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CAPITULO 1

CAPITULO 1

10 AÑOS DESPUÈS DEL ASESINATO DE LOS FERNALOID.

Calles repletas de hojas secas que se movían a la par de las alas del viento que soplaba suavemente por sus lugares. 

 Se podía sentir la paz que cualquier lugar desearía tener; Bancage, es un pueblo donde cualquier persona fanática a lo natural y silencioso desearía vivir. Era normal que todos los años (antes de lo sucedido) vengan a vivir más personas desde afuera, para estar en un lugar cerrado, seguro y tan lleno de vida, como lo es Bancage.

 Desde que pasó aquella tragedia, muchas personas se habían ido del pueblo, pues temían por sus vidas, justificándose con que había un asesino suelto que, pese a tener buenos detectives y policías, no lograban dar con el paradero de este, ni conseguir los restos que faltaban de las víctimas como: las cabezas de los señores Fernaloid, y el cuerpo del hijo de ellos, quien también permanecía desaparecido, y a estas fechas, dentro de poco, cumpliría el caso 10 años de haber sucedido.

 10 años de incertidumbre.

 10 años de suspenso.

 10 años de mantener a sus hijos encerrados al ser las 5 de la tarde, antes del crepùsculo.

 10 años de miedo.

 10 años de pensar que volverìa a ocurrir; todo porque no habia nadie tras las rejas. No habia culpable aùn.

 Y cuànta razòn tenìan.

 Eran las 7 de la mañana, y muchos ya iban a sus colegios, o a la universidad, porque, aunque es un pueblo cerrado, tiene su Universidad donde la mayoría termina estudiando, aunque casi siempre luego de graduarse se terminan yendo fuera del pueblo, ya que, aunque se capacitan dentro, en realidad no siempre consiguen ejercer sus profesiones dentro de este. Así que es normal que muchos terminen mudándose fuera de Bancage.

— ¡Boj! — Asusta un chico de cabello negro, por detrás a una chica peli roja que estaba esperando el autobús, quien se enojó—. Relájate Sabina ― se disculpó al verla con el ceño fruncido por la rabia que le había causado aquella broma ―. ¿Qué haces aquí?

— ¿Tú qué crees Damián? — Preguntó con ironía y de brazos cruzados.

— Lo sé, tonta — Respondió cruzando la calle al otro lado —.Espérame aquí; voy por mi carro y nos vamos.

— Idiota — Replicó en forma de burla, pues, aunque era cierto, ella lo tomaba como que se burlaba de ella por no tener un carro aún. Y lo peor, no sabìa si lo tendrìa.

 Ella estaba mirando a los lados, perdiéndose en los árboles que daban una especie de forma de túnel a la calle solitaria que, aunque debía de estar llena de niños yendo a la escuela, no había nadie, solo ella esperando al tonto de su mejor amigo, quien estaba con ella desde muy niños.
 Una amistad que, talvez habìa durado màs de lo que muchos pudieron haber permanecido aquì. Casi todos los que habian conocido se marcharon del pueblo, se habian ido a pueblos cercanos, a la ciudad, a otro pais, pero se fueron. Como cual presa huye de su cazador.

Al cabo de unos minutos, un Bugatti  EB110 de color azul metálico se detuvo frente a ella, solo riò y abrió la puerta, y al subirse, era su mejor amigo, quien se bajó sus lentes oscuros, diciendo:

— ¿Qué te parece mi Bugatti EB110?

— No puedo creer que ya estoy por cumplir 18 años de edad y mi papá aun no me regala mi propio auto — Se quejó mientras se abrochaba el cinturón y el chico se reía y ponía en marcha su carro ―. Por cierto, tu madre me dijo ayer que tú habías salido y no le dijiste a dónde y estaba muy preocupada.

 ― Ya sabes cómo es mi madre― respondió con una sonrisa ―. Solo había salido a dar una vuelta en mi auto. Desde que lo tengo ha estado preocupándose por todo. Exagera.

 ― Se preocupa por ti, no digas tonterías ― dijo sin mirarlo ―. Por cierto, tengo pensado teñirme el cabello de rubio.

 ― Estás loca ― contradijo enseguida al doblar una calle ―. El rojo te queda de maravilla. Además, es natural ¿Por qué lo quieres rubio? Odias ese color. Tiene que ser una broma.

