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Capítulo 32 | La comunicación

KYLE

Hace tres semanas que lo único que hago es mirar el techo de mi habitación y pensar.

Llegué a dos conclusiones: la primera es que el techo de mi habitación necesita urgentemente una pasada de pintura. La segunda es que Amber tenía razón (aunque eso no me sorprende, siempre tiene razón): necesitaba pensar, analizar todo lo que había pasado antes de intentar seguir adelante.

Y me di cuenta que hace un tiempo me sentía vacío. Era una sensación de soledad, como si yo no fuera suficiente, como si me faltara algo. Tal vez se debía a que en mi casa no me prestaban mucha atención. Aunque tampoco es que pueda quejarme, mi madre siempre se ocupó de mí y la admiro por todo lo que ha tenido que pasar, pero ella siempre ha estado en una constante lucha contra su trastorno y mi padre no le hizo las cosas fáciles.

En mis años de primaria, era usual volver del colegio y encontrarme a mis padres peleando como si no hubiera un mañana. Yo no solo tenía que asegurarme de que mi hermano pequeño no presenciara las peleas y las palabras hirientes que mis padres se decían, también tenía que asegurarme de que mi madre estuviera bien.

Si soy sincero, yo no podía hacer gran cosa, pero sentía una responsabilidad demasiado grande hacia mi madre y mi hermano. Sentía una necesidad de protegerlos, a mi madre de todo lo que pudiera dañarla y a mi hermano de mis padres.

Cuando conocí a Jess fue fácil llenar ese vacío que sentía. En ese momento pensé que era algo positivo, pero ahora me doy cuenta de que no lo fue.

No es positivo poder llenar ese vacío con el cariño de otra persona, porque cuando esa persona decide que ya no eres suficiente, el vacío se hace más grande y tú único sentimiento es que ese vacío solo se puede llenar con el cariño de esa persona que te dejó. Creas una dependencia.

Eso es lo que me sucedió con Jess. Ella me ayudó en los momentos difíciles. Siempre sabía cómo distraerme y pronto pensé que eso era todo lo que necesitaba para no sentirme solo: a ella. Pero mis problemas siguieron estando allí y, en el fondo, el vacío también, incluso aunque no me diera cuenta en ese momento.

Tendría que haberme dado cuenta de que algo andaba mal cuando Jess comenzó a ignorarme por momentos.

Cuando eso sucedía, yo pensaba que ella tenía razón, porque mi familia y los problemas en mi casa me desgastaban tanto que a veces mi cabeza estaba en cual quiero parte y no le prestaba a Jess la atención que se merecía. Todavía recuerdo lo nervioso que me sentía cada vez que Jess decidía dejar de hablarme de la nada. Yo trataba de darle su espacio, pero por dentro mi estómago se revolvía y pasaba los peores momentos frente a la pantalla de mi celular esperando una respuesta. Cualquier respuesta me bastaba, pero Jess me daba y me quitaba su atención sin previo aviso, sin decirme por qué me dejaba de hablar. Me pasaba noches enteras tratando de pensar qué había hecho mal esa vez.

Si no me contestaba, sentía que me lo merecía, que yo no valía su tiempo. Pero cuando me contestaba, volvía a sentir que valía la pena.

Ahora me doy cuenta de lo peligroso que es darle a la otra persona ese poder de decidir si eres valioso o no. Lo doloroso que es creer que si la otra persona piensa que vales la pena, entonces es porque lo vales, pero si decide que tú ya no eres valioso, entonces tiene razón y crees que probablemente eres difícil de querer.

Y no es culpa de Jess, es culpa mía porque nunca tuve que haber llenado ese vacío que sentía con el cariño de otra persona. En realidad, tuve que haber llenado ese vacío con el cariño propio que nunca sentí. Siempre permití que otras personas decidieran cuánto valía y ese fue mi error.

―Kyle, hijo, ¿Puedo pasar? ―me pregunta mi madre detrás de la puerta de mi habitación, haciéndome volver a la realidad.

