Capítulo 2
Cuando llegaron los Fosters yo ya me había cambiado la ropa y lavado la cara, como si nada hubiese pasado. Saqué fuerzas donde no tenía para aparentar que todo estaba bien, el abogado intercambió algunas palabras con los Fosters mientras yo esperaba en la camioneta. En el camino a su casa no se intercambió palabra, solo sonaba la música instrumental de la radio.
Entramos a un apartamento gigantesco de tres alcobas, cocina, sala y comedor, todo por separado. No pude evitar mi asombro, aunque yo vivía en una casa, no se sentía que fuere tan espacioso como este apartamento.
—Debes estar cansada, aquí está tu habitación si necesitas algo solo dilo. Vamos a ir por tu ropa, no sé si quieras algo más —le hice una lista de las cosas esenciales. La señora Foster me preguntó si iba a estar bien sola. Yo solo asentí y le di mi mejor sonrisa.
El cuarto no estaba tan mal, era espacioso, tenía una ventana, un armario mediano. Tenía una pared pintada como de un gris oscuro y de resto era blanco. Cerré las persianas para que todo quedara oscuro, me acosté en una cama sencilla, me hice un ovillo y lloré por mis padres una vez más.
—¿Cómo amaneció, la joven escarlata? —me preguntó, ¿El señor Foster?... Eh todavía no me sabía bien los nombres de ellos, entonces respondí con un bonito "bien" imprimiéndole todo el ánimo posible. Iba a ir a la cocina a preparar mi propio desayuno como normalmente lo hacía.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó la señora Foster.
—Voy a hacer mi desayuno... —dije con tono dudoso. Pero ellos me obligaron a sentarme y me sirvieron el desayuno. Se sintió extraño que alguien más me atendiera, dado que yo hacía lo mío y hasta hacía lo de los demás. También me sonrojé de vergüenza cuando me di cuenta de que iba a entrar a una cocina extraña a hacer mi desayuno, como si fuera la mía.
—Oh, ya te levantaste. Pensé que ibas a dormir todo el día —entró Kaz e hizo esa broma, la señora Foster le fulminó con la mirada. Inmediatamente, se fue y entró en el otro cuarto, parecía que había estado haciendo algún tipo de deporte.
—Scarlett, tenemos que preguntarte —el señor Foster, me miró a los ojos y me habló con seriedad—. ¿Quieres ir al funeral?
No lo había reflexionado, todo pasaba tan rápido que poco tiempo tenía para meditar, comencé a pensar y cuando iba a responder, al señor Foster le entró una llamada. Se disculpó, se alejó unos metros para que no pudiera escucharle. Alcé los platos donde había comido y me dispuse lavarlos, pero también en esa tarea fui interrumpida. Ellos tenían un lavavajillas, la señora Foster me enseñó cómo funcionaba y qué tenía que hacer.
—Lo siento, Scarlett. Pero en el testamento dice que tú no puedes asistir. Te tendrás que quedar con Kaz, él ya tiene una serie de órdenes de no molestarte. Y... Siéntete en casa —el señor Foster me informó y me dio una sonrisa dulce cuando me dio semejante mensaje. Parecía que, con su tono de voz, el mensaje no fuera nada grave, pero mis padres no querían que yo estuviese en su propio funeral. Intenté no ponerle importancia, justificarlos de alguna manera, pero eso no quitaba el dolor como de traición que generaba la noticia. Me excusé y fui a mi cuarto a ordenar, a ponerle un toque propio.
Ellos me avisaron cuando se fueron y les aseguré que no había ningún problema de que yo no fuera y los despedí. Fui de nuevo a mi cuarto, estuve en silencio por un rato con mis pensamientos hasta que un ruido extraño del otro cuarto rompió el silencio.
—Scarlett —alguien me llamaba con susurros. Me levanté y puse mi oreja sobre la pared, después me dio la siguiente indicación—. Dentro del clóset hay un botón rojo, oprímelo.
Hice como me lo indicó la voz, aunque me tomó unos momentos encontrarlo. Lo oprimí y empezó a sonar un mecanismo, me acerqué de nuevo a la pared y se comenzó a mover un pequeño espacio de ella.
—Y, ¿cómo estás? —dijo Kaz cuando la pared se había movido. Me dio un tremendo susto, pero intenté disimularlo. Comencé a tocar y había un vidrio en medio de los dos, fue un alivio que me había dado cuenta por qué ya iba a pasar y me hubiera golpeado con el vidrio—. Es como hablar con alguien que está en la cárcel, hablamos a través de un vidrio, solo falta un teléfono y un prisionero.
—¿Por qué está tan abajo? —le pregunté, ignorando su chiste. Intentando todavía adivinar cómo la pared se había podido haber movido. Me explicó que me tenía que sentar, en esa posición podía ver mejor su rostro y así lo hice. —¿Qué es esto?
—Es una ventana para cuando quieras hablar conmigo y así no tengas que venir. Y yo no invada tu espacio personal—me preguntaba cómo no iba a invadir mi espacio personal si él podía mover la pared cuando quisiese, pero él adivinando mis pensamientos me aseguró—. Solo tú lo puedes activar, solo tú tienes el botón.
