CAPITULO 32
En medio de aquel bosque, Sabina se había escondido detrás de una gran piedra. Podía escuchar aquel rio que corría cerca, pero, aunque lo escuchaba con claridad, no sabía donde estaba. Sentía la necesidad de ir a donde estaba el, y dejarse llevar por sus aguas, pues era buena nadando, y sabia que no se ahogaría.
—Mi niña—decía Jack caminando no muy lejos de ella—. No sé exactamente dónde estás, pero...—ríe—. Se que no estas lejos de mí.
Sabina temblaba donde estaba sentada. El talón le estaba sangrando, talvez era por las pisadas que había dado, y no soportaba el dolor que le causaba. Quería gritar, llorar, sentía que la mataría y que su padre nunca la encontraría.
—Has de estar pensando en llegar al rio—espetó con rabia—. Pero no podrás, porque no sabes donde está... has estado corriendo en dirección contraria a él... niña estúpida.
<Dirección contraria> pensó Sabina.
Sentía que él solo quería confundirla, porque talvez sí estaba yendo en la dirección correcta.
—Creo que tu carne me la podría comer muy despacio— dijo entre risas macabras—. Eres la hija del idiota que me está buscando y nunca me encontrará...— hizo un silencio—. Imagino que se siente con odio, acabé con todo lo que él más amaba...
— ¡CALLATE MALDITO! — gritó llena de rabia, echando a correr, porque eso solo le había dado su ubicación.
Él estaba riendo, porque había logrado lo que quería: saber dónde estaba.
Empezó a correr detrás de ella, puesto que estaba algo lejos, y no quería seguir persiguiéndola más
Saltaba por sobre las piedras y ramas que se encontraba por el camino. Ella lo miraba y aceleraba mas los pasos, los que le dolían por su herida.
Empezaba a llorar porque el se estaba acercando cada vez más.
No pudo evitar más, y gritó fortísimo:
—¡PAPÀAA!
Esto le causó gran risa a Jack, quien no le quitaba la mirada de encima. Corría como cual animal detrás de su presa indefensa.
El Detective Vlas pudo escuchar la voz de Sabina. Una gran sonrisa se esbozó en sus labios. La había escuchado. Ya sabía que seguía con vida, y sabia en qué dirección ir.
Corrió rápido para alcanzarla, sabia que estaba en peligro.
—¡Grita más fuerte! —exclamó ya cerca de ella, pero aun no la tocaba—. Me encanta saber que estas indefensa—la empujó, haciéndola caer y rodar a unos metros mas adelante, pues estaban en una bajada.
<Aquí moriré> pensó Sabina. Sería su final. Pues cuando rodó, el cuchillo se le clavo en el muslo.
Gritaba del dolor, porque ya no podía seguir corriendo. Sentía que no lo había logrado. Él la mataría a ella, y luego volvería por Damián, y le haría lo mismo.
Jack dió un salto y cayó al lado de ella. Miró el cuchillo clavado en su muslo, y reía.
Tomó la cuchilla por el mando, y le dio vueltas. La quería castigar por haber corrido lejos, y porque casi se le esfumaba.
Ella gritaba del dolor, le seguía moviendo el cuchillo, mientras ella lloraba.
—¡Grita más fuerte! —le gritaba en la cara.
—¡YAAAA! —se quejaba entre llantos.
El Detective la estaba escuchando gritar, pero no quería llamarla, porque sentía que eso le alertaría a él.
Corrió lo más rápido que podía, saltando las piedras y ramas que había en el camino.
Jack le sacó el cuchillo, y se lo clavó de nuevo. Metió su dedo índice por la hoja afilada, llenando su dedo de sangre. Se lamió con delicadeza. Le causaba excitación el hecho de poder probarla.
—Sabes delicioso, mi niña—le dijo con una risita al final.
—Por favor mátame si lo vas a hacer, pero no me lastimes más—lloraba ella. Tenia el miedo a flor de piel.
