Quiero tu pasión desorientada
sobre mi cuerpo frágil de manzana.
Tu punta firme que me hiere,
un filo que se derrama, oscuro y complejo,
como una noche cerrada sin luna, sin nada.
Una historia que en mi lecho cae,
como la lluvia sobre la tierra,
en el silencio, una boca que articula;
en la vigilia, un par de ojos me desgranan.
Borda mi vestido tu mano de aguja,
haces y deshaces entre mis líneas difusas;
me destruyes impaciente como un niño,
con la misma voluntad me reparas.
Es una brisa que a mi piel estremece,
el perfume dulce de mil letras,
con un suspiro me acaricia
al abandonar mi ventana.
El suplicio de mis días y noches,
de enteras madrugadas.
Tanto añora y llora mi papiro,
como añoran las praderas al sol
tras la cruel helada;
como lloran las hojas el rocío,
lágrimas que sobre el verde resbalan.
Ruega mi silencio un beso,
sobre esta mano que te alaba,
uno que la tiente a cantar al alba,
y beber de tu fuente de locuras inacabadas.