Eso realmente era un alivio, me había imaginado situaciones un poco incómodas y me alivié que nada de eso iba a pasar. Le pregunté cómo funcionaba.
—No sé, creo que los arquitectos hicieron esto solo para este apartamento porque el mío no tiene y créeme cuando te digo que lo he buscado —quedó todo en silencio. Ambos teníamos las cortinas abajo y ni un rayo de sol entraba por la ventana, pero nuestros ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad—. Y, ¿cómo te ha parecido Felicity y Ezra?
Me grabé los nombres para después no tener que pasar por la pena de preguntárselos a ellos mismos. —Pues son muy buenas personas, que me hayan acogido después de que mis padres murieran. Parece que su amistad era real, ¿quién sabe por qué dejaron de ser amigos?
Él quedó en silencio y desvió la mirada por unos instantes. Después me preguntó si quería un domicilio y así termino la conversación, pasamos casi media hora decidiendo que íbamos a pedir. Nuestras opciones eran variadas porque teníamos un buen presupuesto.
Mientras el domicilio llegaba, comencé a observar unos cuadros que se encontraban en la sala. En el primero el cuadro completo estaba en negro y en el centro una luz, el continuo a este era la silueta de un bebe en una cuna; el tercero era la silueta de un hombre de color blanco, a lado de este era la misma silueta, pero al frente de una multitud; el quinto era la silueta de un hombre mitad blanco y mitad negro en una cruz, después de esto una cueva con la silueta del hombre de nuevo en blanco, de antepenúltimas la silueta estaba subiendo o parecía que estuviere levitando al frente de una multitud y el último era unos puntos suspensivos. Me quedé mirando e intentaba comprender, pero no le veía ningún tipo de sentido.
—Las hamburguesas ya llegaron —me informo Kaz. Comimos en silencio y saboreamos cada bocado con cada salsa que venía.
—Y, ¿tus padres te compraron un apartamento? —pregunté cuando ya habíamos terminado nuestro almuerzo. Me respondió con un no rotundo—. Entonces por qué dijiste: "este apartamento porque el mío no tiene y créeme cuando te digo que lo he buscado."
Se río con mi imitación de su voz, por un buen tiempo, tal vez más de lo que era necesario, y solo pudo responder hasta que se calmó. —Porque con mis padres vivimos en otro apartamento en el piso de arriba.
Mi cara expresó mi confusión y recalqué. —Pensé que vivías aquí.
—No, aquí viven mis tíos.
—¿Tus tíos? —grité la pregunta y luego resalté lo obvio—. O sea, tú eres su sobrino. O sea, tú no eres su hijo.
—Tú pensaste... —y de nuevo se empezó a reír. Me sonrojé y le pregunté (cuando se calmó) por sus padres para cambiar el rumbo de la conversación—. Mis padres están en un viaje, por eso algunos días me duermo aquí y otros en mi apartamento. Eso me recuerda, ¿cuáles son tus planes para estas vacaciones?
Me encogí de hombros y se emocionó al verme. —Pues en el conjunto están haciendo unas actividades, un deporte por día. Hoy fue tenis, mañana ajedrez y así por una semana. ¿Quieres venir?
—Porque no.
No tenía nada mejor que hacer. La tarde se pasó rápidamente hablando con Kaz y luego se fue a arreglar su apartamento. Me quedé sola y comencé a analizar mi alrededor, se sentía acogedor. Exploré todo el apartamento, abrí y toque la mayoría de las cosas para saciar mi curiosidad. Aprendí dónde estaban algunos objetos esenciales. Hice de cena algo muy sencillo, unos sándwiches con un refresco, porque no quería invadir la privacidad de los Fosters. Dejé todo en su sitio después de comer y los esperé en el sofá mientras detallaba las pinturas. Una por una, examinaba e intentaba descifrar su significado, pero me quedé dormida. Hasta que escuché el sonido de una llave en el cerrojo, me desperté y esperé a que entraran. Sus rostros parecían consternados, me levanté y les pregunté si algo malo les había pasado.
—Nada, solo fue difícil. Mucha gente fue, conocidos, amigos del trabajo, amigos de la universidad, fueron hasta tus abuelos... Y pidieron tu custodia —dijeron la última frase como si fuera algo casual. «¿Mis abuelos?», pensé. Esos que habían abandonado a mi padre y lo habían dejado con una tía. Que además nunca he conocido y que no quiero conocer.
—Y, ¿qué dijeron ustedes? —fue lo único que se me ocurrió preguntar.
—El próximo sábado vienen y ahí se tomará una decisión, pero por ahora vamos a descansar —me dijo Felicity, me acarició el cachete y pasó sus dedos por mi cabello peinándome. Se disculpó por el entrometimiento a mi privacidad, pero a mí no me molestaba hacía tiempo que nadie me acariciaba. Se le aguaron los ojos y se fue a dormir. Me pareció que actuaban extraño, pero preferí no presionar más.
Me fui con el pensamiento de que mis abuelos venían en una semana, que era lo que duraba el concurso que Kaz me había mencionado. "Justo a tiempo", pensé. Aunque todavía no sabría, si me quería ir con unas personas que habían abandonado a mi padre por irse a conseguir más dinero en otro país.
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