Capítulo 3
Esa madrugada el accidente volvía a ocurrir, me daban el mensaje, mi madre gritaba y giraba el volante. Todo sucedía en cámara lenta, podía ver como salíamos disparados de la rotonda elevada, el momento exacto en que una de las llantas salían disparadas. Mi padre esforzándose en volver a tomar el control del vehículo con el volante y fallando en el intento. El carro comenzó a dar vueltas y hubo un último golpe que hizo que todos los airbags se activaran. En el sueño podía ver las caras de las personas que me ayudaron a salir del vehículo, las que estaban en la ambulancia y les agradecía por salvarme. Aunque, todo cambiaba en el momento en que me despertaba me decían que mis padres habían vivido y que nada había ocurrido, que habíamos tenido suerte por la magnitud del accidente.
Me levantaba asustada, triste, enojada, confundida y mucho más. Y me preguntaba dónde estaba, hasta que mis recuerdos volvían.
Me levanté cuando comencé a escuchar movimientos, hice mi rutina de alistarme y cuando llegué a la cocina Felicity ya estaba haciendo el desayuno. Me miró y me prohibió cariñosamente el paso a la cocina y me mandó a esperar en la mesa. Yo intenté convencerla porque no me gustaba que ella hiciera todo y yo solo esperara. En la mesa ya estaba sentado Ezra y estaba leyendo el periódico, cuando me vio lo guardó.
—¿Cómo amaneció, Sky? —yo solo asentí y sonreí, no le iba a contar de mis pesadillas. Él continuo con el buen ánimo de siempre y después se acordó de lo que me iba a preguntar— Hoy vamos a ir a la iglesia y nos preguntábamos, ¿si querías ir?
—¿Son cristianos? —fue una pregunta un poco estúpida, ellos asintieron. Y mi mente sin si quiera pensarlo me dijo, "los cristianos al circo donde pertenecen". La regañé por ese insulto a estas personas que me habían acogido.
—Dilo —quedé confundida de lo que quería decir. Pero me repitió el comando—. Di lo primero que se te vino a la mente.
Me avergoncé e iba a decir una excusa, pero los ojos de Ezra no me dejaron. Parecía que pudieran ver a través de mi ser y me di por vencida. —Los cristianos al circo donde pertenecen. Pero no sé...
Me detuvo poniendo sus dedos en mis labios suavemente. —No tienes que explicarte, tu padre lo decía muy seguido. Es normal que tú lo digas. ¿Sabes qué significa?
—No realmente, nunca me lo explicaron.
—A los cristianos los mataban en el circo romano para entretenimiento de los ciudadanos romanos —mi vergüenza fue mayor, realmente quería desaparecer. Tartamudee una disculpa, pero él volvió a tranquilizarme—. Yo fui el que creó ese insulto, en mi juventud. Se lo decía a cualquiera que fuese cristiano y luego se lo enseñé a tu papá.
—No hay ningún problema si no vas —recalcó Felicity.
Antes de que pudiera responder Kaz pasó a buscarme para lo de los juegos.
—Lo siento, es que ya me había comprometido con Ezra para lo de las actividades.
Me sonrieron y salieron para la iglesia.
—Te siento tensa —me dijo Kaz, cuando estábamos en el ascensor. Le conté lo sucedido—. ¿Y hay algo malo acerca de ser cristiano?
—No. No —dije rápidamente y luego supe que él también lo era, pero en el momento no me lo dijo—. Solo que no los conozco. Solo he escuchado que son extraños, un montón de gente que les gusta seguir reglas y escuchar a un hombre hablar por largas horas. Que creen en un hombre muerto.
No dijo nada y me guió hasta el salón del conjunto residencial, donde las mesas y los tableros ya estaban puestos. Había demasiados chicos de nuestra edad y todos me miraban fijamente como si yo estuviera siendo exhibida. Unos sonreían, otros me miraban como si me comieran con los ojos, a otros les era indiferente. La señorita que estaba dirigiendo las actividades y era juez, me acogió con gran amabilidad. Me indico una mesa, las reglas generales del juego y me mostró el diagrama de paréntesis para la eliminación con mi nombre escrito. Kaz le toco al otro lado del salón, dejándome sin nadie conocido con quien charlar o quien confiar.
—¿Has jugado antes? —me preguntó mi oponente, un niño, que era la descripción viva de un nerd. Sus grandes gafas, su delgadez, su poca estatura para un chico de doce años y su poca autoestima.