Paso la manga de mi sudadera por mis ojos y me echo un vistazo al espejo que está colgado en la pared de mi cuarto para ver cómo me veo. Bien, no parece que he estado llorando, solo que estoy cansado. Me aclaro la garganta.

―Sí, mamá, pasa ―le contesto con voz ronca acomodándome en mi cama.

Mi madre entra a mi habitación y se sienta al borde de mi cama. Está vestida con uno de los trajes que suele usar para ir al trabajo. Me mira con una sonrisa y yo hago un esfuerzo por sonreír también.

―No te voy a preguntar cómo estás porque yo odio que me pregunten eso cuando estoy llorando ―dice sin preámbulos y eso me provoca una risa baja.

―Vaya mamá, gracias por dejarme disimular ―me quejo volviendo a refregar mis puños contra mis ojos.

Mi madre me detiene poniendo una mano sobre mi brazo con suavidad.

―No lo hagas, Kyle. He fingido la mayor parte de mi vida estar bien frente a los demás, no lo hagas tú también.

Trago saliva con dificultad.

A pesar de todo, me hace realmente feliz que mi madre ya no tenga esa necesidad de fingir, y me hace incluso más feliz que no haya tenido un episodio desde que volvió a tomar su medicación con regularidad. Sé que ella habló con su jefe para que le concediera más tiempo para ese proyecto publicitario que la tenía tan nerviosa. El otro día nos lo mostró a mi y a mi hermano y el corazón me explotó de orgullo al ver el resultado final luego de todo el esfuerzo que le ha puesto mi madre a ese proyecto.

―Lo siento ―digo― No sé para qué me molesto en ocultarlo si igualmente sabes que desde hace semanas estoy así.

Mi madre me mira con preocupación.

―¿Me vas a contar lo que ha pasado con tu padre?

Suspiro y miro la mano en donde ya no tengo la venda.

―Ya te lo dije, fue una estúpida discusión.

Mi madre frunce el ceño.

―¿Por una discusión te despidió? Kyle tienes que decirme si debo hablar con él...

―No ―me apresuro a decir. Mis padres están en una especie de tregua desde hace un tiempo, no quiero ser el que la arruine y mucho menos quiero que mi madre se estrese por mi culpa―. No hace falta.

Mi madre no parece muy convencida, pero no insiste.

―Hijo... no quise sacar el tema antes para no agobiarte, pero creo... creo que te haría bien comenzar terapia de nuevo. Puedo pedirle contactos de colegas a mi terapeuta, pero no quería hacerlo sin antes hablarlo contigo.

Noto como mi madre espera que le diga que no. Y tal vez hace unas semanas me hubiese negado, pero es algo en lo que he estado pensando mucho últimamente. Había ido a terapia hace dos años, pero eventualmente lo dejé. La verdad era que iba solo porque en aquel entonces mi madre se sentía más tranquila si tenía a un profesional con quien hablar, pero yo estaba un poco reacio a la idea y no duré demasiado.

Sin embargo, ahora soy más consciente de lo mucho que me podría ayudar y, sobre todo, acepté el hecho de que no puedo solo. Durante mucho tiempo pensé que podía, pero ya no.

―Está bien ―contesto. 

Mi madre me mira boquiabierta.

―¿En serio?

―Sí ―asiento.

―Wow. Pasé todo el día pensando en argumentos para convencerte.

Sonrío.

―¿Pensabas que iba a decir que no?

Mi madre hace una mueca.

―Bueno, lo cierto es que no has sido consistente en el pasado.

―Lo sé, pero este año hubo alguien que... ―mi voz se quiebra y mi madre pone su mano sobre la mía―. Hubo alguien que me enseñó lo importante que es hablar de lo que te duele, me enseñó que no está mal pedir ayuda.

Mi madre esboza una sonrisa con cariño.

―Esa chica es especial.

Siento una calidez en el pecho. Lo es. Jamás podré poner en palabras lo especial que es Amber.

