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II

Chan Yeol se vio caminando en una calle como cualquiera de las que había alrededor del campus, aunque eso no era de extrañarse. La razón de tanta confusión era saber por qué se encontraba caminando en la calle a altas horas de la noche. Ni que hubiera ido de fiesta y este retornando recién a su habitación. Las ocasiones en que consumió alcohol tampoco llegaban al grado de hacerle perder el conocimiento por tener buena resistencia. Por tanto, ¿cuál era el motivo de estar en la calle? Y más cuando oyó desconocidas voces provenir de otro pasaje para terminar observando con sorpresa una turba de personas con antorchas y bates de béisbol marchando.

Por las expresiones que traían en sus rostros se veían molestos y despavoridos al cuchichear sobre aquel tema que los tenía de aquella manera. Chan Yeol tampoco es que quiera formar parte de algún círculo de chisme, por lo que prefirió mejor apartarse, aunque sus señales fueron muy obvias para una mujer en sus sesenta que se le acercó para hacerle entrega de un bate de béisbol. En un principio se negó, pero la insistencia y los murmullos de las personas que marchaban causaron ponerlo bajo presión para terminar aceptando sin saber por qué debía cargar con uno.

—Es para que puedas defenderte de esa abominación —contestó la señora como si le hubiese leído la mente. Una mezcla de confusión y sorpresa vino a Chan Yeol por tal revelación—. Te ves alto y fuerte, debes venir con nosotros. Necesitamos más hombres para que nos ayuden.

Si formar parte de un círculo de chisme no estaba en sus planes, peor era ser un persecutor de alguien que puede o no pueda ser una abominación. Ni que hubiera existencia de hombres lobos o vampiros en la Tierra. O más aún, de alguna criatura de otra dimensión. Se puso a pensar en los extraterrestres de las películas de Ciencia Ficción.

—El científico Park murió a causa de su creación —empezó a hablar la señora sobre el origen de aquel ser horripilante—. Se le dijo que no esté creyéndose Dios porque solo traería graves consecuencias. Y ahora, con su ausencia, ese gran problema que ha creado, nos has condenado a todos.

¿El científico Park?

Esa curiosidad lo llevó a pensar en su padre, pero su padre no era precisamente un científico, sino un chef de su propio restaurante.

—Apúrate, muchacho. Ven con nosotros —volvió avisar la señora uniéndose a los demás que pronto posaron sus ojos sobre Chan Yeol.

La situación se tornó cada vez más extraña cuando la mujer ya no era la única que seguía insistiendo, sino que los demás también comenzaron a persuadirlo. Causando temor en su persona por lo que dejó caer el bate contra el suelo para retroceder y girar los talones al escoger con echar a correr.

Se detuvo recién cuando sintió que debía acomodarse los lentes por obstruir su visión. Y aunque no oyó más las voces de la turba, escuchó unas pisadas detrás de él. Las pulsaciones en su corazón habían aumentado por correr, pero pensar que alguien lo había seguido, sumó un poco más su frecuencia cardiaca. Siendo con desconfianza y pavor que giró la cabeza para saber de quién se trataba.

Visualizó primeramente una sombra oscura y alargada en el suelo que lo guio a estar alzando la mirada para descubrir a quién le pertenecía. El faro de luz cerca a ese desconocido muchacho no dejaba de parpadear y ser poco visible para reconocer su rostro. Tenía una contextura delgada, pero de hombros amplios, con una buena altura, considerando que posiblemente tengan la misma talla, su cabellera era ondeada con resaltantes mechones rojos que cubrían sus prominentes orejas y unos ojos que... lo hacían sentir como si estuviera viéndose al espejo.

Ambos mantenían una distancia de doce pasos que les permitía estar al tanto de saber quién haría el primer movimiento. Pero ni uno parecía querer actuar primero, más bien, seguían examinándose y percatarse Chan Yeol que esa persona era físicamente igual a él. Quiso creer que no era cierto. Se frotó hasta los ojos un par de veces. Ese descubrimiento lo asustaba.

—¡Ahí está! ¡Ahí está esa abominación!

