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II

Llega a la casa de estudiantes donde vive con algunos compañeros de la universidad. Al verlo le piden que les explique el motivo de su escape y porque esta tan asustado. Chris, no dice nada, así que se aleja de ellos caminando hacia su habitación. Cierra con llave. Se deja caer detrás de la puerta, no puede dejar de pensar en la joven, en los sueños, en todo. Le dio vueltas la cabeza como un remolino repleto de pensamientos y miedo.

—¿Te encuentras bien? —pregunta Toño media hora después en la cena.

—Sí —miente, menea la sopa de verduras de la señora Magno.

Antonio no vuelve a preguntar. Es claro que Chris no quiere hablar de eso, así que no lo va a molestar con más preguntas. Por lo tanto, Chris agradece no volver a decir algo sobre lo que pasó en el campus.

Regresa a la habitación para comenzar la tarea de construcción, aun así no deja de pensar en los sueños. Se mete a Google para hacer su trabajo, pero algo le llama la atención es algo interesante: en la pantalla de inicio está una imagen de Heracles, un semidiós que era hijo de Zeus.

—Hoy es su día luctuoso —recuerda.

Cada año en la ciudad, se hace un pequeño festival al honor de Zeus porque era el gobernante de todos los dioses y los mortales, pero según la Antigua Grecia, también era de Heracles quien fallece durante una fiesta de su padre, por lo tanto, reunieron las dos festividades porque hay gente que piensa que aún "existe" el rey de los dioses.

—Patrañas, ¿quién va a creer en eso?

Recuerda que hace mucho tiempo, tuvo un sueño que era él semidiós. Hacía batallas contra diferentes tipos de monstruos y vencía a todos de un golpe. Nunca le llamaba la atención esos sucesos, hasta que se hizo un poco frecuente. Ahora tenía varios sueños diferentes con otros elementos.

Entra al link que le mostraba el buscador, empieza a leer todo con mucha atención. Nada era relevante solo hablaba de que se hacía en la celebración. Refunfuña, está perdiendo el tiempo en estupideces que no era su interés y, de por sí, no va muy bien en la escuela.

—Niño, ya duerme —habla la señora Magno detrás de la puerta—. Luego no te levantas querido.

—Sí, en un momento —contesta Chris. Él checa el reloj de su muñeca, ya son la una y media de la madrugada—, deja guardo el trabajo que estaba haciendo y me duermo, Sra. Magno.

Ella se aleja de su puerta con su forma de menear su gran trasero. Le da escalofríos, le gustaban mucho ese tipo de tamaño, pero el de la ama de llaves de la casa del estudiante no se le apetece para nada. Todo arrugado y... mejor apaga la computadora, se sienta en la cama meditando lo que pasó hace unas horas.

—Ya duérmete —dice Antonio en su cama—. Déjame dormir, Chris.

—Ya voy, cómo tú no haces tareas... —No termina la frase porque su compañero de cuarto lanza un fuerte ronquido debajo de sus sábanas—... se quedó dormido, para que me regaña si no le iba a molestar.

Niega con la cabeza. Entonces, mira el ordenador que hace un ruido fuerte gracias a los ventiladores que no ha tenido tiempo de limpiar. Se estira en su silla, y comienza divagar en sus recuerdos.

El recuerda que cuando era niño le pasaban cosas extrañas, por ejemplo: siempre que llegaba junto al mar Mediterráneo oía voces que lo llamaban en el fondo del mar, también el viento pasaba lo mismo. Le susurraba cada día una canción de cuna... abre los ojos, otra vez la sensación. Ignora ese pensamiento.

Él se levanta del asiento del escritorio, apaga el ordenador. Se va a su cama que estaba a la derecha del escritorio. Al fondo se escucha un fuerte ronquido de Toño.

—¿Tú crees que haya algo malo en mí? —Se pregunta, mirando el techo, se responde—: Pues sí, estoy tan salado como el mar rojo, ya que todo me pasa. —Se ríe de su comentario, se tapa con la sábana, se queda dormido de repente.

