jefe me mandó un mensaje, tenemos que hacer unas cuantas cosas antes de partir hacia otra entrega.
—¿Entonces no iremos a la otra ciudad?
—Parece que, de momento, no.
—Max, estoy confundida.
—Ya lo entenderás en el camino.
Descendemos de la avioneta, yo con el cuerpo quejándose de no encontrar la calidez que alberga la ciudad de San Diego y Max no importándole absolutamente nada más que dirigirse a los hombres que estaban hace cinco horas fuera del transporte conversando, todo para hacerle un par de preguntas.
Después de estirar las piernas y preguntar si estarían aquí hasta que se oculte el sol, salimos del aparcamiento de los aviones ante su respuesta afirmativa. A paso apresurado nos dirigimos a un joven que nos dirige al aeropuerto mediante un carrito. Mi acompañante le pide indicaciones para ubicar un establecimiento donde alquilen autos y, para nuestra suerte, hay uno en el aeropuerto.
Al caminar (y correr) siento mis piernas cansadas, necesito tomar asiento en algún lugar o me derrumbaré en el suelo. No suelto ninguna queja ya que el chico a mi lado parece bastante concentrado en encontrar dicho lugar y no quiero interrumpirlo.
Cuando parezco a punto de descansar en el piso, Max entra a una tienda medianamente grande cerca del estacionamiento, así que lo sigo mientras mis ojos buscan rápidamente en el interior un sillón para no tener un entumecimiento en mis extremidades.
En los demás minutos (que sinceramente, parecen horas), no presto atención a todos los trámites que hace el de cabello castaño oscuro, solo observo con notable curiosidad cada cuadro, maceta, persona, vitrinas, entre otras cosas, de la habitación mientras balanceo mis piernas de un lugar a otro, como si fuera una niña pequeña esperando a su padre.
—Pensaba que no querías gastar dinero —digo levantándome al ver su seña. Ambos caminamos a una distancia considerable del encargado de la tienda que nos guía hacia la parte trasera del establecimiento.
—Sí, estoy siendo contradictorio, pero tal vez usemos esto para... otras cosas.
—¿Qué quieres decir?
—Vas a gritar.
—Claro que no.
—Joven —habla el señor, interrumpiéndonos—, aquí está.
Ellos hablan un poco sobre el vehículo y sus funcionamientos, en poco tiempo Max me indica que suba a... la minivan de color gris metálico.
¿Minivan?
Subo al asiento del copiloto sin rechistar, Max agradece al vendedor y luego salimos por el estacionamiento como un mismo rayo, avanzado por las calles desconocidas para mí.
—Max, ¿por qué estamos en una minivan? —Él se concentra en las calles en vez de mi pregunta—. ¿Max, a dónde vamos?
Sigue sin responderme, mirando hacia todas partes. Parece... nervioso, y su nerviosismo me causa nervios a mí.
Max ya es mayor de edad, sí, tiene licencia de conducir y todo, pero, ¿alquilar un auto? ¿Eso se puede?
—Pensé que tenías que ser mayor de veinticinco años para alquilar uno de estos. —Señalo mi entorno.
No me responde.
Nos detenemos en un semáforo, aprovecha para sacar su celular y entregármelo de un tiro. Si no hubiera sido ágil, su móvil hubiera salido volando por la ventanilla y hecho pedazos en el suelo.
—Revisa los mensajes —demanda—, díctame la dirección que dice.
—¿Max, qué hiciste?
—Tal vez pagué una tarifa más alta de lo normal que del servicio adicional de conductor menor —contesta rápidamente que apenas le entendí—, pero eso no es el asunto.
—¿Qué quieres decir? —No le da tiempo de responder cuando le vuelvo a atacar de preguntas sobre ese tema—: ¿Con tu edad no puedes alquilar? ¿Cuánto le pagaste?
—No voy a especificar.
—¡Max! ¿Lo sobornaste?
—¡No! —exclama—. Bueno, tal vez, no lo sé, no creo que lo que hice sea eso. —Vuelve a conducir—. Solo le entregué más dinero de lo normal, soy mayor de edad de todos modos, no habrán problemas.
—Ofrecer dinero u objetos de valor a una persona para conseguir un beneficio o favor, Max, mi amigo, ¡eso es sobornar! ¡Por supuesto que habrán problemas! Si hay un mínimo de edad para alquilar es por algo, y si se desobedece, es ilegal.