Sin embargo, mi sonrisa se borra cuando siento un peso en mi pecho.

―No quiero lastimarla ―admito con angustia. 

Mi madre me mira con preocupación.

―¿Y por qué piensas que podrías lastimarla?

Tomo una respiración honda buscando las palabras adecuadas, pero supongo que es mejor decirlo como me salga.

―Porque estoy jodidamente asustado, mamá. Dos de las personas que más quería me acaban de traicionar y ahora tengo todas estas inseguridades en mi cabeza. Amber es la persona más increíble que existe, pero... ¿cuánto tiempo va a pasar hasta que ella también se de cuenta de que no soy tan especial? Es decir, sé que ella jamás me haría algo así. Lo sé, pero... no quiero molestarla con mis inseguridades, no quiero ser una carga para ella.

Mi madre me escucha con atención y cuando termino de hablar se toma unos segundos antes de responder.

―Kyle, cuando me contaste que tú y Amber se dieron un tiempo supe que habían tomado la decisión correcta, porque creo que tienes que estar un tiempo solo para pensar y procesar todo lo que estás sintiendo. Te han lastimado y todo el dolor y el enojo que estás sintiendo no se va de un día para el otro. También creo que empezar terapia te va a dar las herramientas para mejorar de a poco. Pero, hijo, ¿sabes algo que me has enseñado tú?

Frunzo el ceño y tengo la necesidad de decir algún chiste para que la arruga de la frente de mi madre desaparezca.

―¿A insultar en portugués?

Eso logra hacerla sonreír y se muerde el labio como si no me aguantara.

―Además ―se queja―. También me has enseñado que uno es el encargado de resolver sus propios problemas, uno es responsable de su recuperación. Nadie puede salvarte, pero eso no quita que alguien que te quiere te puede acompañar en el proceso.

Pestañeo considerando sus palabras.

―¿Yo te enseñé eso? ―pregunto asombrado.

Mi madre asiente.

―Pero mi error fue poner sobre tus hombros tanta responsabilidad.

Niego con la cabeza.

―Mamá hiciste lo que pudiste...

―Lo sé, lo sé. Solo quiero decir que fue un error y ese es el punto al que no debes llegar. No debes poner sobre los hombros de otra persona tus problemas, porque no es la responsabilidad del otro hacerse cargo de ti, pero no tiene por qué llegar a eso con Amber y estoy segura de que tú no lo permitirías y ella tampoco. ―La miró con inseguridad―. ¿Cómo es ella contigo? ¿Está dispuesta a hablar de los problemas?

―Si ―digo sin dudarlo―. Ella siempre está dispuesta a hablar conmigo y es... ―Sonrío―. Es la persona más comprensiva que conozco. Jamás buscará hacerte sentir mal y... ―se me quiebra la voz―. Es de esas personas que les nace ayudar a los otros, ni siquiera se lo cuestiona, es lo primero que le sale hacer... ―Lo pienso por un momento―. Aunque también sabe poner un freno cuando es necesario. Ella fue la que me sugirió un tiempo.

Mi madre asiente, pensativa.

―Suena como una persona sincera con la que es fácil comunicarse y la que está para ti si lo necesitas, pero también sabe lo que se merece. Y, Kyle, ahora te falta a ti saber lo que te mereces, porque te mereces una persona que te quiera como eres, que te respete y te haga sentir bien. Usa este tiempo para ti para trabajar en ello.

Me muerdo el labio con nerviosismo.

―Tengo miedo de que cuando esté listo, Amber haya decidido que no vale la pena intentarlo.

―Bueno, es una posibilidad, aunque realmente no creo que suceda, pero si no es Amber la indicada, ya encontrarás a otra persona que crea que vale la pena intentarlo. Y, de todas formas, no te arrepentirás de lo que has vivido con Amber, ¿o si?

Niego con la cabeza.

