Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Siete

El sábado se levantó pronto dispuesta a llevar a su hermano al parque al que iban cada fin de semana. Intentaba jugar con él lo máximo posible, aunque a veces era complicado debido a sus limitaciones físicas. A Abraham le gustaba ir al parque y, después de jugar con su hermana, sentarse en el césped a mirar las nubes y los pájaros volando. Se quedaba recostado observando, tan relajado que, en ocasiones, se quedaba dormido.

Aquel sábado era una de aquellas veces, por lo que Ona, sentada a su lado, sacó su teléfono y comenzó a chatear con Clara.

— ¡Buenos días, Clarita! ¿Andas despierta ya? —Escribió Ona.

— Hola! Me acabo de levantar, ando medio dormida todavía. Tú?

— Yo en el parque, sentada sobre la hierba mientras se me moja el culo.

— Todo por ese pequeñajo que tienes por hermano.

— Todo —confirmó.

Lo observó un instante, respirando calmadamente. «Todo por él», se dijo con firmeza. La vibración del aparato en su mano la llevó de vuelta a la realidad. Tenía un mensaje de otra conversación, concretamente de la de Daniel. Había olvidado por completo que, tras su respuesta de la noche anterior, él le había vuelto a escribir pero ella había leído sus mensajes sin darles respuesta pues se quedó dormida nada más apoyar la espalda en la cama.

Accedió a la conversación y volvió a leer los mensajes de la noche anterior antes de leer lo nuevo.

«Creo que eso que dices es injusto».

«Nos conocemos desde que éramos unos mocosos, no es como si no hubiese habido relación alguna entre nosotros».

«Quizás no seamos mejores amigos, pero vamos! Amigos somos!»

«No me vas a contestar?»

«Joder, Ona. En serio? Supongo que realmente crees que no hay amistad aquí».

«De todas maneras, no sé si te has dado cuenta de que estoy intentando un acercamiento... y no precisamente para reforzar nuestra no-amistad».

Ona divagó sobre ello mientras su mirada se deslizaba por la pantalla del aparato. Parecía molesto, quizá porque los mensajes constaban como leídos pero ella no había respondido. Siendo sincera consigo misma, no sabía que contestar. ¿Qué esperaba de ella exactamente? El último mensaje daba a entender que pretendía acercarse a ella de otro modo, y eso la ponía tensa. ¿Trataba de tener algo con ella? 

— Eso es imposible —musitó.

Un nuevo mensaje entró en la conversación y captó su atención. Tenía un total de cuatro mensajes de Daniel de los últimos minutos.

«No piensas contestarme, porque viendo que estás conectada eso queda bastante claro».

«La verdad es que no creí que fuese a salir así cuando pensé en esto».

«Pero ya en serio, puedes responderme? No mola nada que me dejes en visto, Ona».

«Por favor... No pedí tanto, solamente vernos un rato este finde».

Ona decidió llamar, aquello sería más sencillo sin duda al hablar en lugar de estar escribiendo. Le daba vergüenza, pero se le daba mejor hablar que escribir cuando se sentía confusa, como en aquellos momentos. Sonaron dos tonos y la llamada fue aceptada.

— ¿Ona? —Cuestionó el muchacho.

— Hola —saludó escuetamente.

— ¿Qué tal?

— Bien, como siempre. ¿Y tú?

— Supongo que bien. No esperaba esta llamada.

— Imagino... Mira, es que siempre intento ser sincera con todo el mundo, ¿sabes? Y no quiero que sea diferente contigo. La verdad es que no sé qué contestar a tus mensajes.

— ¿Por qué? —Quiso saber él.

— ¿Por qué qué?

— ¿Por qué no sabes qué responder? ¿Qué hace que sea complicado? —Aquello la hizo pensar y tardó en contestar.

— No sé. Quizá no quiero ofenderte.

— Lo hiciste ayer cuando dijiste que no había una amistad entre nosotros. Aparte de ahí, no me has ofendido más —bromeó.

— Lo siento —musitó—. Pero, ¿la hay?

— Hemos jugado juntos de pequeños, te veo más que a algunos miembros de mi familia, y te aprecio. Creo que sí la hay, pero depende de cómo lo veas tú.