—¿Sabes que lo que hacemos ya de por sí es ilegal? —murmura. Sé a lo que se refiere, al rollo de la red de narcotráfico, no quiero que ahondemos en el tema—. ¿Podrías hacer lo que te dije en un principio?
No replico y con mi mano temblorosa y los nervios a flor de piel porque el chico no me da ninguna respuesta tranquilizadora, leo el mensaje de Ryan. ¿Ryan?
—¿Qué está sucediendo? —Sigue sin responderme—. ¡Max!
—¡Dios! —Se sobresalta perdiendo solo un poco, muy poco, el control—. No me grites o... rasguñes, Summer, harás que choquemos y no compré ningún paquete que reponga las fallas del auto.
—¿Qué está sucediendo? —repito la pregunta—. ¿Qué es esta dirección que te mandó Dane?
Silencio, y eso me hace tener más nervios, me siento ansiosa, creo que...
—Vamos a verlos —contesta, al fin.
Y eso me hace sentir tranquila.
—¿En serio? —Me dirige una pequeña sonrisa mientras asiente antes de volver la vista a las calles—. ¿Por qué el nerviosismo entonces? Estas son buenas noticias, nos encontraremos con ellos y no tendremos que hacer todo el trabajo.
—El problema es que... —Suspira—. Lo hablamos después, no es el momento.
Asiento, con las preguntas carcomiéndome la cabeza esta vez.
Obedezco a su primera petición: dictarle la dirección. Mi amigo retoma el camino y recorre muchas avenidas para darnos el encuentro con los demás.
Siracusa, a pesar de no ser una ciudad que conozca como San Diego o Boston, puedo decir que las calles se me hacen conocidas, y no es porque haya estado aquí anteriormente, sino que, a mi parecer, son casi iguales a de las ciudades donde he vivido. La única diferencia que puedo encontrar es la temperatura en el ambiente, San Diego tiene temperaturas cálidas incluso en invierno, y las de Boston o de la actual Siracusa son más variadas, pero como nos acercamos a Diciembre, el frío se hace notar, puede nevar en cualquier momento.
Oh, diablos, espero que en mi estado de histeria de ayer haya empacado un par de abrigos, sino estoy frita, o, más bien, congelada.
Aparcamos en un gran parque que es como cualquier otro: árboles por aquí y por allá, muchas zonas de césped y, como nos encontramos en el exterior, hay más personas.
Esperamos, esperamos y esperamos. Los nervios vuelven a mí porque no veo ningún rastro de los chicos y los pensamientos de que hacemos algo ilegal con el auto llegan a mí.
Hasta que siento unos pequeños toques a mi derecha.
Una cara conocida se hace presente frente a mí envuelto en un gran abrigo, el cielo es invadido por enormes nubes de color gris, pero no es una señal de lluvia, sino de frío, así que entiendo su vestimenta. Quiero que se quite esas gafas de sol —que es realmente ilógico tenerlas cuando no hay ningún rayo de luz—, quiero ver sus lindos ojos.
Abro la puerta de mi costado haciendo que Ryan se recueste en ella.
—¿S-Summer? —carraspea bajando solo un poco los lentes, dejándolo colgar en el tabique de su nariz—, pensé que no estarías aquí. ¿No se supone que estarías en California?
—Se lo he dicho un millón de veces —interviene Max desde el lado del conductor—, pero ha negado querer quedarse allá.
El de ojos avellana frunce el ceño hacia mí, encojo mis hombros y le regalo una sonrisa inocente.
—¿Perdón? Es decir, ya sabes... —Aclaro mi garganta—. Uhm, tuve unos problemas.
—¿Más de los que ya tienes?
Entrecierro los ojos hacia él, ¿qué insinúa, que soy problemática? Él ríe ante mi gesto, haciendo que sienta cosquillas en mi estómago y toso para acabar con esa sensación, pero Skyler realiza lo restante del trabajo, ya que nos interrumpe ubicándose a la puerta deslizable a un costado del asiento del copiloto
—Tengo que romper este bello momento —resalta las últimas palabras con algo de... falsedad—, pero tenemos que hacer cosas más importantes.
Dicho esto, se sube al auto deslizando la puerta de atrás. Ryan me señala donde ella. ¿Quiere que vaya allí? ¿Quiere decir, allí con él? Jayden se planta frente a nosotros y, sin ninguna razón aparente, mi cerebro manda señales a mis piernas a que salga de allí para cambiarme de lugar y así estar junto al chico de ojos avellana.