La voz de aquella mujer volvió a oírse detrás de él para dejar de ver al desconocido y notar la turba nuevamente cerca. Se podía percibir la exaltación de los involucrados a cada paso que vociferaban estar disconformes contra aquel extraño que seguía de pie y sin moverse de su sitio.

Creyó que pasaría de largo frente a ellos, pero la situación se tornó tensa y extraña cuando se vio rodeado por la turba que empezaba a tildarlo como «la abominación». Hecho que totalmente negó, aunque nadie parecía querer oírlo, simplemente lo juzgaban por su apariencia que notó, era distinta a como se vio en un principio, pues sus ropas y su cabello eran similares al desconocido cerca al faro de luz.

—¡Quemen a la abominación! ¡Que se vaya al infierno!

Toda esta situación pronto la comparo con una historia clásica sobre cierto personaje que fue interceptado por los pobladores que despreciaban su presencia en la Tierra. Era intimidado con las antorchas y los bates de béisbol. No tenía escapatoria por estar siendo rodeado cada vez más contra ellos y empezar a temer por su vida que mirando a cada costado volvió a toparse con aquellos ojos marrones de aquel desconocido que seguía de pie cerca al faro de luz. Él miraba la escena apretando los puños. Como si estuviera rabiando de las acciones de esas personas por rechazarlo.

Temido y juzgado.

Esas dos palabras vinieron a su mente como una detallada descripción para ambos, porque uno estaba siendo juzgado y el otro era temido por quién es. Dos gotas de agua de diferente procedencia. Así se asimilaba con aquel ser que se fue acercando sin llegar a tiempo hacia Chan Yeol por haber sido tumbado contra el suelo, al recibir un fuerte golpe en la cabeza, seguido de patadas contra un costado de su cuerpo. Con sus brazos se cubrió el rostro y el abdomen a medida que iba cerrando los ojos, creyendo que este sería su fin.

—¡Qué susto, idiota! —fue la primera reacción que recibió por parte de la persona que se encontraba haciéndole compañía en aquella habitación—. ¿Me escuchaste?

Entre cabeceos, Chan Yeol afirmó.

Estaba recién reaccionando como si hubiera sido apaleado, recordando a los minutos de que fue golpeado por una turba de personas. De repente aquello sí sucedió o...

—¿Qué me pasó? —dejó de estar pensando por demás para parpadear confuso de no encontrarse en su habitación, sino en la enfermería del campus. Ya que reconoció las típicas paredes blancas y celestes con carteles sobre el cuidado de la salud o de alguna campaña médica que esté próxima a darse.

—Otra vez fuiste imprudente con tu salud —le reveló—. Tienes suerte de que fui a verte. Ten —arrojó contra él una bolsa de papel que le cayó en la cara—. Cuando te recuperes, llámame.

El desconocido ignoró aquel serio semblante de Chan Yeol por lo de la bolsa y tener que escuchar más preguntas o recibir alguna respuesta. Su avisó fue claro y no era de repetir las cosas dos veces. Esperó que lo hubiera escuchado porque se retiró después de la enfermería. Tampoco es que fuera algún amigo cercano de Chan Yeol para quedarse, su trato era meramente sobre negocios.

En el interior de la bolsa de papel, Chan Yeol observó las cajas pequeñas de pegamento que le solicitó, junto con las piezas de lego y un cable de computador enrollado. Pero lo que había hecho doler su nariz fue aquel frasco de vitaminas que no había pedido.

La enfermera que lo atendió le dio permiso para que regrese a su habitación con la condición de que no esté saltándose las comidas y que consuma más frutas y verduras, no solo productos embotellados. El mismo recado de la vez pasada. Y como aquel día, Chan Yeol movió la cabeza en señal de haber escuchado para poder después estar abriendo la puerta de su habitación notando que su chiquero seguía intacto.

—¡Eso! Tú fuiste el culpable de aquel raro sueño —mencionó contra el libro de Mary Shelley que recogió del suelo y cerca de su cama. Había sido atrapado en el mundo de Frankenstein. Lo suponía.

