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Ocho

Para sorpresa de Ona, no se sintió muy incómoda aquella tarde. Al menos, no hasta el momento de despedirse. Ya en su habitación, se permitió pensar en las últimas horas.

Cuando se encontraron, ella era un manojo de nervios. Él no demoró en percatarse de ello y trató de eliminar la tensión que ella sentía. Fue directo, enfrentó la situación como debería hacerlo un adulto y eso, a ella, le resultó sorprendente. Preguntó por qué parecía nerviosa o incómoda y alegó que él no le iba a hacer daño de ningún modo. Quería que se sintiese bien con él, pues al fin y al cabo no eran desconocidos. Ella fue sincera, como siempre, y respondió que suponía que se debía a que, hasta la actualidad, él siempre se había mostrado distante con ella, e incluso había sido siempre consciente de la mirada de enfado que le daba cuando estaban juntos.

Daniel rio ante aquel comentario y fue rápido en su respuesta.

— Sí, me provocabas enfado —explicó—. Siempre sonreías a Clara, siempre tirabas más hacia ella. Y lo entiendo, pero con Pablo era igual. Sonreías, cantabas, brincabas por todos lados y reías sin parar, siempre jugando con él. En cambio, cuando yo me acercaba te ponías así, como ahora, seria y tensa. Dejabas de reír, te callabas, te... no sé, parecías marchitarte. Y eso no me gustaba.

Ona no sabía qué responder. ¿Por qué le ocurría sólo con él eso de no tener palabras?

— ¿Por qué? —Logró preguntar.

— ¿Por qué no me gustaba? —Ella asintió, mientras seguían caminando—. Quería que estuvieses contenta, simplemente. Y conmigo cerca, no parecías serlo y yo no lograba comprender la razón, eso me causaba un gran disgusto cada vez, ¿sabes? Y luego, en casa, discutía con Pablo.

— ¿Con Pablo? ¡Pero si él odia las discusiones! —Comentó con asombro.

— Cierto. Pero era yo quien las empezaba, porque estaba rabioso. La verdad es que, con el paso del tiempo, pude ir comprendiendo la situación, pero cuando tuve consciencia total sobre ello ya no jugábamos juntos los cuatro. Ya éramos mayores y no coincidíamos como antes.

— Oh, vaya. ¿Y cuál era la razón? Digo, dices que pudiste comprenderlo, ¿de qué se trataba?

— Celos. Puros celos —respondió mientras detenía su andar.

Habían llegado al frente del cine y debían escoger una película para poder comprar las entradas. Aún tenían tiempo antes de que empezasen las sesiones de la tarde, así que decidieron con calma. Escogieron una película de acción, pues dibujos animados o algo romántico no parecía conveniente y dijeron de quedar otro día para ver una de terror. Ona meditó sobre sus palabras mientras hacían la selección, sin centrarse mucho en los filmes que había disponibles. «Celoso, ¿Daniel celoso? Eso sí que no me lo esperaba, y no lo entiendo», se dijo. No demoró en formularlo en voz alta en cuanto tuvo ocasión, mientras hacían cola.

— Ona, sólo tienes que pensar un poquito. ¿Por qué crees que estaba celoso?

— No lo sé, por eso te digo que no lo entiendo.

— Sé que eres jodidamente inteligente, nena... Tendrás que esforzarte un poco, al menos inténtalo.

— A ver, comprendo que pudieras sentirte dejado de lado en cierto modo, ¿es por eso? O porque te robaba a tu hermano y tu prima. Si es eso, lo siento, en serio que...

— No —la interrumpió—. No tienes que sentirlo, porque no es exactamente así.

— ¡Échame una mano, hombre! —Bromeó.

Dicho y hecho, él estiró el brazo derecho y posicionó su mano sobre la mejilla de la muchacha, dedicándole una tímida sonrisa. Ona quedó petrificada ante aquello, pues le provocó un terremoto interior que sacudió toda su entereza y la mandó a volar lejos.

— Era a ti a quien robaban ellos. Era por ti por quien me sentía celoso, era contigo con quien quería jugar y eras tú a quien quería ver sonreír y jugar alegre. Simplemente quería pasar tiempo contigo, pero parecía imposible —se sinceró, hablando con rapidez por miedo a ser interrumpido.

Acarició su mejilla mientras pronunciaba aquellas palabras que, de una en una, levantaron un intenso sonrojo en el rostro de la chica.

— E-entonces...

— Sigues sin querer verlo, ¿verdad?

Ella no respondió y él ya no aguantó más. Dio un paso hacia ella, eliminando distancias sin romper el contacto piel con piel ni eliminar la conexión de sus miradas.

— Me gustabas, Ona —afirmó—. Me gustas ahora, de un modo diferente porque somos más mayores, es más intenso ahora. Me gustas, y estoy cansado de mantenerme callado y alejado por miedo a que dejes de sonreír si me acerco demasiado.

Ella, con los ojos como platos y la boca entreabierta, con manos y piernas temblorosas y la mente nublada, fue incapaz de emitir respuesta aun teniendo al muchacho a escasos centímetros de ella. Su mente repetía una misma cosa, una y otra y otra vez: a ella le gustaba Daniel y ahora resultaba que a él, increíblemente, le gustaba ella.

— ¿Es una broma? —Musitó muy bajo. Él negó con la cabeza mientras se acercaba más si era posible—. No lo puedo creer.

— ¿Tan terrible es para ti que yo tenga sentimientos por ti? —Preguntó con cierto dolor presente en la voz, mientras la unión entre ellos se mantenía.

— No.

Daniel estaba rompiendo las últimas distancias cuando se vieron obligados a avanzar en la fila. Estaba determinado a besarla, moría por hacerlo desde no sabía cuándo y aquel había sido el momento perfecto. Buscaría otra ocasión pues, si había sido capaz de leer correctamente su mirada y su expresión, él no le era completamente indiferente y, quizá, hubiese una oportunidad de alcanzar su objetivo. Necesitaba crear un momento nuevo y, por todos los demonios, lo iba a hacer.

Una vez dentro del cine, buscaron asiento pues eran de libre elección y se acomodaron con un envase de palomitas grande y sendos refrescos. Las luces seguían encendidas, esperando a que fuese la hora de proyección, y la gente que había allí hablaba en voz alta con total calma. Pusieron sus teléfonos en silencio y Ona se ladeó en el asiento, mirándolo con fijeza.

— ¿Por qué no me lo dijiste antes? —Inquirió.

— No sé, supongo que necesitaba encontrar el momento.

— Si lo hubiese sabido...

— Nada habría cambiado —añadió él con tranquilidad—. Pero ¿sabes la diferencia ahora? —Cuestionó mientras la imitaba y se ponía de lado, mirándola solamente a ella.

— No. Dime.

— Pues —se aproximó a su rostro y habló junto a su oído— que ahora voy a hacer lo que sea para conseguir que sí que cambie algo.

La chica tragó con dureza sin moverse, procesando las palabras recién escuchadas. Si sólo él supiera que siempre había sentido algo por él, la situación sería otra, pensó.

— Daniel, hay mucho que tú tampoco quieres ver —dijo en su susurro, teniéndolo aún extremadamente cerca.

El chico respiró profundo, haciendo que su aliento rozase la piel de su acompañante, quien tiritó ante aquello. Algo, no sabía qué, la empujó a actuar y no se permitió pensar en ello para impedir frenarse a sí misma. «Al diablo, que sea lo que tenga que ser», afirmó en su mente mientras giraba el rostro y posaba sus labios sobre el rostro del chico, muy cerca de la comisura de sus labios. Él reprimió un brinco por la sorpresa, pero cerró los ojos al mismo tiempo que los puños. Pronunció su nombre, a un volumen casi inaudible pero que ella, al estar tan cerca, alcanzó a escuchar. Deslizó una mano hasta su barbilla, lo hizo girarse y mirarla y sonrió abiertamente.

— Dani —dijo por primera vez—, si lo hubieses dicho antes las cosas hubiesen sido distintas. Tontorrón —añadió haciendo una mueca.

— ¡Oye! —Fingió indignación—. No lo creo, tontorrona. Y ahora, vamos a ver la película, que ya va a empezar.

Justo en ese instante, las luces se apagaron y comenzaron a proyectar unos anuncios. Ona sentía el corazón desbocado, cual caballo cabalgando en su pecho como si la vida le fuese en ello. Con temblores, abrió su lata de refresco y dio un largo sorbo. Se sentía de mil maneras, pero ya no estaba incómoda y su nerviosismo era diferente en ese momento, era de un tipo agradable, lleno de anticipación que hacía que su cabeza diese mil vueltas alrededor del mismo tema. Si se gustaban ambos, ¿qué impedía que pudieran tener algo?

Ona creía totalmente en las palabras del adolescente, le había parecido sincero y realmente interesado. ¿Qué podía salir mal?

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