Ryan me da el pase primero, haciendo que quede junto a la ventana. Cierra la puerta deslizable y se sienta al lado de esta, dejando un espacio en el centro que nos separa pero, a pesar de la distancia, hace que mi mente juegue conmigo y piense que se encuentra pegado a centímetros míos, haciendo que me ponga nerviosa. Para disimular el estremecimiento en mi piel cuando siento movimiento a mi costado, me fijo en los demás. Max y Jayden no perdieron tiempo en cambiarse de asientos, frunzo el ceño al ver a Jayden tomando el volante y pisar el acelerador para dirigirnos a una zona desconocida, creí que él se posó frente a mí en el asiento de acompañante para que pueda sentarse donde yo, pero Max parece estar muy cómodo donde estaba anteriormente. Volteo mi cabeza disimuladamente hacia atrás observando cómo Skyler utiliza los últimos tres asientos traseros como si fuera una cama, así que apoya su espalda contra una pared del coche y lo demás queda en los cojines negros, parece ignorarnos a todos. Más atrás visualizo absolutamente muchas mochilas y bolsos, son nuestras cosas.
—¿A dónde vamos? —inquiero asomándome por donde Max, que parece ver sus ojos en los espejos laterales.
—¿Ah?
—¿A dónde vamos? —repito.
—Oh —voltea hacia Jayden como si quisiera su opinión, él se limita a encogerse de hombros.
¿Qué? ¿Eso qué significa? ¿Qué no sabe a dónde ir o solo no quiere decirme?
Mis hombros caen al no obtener más respuestas y me recuesto en el respaldo del asiento. Volteo hacia Ryan, está muy callado, con la vista fija a la nada. Pensé que me daría la gritada de mi vida por estar aquí o... ahora está decepcionado de mi decisión y por esa razón está así.
—¿Por qué los lentes de sol? —inquiero hacia el chico a mi lado, haciendo un intento de romper el hielo. Hace una mueca mirando el cielo gris—. ¿Dane?
—Hay algunas cosas que sucedieron en los viajes —murmura.
—¿Qué? ¿Qué sucedió? —inquiero. Siento las miradas de Max y Jayden a través del espejo retrovisor y Skyler por mi espalda.
—N-Nada.
No puede decirme eso cuando hace unos momentos prácticamente dijo que algo pasó.
—Sí hubo algo —afirmo.
—Solo, solo... no quiero que te asustes —murmura.
—Estás haciendo todo lo contrario ahora. —Musita una maldición—. ¿D-Dane? Estoy asustada, ¿no puedes simplemente...?
Me callo al ver que se saca esos lentes por completo para poder apreciar sus preciosos ojos avellana, pero estos lo acompañan de algo peculiar.
Y sí, estoy asustada más que antes.
—¡¿Q-Qué te pasó?! —exclamo acercándome a él, haciendo que una pequeña parte de mi espalda truene, es conocida como un conejo, pero no me importa el pequeño dolor que viene después.
La piel debajo de su ojo izquierdo se encuentra de un feo color morado y verde, parece que fue hecho desde hace días porque parece permanece en un estado de recuperación, ¿cómo no noté esto en la videollamada que tuvimos? No quiero ni imaginar cómo estuvo en un principio, eso solo hace asustarme y... enojarme.
—Ryan, ¡¿qué demonios?! —Tomo su rostro entre mis manos, observando más de cerca. Hago una mueca, está feo, no me gusta el pequeño color amarillento que va tomando. ¿A caso no lo curaron donde sea que estaban para que sane más rápido? Los pequeños rasguños que se encuentran en las esquinas de sus ojos no parecen cicatrizar en un día, pero hay un pequeño alivio residiendo en mi interior al pensar que pudo haber sido peor.
Siento el auto detenerse de forma abrupta, haciendo que me retuerza hacia adelante, acercando mi rostro al del chico, pero como esto no es una película, no chocamos los labios, sino las frentes. Me separo por instinto sintiendo mucho dolor, creo que mi cerebro acaba de moverse con tan fuerte golpe.
Parezco ser la única quejándome, no hay ruido, murmullos o susurros a mi alrededor, no hay nada. Los observo dejando mi inquietud de lado, notando que me miran confundidos, todos excepto Ryan, que tiene la mirada gacha pero distingo sus pómulos sonrosados.
¿Qué hice ahora?
—¿Ryan? —inquiere Skyler hacia a mí.
Oh, eso.
Maldición.
