Capítulo 3 | El Soborno
Observando a Kyle, me doy cuenta que sigue teniendo la misma chispa en su mirada que recordaba de pequeña (la que tanto me molestaba en ese entonces). Lleva puesta una camiseta blanca, y tiene el cabello negro ondulado y ligeramente despeinado. Es más alto que yo, aunque no es tan difícil serlo dado que soy una persona de contextura baja. Sus ojos oscuros me miran expectantes.
- ¿Qué quieres, Kyle? ―le pregunto con los brazos cruzados.
- Deja de estar a la defensiva, no te voy a bajar los pantalones - me dice, sonriendo.
- No estoy tan segura de eso -contestó, agarrando mi cinturón- ¿Qué quieres? -repito.
- Ya lo sabes, quiero que me ayudes con Jess.
- ¿Jess? ¿Así se llama tu exnovia? -pregunto.
Él me mira molesto.
- Tú ayudaste a que fuera mi exnovia.
- No es mi culpa que la hayas engañado -repongo.
- Eso no lo sabes.
- Mira, si sigues siendo el mismo diablo que eras cuando estábamos en jardín de infantes, seguramente le has hecho el kamasutra entero a la mejor amiga de tu novia.
Kyle lanza una carcajada, claramente divertido.
- Me estás sorprendiendo, Consejera -me dice, mirándome fijamente.
Aparto la mirada y miro la hora, tenía que estar en clase en cinco minutos.
―Kyle, sinceramente no puedo hacer nada para ayudarte. Ya no te conozco, no sé si has engañado o no a Jess, y tampoco la conozco a ella. No voy a revelar mi identidad, y decirle quien soy solo para que vuelva contigo.
- Podrías releer su conversación de nuevo, y decirme que te dijo exactamente -propuso- sé que te ha hablado hace dos semanas, el diez de mayo, para ser exactos.
Si bien tengo archivados los chats de mi blog, bajo ninguna circunstancia le iba a decir a Kyle qué fue lo que hablé con su exnovia. ¿Qué credibilidad tendría si le contara a las demás lo que las personas me confiesan cuando buscan un consejo?
- Claro que no. Además ¿Cómo sabes cuándo me ha hablado?
―Porque me lo ha dicho. Porque fue un día después de la fiesta en la que todo se fue a la mierda. Nosotros habíamos discutido, y luego de la fiesta, alcancé a su mejor amiga, Bethany, a su casa. Compartimos un momento extraño, ella se acercó para besarme y yo me alejé, pero no sucedió más nada. No sé por qué Bethany le contó a Jess que la engañé y ella eligió creerle a su mejor amiga, antes que a mí.
No sé si creerle a Kyle, algo de su relato me suena extraño.
No sé si creerle a Kyle. En el fondo de mi cabeza es como si existiera una señal de advertencia para que no lo haga.
―Lo siento. Si de verdad no la has engañado, lo siento. Aun así, no puedo decirte lo que hemos hablado ―declare.
Él se pasa las manos por su pelo con frustración. Parece que está tratando de buscar otra solución, y yo, realmente estoy impaciente por irme.
―Bueno si no me necesitas para nada más... ―comienzo a decir, pero él me interrumpe.
―Ayúdame a volver con ella.
―¿Perdón?
―Tú eres La Consejera ¿No? Está bien, olvídate del engaño y ayúdame a volver con ella, a reconquistarla. Puede aconsejarme, enseñarme que tengo que hacer para que vuelva a confiar en mí.
―Kyle, no creo que sea buena idea.
―Por favor, Ámber ―Es la primera vez que me llama por mi nombre, y su voz suena desesperada―. La quiero ―me confiesa― y ella ahora me odia, no sabes lo horrible que es estar con ella y que me vea con un inmenso dolor porque piensa que la he traicionado...
El timbre suena antes de que Kyle pueda seguir hablando, yo lo miro indecisa, sin saber qué hacer.
―Déjame pensarlo ¿Si? ―le digo retrocediendo― ya hablaremos luego.
―Lo haremos, Consejera ―me responde, antes de dar la vuelta e irse.
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Por la tarde, subo a mi cuarto luego de pasear a Ratón, éste se acomoda al pie de mi cama, y pronto comienza a roncar. Mi perro tiene peor estado físico que yo, y eso ya es decir mucho.
Me pongo los auriculares, y abro Spotify para escuchar mi lista de reproducción. Luego entro a mi blog, y comienzo a leer los mensajes que tengo acumulados.