 ― Pero es que el rubio últimamente me ha llamado mucho la atención ― rio ―. Además... quiero hacerme un cambio radical para mi cumpleaños.

 ― Te repito, el rojo te queda de maravilla ― trató de persuadirle, pero riò cuando se dio cuenta que estaba totalmente decidida ―. Vale, pero quiero ser el primero en verte, ¿va?

 ― Claro que serás el primero, no quiero hacer el ridículo sin antes que me veas ― rieron juntos cuando esta terminó la frase.

 Para ser solo un pueblo, era algo grande, pues eran casi 30 minutos en carro para llegar hasta la universidad, y, aunque salieron temprano, llegaron tarde, pues ya la primera clase había comenzado y ellos estaban atrasados.

 Una universidad grande, muy bonita, por cierto, llena de estudiantes vagando por sus jardines, y con algunas mascotas en ellos, pues es permitido que lleven a sus mascotas a la universidad si no tienen con quien dejarlos, a la mayoría les encantan los perros y gatos, y aunque tengan  quien se los cuide, terminaban trayéndolos solo para que le hagan compañía.
 Lo que le da un aspecto de vida a este edificio viejo, son los jardines y las mascotas, porque si de los estudiantes hablamos, ellos suelen estar màs en el campo y la piscina.

— No puedo creer que hayamos llegado tarde, Damián— Se quejó mientras estacionaba el auto en un pequeño espacio que quedaba en el estacionamiento ―. Le dirán a mi padre ― se bajaron ambos.

— No es mi culpa, Sabina. Es que el auto es nuevo, pero no sé  què  fue lo que pasó que, no quería encender cuando yo lo intenté. Además, recuerda que pasamos por la oficina de tu papá para que te viera que, si ibas a clase, porque le dijiste que yo te iba a traer a partir de hoy. Ni decir que ahora debemos de hacer ese mismo recorrido todos los días. ¿Te han dicho que tu papá es muy desconfiado? ― abrió sus ojos exageradamente como gesto de asombro.

— Me lo dices todos los días — iban conversando mientras comenzaban a caminar a su clase, a la cual llegaban tarde ―. Y no abras los ojos así, sabes que lo odio.

 ― Por eso lo hice ― sonrió en forma de burla.

 ― Qué idiota eres ― lo miró con rabia.

— ¿No sientes que hay algo nuevo en el aire? No sé, es como si algo haya cambiado hoy— Decía Damián con voz misteriosa caminando de espalda para ver de frente a Sabina.

—No seas idiota, Damián. Sé que lo dices porque ahora tienes un carro —Lo empujó para que se enderezara, cosa que si hizo. Y siguieron caminando.



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El sol calentaba el suelo reseco de un océano verde y espeso, lleno de sonidos de aves por el cielo.
 Bajo ese solitario lugar, el bosque, va caminando un chico de cabello castaño oscuro, joven, camiseta blanca. Con su mano derecha va sujetando la izquierda, llena de sangre. Va caminando, respirando agitado por el dolor que le causa.

 El canto de los cuervos le ponían nervioso, dejando ver su pavor de haberse perdido en ese bosque. Su alma volvió a su cuerpo cuando, a varios metros de distancia vio a alguien de pies.   Un chico. Cabello algo largo, desnudo. Su columna vertebral parecía estar fuera de su cuerpo como una serpiente pegada a su espalda. Sintió miedo, pero, aun así, juntó fuerzas para poderle hablar desde donde estaba de pies:

— ¡Hola! ¡Tuve un accidente a unos metros de aquí! ¡Quisiera...!

 Se detuvo cuando vio girarse al chico, quien le miró en silencio. Pero una sonrisa, muy extraña, se dibujó en sus labios:

— No eres del pueblo, ¿cierto? ― dijo casi en un susurro.

— N-No. Soy de afuera, vengo a hacer pasantía en la Universidad de Bancage, p-pero tuve un accidente...

  El chico comenzó a dar pasos hacia atrás cuando vio que aquel extraño desnudo no dejaba de sonreír y caminar para acercarse a él, intentando alcanzarlo con sus manos.