―Jamás me podría arrepentir de ella ―digo con firmeza―. Es una de las mejores personas que he conocido. Y si Amber y yo no terminamos juntos... ―Dios, me duele incluso pronunciar esas palabras― Deseo que encuentre a alguien que la quiera y la valore como se merece. Aunque ojalá sea más feo que yo ―admito resoplando.

Mi madre se ríe y estruja mi mejilla.

―No hay nadie mejor que tú.

Pongo los ojos en blanco y me aparto antes de que vuelva a pellizcar mi mejilla.

―Eso no era necesario ―me quejo―. Desde que te conté todo lo que ha pasado estás más...

―¿Intensa? ¿Protectora?

―Estrujadora.

Mi madre se encoge de hombros.

―Y no voy a cambiarlo ―asegura y me mira con cautela―. ¿Cómo estás con respecto a esos dos?

Ah, mi madre parece que ha prohibido nombrar en voz alta a Austin y a Jess. A ella también le dolió mucho lo que sucedió.

Frunzo el ceño mientras trato de quitar un hilo del edredón, pero mi mamá me detiene.

―No rompas la cama ―se queja.

Suspiro y contesto su pregunta.

―Hay momentos en que los odio, en los que siento que nunca los conocí realmente y quiero que sufran como yo ―admito con la voz ronca―, pero después me doy cuenta que el hecho de que sufran o no, no va a ser que sea más fácil para mi salir adelante. Otras veces extraño a Austin, nuestra amistad, lo que perdimos y no volveremos a recuperar. Y otras veces simplemente... duele.

Y, a veces, cuando alguien te lastima tanto piensas que te lo mereces. Algo habré hecho mal para que Jess dejara de quererme. Algo habré hecho mal para que mi mejor amigo me traicione.

―Lo siento, hijo ―responde mi mamá apenada―. Siento lo que has tenido que pasar, pero aprenderás de todo esto.   

Me rio amargamente.

―No estoy tan seguro.

―Ya verás que sí. ¿Has hablado con alguno de ellos de nuevo?

―No. Los dos trataron de hablar conmigo de nuevo, pero creo que finalmente entendieron que no quiero tener nada que ver con ellos. ―Sacudo la cabeza, frustrado― No lo sé, mamá. No creo poder perdonarlos y hacer como si nada hubiese pasado.

―Una cosa no tiene que ver con la otra, Kyle. Puedes perdonarlos, pero seguir con tu decisión de no volver a tenerlos en tu vida si te dañaron tanto. Una vez que rompieron tu confianza, es muy difícil volver a confiar, pero eso no quiere decir que no puedas perdonarlos. Al final, el rencor te termina dañando más a ti y perdonar te libera.

Miro a mi madre sopesando sus palabras y me pregunto si lo dice por experiencia propia. A lo largo de su vida, muchas personas le dieron la espalda por su trastorno, tal vez por ignorancia, tal vez por prejuicios, pero sé que fue perdiendo muchas amistades en el camino.

Creo que hoy no estoy listo para perdonar, sería hipócrita de mi parte tratar de hacerlo cuando todavía estoy tratando de procesar todo, pero, tal vez, algún día llegue a ser igual de fuerte que mi madre y pueda perdonar, aunque eso no signifique volver a tenerlos en mi vida.

En ese momento escuchamos golpecitos en la puerta.

―¿Puedo pasaaaar? ―grita mi hermanito.

―No ―contesto.

―Si ―contesta mi madre al mismo tiempo.

Jack abre la puerta y corre hacia nosotros con Whisky en sus brazos. Se sienta entre medio de mi madre y de mí aunque no hay tanto espacio para él y me aplasta las piernas.

―¿De qué hablan? ―quiere saber dejando al gatito en mi cama.

―Estábamos apostando si ganarás el partido de mañana ―digo con una sonrisita malvada.

―¿Y qué apostaron?

―Es aburrido apostar con mamá ―respondo―. Siempre dice que ganarás.   

Jack se gira a mirar a mi madre sorprendido.