Zoey: ¡Hola! Te escribo para pedirte un consejo sobre amistad. Tengo amigas desde pequeña con las que tengo muchos recuerdos y las quiero mucho, pero he conocido a otro grupo de chicas (hace aproximadamente un mes) y me siento más cercana a ellas que a mis amigas de toda la vida. Además, mis amigas de siempre no apoyan en un proyecto que tengo, el cual me está yendo muy bien, y se enojan porque dicen que estoy cambiando mucho, ya que piensan que mis nuevas amigas son mala influencia. ¿Tú qué me dirías?
La Consejera: Hola, Zoey! Mira, yo creo que el valor de una relación no se basa en una cantidad de tiempo determinada. Uno puede conocer a alguien desde hace años, y no sentir una conexión fuerte, y luego conocer a alguien en poco tiempo, y sentir que estás conectando con esa persona, aunque realmente no la conozcas tanto. Es normal que te sientas más cercana a tus nuevas amigas, y no tienes que culparte por ello. Una de las razones podría ser el hecho de que las personas cambian, y tal vez tú y tus viejas amigas ya no son las mismas que eran cuando comenzaron esa amistad, y ya no tienen intereses en común. Por otro lado, me parece mal que ellas no te apoyen en tus proyectos, yo creo que una de las cualidades más importantes que tiene que tener un amigo es que te apoye, que se ponga feliz por tus logros, y que te motive a seguir con tus proyectos. Evalúa por que esas amigas no lo hacen. A veces, a las personas no les gusta ver que al otro le va mejor.
Paso a leer el segundo mensaje.
Ben: Hola. Te escribo porque estoy pasando por un momento de mucha confusión. Ayer me ha besado mi mejor amigo, y me quedé paralizado, porque no me lo veía venir. No le he devuelto el beso, tan solo me quede ahí, petrificado. Luego de eso, él me dijo que se tenía que ir y no volvimos a hablar. No sé qué decirle, no sé si está enojado o qué, ni tampoco sé lo que siento, sólo sé que ese beso provocó algo dentro mío. Creo que me gustó, pero estoy confundido.
La Consejera: ¡Hola, Ben! Puede que tu mejor amigo no esté enojado, sino que tiene miedo de cómo puedas reaccionar si te habla. ¿Por qué no le hablas tú? No hace falta que empieces hablándole del beso, si todavía estás confundido por eso, pero puedes hablarle para que él sepa cómo te sientes en estos momentos. Puedes decirle que vas a pensar sobre lo que ha pasado y luego cuando estés más seguro lo hablan. Es normal que estés confundido, más si no te lo esperabas, pero tienes que pensar en ello tranquilo, sin remordimiento. Si te gustó, no tengas miedo en decírselo. Si no estás seguro, puede que verlo en persona te aclare un poco más las ideas.
Iba a leer el próximo cuando un mensaje nuevo me llega, y aparece en la derecha de mi pantalla.
Anónimo: Hola, Consejera.
Mierda, el mensaje me produce un súbito miedo.
Por favor, que no sea él.
La Consejera: Hola! ¿En qué puedo ayudarte?
Anónimo: Puedes sacarme una duda.
La Consejera ¿Cuál?
Anónimo: ¿Todavía tienes el pijama de Bananas en Pijamas?
Lanzo un grito de exasperación, y me saco los auriculares.
La Consejera: Eres un estúpido.
Me entran unas ganas desesperadas de correr al armario y quemar mi pijama de Bananas en Pijamas. No el de niña, ese ya no lo tengo. El nuevo que me regaló mi tía hace dos años, ella sabe toda la historia del pijama, y le pareció gracioso regalarme un conjunto para navidad. A mi no me pareció gracioso. No quería imaginar cómo se reiría Kyle, si supiera que todavía conservo unos pijamas de mi programa favorito de la infancia.
Anónimo: Estoy afuera, sal.
¿Quéééé?
La Consejera: Ja ja, muy gracioso.
De repente, el timbre suena y Ratón sale disparado de la cama ladrando, claramente enojado de que lo despertaran de su amada siesta. Yo lo sigo, hecha una furia. Este idiota me va a escuchar. ¿Quién se cree que es para venir a mi casa como si nada? Tiene suerte de que mis padres estén trabajando y no estén en la casa.
Abro la puerta de un tirón. Kyle me mira, sonriendo inocentemente mientras aleja su mano del timbre.
―¿Estás demente? ―le grito― ¿Qué haces aquí? ¿Cómo diablos sabes donde vivo?
―Todavía conservo la libreta de direcciones que nos han dado en el jardín.
―¿Qué? ¿Es en serio? No puede ser que la conserves luego de tantos años.
- Mi madre la ha conservado, y hace unos años me la dio. La guardé como recuerdo -dice, encogiéndose de hombros- Me gusta guardar cosas de recuerdo. Y mira, ha sido útil después de todo.
―Pude haberme mudado ―le respondo, indignada―, y tú estarías molestando a una pobre familia.