—Solo un par de veces —le dije también con voz tímida—, aunque nunca lo había jugado con un reloj al lado.
—No te preocupes, es demasiado fácil. Y... ¿Cómo te llamas? —me explicó qué tenía que hacer. Me presenté con mi único nombre—. Mi nombre es Logan. Vivo en el mismo piso que Kaz.
Jugábamos mientras charlábamos amenamente. Me agradó Logan, tenía un buen carácter y una buena personalidad. Pero al final gané por tiempo, nos dimos la mano y pasé a la siguiente ronda.
—¡Odio este juego, se supone que deben ser unas vacaciones divertidas y nos ponen esto! Qué clase de perdedores les gusta este juego. Esto es absolutamente estúpido. Absolutamente —tiempo después me enteré de que se llama Artemisa. Era de las personas que son muy expresivas, que hacen demasiados aspavientos y que tienen una voz de superioridad que molestaba al escucharla. Solo con esas palabras supe que no me iba a agradar.
Le gané en pocos movimientos porque ni se esforzaba en pensar. Pasé a la siguiente ronda donde un chico me esperaba. Lo saludé y me senté. Comenzamos a jugar en silencio, no quitaba su mirada de mí y me hizo sentir un poco incomoda.
—¿Te han dicho lo hermosa que eres? —me sonrojé e intenté ocultarlo con mi cabello—. Me llamo Pierre vivo en el Penthouse.
Tenía la misma edad de Kaz, dieciséis, y ambos eran apuestos. Pero Pierre tenía un toque caballeroso que Kaz no tenía.
—Me llamo Scarlett. Estoy viviendo con los Fosters.
—Gente interesante —fue lo único que dijo, aunque era más como un insulto que un cumplido. Perdió y nos dimos la mano, me la besó con gentileza. Quedé un poco aturdida con el gesto—. Si quieres cuando terminemos te acompaño a tu apartamento.
Acepté y luego me dirigí a la última mesa que estaba en todo el centro. Había llegado más lejos de lo que había supuesto. Me senté y todavía no había llegado mi oponente. Organicé mis piezas y las de mi oponente.
—No pensé que llegaras tan lejos —Kaz me dijo cuando se sentó—, sin ofender.
—También para mí es una sorpresa —dije honestamente e hice mi primera movida—. Solo lo había jugado algunas veces, pero me encanta.
—¿Sabes? La vida se parece un poco al ajedrez. Donde el rey es lo que tú pongas en tu corazón, muchos ponen la riqueza y pelean por ella, otros en cambio pelean por una persona y hacen todo lo necesario para que no se vaya. Y a veces sufren en el proceso cuando eligen a la persona equivocada. ¿Quién es tu rey? ¿Por qué peleas o por quién peleas? —estábamos en un punto en la partida donde todo se veía muy parejo, donde cualquier movimiento era crucial. Aunque también le ponía atención y me cuestionaba. —En mi corazón yo puse a Jesucristo y por él peleo.
No sabía cómo, pero me había ganado. Me hizo jaque mate porque me había distraído. Le dieron una bolsa de dulces y le dieron un punto. Cada nombre tenía un puntaje y como hasta apenas yo estaba comenzando mi casilla estaba en cero.
Nos dieron un refrigerio y nos despidieron. Pierre me esperó en la puerta para acompañarme, era todo un galán. Su mirada todavía se posaba en mí como si estuviera hipnotizado por mi belleza. Me ponía nerviosa al mismo tiempo que me halagaba.
—Parece que eres buena en el ajedrez —dijo y luego me cedió el paso para entrar al ascensor. Lo cerró y oprimió el último botón. No era mi piso, pero no quise preguntar—. Eres inteligente y además bella. Eso no se consigue muy a menudo.
Estaba demasiado cerca, para mi gusto, podía sentir su aliento y hasta podía sentir su rápido latido. Retrocedí un paso hasta llegar a la pared, cruzo su brazo para apoyarse y cerró los ojos. Pero antes de que sus labios se juntaran con los míos, el ascensor se detuvo y se abrió la puerta.
—Ella sabe que es hermosa y creo que no es tu tipo —era la voz de Kaz, en niveles más graves.
—Metete en tus propios asuntos —dijo Pierre tomando distancia.