Chris da vueltas en la cama tiene expresión de angustia, comienza a sudar mucho, otro sueño extraño pasa por su mente.

«En una ciudad antigua con mucha multitud, él pasea sobre un caballo alado, se escucha un grito de horror, él llega junto a un niño pidiendo ayuda, la multitud lo rodea para saber lo que pasaba, entonces aterriza.

El pequeño al verlo, se le acerca corriendo lo abraza llorando, ya que se tranquiliza, le grita:

—¡Heracles! —Con los ojos llenos de lágrimas— Mi hermano se quedó atrapado en una cueva.

—Vamos, niño. Dime, ¿dónde es? —pregunta, Heracles, apresura el paso.

—Es por aquí, señor —le indica el camino.

Los dos se suben al caballo alado. Llegaron en unos segundos, se acerca dónde está la roca, en el fondo se oye un niño que llora por la tristeza y miedo. Heracles deduce que el niño quería a su madre en ese momento. Luego entra en pánico, comienza a pedir ayuda detrás de la roca.

—Hermano, traje ayuda —comenta para tranquilizar a su hermano, toca la puerta, y añade—: Vine con Heracles, tú héroe favorito.

Heracles levanta la roca con su poderosa fuerza. Él mantuvo en el aire la roca para que el niño saliera, el pequeño escapa que feliz por volver estar con su hermano mayor. Heracles, lanza la roca hacía un lado, cuando algo gruñe dentro de la cueva, sale un gran reptil, es la Hidra.

Heracles le corta la cabeza, pero le sale otra, entonces lleno de desesperación, sigue haciéndolo, cada vez que hace la acción le salieron más, ya son demasiadas. Las cabezas se miran, luego lo atacan.»

Despierta sobresaltado y sudando frío. Respira con dificultad, los nervios y el corazón le late de manera rápida, que casi se le sale del pecho.

—No otra vez —se oye una voz a su lado. Es Toño con la cara enojada—. Otro sueño, ¿verdad?

—Sí —respira rápido—. Lo-lo siento...

—Sabes algo, no te disculpes, mejor ve al psicólogo... mira, no es normal que tengas pesadillas sobre...

—No iré, Toño —interrumpe Chris, se sienta en la orilla de la cama—. No estoy loco y no tengo un trauma —añade antes que hable su amigo.

—Pero... ¡Oh, mierda! ¡No me dejas dormir por esas estúpidas pesadillas! —grita, la cara de él estaba roja.

Chris sabe que su compañero o más bien su mejor amigo lo comprendía, sin embargo, la paciencia se le estaba terminando, así que opto por contarle:

—En el autobús conocí a una joven...

—No me cambies el tema, Christopher —dice con severidad.

—No, no es eso. Ella me dijo algo muy extraño —baja la voz hasta convertirla en un susurro—. La chica me dijo: "pronto sabrás el significado de tus sueños", entonces se bajó del autobús. Intenté buscarla, pero desapareció entre la multitud.

Se levanta de la cama y camina de un lado a otro. La sensación que tiene no desaparece, es como si algo va a pasar. Se revuelve el pelo con frustración. Toño, solamente lo mira negando con la cabeza, y comenta:

—Creo que ya es obsesión tuya —Él se acuesta en su cama, y duerme de nuevo.

Se detiene para refutar, pero otro ronquido fuerte lo interrumpe. Se sienta en su cama de nuevo. Los pensamientos vuelven a su mente. Reflexiona si fue una buena idea haber venido a Atenas a estudiar una licenciatura sin tomar en cuenta que le iba afectar, entre varias universidades que ofertan la misma carrera elige la de Atenas, suspira.

—Debí haber escogido la de Esparta —dice para sí mismo.

Chris se levanta a la cinco de la mañana como de costumbre. Toño, su compañero de cuarto, sale primero a desayunar con los demás chicos de la casa para después irse a escuela. Él va a contabilidad en mismo campus de Chris. La Facultad de Chris es la última mientras la de Toño es la primera.