—D-Dane, ¡dije Dane! —Río nerviosa, mis dedos encuentran mi brazalete en mi muñeca—. ¿Quién es Ryan? Creo que lo confundí con un compañero de la escuela. —Sé que ellos no me creen porque siguen viéndome. Suspiro y murmuro—: Perdón, Ryan...
Niega con la cabeza aún con ese característico color en sus mejillas.
Le doy un pequeño vistazo a la ventana, creo que ocasionamos tránsito gracias a estacionarnos a mitad de la pista. Jayden se mantiene con la vista al frente, ignorando por completo el sonido de los claxon del exterior.
No me da nervios que ellos sepan que sé sobre —por así decirlo— el verdadero nombre del chico de ojos avellana. Después de todo, ellos no son nadie para mandar a Ryan sobre a quién decirle sobre su identidad. Lo que sí me da nervios es que Ryan piense que lo he hecho apropósito, o no sé guardar un secreto, o que soy una charlatana, o que... Olvídenlo, estoy sonando exagerada y... no sé por qué actúo así.
De repente, Jayden se retuerce y por unos segundos pienso que algo atenta contra su salud, pero no, todo lo contrario, suelta una gran carcajada tomándonos por sorpresa. ¿Por qué se está riendo?
Max parece tomar bien su gesto, así que ríe junto a él pero con menor intensidad; eso no me sorprende, ese chico siempre es risas y risas.
Pero sigo con esa duda, ¿por qué se ríen, dije algo gracioso? A menos que tenga un mal sentido del humor para no entender nada.
—¿Qué les sucede, idiotas? —inquiere Skyler en la misma situación que yo.
—E-Es que... que —Jayden suelta otra carcajada—. ¡Lo nombró por su primer nombre y es gracioso!
Frunzo el ceño, ¿gracioso? Claro que no lo es. ¿De qué habla este chico?
O que Ryan piense que lo hice solo para burlarme de él.
Claro, por eso siempre prefiere Dane, porque con la sola mención de su primer nombre las carcajadas llegan a sus oídos. Pensaba que eso solo sucedía con su padre, no con sus amigos. Creí que cuando Madison dijo que usaban su primer nombre para molestarlo, en realidad eran pequeñeces que no hacían sentir mal a nadie, pero parece todo lo contrario.
Una cosa es reírse de alguien y otra es reírse junto a alguien.
Ese par de idiotas no parecen notar ello, pero no los culpo, quiero decir, a veces hacemos cosas mínimas para nosotros, pero que para otras en realidad son muy grandes y, de cierta forma, hacen que se molesten o incomoden. Max y Jayden no se dan cuenta que hacen un pequeño daño a su amigo.
Sé que no se burlan de él con intención, a millas se nota que estos tres son muy unidos por su forma de comportarse el uno con el otro, con tanta familiaridad y aprecio. Además, Ryan no es la persona más comunicativa como para dejarles en claro lo inconforme que se siente al escuchar las risas a causa de su nombre.
Observo a Ryan bajar la mirada, se siente avergonzado.
—¿Podrían parar? —inquiero sin evitar ocultar mi pequeña molestia.
Jayden no parece hacerme caso, eso hace que me irrite. Max sí me obedece y se detiene poco a poco. Con una sonrisa y un suspiro, él le golpea haciendo que el de cabello castaño claro acabe con sus risas.
—¿Te lo dijo? —Max se refiere a Ryan, como si no estuviera a centímetros de mí.
Me quedo callada porque sí, metí la pata, y mucho más cuando inventé una mentira muy mala.
—¿Alguien me explica? —pregunta la rubia.
—Skyblue, —Jayden suelta una risita—. nuestro Dane, también se llama Ryan...
Y vuelven las carcajadas.
Nunca había odiado tanto a una persona, ¿por qué me siento así? Sé que ese par no lo hace apropósito, pero no puedo evitar que mi sangre hierva de solo escucharlos reírse.
Contrólate, Summer.
—No le encuentro la gracia —responde la ojiverde.
—¡¿Cómo no Skyblue?! —replica—. Es... es... ¡Ryan!
Otra vez las carcajadas.
Como quisiera botarlo del auto y que... ¡Basta con esos pensamientos tan crueles!
No sé cómo lo hace Skyler, pero me aparto al sentirla atravesar los asientos para jalar con fuerza el cabello del conductor.
—¡Auch, auch, auch, suéltame! —Pero ella hace todo lo contrario—. ¡Skyler, suéltame, mi cabello, me duele, ay!
—Solo deja de reírte, eres molesto.