Colocó el libro sobre los otros libros en su mesa de noche, quedando pensativo por aquel extraño sujeto que se parecía a él en el sueño, pero no era él, prácticamente, se veía diferente. Su aspecto todavía estaba presente en su cabeza. Incluso cuando volvió a seguir con lo de su proyecto, observó que la hoja de fórmulas donde creyó estar escribiendo en realidad había hecho la imagen de aquel tipo. Lo dibujo inconscientemente como los prototipos que suele realizar.

—Esto es una locura —murmuró burlándose de sí mismo mientras hacía una bola de papel con aquel dibujo para arrojarlo al tacho.

Tal vez estar encerrado mucho tiempo lo estaba afectando para imaginarse a otra persona igual a él. ¿Por qué? ¿O para qué? Con un tipo como él ya era suficiente. No quería verse humillado dos veces. Ahora sí que necesitaba beber para relajar la cabeza. Lo bueno es que era domingo, así que todavía quedaban horas para que fuera lunes.

Como siempre, Chan Yeol conocía las horas indicadas para no ser visto por sus compañeros de curso en algunos de los restaurantes cercanos al campus. Escogía el menos concurrido para pedir una botella de Soju y piqueos. Una pareja de esposos atendía el lugar y ya lo conocían; por ende, de cortesía le ofrecían un tazón de fideos que a Chan Yeol le recordaba la vez que comió con sus padres en un puesto callejero. Tenía cinco años y su madre lo había mantenido en el anonimato junto con su esposo para que no fueran acosados por la prensa. Pero lograron tomarles una foto aquel día para salir en la primera plana de las revistas de farándula.

Entre sorbos a su vaso de Soju, Chan Yeol sabía que fue el inicio del quiebre de la relación de sus padres.

—Ni siquiera sabían que se había casado y tuvo un hijo —comentó, dando otro sorbo y sonriendo en burla—. Debí quedarme en el anonimato —y es que, a raíz de ese incidente, su madre demandó a la editorial de la revista que tuvo la primicia por haber burlado su privacidad y aquel tema se volvió más escandaloso. Tildaron a su madre de ser una artista pedante. Que para limpiar su imagen debió aceptar una entrevista en un programa familiar que mostraba la vida de los famosos.

Se sintió ser el centro de atención desde ese día, siendo perseguido por la prensa hasta los doce años, donde le preguntaban si iba a entrar a alguna empresa de entretenimiento para ser como su madre. Por supuesto, su aspecto físico era diferente en ese tiempo y recibió críticas, muchas críticas de gente desconocida en las redes sociales, así como en los programas de espectáculos. Por lo que no quería ser tildado «el hijo de...» solo quería ser tratado como Park Chan Yeol. Hasta creyó que el único que lo trataba de esa manera era su mejor amigo, pero todo fue una completa mentira.

—¡Señor! —llamó en voz alta—. Tráigame otra botella, por favor.

Sin esperar que al dar ese aviso iba a escuchar unas voces familiares detrás de él que le produjeron quedarse estático por unos segundos.

—Vaya, vaya, pero si es Robot Park —señaló el infeliz que se burlaba de él no solo en la facultad, sino también fuera de ella—. Oh, miren... —Sus amigos comenzaron a hacer chacota cuando levantó la botella de Soju para hacer evidencia de lo vacía que estaba—. ¿Acaso te crees un buen bebedor o qué? Mejor deja esto para los adultos o irás a parar nuevamente a la enfermería.

Chan Yeol lo miró con el ceño fruncido.

—Supe que tu novio te llevó temprano a la enfermería y ve, ¿quieres volver a hacer que se preocupe? —esa revelación sorprendió a Chan Yeol, pero trato de no ser tan obvio porque no le debía explicaciones.

El señor que lo atendía ni pudo poner la segunda botella que pidió sobre la mesa por aquel infeliz habérsela quitado.

—Mejor vete que yo no soy tu novio para llevarte a la enfermería —manifestó burlesco mirando directamente a los ojos a Chan Yeol cuando se puso de pie para estar a la misma altura y escoger por no armar un pleito. Solo puso el billete de sus gastos en la mesa para retirarse entre risas y comentarios sarcásticos por parte de esos trogloditas.

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