 No obstante, cuando se dio cuenta que aquel hombre desnudo tenía extrañas intenciones, corrió lo más rápido que podía, pero no lo suficientemente como para evitar sentir el miedo de saber que alguien lo estaba persiguiendo, y la idea de que podría haber más personas así por ahí, le asaltaron la mente.

 Aceleraba sus pasos más rápido mirando a los lados, buscando conseguir un camino para salir de aquel espeso bosque, cosa que no pasaba; pero de pronto, comenzó a sentir pasos cada vez más y más cerca de él a sus espaldas, y al mirar, recibió un fuerte golpe con un palo en la cara. Lo que provocó que se desplomara por el suelo arrastrándose a unos metros hacia abajo por el camino al que iba.

 Sintió liquido saliendo de su nariz, se puso su mano, y al mirarse: era sangre. El miedo le invadió, haciéndole temblar en el suelo mientras se arrastra.

 ― P-Por favor ― balbuceó con dolor, mientras su otro brazo sangraba.

 Su voz fue apagada de repente por una estaca que atravesó su nuca y salió por su garganta.

 Aquel joven desnudo lo miró fijamente, mientras se mojaba los labios con su lengua, los cuales  tenía rotos por la resequedad del lugar, y su cabello algo largo, su cuerpo lleno de cicatrices, secuelas de un maltrato severo y lejano. Sus ojos cafés escudriñaban la sangre de su cuerpo. Mas allá de estar delgado, su rostro conservaba una belleza imborrable y deseable.

 Se acercó para olerle por su rostro, mirando luego que tenía una tarjeta que le identificaba como: Mike Blue, Pasante Universitario de Fotografías.

 Le quitó la ropa, mientras se saboreaba al hombre sin vida en el suelo. Miraba su cuerpo recién fallecido, y le causaba un placer extraño que le recorría su cuerpo entero, como cual araña sube por la espalda de alguien.

 Al dejarlo totalmente desnudo, sus manos temblaban, su cuerpo se estremecía por la ansiedad de comerse a aquel hombre que estaba en el suelo. Sintiendo que de alguna u otra manera este podía despertar nuevamente, tomó un palo y le dio fuertes golpes en la cabeza hasta destrozarle el cráneo de tanto que le había dado. Su cuerpo se salpicó de sangre y eso le daba un aire de satisfacción, riendo a carcajadas fuertes, alocadas y sin sentido.

— ¡SI! ¡AL FIN! — Exclamaba el hombre desnudo, con alegría porque al fin había conseguido una víctima, y luego se postró para oler la sangre directamente de la cabeza. Pasó su lengua por una parte del destrozado cráneo. Se le notaba en su rostro una extraña satisfacción, cerrando sus ojos, como cual crítico gastronómico saborea el alimento y le ha encantado.

 Luego de reír raramente, mordió parte de la masa cefálica que estaba fuera, hasta comer y comer sin detenerse, quedando satisfecho luego de haber devorado gran parte él.

 Cargó en su hombro lo que restaba del cuerpo, llevándolo a una cueva cerca de ahí, algo que parecía ser su casa. Pues había cosas que parecían utensilios de hogar, hasta unas pajas amontonadas que parecía cama.

 Paseaba su mirada por el lugar, entre tanto que jadeaba. 

 Sentía que algo le faltaba. Que nada estaba siendo igual, que necesitaba salir de allí, ya habían pasado muchos años desde la última vez que habló con una persona real, porque suele imaginarse escenarios conversando con personas, bajo la gran necesidad de salir.

 Dejó el cuerpo en el suelo y sentò sobre una piedra al final de aquella cueva casi oscura, al lado de dos craneos humanos.

 — Mami, papi — sollozò — . Lo siento, pero tengo que salir de aquì ya.

 Se podrìa decir que intentaba llorar de alguna forma mientras caminaba fuera de ahì.

 Llegó hasta donde estaba la ropa de su víctima, y miró su tarjetade estudiante de reojo, por lo que se acercó, y, tomándola en sus manos, pensó en algo que era una locura, pero, la locura para él es algo normal.
Recordando lo que el muerto había dicho:

"N-No. Soy de afuera, vengo a hacer pasantía en la Universidad de Bancage, p-pero tuve un accidente".

 ― Si ― susurró mientras presionaba la tarjeta en su mano ―. A-ahora si.

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