—Grita—Susurraba el Detective, quien ya no estaba muy lejos, pero no sabía su ubicación exacta. Apuntaba a todos lados, ya tratando de no hacer ruido con sus pasos.
Jack le apuñaló dos veces seguidas en el mismo lugar.
—¡MALDICIÒN! —le golpeaba ella entre sollozos y el dolor, pero este la golpeó en la cara, haciéndole sangrar la nariz ahora.
El Detective miró a su derecha, y la había escuchado en la bajada que estaba cerca.
Afirmó su mano en su pistola.
El chico sacó la hoja de la pierna de esta, quien gritaba entre diente. Le acarició la cara con el cuchillo, diciéndole:
—Yo no quería matarte, pero ellos me dicen que tú me matarías a mi... y yo le temo a la muerte.
—No les hagas caso, por favor—suplicaba ella.
Pero el no la escuchó, y cuando levantó el cuchillo para clavárselo en su pecho, se oyó un detonador.
Un disparo.
Lo detuvo, pues sonó por segunda vez.
Jack vibraba del dolor.
Cayó junto a Sabina, aun con vida, y cuando esta miró hacia la subida del cerro, ahí estaba su padre con el arma en manos, bajando para ayudarla.
Al acercarse a ella, trató de ayudarla a incorporarse, pero ella no podía más.
Jack se giró boca arriba, riendo, mientras un hilo de sangre salía de su boca.
—Detective Vlas Vane—dijo riendo un poco—. Después de tanto, era justo que mataras tú...—El Detective no lo miraba a él, lloraba al ver a su hija sufriendo—. Pero vamos, aún sigo con vida. Acabe con este maldito sufrimiento... —lagrimas salían de sus ojos—. No quiero seguir lastimando a más nadie.
—No, papá—le suplicó Sabina—. No lo mates.
—Máteme, Señor Vlas—tosió—... porque lo haría yo mismo.
Vlas no quería escucharlo.
—Venga, maté su matrimonio, lo alejé de su hija. Hice que todos dudaran de su trabajo—reía—. Pero me sorprendió cuando en su oficina me vi solo a mi en medio de todos esos caos provocado por ellos...
—¿Ellos? —preguntó Vlas sin entender.
—Es una larga historia—susurró—. Pero el hecho es que, buscando la solución, olvidaste tus problemas en casa. Tu esposa se fue, tu hija se alejó, el pueblo te dio la espalda.
Estas palabras provocaban rabia en Vlas, era lo que quería. Quería que Vlas lo matara, pero su hija le pedía que no lo hiciera.
—Espósalo—Le pidió—. Merece que sea castigado, y la muerte no es un castigo...
—Sería un alivio para mi maldito dolor—terminó diciendo Jack.
Pero algo debía de hacer, sabía que de igual forma moriría. No daría tiempo de ayudarlo a vivir.
Mientras que Vlas amarraba la herida de Sabina, quien se estaba desangrando, Jack alzó el cuchillo en dirección a sí mismo, y se lo clavó en el pecho. Dando fin a su vida, a su tortura, a su propia maldad. Reía y lloraba a la vez, pues los recuerdos de toda su vida pasaban por su mente en ese instante, mirando al cielo.
Pero rió, pues pudo ver a sus padres a los lejos... Pero el no podía llegar a ellos.
Ante la mirada estupefacta de Vlas, pero tristeza la de Sabina.
Ella había entendido su sufrimiento, y quería que se salvara de sí mismo, pero es imposible poderle dar libertad a alguien que cierra su propia celda.
—Cuídate... mi niña—dijo mirando a Sabina, antes que sus ojos dejasen de brillar.
¿Se había hecho justicia para las víctimas? ¿Se había hecho justicia para el Detective Vlas Vane? ¿Había sido suficiente? ¿El pueblo estaría en paz?
¿Cuánto tiempo?
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