— Puede que tengas razón —concedió la muchacha, algo dubitativa.

— Bien, eso es un avance. Ahora que hemos acordado que hay amistad, ¿hay opciones de que pasemos un rato juntos? —Indagó.

Ona miró a su hermano, todavía dormido. No había sonido que pudiera despertarlo, ni los demás niños chillando ni ella hablando a su lado.

— ¿Estás ahí? —escuchó.

— Ah, sí, perdona. A ver, en ese rato que dices, ¿qué haremos?

— Lo que quieras.

— Daniel...

— En serio, lo que quieras. Dar una vuelta, ir a tomar algo o ir al cine. Lo que quieras.

— Está bien... —Aceptó rindiéndose.

— ¿Eso es un sí?

— Sí.

El chico comenzó a reír de pura alegría y causó que a ella se le dibujase una sonrisa en el rostro. Siguieron hablando, planeando por encima lo que harían al verse aquella tarde. Él quería ir al cine y a ella, por alguna extraña razón, le apetecía sentarse a comer pipas a la sombra de un árbol mientras charlaban. Así, caviló ella, quizá podría conocerlo un poco más pues, en realidad, sentía que Daniel era un desconocido para ella, a pesar de conocerlo desde siempre. Nunca había sentido una cercanía con él, y no dudaba de que eso se lo diría aquella tarde. Quería averiguar el motivo por el que siempre sentía que la observaba con enfado cuando estaban los cuatro.

Hora y media después de finalizar la llamada, se encontraba en su casa jugando a las cartas con su madre. Le había dicho que saldría después de comer, para ir al cine a la sesión de las cuatro, y la mujer la había sometido a un interrogatorio que a Ona le causó cierta gracia.

— Mamá, ¡relájate! Sólo voy al cine —dijo entre risas.

— Ya, ya. Cine. Chico. Ata los cabos.

— Conozco a Daniel desde antes de ser sólo tres en casa, mamá. Es un amigo —ella misma dudó de lo que estaba diciendo.

— ¡Gané! —Gritó la adulta, arrojando las cartas boca arriba sobre la mesa.

Con aquello, la conversación llegó a su fin. Con Abraham ya duchado, procedieron a comer y Ona salió de casa con tiempo suficiente para pasar por casa de Clara para llevarle la revista pues, por accidente, se había llevado ella su ejemplar. Su amiga le había pedido aquella mañana que se lo llevase porque quería echarle un ojo con su madre.

Al llegar, se llevó una sorpresa al encontrarse allí a Daniel. Habían quedado en media hora en la plaza del ayuntamiento, a unos quince minutos de casa de Clara, por lo que Ona se mostró confusa al verlo.

— He dormido aquí —indicó, comprendiendo la expresión de la adolescente.

— Oh, cierto. Sueles quedarte, lo había olvidado.

Contrariada, le entregó la revista a su amiga y se despidió alegando que tenía cosas que hacer. Daniel no comprendió a qué se refería, pues estaba seguro de que ellos habían quedado en verse aquella tarde. ¿Qué otras cosas podía tener que hacer?

Cuando estaba ya en la calle, envió un mensaje de texto al chico indicándole que no quería que Clara supiera que habían quedado, pues acostumbraba a exagerar las cosas y prefería no tenerla encima asediándola con preguntas. Aprovechó para confirmar que se veían en unos minutos en el lugar acordado y, cuando quiso darse cuenta, ya había llegado a su destino. Se sentó en un banco y se puso a navegar por internet sin buscar nada en concreto, esperando que él llegase.

Cuando eso sucedió, Ona sintió que mil hormigas corrían por su vientre. Se veía guapo con aquella ropa y aquella pose suya de que nada le importaba; más guapo de lo que acostumbraba. Se golpeó mentalmente por aquel pensamiento y se incorporó mientras él se detenía frente a ella. Aquella sonrisa que lucía fue el remate, pues provocó que le temblasen las piernas.

«Esto ha sido mala idea», se dijo. Y es que Ona estaba sintiendo que se asfixiaba al tenerlo tan cerca, tan amigable y tan sonriente a su lado mientras caminaban por la plaza.

Si había creído en algún momento que podría olvidar lo que sentía por él desde hacía media vida, definitivamente, se había equivocado. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro