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Prólogo: ¡Que mañana de porquería!

Me levantaba, sin ganas de ver a nadie, con el sol dándome en la cara. Mi papá estaba sirviendo las galletas con té mientras iba de aquí para allá, irritando a mi madre como siempre. Y yo, obviamente, escuchando sus estúpidas acusaciones sobre quien le mete los cuernos a quien. Se comportaban como idiotas desde... Olvídenlo, no importa.

-¡Helen, despierta!- gritaba mi papá, con una forma no tan bonita de expresarse.

-¡Ya voy!- le grite con menos ganas de levantar los 218 (o cuantos sean) huesos que tengo.

Tenía demasiado sueño, cosa que no me era satisfactoria de no ser por mi papá. Solo quería estar sola y relajarme, ¡¡¡pero no, mi padre tan gentil y educado tiene la magnífica idea de ir hasta mi habitación y tirarme de los pies para levantarme!!!

-¡Te he dicho que ya iba para allí! ¿¡Acaso no me escuchas cuando te hablo!?- le contesto con furia, con los pelos enredados alrededor de mí. Siempre levantándome con el maldito cabello arremolinado en todo mi cuello.

-Buenos días- Dijo con una cara de cansado tipo: Te despierto solo porque tu madre me lo pide. "Ojalá se separen o algo" pensé en ese momento, así me dejaban de molestarme a mí con sus problemitas de segunda mano y solo se ocuparan de sus malditas vidas.

Me encorvo y me levanto al borde de la cama, haciendo sonar el cuello y estirando mis extremidades. Me veo al espejo que está en la pared lateral de mi habitación y corro hasta llegar al baño, en donde cierro la puerta con brusquedad y abro el grifo del lavamanos. Había salido toda el agua, empapándome sin parar. Además de que luego de eso, tomé mi cepillo de dientes, y cuando estaba a punto de sacar del envase el dentífrico para colocarlo sobre el cepillo, ¡de la nada se empieza a salir todo, como si estuviera explotando! Sinceramente, fue la peor mañana que tuve. Y eso que solo fue el principio.

Mientras bajaba las escaleras con toda mi fuerza, me detengo. Pero, no fue porque intuí peligro o porque solo me tildaba (como hacía la mayoría de las veces en clase), sino porque sentí como una astilla proveniente de la escalera entraba dolorosamente por el borde de mi uña hasta la superficie de mi pie. Osea, imagínense como hubiera sido ese dolor en una de las zonas mas sensibles de nuestro cuerpo. De hecho, no hubiera sido tan malo de no ser por haberme puesto sandalias. Pero bueno, lo que sucedió, habrá sido con algo.

Lo siguiente fue, que al bajar gritando y quejándome de la astilla, tuve que sentarme en una silla desocupada para que mi papá la sacara con cuidado, con unas pinzas y un poco de alcohol todo se resolvió.

Hasta que, después de mucho sufrimiento, vino el desayuno. Esa parte en la que estaba sentada cómodamente con mi desayuno fue una de las menos preferidas por mi parte... ¿y les cuento por que? Por que cuando trataba de tranquilizarme después de 30 minutos de estar insistentemente sacándome la endemoniada astilla, el agua cae violentamente sobre el piso, y mojando mi pie, haciendo que ardiera la herida. ¡No saben como sufrí! Pero, en este caso solo me puse una toalla seca y áspera en mi pie y seguí mi maldito desayuno.

Cuando termine, saque la toalla. El pie se veía bien. Todo había vuelto a la normalidad. Claro, hasta que llegó la hora de cambiarme.

Fui hasta el sillón, donde mi papá había dejado mi uniforme. Si, iba a un colegio privado. Era un asco.

Me había vestido rápido, poniéndome únicamente la remera, los pantalones y la campera. Luego, siguió la parte de colocarme los calcetines y las zapatillas, pero, aunque el pie estuviera mejor, no estaría tan segura. Así que, lentamente me iba colocando la media, hasta que... ¡La endemoniada uña comenzó a doblarse hacia atrás! Yo me queria morir. Y lo único que hice fue hacer que la uña siguiera intacta cubriendola con una venda, haciendo que el ardor pase. Me coloque delicadamente la media, y entonces fue en ese momento cuando debía ponerme las zapatillas. Algo difícil con mi situación de mi pobre pie adolorido, pero podía con esto.

Trataría de ir con la mayor sonrisa que saliera, de lo contrario no podría ir a la escuela, (que por si querían saber no soy como esas zorras que siempre les encanta ir a la escuela a joderle la vida a los demás) solo para ver a mi querido Crush (que por si quieren saber busquenlo en Google y no rompan las que no tengo): el joven y atractivo Paul Taurus.

Solo espero que la zorra de Hilary intente coquetearle. Aunque lo acepto, no tengo oportunidad con ella. Ademas, es rubia de ojos azules, con buenas curvas y completamente ajustada todo el tiempo, es la lider de las porristas. ¿Que mas puedo decir? Es la chica perfecta para cualquier popular. Paul no se fijaria en mi, por varias razones: para empezar, no soy muy sociable. Segundo, no soy que digamos de un atractivo muy "gustable": Solo soy una chica super palida, con ojos color cafe claro y con un corte de flequillo y puntas desalineadas, teñidas un poco de morado hasta los hombros. Mis compañeros me dicen "Katy Perry con ganas de morir". No es que sea fea, pero tampoco estoy decente para un chico como Paul, que es jodidamente fornido, con una hermosa sonrisa y de ojos color verde, que quedan muy bien con su pelo castaño claro levantado en hacia atras en forma de cresta. Eso si, a veces me sonrie o me guiñe el ojo, pero no es la gran cosa. De todos modos... ¿A quién le importa?

En fin, me dirigí a la puerta caminando lentamente y sacando las llaves del bolsillo de mis jeans, que me quedaban un poco ajustados. Luego comenzé a colocar la llave en la cerradura, pero lo que paso fue que, insperadamente... ¡¡¡LA LLAVE NO ENTRABA EN LA MALDITA CERRADURA!!!
Y no bromeo, todo eso fue para mal. No sabia que hacer y había entrado en pánico. Lo unico que pude pensar con claridad era llamar a mis padres, que ya se habían marchado sin sus celulares. La unica opcion que tenia era una locura: salir por la ventana. La abrí, baje por ella y la cerré sin seguro. Fuí incomoda ya que me seguía doliendo la uña y solo podría caminar despacio, con la frente en alta y segura de mi misma.


"Despues de todo, ¿qué mas podria pasar?..."

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