―Pero no ha sido así.
- No, desgraciadamente me estás molestando a mí.
Ratón comienza a gruñir de nuevo. Kyle se percata de mi perro y frunce el ceño.
- ¿Qué es eso?
Estoy segura que nunca he mirado a nadie tan mal como estoy mirando a Kyle en estos momentos.
―¡No le digas eso a mi perro! Es Ratón.
- Amy, creo que te has perdido la clase de jardín en donde nos enseñaron los animales. Eso no es un perro, ni un ratón. Es una especie de rata cruzado con ¿Un Koala?
Me agacho para taparle las orejas a Ratón, horrorizada.
- No escuches, Ratón -le digo a mi perro, y señalo a Kyle- él es Lucifer.
―Lo siento, lo siento ―se disculpa Kyle con mi perro, y me mira―. Te he traído algo ―anuncia, dándome un tupper con galletas de chocolate dentro.
Observo el tupper con desconfianza.
―¿Están envenenadas? ¿Vencidas?―pregunto.
Él me mira ofendido.
- Claro que no, las he hecho para ti.
- ¿Las has hecho tu? -indago, asombrada.
- Si. ¿Por qué te sorprende? Soy fan de MasterChef, me gusta cocinar.
―¿Y por qué me has hecho galletas? ¿Me estás sobornando?
―Que fea palabra ―contesta Kyle, poniéndose una mano sobre la boca―. Me siento insultado. No es un soborno, tómalo como... un regalo.
―A cambio de que te ayude ―deduzco, cruzándome de brazos.
Kyle está por decir algo, cuando aparece Maia detrás de mí.
―Ámber, ¿Quién diablos era el que...? ―comienza a decir, y luego se calla cuando ve a Kyle― ¡Dios mío! ¿Él no es Baja Pantalones?
Mierda.
Mis ojos se abren de par en par, y mis mejillas se tiñen de rosa, mientras escucho a Kyle reírse por lo bajo.
―¿Baja pantalones? ―pregunta el alzando las cejas con una sonrisa divertida en su rostro.
―Maia, ¿Por qué no te llevas a Ratón dentro? ―digo, alzando a Ratón para dárselo a mi hermana.
―¿Para qué? ―pregunta ella.
―No lo sé, para pasearlo por la casa ¿Quieres?
Maia me mira mal, pero agarra a Ratón y se va, no sin antes lanzarle una última mirada a Kyle.
―Así que tú también me has puesto un apodo ¿eh? ―cuestiona Kyle, sonriendo.
―Te mereces un apodo mucho peor ―replico.
―Probablemente ―concuerda― Entonces ¿Me vas a ayudar?
―No lo sé, no me has dejado ni pensarlo. ¡Ni siquiera ha pasado un día!
―Te pagaré. Trabajo en el taller de mi padre, puedo pagarte.
- ¿Qué? Estás loco. ¿Cuánto? -pregunta interesada mi yo capitalista, pero luego niego con la cabeza- No, no. No quiero tu dinero.
―¿Entonces qué quieres?
Suspiro. Siento que Kyle no se va a rendir hasta que acepte ayudarlo. De todas maneras, ¿Qué tan malo podría ser ayudarlo? Si él no ha engañado a su novia realmente, se merece que lo ayude. Más allá de que sea Kyle Evans.
―Por ahora nada ―le contesto―. Tómalo como un favor. Aunque puede que me lo cobre algún día. Sólo tengo una sola condición.
Él asiente, aliviado.
―¿Cuál?
―Nada de mentiras. Ni una. Si te ayudo, es porque voy a darte el beneficio de la duda en todo el tema del engaño a tu exnovia. Realmente voy a creer que no la has engañado, así que de tu parte quiero eso: honestidad. Si llego a enterarme que me has mentido, te arrepentirás ―declaro, entrecerrando los ojos.
―Considérame advertido ―me dice, sonriendo―. Prometo que no lo haré.
―Bien. Mándame tu número por el chat de La Consejera, y ya hablaremos luego ―me despido, alejándome para volver a entrar a mi casa y cerrar la puerta.
- Amy, espera -Kyle me detiene, poniendo una mano sobre la puerta- Si voy a ser 100% honesto, tengo algo que confesarte.
- ¿Qué?
- No he hecho yo las galletas -repuso, volviendo a poner cara de inocente- en realidad las he comprado en el supermercado, y las he puesto en el tupper.
Lo miro mal.
- Nunca has visto MasterChef en tu vida ¿no? -replico, negando con la cabeza.
- Ni un solo programa.
- No me sorprende -le digo, enojada.
Antes de cerrar la puerta escucho a Kyle gritar:
- Luego devuelveme el tupper ¡Por favor! Si no mi madre va a matarme.
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