—¡Está bien, está bien! —La rubia, dudando, obedece.
—Que agresiva... —murmura Max.
Ella hace ademán de hacer lo mismo que con su amigo y él se hace hacia atrás poniendo sus manos sobre su cabeza con miedo.
—¿Podemos volver al tema principal en vez de hablar de tonterías y perder el tiempo? —Le agradezco internamente, no hubiera mantenido la calma si Jayden seguía burlándose de un tema sin sentido.
Ryan acomoda sus lentes haciendo que la fea mancha de color morado se oculte debajo de las lunas negras. No me gusta que esté así, y menos dejar pasar ese golpe, quiero saber qué le sucedió. Y ahora no puedo reconfortarlo porque no es el mejor lugar, además no quiero que se sienta más incómodo, prefiero que calme toda esa aura de angustia y hablar con tranquilidad después.
—¿A dónde vamos? —pregunto no sacando el tema ni del nombre o el feo ojo de Ryan (aunque quisiera).
—Iremos a Groversville* en Fulton. —No conozco cada lugar de Nueva York, así que no sé de lo que habla Jayden.
—Tranquila, conocemos el lugar. —Ryan habla cerca de mí, regalándome una pequeña sonrisa de boca cerrada. Parece haber dejado su incomodidad de lado, no me convence mucho, pero al menos lo acepto.
—¿Qué haremos ahí?
—Parece que cierto señor de la entrega cambió de ubicación de Nueva York a Groversville —informa Max—. La entrega se realizará ahí, solo tenemos que encontrarlo en algún lugar de la ciudad.
—Es una ciudad —recalco. Encontrarlo será difícil.
—Es una pequeña, pero no tendríamos que buscar si respondiera los mensajes. —Le da un vistazo a su teléfono—. Y parece no querer hacerlo y jugar a las escondidas como con este amigo tuyo en la escuela.
Hago una mueca, también debo hablar de ese tema con ellos, parece que no solo fue una simple broma.
—Espero que esta vez sea sencillo. —Me acomodo en el asiento—. ¿Este viaje será largo?
—Al menos dos horas —responde el chico a mi lado.
Asiento con la cabeza. Me acomodo lo más que puedo en el asiento sin tratar de ocupar todo el espacio para no incomodar a mi acompañante. Poco a poco voy cerrando los ojos, viendo el sol descender y sintiendo mi estómago gruñir por el hambre. Hace más de seis horas que no he probado un bocado y no quiero ser pesada pidiendo el almuerzo, así que al menos la pequeña siesta que tomaré me ayudará a calmar al monstruo de mi estómago.
Al abrir los ojos, soy consciente de que seguimos en la carretera, el sonido del motor junto a las llantas colisionando junto al suelo llega fácilmente hasta mis oídos, el silencio que alberga en el auto me lo hace más fácil. ¿Todos ellos se han mantenido así desde que dormí o qué? Mi boca suelta un último bostezo antes de decidir quedarme despierta.
Pero eso no es el único motivo por el cual me quedo despierta.
Siento el contacto de algo con mi mano derecha. No, no es el compacto asiento pero a la vez cómodo debajo de mí, no es algún insecto que se coló entre los cojines, sé que es algo más cálido que manda una fuerte pero agradable corriente eléctrica hasta mi estómago.
Y no, no es el hambre.
Bajo la vista a mi extremidad y que grata sorpresa encontrarme no solo una parte de mi cuerpo, sino también la de cierto chico de ojos avellana. Nuestros nudillos se rozan, podría decirse que están a cierto punto de estar ligeramente entrelazados. ¿Cómo llegamos a estar tan juntos que nuestras manos casi son una sola?
Ryan permanece mirando por la ventana de su lado, con un codo apoyado cerca de la ventanilla y el mentón en su palma derecha. Parece ignorar todo lo que pasa aquí abajo.
¿Qué pasaría si me despegara de él? Se daría cuenta que he despertado y lo volvería incómodo. ¿Qué pasaría si me juntara más a él? Ocurriría lo mismo. ¿Qué pasaría si simplemente no haría nada? Alguno de los otros tres presentes serían conscientes de la situación.
Dios, ¿por qué es tan complicado hacer una simple acción cerca de él?
Empiezo poco a poco a sudar, es asqueroso, lo sé, pero no puedo evitarlo. Estoy nerviosa. ¿Qué hago en estas situaciones? Nunca he estado en una parecida desde que tengo memoria.
Piensa, Summer, piensa...