―¿En serio? ―pregunta ilusionado.

Mamá le pasa una mano por el cabello.

―Claro que sí, si eres el mejor jugador.

―¿Incluso mejor que Kyle? ―le susurra Jack y yo le guiño un ojo a mi madre para que sepa que puede decir que sí.

―No hace falta que guiñes el ojo ―dice mi madre alzando una ceja―. Iba a decirle que sí de todas formas.

Jack se ríe y la abraza.        

―Gracias, mamá. 

Mi mamá lanza una carcajada y yo resoplo. Whisky hunde sus uñas en el edredón de mi cama y mi madre estira una de sus manos para acariciar el lomo del gato. La miro con los ojos entrecerrados. 

―¡A él no le dices nada! ―me quejo, señalando al gato.

Mi mamá se levanta y agarra a Whisky mientras lo acaricia.

―Es imposible enojarse con él ―se defiende―. Bueno niños, ahora, me iré a hacer la cena.  

―Espera que te ayudo ―le digo levantándome de la cama, pero mi madre niega con la cabeza.

―No, prefiero hacerlo yo a mi tiempo. Además, siempre que cocinas dejas la cocina hecha un desastre.

―¡Mentira! ―respondo ofendido.  

―Es cierto ―concuerda Jack―. El día que vino Amber te pusiste tan nervioso que hasta llenaste el techo de salsa.

Miro mal a mi hermano.

―¿Quieres que empiece hablar de Clara y de ti?

―¡No! ―protesta Jack poniéndose rojo.

Mi madre se ríe y niega con la cabeza antes de salir de mi habitación con Whisky.

―¿Quieres jugar a la play? ―le pregunto a mi hermano. Ya tuve suficiente de lamentarme por hoy.

―¡Si! ―grita entusiasmado con una sonrisa. Asiento y me dirijo a la puerta, pero Jack vuelve a hablar― Espera, Kyle.

Me doy vuelta. Jack está de pie jugando con sus manos, parece nervioso. 

―¿Qué pasa? ¿Está todo bien?

―Sí, solo quería preguntarte algo. Tú... ¿estás peleado con Amber? ―pregunta finalmente y yo siento un nudo en la garganta.

Carraspeo.

―Nosotros... no. No estamos peleados, solo... decidimos pasar un tiempo separados, pero no estamos peleados.                   

Eso parece animarlo.

―¡Qué alivio! Sería horrible si ustedes se pelearan. Amber es genial.

―¿Te cae bien porque pueden molestarme cuando están juntos? ―bromeo.

―Si ―afirma―. Y también porque da los mejores consejos del mundo y porque puedo hablar con ella de superhéroes y porque... ―Jack parece arrepentirse de lo que estaba por decir y se calla.

Alzo una ceja.

―Y porque... ―lo apremio a seguir.

―Y porque nunca sonríes tanto como cuando está ella en la habitación.

Trago saliva y pestañeo porque mis ojos empiezan a arder. Dios, la extraño demasiado.

―Espero caerle bien a ella ―continúa Jack.

―Claro que le caes bien ―aseguro pasando un brazo por sus hombros.       

Mi hermanito alza la cabeza para mirarme y sonríe.

―¿Sabes que eres el mejor hermano de todos? ―pregunta.

Mierda ahora sí que no puedo evitar que mis ojos se llenen de lágrimas.

―¿Y por qué dices eso ahora, enano?

Jack se encoge de hombros.

―No lo sé. Solo quería que supieras que jamás te cambiaría por nadie.

Joder. No sabía cuánto necesitaba escuchar esas palabras hasta que Jack las dijo.

Lo único que puedo hacer es sonreír mientras abrazo a mi hermano.

****

¡Holaa!

Quiero avisarles que este capítulo lo tuve que dividir en dos, así que el capítulo que viene no va a ser el capítulo final. Tranquilxs que les voy a avisar ¡Espero que les haya gustado!

Muchas gracias por comentar y votar 💗💗

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