—Ella es mi asunto —con sus ojos me indicó que lo acompañara. Salí del ascensor y ellos sostuvieron miradas hasta que el ascensor se cerró.
Entramos al apartamento de los Fosters y Kaz cerro detrás de él, con dureza.
—¿Qué fue eso? —dijo intentando moderar su tono de voz.
—Nada, no sé. Solo pasó —repitió varias veces las últimas dos palabras—. ¿Y a ti por qué te interesa? Yo he estado toda mi vida sola y he podido. No te necesito.
—Tal vez no me necesitas, pero si yo no intervengo tú no lo hubieras parado. Y hubiera cogido vuelo. Y, tú —me señalo con el dedo índice como si me estuviera acusando—, te hubieras arrepentido.
—No sabes eso —ya mi tono excedía lo normal. Era un grito de furia—. ¿Por qué te interesa mi vida? Por qué no te vas de aquí y coges oficio. Ve con tu perfecta familia y vive tu perfecta vida. Y no te metas en la mía.
—Necesitas tiempo a solas —se fue y cerró lo puerta con suavidad. Dejándome en el silencio, de un lugar desconocido.
Me recordó cuando llegaba del colegio a una casa vacía o los fines de semana cuando ellos se iba a hacer cosas variadas y me dejaban sola. Odiaba ese silencio. Siempre lo atacaba colocando unas buenas vibras, pero no hoy. Hoy lo quería abrazar y meditar. Me senté en la sala a ver esos cuadros que de alguna manera todavía no podía descifrar, mientras pensaba en lo que había pasado en el ascensor. Sabía que había algo malo en eso, pero otro lado le atraía. Saber que le importaba a alguien, que era deseada por alguien. ¿Lo hubiera detenido? La verdad no lo sabría.
El tiempo paso y ya era la hora del almuerzo. No sabía qué hacer, pero los Fosters llegaron justo a tiempo para resolverlo.
—Trajimos comida —dijeron al entrar. Era pollo asado y pollo broaster. Todos nos sentamos a comer, ayudé a poner los utensilios en la mesa.
—¿Disfrutas nuestros cuadros? —preguntó Felicity.
—Sí —fue lo único que dije, aunque algo me atraía como si cada cuadro abriera una ventana a un tiempo diferente, a un mundo diferente.
—Esos cuadros tienen cada uno, una gran historia detrás. ¿Si quieres te la podemos contar? Una por día —me preguntó, Ezra. Asentí, emocionada—. La primera se llama "Él existía antes de todas las cosas."
"Cuando no había nada, ya existía Dios. El que conocemos como Jesús o Yeshúa también existía y también existía el que conocemos como Espíritu Santo. Pero los tres eran uno, tenían diferentes funciones, pero todos eran el mismo Dios. Algo parecido a nuestra mente, alma y espíritu. Los tres comenzaron con la creación y crearon todo lo que vemos. Dios era el que daba la indicación y Jesús era el que lo hacía, Él era el verbo. Todo se creó cuando Él lo dijo".
—Entonces es un cuadro acerca de la creación —concluí yo—, pero eso no se puede comprobar.
—Nadie puede comprobar la creación —dijo suavemente Felicity—, tú tampoco puedes comprobar que hubo una explosión o que evolucionamos de un mono. Tampoco puedes saber si un meteorito generó la vida. Al final todo concluye en lo que decidas creer. Nadie puede tener toda la certeza de cómo fue, no hubo ningún testigo.
—Excepto la Sabiduría —Ezra lo dijo en tono de chiste. Pero no entró a explicar. Felicity también se rio.
Antes de que todos nos paráramos, Ezra dijo que tenía que hablar conmigo. Y me llevó a la sala.
—Tu abogado me contactó y me dijo que va a poner tu casa en arriendo. Y se preguntaba qué hacía con las cosas que hay adentro.
—Regalarlas —no había mucho en qué pensar. Era fácil.
—Estamos hablando de ropa, muebles, equipos electrónicos, etc. ¿Estás segura? ¿No quieres quedarte con algo? —dijo intentando hacerme recapacitar. Pero no había nada que yo quisiera...
—Bueno sí hay algo. Pero es algo muy personal.
—No hay problema mañana, vamos por ello.
Me retiré a mi cuarto porque quería pensar en lo que ellos me habían dicho y también descansar. Pero no pude, porque tuve visita.
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