—Ya casi llegamos —anuncia Jayden haciendo que me sobresalte, pero aprovecho mi repentino movimiento y la atención que recae sobre él para retirar mi mano, así disimulo que acabo de levantarme y no me he dado cuenta de absolutamente nada.
Miro de reojo a Ryan y parece no notar nada. Suelto un pequeño suspiro. Que bueno, no sabía que hacer ante todo esto. Me estiro para hacer más creíble mi mentira de "recién despertada de un largo sueño" y bostezo.
—¿Cuánto falta? —inquiero—. ¿Hacia dónde vamos?
—Diez minutos, buscamos un bar —informa Max.
—¿Qué haremos allí?
—Pediremos información.
No vuelvo a preguntar ya que siento mi estómago rugir. Maldición, dormir no ayudó de mucho. Al menos espero que en el bar aparte de vender bebidas alcohólicas, vendan al menos unas frituras.
Ignoro a mi estómago por el momento y observo las calles siendo poco a poco acogidas por el gran e infinito manto negro. Los faroles se encienden para dar visibilidad a esos rincones que parecen peligrosos. Groversville no tiene para nada pinta como San Diego, Boston o Sicarusa, no presenta edificios cada dos por tres o tiendas en cada esquina, aquí hay casas de máximo dos pisos, a una distancia considerable de sus vecinos a las afueras, pero al acercarnos más al centro del pueblo, se puede notar un aumento de viviendas. Predominan más áreas verdes que edificaciones y parece que al menos la mayoría de los pobladores aquí deben conocerse.
Después de un par de vueltas por las calles en un sorprendente silencio para mí, llegamos al dichoso bar. Es como uno cualquiera, un simple establecimiento con las puertas abiertas de par en par. Desde el coche, puedo observar una buena cantidad de clientes disfrutando de sus bebidas.
Jayden voltea hacia nosotros y alza las llaves del auto.
—¿Quién se queda a cuidar?
Nadie responde..
—Gracias por tu ofrecimiento, Skyblue, eres taaan amable.
—¿Qué? —inquiere ella con cierta molestia.
—Atrapa. —Me hago a un lado con rapidez al ver que lanza las llaves hacia los asientos traseros—. Lo hiciste muy bien rubia.
—¡Idiota! Yo no acepté nada.
—Lo sé, soy el mejor, adiós. —Dicho esto, sale del auto como una bala, Max lo sigue al igual que Ryan, escuchando gruñir y maldecir hacia el chico de cabello castaño claro.
Podría quedarme junto a ella, poder hablar sobre el último inconveniente que tuvimos antes de que ella parta hacia Alaska; pero no sé si resultará incómodo, es decir, ella no ha mostrado rastros de molestia conmigo o inconformismo, Skyler se ha comportado como... Skyler. Se ha comportado normal, ella siempre es así.
No puedo seguir pensando, debo elegir. La curiosidad me llama a saber qué preguntaran los chicos dentro del local (y debo que admitir que el hambre también lo hace), pero a la vez puedo estar con mi amiga y hablar sobre todo lo que ha pasado estos últimos días y aclararme de más dudas.
Pero, sé que el trío, que ahora se encuentra en camino al bar, terminarán rápido su ronda de preguntas a quien sea que esté adentro y número uno, no quiero que nos interrumpan por si ambas nos adentramos a una conversación profunda sobre la vida o algo parecido, y dos, si intervienen a mitad de que ella me aclare ciertas cosas, no soportaría ni un solo minuto en no tener las respuestas en mi cabeza.
Así que, con el corazón en la mano (y el estómago), salgo del auto a tiempo al ver a los chicos adentrándose al local en fila india, siendo Ryan el último de esta, por lo que no lo pierdo de vista y lo agradezco, ya que así no podré perderme si el interior es enorme.
Sigo sus pasos y, al final, camino al lado del de ojos avellana. Miro cada rincón de mi entorno analizando si este lugar es o no de mala muerte, y no, no lo parece. Presenta un toque rústico, con las bajas luces de un color entre rojo y naranja llenando la habitación, mesas de madera con sillones pegados a las paredes, un taburete con camareros detrás de estas listos para anotar cada pedido, y no olvidar a los pocos comensales aquí, felices por comer y beber lo que se les antoje. Me parece un lugar agradable para pasar la noche con tus amigos y conversar sobre cualquier tema.
