CAPITULO 5

 Duraron algo de rato conversando sobre todo un poco, aunque el daba respuestas vagas, pues realmente no sabía sobre fotografías como le aseguraba a Sabina.

 Sonó el telf. De la casa, por lo que ella tuvo que ir a contestar, dejando al chico solo sentado en frente de la casa. Al contestar, era su padre al otro lado.

—¿Sabina?

—Si, papá. ¿ya vienes?

—Hija, mañana tendrás que ir a clases, interrogaremos a todos los estudiantes que estaban hoy allá. Tienes que estar presente para que no vayan a pensar mal. Por favor, vete a tu cuarto y no salgas, llegaré unos minutos.

—Ok, señor. Entendido.

Colgó la llamada algo indignada, y salió a sentarse con el chico.

— ¿Tu padre?

—Si. Dice que mañana tengo que ir a clases porque va a interrogar a todos lo que estaban presentes. Lo imaginé, la verdad.

—Debe de ser... fastidioso tener un padre... detective, ¿cierto?

—Un poco, la verdad, es que por todo me quiere tener vigilada, no confía en nadie, me da muchas ordenes, "Sabina enciérrate" "Sabina no vayas a ir a x parte" "Sabina tu no podrás viajar" "Sabina no confío en Damián" ...

—¿No confía en tu amigo, Damián?

—No, dice que él es una mala influencia.

  Rieron cuando ella dijo eso, pues en realidad causaba gracia que un hombre como el Detective Vlas, desconfiara de alguien tan indefenso como lo era Damián.

—No lo culpo, soy su única hija, y, no confiaría en cualquier persona. Yo haría lo mismo.

—Yo entiendo eso, créeme.

—¿Tus padres también te protegen así?

  Esa pregunta lo dejó pensando un momento, y sin responder, solo se levantó, diciendo:

— Tengo que irme, ya es tarde. A tu padre no le gustará encontrarme aquí.

—Disculpa si dije algo que no te gustó, lo siento en serio—Se disculpó ella al ver el cambio tan repentino de parte de el al levantarse así—. Pero tienes razón, a mi papá no le gustara que esté afuera conversando con alguien que acabo de conocer. Pero me agradas, te defendería de él.

  Le acompañó hasta la orilla de la carreta, donde se despidieron dándose la mano, y él le dijo:

 —Me gustó mucho hablar contigo... y la pizza recalentada.

  Sintió pena cuando lo escuchó decir aquello de la pizza, por lo que solo terminaron de despedirse y se encerró, con una sonrisa grande que le dejaba ver sus blanco y cuidados dientes, por la alegría que sentía.

 El mientras caminaba, solo recordó una escena que le hizo enrojecer su rostro de rabia, una escena donde alguien le encadenaba en un lugar oscuro. Divagaba entre sus pensamientos.

 Caminó un largo rato hasta llegar a donde había metido la camioneta, a lo profundo del bosque, pero justo antes de llegar y encerrarse, se enojó, dando un golpe a la puerta de este, y dijo:

— Maldición.

Su corazón latía acelerado, por lo que se fue hasta donde estaba el cadáver del hombre muerto, devorando así desde ese momento un brazo, con rabia, con gusto, con desdén. Como si estuviese comiendo un trozo de carne de cerdo. Mientras lloraba, y solo decía en su mente: 

—No quería, no quería hacerlo. Me obligaron.