Chris mientras se viste recuerda lo que había soñado anoche, después piensa en la joven misteriosa, quien espera toparse para hacerle preguntas. Le regresa esa sensación de nuevo, siente que el estómago se le revuelve. El siente que la conoce, pero como siempre no recuerda en dónde. Él jamás la había visto en su vida, ya que, en Estefani, Grecia todos se conocen porque es una población pequeña.

—Ya vas a bajar —habla una voz detrás suyo, es Toño—. La Sra. Magno no te va esperar toda la mañana, idiota.

Gira sobre sus talones con cara de pocos amigos hacia Toño, él sabe que el sentido de humor de su compañero de cuarto es ser cruel. Termina de vestirse con el uniforme de la facultad de Ingeniería. Procede a bajar, Chris baja de dos en dos escalones, camina por el pasillo que lleva al comedor que es grande y blanco. En ese momento, en él hay dos personas: Alacmena y Aragón.

—Hola —saluda Chris.

Nadie responde. Los chicos tienen cabello rubio, los labios pintados de negro y su ropa del mismo color, son las personas más serias que Chris ha visto. Ellos van a Filosofía, lo miraron de manera fea como siempre, como si le leyeran el pensamiento. A Chris le recorre un escalofrío por la espalda.

—Bueno, me retiro, que tengan un lindo... —se prepara para irse cuando llega la Sra. Magno detrás de él. En sus manos trae un plato de comida caliente—. Ah, hola, yo...

—¿Ya te vas? —Cantó el ama de llaves—. Tienes que comer primero, estás muy flaco.

—Pero...

Ella lo empuja a la mesa. A Chris casi no le gusta la comida de la Sra. Magno porque le pone mucho condimento, pero la come a pesar de estar mala, ya que, gracias a ella no muere de hambre, a todos les gustaba menos a él. En cambio, Toño, siempre repite el plato hasta tres veces por eso está bien gordo.

—¡Provecho, mis niños! —se aleja.

El plato tiene varios vegetales con pollo. La verdad, no se le antoja porque sabe que tiene mucha pimienta. La señora Magno se sienta con ellos, entonces Chris finge que le agrada la comida para no hacerla sentir mal.

—Delicioso, Sra. Magno.

—Gracias, mi niño —dice la señora Magno, le jala los cachetes como un bebé—. Bien hecho Heracles...

Chris se atraganta con la comida, tose. La Sra. Magno se asusta, le da unos golpes en la espalda para evitar que se ahogara con su comida.

—¿Te encuentras bien? —inquiere preocupada, le soba la espalda.

—Sí, sí —toma un poco de agua—. No sé preocupe señora... solamente se me fue por otro lado. Lo que pasa es que quise hablar con la boca llena, es solo eso —contesta Chris, deja un lado el vaso.

—A bueno —comenta la Sra. Magno con una amplia sonrisa—. Pensé que no te gusta mi comida y...

—¡Sí! —exclama—. Sí me gusta...

Se termina el plato. Se levanta del comedor, lleva al lavabo su plato y lo lava. Después, se va a su clase de construcción que está vez le toca el primer día del miércoles. Sale de la casa de estudiantes, camina a la esquina de su casa para tomar el autobús.

Los pensamientos de Chris lo rodearon de nuevo sobre el sueño que tuvo de los niños y la Hidra, luego la chica misteriosa, después lo que le dice la Sra. Magno. Aún no entiende que pasa. Siente que alguien lo observa, mira a su alrededor, no hay nadie. De repente, siente un sentimiento de culpa que no sabe porque. Él piensa que fue de como trató a su maestro anteriormente.

Llega el autobús.

—Buenos días —saluda el chofer.

—Buenos días —repite Chris con una media sonrisa. Él hurga en su bolsillo para darle unas liras—. Aquí tiene.

—De nada, Heracles —Le da su cambio.

Chris voltea con los ojos muy abiertos por la sorpresa que se dio. Se le cayeron las monedas porque las suelta de repente.

—Disculpa, ¿cómo me llamó? —cuestiona.

—¿De qué hablas? Yo no te dije nada. Ya siéntese que me está atrasando —dice el chofer con enojo, luego mira hacia abajo —. Se le cayeron sus monedas no las va a juntar, o quiere bajarse y caminar.

Chris se fue hasta atrás del autobús a sentarse en un asiento del fondo como siempre lo hacía cada vez que iba hacía la escuela. Algo extraño sucede y él lo va averiguar, en el fondo le intrigaba lo de Heracles. ¿Por qué todos los llamaban así? ¿Acaso algo saben que él ignoraba? Niega con la cabeza. Chris, pensó que a lo mejor es por la semana de Heracles. En ese momento lo tiene todos en la cabeza.

Llega al campus. Todo está solo, son las seis de la mañana. La primera clase es en una hora aproximadamente. Chris se sienta afuera del salón de construcción para esperar a sus demás compañeros él jamás llega temprano porque le gusta hacer la entrada triunfal para molestar a la profesora.

—Por primera vez, no tengo ganas de llegar tarde —murmura Chris mirando el amanecer—. ¿Qué me está pasando? —se dice con desanimo.

—¿Qué haces tan temprano? —habla una chica, es la de Texas.

—Eh, no sé. Creo que entraré temprano. Quiero... quiero mejorar, ser mejor cada vez más —habla Chris con sinceridad—. Creo que me está castigando la vida y...

—Oh, ya —Uso un tono de burla. No le cree.

Se levanta del piso, toma una decisión de no entrar a clases este día. La chica americana le pregunta a dónde va, pero la ignora. Sale del Campus y empieza a caminar por la calle sola, está amaneciendo y la mayoría de los establecimientos estaban cerrados, siente como el viento frío le da en la cara.

Sigue su camino sin rumbo fijo. Sus pensamientos están en otra parte, no sabe a dónde va hasta que llega al museo de Antropología. Cuando se detiene ahí, una voz dentro de su cabeza le dice: "entra", pero duda en hacerlo. Comienza a divagar por sus pensamientos si era buena idea hacerlo.

Entra al museo, al pasar por la puerta siente una sensación como si conociera todo, así como si hubiera vivido en la Antigua Grecia.

—Se le ofrece algo, joven —dice una anciana que tiene un gafete del museo en él estaba su nombre—. ¿Quiere una visita guiada?

—Eh, no. Ya conozco todas las cosas que están aquí —responde con sinceridad Chris—. Gracias de todas formas.

Chris camina hacia dentro del museo, ve muchas figuras como: estatuas de los dioses, monedas antiguas, manuscritos en griego antiguo dónde narraban las hazañas de los semidioses que eran frutos de las aventuras de los olímpicos, pero se detuvo en uno específico en la de Heracles que trae su armadura de piel de león y estaba blandiendo su espada contra la hidra, en el piso de la misma está la cabeza del monstruo.

—¿Por qué me confunden contigo? —Le pregunta a la estatua—. Creo que estoy loco ahora hablo con una estatua que no me oye ni habla.

—Sí estás loco —dice una voz dentro de su cabeza—. Pero si fuera tú saldría de aquí corriendo. Si no me crees mira hacia atrás.

Mira hacia atrás y se cierra la puerta del museo de repente. ¿Qué pasa? Pregunta asustado, todo le empieza a dar vueltas, de manera que se marea.

—Señora le dije que no quería sus servicios —comenta Chris con decisión al ver a la señora en la entrada—. Además, ya me voy. ¿Me está oyendo?

La señora del museo se le queda con la mirada fija, sonríe y muestra unos colmillos, entonces sus ojos cambian de color, de repente, se transforma en la misma Hidra de la estatua de Heracles. Chris se hace hacia atrás con los nervios de punta.

La hidra empieza a caminar hacia el con un rugido que hizo temblar al edificio. Chris se siente acorralado por el enorme animal.

—¡Ayuda! —Grita desesperado temblando de miedo—. ¡Hay alguien por ahí!

Nadie responde.

—Haz algo inútil —habla su conciencia.

La Hidra le lanza la primera mordida, se tira hacía un lado para esquivarla, sale corriendo hacia las estatuas de Zeus, Poseidón y Hades, se oculta detrás de la última, respirando con dificultad. La Hidra destruye la de Zeus, después la de Poseidón y al final se acerca hacía donde estaba él. Destruye en la que está él, que lo avienta hacia el fondo. Se hace un corte en el brazo leve al quitarse.

Ya se lo va a comer cuando una flecha sale de la nada dándole en una de las cabezas de la Hidra que grita de dolor. Chris voltea hacia dónde sale la y era la misma chica que habló en el autobús, pero no traía ropa de la era actual. Esta vestida de amazona griega enseñando el estómago y una minifalda donde mostraba unas grandes piernas con botas largas de cuero. Trae un arco en la mano prepara la siguiente flecha del alijaba. Ella está arriba del caballo alado que vio el día anterior durante la clase de matemáticas.

—¡Toma! —Le arroja una espada.

Chris toma el arma no sabe qué hacer con ella. La gran bestia le lanza una mordida, pero el caballo lo esquiva con una maroma hacia atrás, se aleja un poco.

—¿Qué hago con esto? —pregunta Chris, mira la espada con duda.

—Pues atácala, idiota —habla la chica, ella había aterrizado junto a él—. Demuestra tu poder, Heracles.

—¡Que no me llamo así! —exclama el chico con furia.

La chica va decir algo, pero un gruñido la interrumpe. La Hidra está furiosa porque se atrevieron a lastimarla.

Les tira a morder, cuando Chris se le ocurre cortarle la cabeza, pero la mujer lo regaña diciéndole que lo único que va a provocar que le salga otra más y fue así le sale dos en lugar de una.

—¡No sabía! —Se disculpa Chris con la chica, comienzan a correr, entonces ve la enorme estatua de Heracles, y se le ocurre—. Podemos aplastarla con la estatua del héroe.

Ella asiente. La chica la distrae mientras que Chris corre hacía la estatua, pero la hidra se le hizo más interesante el chico, así que corre en dirección de él. Chris siente la presencia de la Hidra así que apresura el paso.

Llega e intenta que el enorme reptil se acerque un poco más mientras que él intenta empujarla, se da cuenta que está haciendo algo que es imposible. Él hace cálculo físico, sube a la estatua de Afrodita para cuando se lance contra él la hidra haga palanca que provoque un efecto domino para que la aplaste la estatua de Heracles que se encontraba atrás del animal.

—Espero que funcione —murmura Chris con inseguridad. Nunca había pensado en utilizar la física en su vida, sin embargo, era de vida o muerte—. ¡Eh, animalejo! —La hidra se abalanza hacia la estatua, y la empuja.

Por lo tanto, empiezan a caer estatua por estatua por el efecto domino que se había hecho, la última que quedaba en pie que es la de Heracles la aplasta, empieza a salir sangre debajo de los escombros.

—Bien hecho, Heracles —se acerca la chica con una media sonrisa, pero se pone sería.

—¿Por qué me dices así? —cuestiona, Chris—. Yo no me llamo así. Soy Christopher.

La chica se le queda viendo con seriedad y levanta una ceja con impaciencia, y le aclara:

—Porque así te llamas, Heracles. O más bien, eres la reencarnación del dueño de la estatua que acabas de destruir, y que fue hecha a tú honor, imbécil.

Chris se deja caer con sorpresa.

—¿Qué?


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Hola, aquí está el capítulo dos, espero que les guste. Poco a poco se irá descubriendo las cosas, y empieza la aventura de Chris con la chica.

Bueno, espero sus comentarios y votos.

Los amo.

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