Veo a Jayden y Max detenerse frente a la barra y conversar con uno de los señores que atienden aquí. Hago el ademán de caminar hacia ellos, pero, al no sentir movimiento junto a mí, me detengo. ¿Por qué Ryan está parado a mitad de este bar y va junto a ese par?
—¿No vienes? —inquiero. Niega con la cabeza metiendo sus manos en los bolsillos de su gran abrigo—. ¿Por qué?
Ahora mi curiosidad que se encontraba en el interrogatorio que harán Jayden y Max, pasa a este chico.
—No creo que sea de mucha ayuda.
—¿Por qué?
—Jayden y Max conocen este pueblo mejor que yo.
—¿Por qué?
Aprieta los labios, contrayendo su cara ligeramente, quiere reír pero lo aguanta. ¿Por qué? ¿He dicho algo gracioso, acaso?
—¿Qué sucede? —pregunto.
—N-Nada, nada. —Veo sus mejillas sonrojarse, ¿o son las luces? Después de todo, ese es el tono que tiene este lugar. Lo veo suspirar—. Ellos dos han estado aquí antes, Max proviene de este estado y conoce este pueblo gracias a su abuelo. Jayden, por otro lado, solo estuvo de casualidad por aquí hace un buen tiempo.
—¿Y tú?
—¿Yo qué?
—¿Has visitado alguna vez Nueva York? Me refiero al estado —aclaro—, bueno... también la ciudad.
Niega con la cabeza.
—No tengo mucha memoria de haber visitado otros lugares, creo que siempre he permanecido en California.
Observo una pareja detrás de él salir de su mesa con las manos entrelazadas, solo tomaron un par de bebidas en lata, así que dejaron la mesa prácticamente intacta. Le hago una seña con mi cabeza a mi acompañante para que así me siga, ambos nos acercamos y aplastamos los asientos.
Apoyo mis antebrazos contra la mesa y jugueteo ligeramente con mi brazalete.
—Así que esta sería la primera vez que viajas.
—¿Ah? —Alza la vista de sus manos.
—Quiero decir que sales por primera vez de California, has estado en Alaska, en Canadá y ahora Nueva York; luego serán muchos más.
—Si es que no recuerdo haber viajado antes.
—Claro —río levemente—, si no recuerdas eso.
Noto a una chica pelirroja con un pequeño bloc de notas acercándose directamente hacia nosotros. A simple vista, no parecer ser más alta que yo; lleva unos jeans azules y una camiseta holgada de color rojo con una placa incrustada en la parte superior izquierda con su nombre.
—¿Desean ordenar algo?
Con esa simple pregunta nos damos cuenta de que ella trabaja en este lugar.
Es una camarera.
Al aparecer esa palabra en mi mente, mi estómago me exige comida, así que, en protesta, gruñe y, maldición, estoy tan avergonzada porque sé que Ryan me ha escuchado ya que ha volteado a mirarme.
—Ehm —murmura. Nuestras miradas conectan, sigo odiando esos lentes de sol—. ¿Quieres pedir algo?
Asiento desviando la mirada, sí, estoy avergonzada, rayos. Espero que las luces oculten el color actual de mis mejillas.
Él se dirige a la chica y consulta lo que tienen. Lamentablemente, estuve equivocada con este lugar. Estaba tan esperanzada de que sirvieran algo más aparte de bebidas, pero fue todo lo contrario. Lo único comestible en el menú son ensaladas, pero no me quejo al ver a Ryan pedir lo que hay. Sabe que me muero de hambre y peor es nada.
—Perdón, no he probado un solo bocado de comida desde la mañana y mi estómago ha empezando a doler por ello.
—No hay problema.
Unos minutos en silencio, decido sacar a flote cierto tema.
—¿Qué fue lo que sucedió en sus viajes? —inquiero. No seré directa, no quiero tratar de incomodarlo otra vez por sacar a flote el tema de su ojo. Pero sí puedo sacar algunas respuestas de lo antes a ello.
—Mmm. —Juguetea con el vaso con agua que le dio la camarera antes de ir por nuestros pedidos—. Fuimos a Alaska, hacía mucho frío para aún no ser Diciembre. Además presenciamos una noche polar* y fue... fantástico.
Una sonrisa se forma en mi rostro, estoy feliz de que se la haya pasado bien antes de lo sucedido con su ojo... y no quiero pensar ahora en eso, no debería frustrarme cuando sus ojos (de lo poco que logro visualizar detrás de sus gafas) ahora brillan como estrellas de solo imaginar el día del fenómeno.
—Entregamos el paquete con normalidad, no hubo ningún contratiempo. Luego nos dirigimos directamente a Canadá.
Silencio.
—¿Y qué sucedió? —pregunto.
—N-Nada en especial.
Frunzo el ceño, por supuesto que pasó algo, él mismo lo insinuó en el auto hace unas horas. Es muy tarde para convencerme de que sus palabras no salgan de mi cabeza.
—¿Cómo cruzaron la frontera de Estados Unidos a Canadá? ¿En qué se transportaron? ¿Cómo estuvo la casa del abuelo de Skyler?
Parpadea hacia mí, sorprendido ante mi repentino ataque de preguntas. Es algo que no pude controlar.
—Todo fue gracias a Jayden —responde—; nos transportamos de Alaska a Toronto en una avioneta, de Toronto al extremo de Nueva York en barco y de ahí a Siracusa en un autobús, la casa fue acogedora.
—Debió ser divertido.
—¿Divertido?
—El viaje, ¿no lo fue acaso?
Encoge los hombros fijando su vista en un punto vacío detrás mí.
—No lo sé.
—Oh.
—E-Es decir, —Se retracta. Rasca su nuca con cierto nerviosismo—. sí, fue divertido, pero no sé cómo les pareció a Jayden y Skyler. La mayor parte del tiempo estuvieron... peleando.
—Sinceramente, no me sorprende.
Ríe levemente.
—Sí, creo que no debería preocuparme por ello.
Miro detrás de él a la camarera que nos atendió hace unos momentos con dos platos de ensalada. ¿En serio demoró mucho por esos minúsculos platos?
La chica los ubica sobre nuestra mesa y ambos agradecemos después de que Ryan le pagara. Yo también aportaría, pero tengo todo mi dinero en algún rincón de mi mochila.
Empiezo a comer porque mi estómago me lo implora. Mis ojos se posan en unos momentos sobre mi acompañante, apenas prueba bocado, pero no parece ser por desagrado a los vegetales sino porque... parece no tener ánimos.
Dejo mi plato de lado al encontrarlo ya vacío.
—Ryan, ¿sucede algo?
Alza la vista hacia mí, incluso el vaso de agua se encuentra a la mitad de la cantidad original.
Parece dar un gesto de que responderá, pero un carraspeo nos interrumpe.
—¿Los dejamos por unos minutos y ya están teniendo una cita?
Nuestros rostros voltean hacia la voz conocida. Max está plantado al lado de nuestra mesa con una sonrisa bobalicona marcada en el rostro, Jayden se mantiene unos pasos detrás de él con su teléfono pegado a la oreja.
El chico de ojos avellana tose levemente ante sus palabras.
—Solo estábamos comiendo —aclaro— tenía hambre.
Max se fija en su propio estómago y hace una mueca con sus labios al darse cuenta que él tampoco ha probado bocado desde la mañana. Sus ojos color chocolate recaen en el plato de Ryan.
—Oye, ¿te comerás eso? —Max ignora mi respuesta al hacerle la pregunta al chico a mi lado—. Genial, siento que me comeré a mí mismo.
Sin esperar respuesta, toma el plato y hace desaparecer los alimentos en un dos por tres. Jayden rueda los ojos al ver como agarra cada lechuga con sus manos, se acerca a nosotros mientras señala su celular.
—Ya sabemos a donde ir —informa.
—¿A dónde? —cuestiono levantándome, Ryan imita mi acción.
—Tenemos otro camino para explicarlo.
╚══════❀・°・❀══════╝
1. Siracusa (español)/Syracuse (inglés): Ciudad del condado de Onondaga en el estado de Nueva York, Estados Unidos.
2. Groversville: Ciudad del condado de Fulton en el estado de Nueva York, Estados Unidos.
3. Noche polar: Fenómeno donde la noche se prolonga durante 24 horas o más.
Perdón por no actualizar en muuuuuuucho tiempo B(. He estado algo ocupada (y debo admitirlo, con poca inspiración), pero me llegaron las ideas para este capítulo.
Perdón por este capítulo largo, quería dividirlo en dos partes pero mejor lo dejé en uno xD, así que dos capítulos en un solo apartado.
¿Opiniones de lo que ahora es la historia o al menos el capítulo? Las necesito u.u
Ahre que nadie respondía.
Espero que no se aburran de tanta palabra <3
Recuerden, si encuentran alguna falla no duden en notificármelo n.n estaré re agradecida.
(24/08/20)
ℒüḉ¥ ϟ℘αґкℓε
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro