Hoy tengo una misión: encontrar al individuo que sabe quien soy, antes de que él me encuentre a mí.
No he podido dormir en toda la noche, pensando quién diablos sabe quién soy. Nunca he dicho mi nombre en mi blog porque suelo ser muy tímida, me considero una persona de perfil bajo, y no me gusta ser el centro de atención. Aún así, nunca me molestó que mi círculo cercano supiera de mi blog. Ahora bien, ¿Esta persona es de mi círculo cercano? ¿O acaso es un completo desconocido que le pagó a un investigador para que me descubriera, porque está locamente enamorado de su exnovia y le he dado un mal consejo?
Oh por Dios, en este preciso instante estoy sintiendo que alguien me está observando.
Bajo de la cama de un salto, y corro hacia la ventana, moviendo la cortina tan sólo unos centímetros para ver si alguien me está espiando.
Nada.
Ningún hombre encapuchado mirándome fijamente. Ningún investigador con una cámara fotográfica y un cuaderno. Nada.
Me doy vuelta y me sobresalto del susto.
- ¡Tú me estabas espiando! -exclamo, dirigiéndome a Ratón, mi perro. La bola de pelos se mueve felizmente hacia mi pierna para que lo acaricie.
Si, mi perro tiene nombre de roedor. Lo adopté hace tres años, cuando había visto por Internet que un hombre atropelló a un perro y lo dejó tirado en la calle, la mujer que lo rescató, necesitaba dinero para la operación de Ratón, y una persona que estuviera dispuesta a adoptarlo. Soy una empedernida amante de los perros, así que cuando vi las fotos del accidente de Ratón, lloré por horas y convencí a mis padres de que lo ayudemos.
Después de unas horas, ellos aceptaron pagar la operación de Ratón, pero me dijeron que posteriormente le buscaríamos un hogar, que no nos lo podíamos quedar. Luego de una semana, yendo al veterinario y cuidándolo, todos nos enamoramos de él. Le pusimos Ratón porque tiene las orejas muy redondas, una cola muy larga y fina, y los dientes un poco salidos para afuera, debido al accidente. Sinceramente, mi perro es horrible, pero para mí es hermoso y es lo que más amo en el mundo.
Acaricio a Ratón mientras me miro en el espejo, mis ojeras son más grandes que mis ganas de vivir, y tengo el pelo enmarañado. Me arreglo un poco antes de bajar a desayunar.
―La muerta viviente camina ―anuncia mi hermana, quien ya está desayunando en la mesa con mis padres.
- La muerta viviente tiene ganas de arrancarle la cabeza a alguien, Maia, así que ten cuidado con lo que dices -le contesto.
Maia se encoge de hombros, está divina para ser las siete de la mañana. Se ha recogido su cabello castaño, y se ha maquilado un poco. Algunas personas dicen que nos parecemos, pero a simple vista somos completamente diferentes. Ella tiene el pelo castaño oscuro, mientras yo lo tengo claro, ella ha heredado los ojos de mamá, por lo que los tiene verdes aceitunados, mientras yo los tengo marrones, como cualquier simple mortal.
El timbre suena y mi madre me mira sonriente.
―¿Puede la muerta viviente atender? Seguramente es Ricardo, que viene a dejar un paquete.
―Sólo si dejan de llamarme así ―protesto.
Ricardo es nuestro cartero, lo conocemos desde hace años. Mis padres son compradores compulsivos de eBay, así que solemos ver a Ricardo a menudo.
De camino a la puerta, me surge un pensamiento terrible. ¿Y si mi cartero era el "Anónimo"? Mi madre habla mucho con él, tal vez en una de sus charlas le contó que yo tengo un blog, y él se lo contó a su novia y...
Abro la puerta con nerviosismo, Ricardo me saluda, pero tiene el ceño fruncido.
―Buenos días, Amber —me saluda, entregándome un paquete. Lo noto más desanimado que la mayoría de las veces―. Firma aquí, por favor.
―Claro. ¿Todo bien? ―pregunto de forma casual mientras firmo.
―No, mi novia me dejó...
Ahogo una exclamación.
Dos segundos.
Ricardo hace una pausa de dos segundos y mi corazón se detiene.
- ¡El auto hecho un asco! Le presté mi auto, me había dicho que iba a tener cuidado de no conducir por el barro, y ¡lo hizo! Lo peor es que ya me escribieron "Lávame, sucio" en el vidrio.
Suspiro aliviada. Puedo tachar al cartero de mi lista de posibles descubridores de identidad.
―¡No te preocupes, Ricardito! Seguramente hoy lloverá ―le digo antes de entrar a la casa.
¿Ricardito? ¿En serio?
Fue la felicidad de que mi cartero no fuera "Anónimo".
Dejo el paquete en la sala de estar y vuelvo a la cocina, me siento a desayunar y noto que mi padre ya no está.
―¿Y papá? ―le pregunto a mi mamá que está leyendo el diario.
Ella levanta la vista del diario, disgustada.
―Se ha ido con Norma, me ha estado engañando ―me contesta indignada.
Me atraganto con la tostada y comienzo a toser. ¡Mierda! ¡¿Mi padre es "Anónimo"? ¡¿Y se ha ido con Norma, mi profesora de pilates?! Ella tiene una silueta envidiable ¡Y tiene 25 años! Por Dios, podría ser su hija. Mi estomago se revuelve, y siento ganas de vomitar.
―Pe...pero ¿Cómo que te ha estado engañando? ―balbuceo.
- Si, me dice que no va a volver a intentar arreglarle la televisión a Norma, y ya ves. Piensa que es un técnico porque ha podido arreglar nuestro microondas, en una ocasión hace diez años.
Ahhhhh. Norma, nuestra vecina de 90 años.
Tengo que dejar de estar tan paranoica antes de que me agarre un sincope.
Afortunadamente, podía tachar a mi padre de la lista también.
Personas que podrían ser "Anónimo":
El cartero X
Mi padre X
El esposo de Norma X (Dudaba que, con 90 años, el marido de Norma estuviera haciendo vida loca, engañando a su querida esposa, y hablándome por Internet. Nunca se sabe, pero me permití darle un voto de confianza)
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Al llegar al instituto, busco a Lily, mi mejor amiga. La encuentro sentada en un banco, en el patio. Ella lleva el pelo negro recogido en una coleta alta. Tiene la tez morena y los ojos color caramelo. Veo su cara de dormida desde lejos mientras mira el inicio de su Instagram.
Todavía falta media hora para que tengamos que ir a clase. A mi me toca Español y a Lily Francés. Vamos a un instituto en Atlanta donde los idiomas son muy importantes así que tenemos que tomar dos asignaturas de idiomas de forma obligatoria. Yo tomo español desde hace años y este año elegí portugués esperando que me sea fácil también. Spoiler alert: soy un completo desastre.
Me siento al lado de Lily y antes de que pueda hablar, le cuento lo de anónimo. Ella me mira como si hubiera perdido la cabeza.
―¿Pero tú te crees la Sherlock Holmes de Atlanta o qué? ―me pregunta, luego de haberle dicho sobre mis sospechas respecto al cartero y a mi padre― Eres una pésima investigadora.
―Bueno, sé que he estado un poco paranoica, pero tienes que entenderme, estoy nerviosa.
―Lo sé, pero tú ya estás delirando, amiga mía.
Sé que tiene razón, pero este tema me tiene mal.
―¿Tú no tienes idea de quién puede ser? ―le pregunto.
Ella lo piensa por un momento.
―¿Algún amigo de tu prima?
―Puede ser, hoy debería llamarla para preguntarle.
De repente, Dylan, el novio de mi hermana, aparece en nuestro campo de visión. Es un chico de la misma altura que mi hermana, de cabello rubio y ojos marrones. Dylan siempre está sonriendo y metiéndose en problemas.
- Yo soy "Anónimo" -nos dice, con una voz profunda. Como si fuera Darth Vader, diciéndole a Luke Skywalker que él es su padre.
Mi mandíbula casi cae al piso, me había olvidado que Dylan también sabe sobre mi blog.
- ¿Tú eres "Anónimo"? -le pregunto anonadada.
- Yo soy Anónimo.
Me levanto enojada y me pongo enfrente de él.
―¡Hey! ¿Tú has engañado a mi hermana? ―le espetó, apuntando mi dedo contra su pecho.
―¡Auch! ―se queja por la presión de mi dedo, pero no responde.
Lily se levanta y lo agarra del brazo, mirándolo mal.
- ¡Responde! -grita.
- ¡Diablos! Ustedes son unas matonas en realidad -nos dice horrorizado- ¡Maia, ven! Ya no es divertido.
Maia se acerca a nosotros, riendo. Debía de haber estado escondida. Los miro sin entender.
- Suéltenlo, pobrecito -nos dice, agarrando a Dylan de la mano. Lily y yo nos alejamos- le he contado a Dylan lo que te ha pasado, y se nos ocurrió que sería divertido hacerte creer que él era "Anónimo".
―¡Pero no ha sido divertido! ―se queja él, sobándose el pecho― Ustedes son malvadas ―nos dice, mirándonos mal.
―¡Maia! ―protesto― No es divertido, este tema me pone muy nerviosa.
―Tienes que tranquilizarte ―me contesta, y luego ladea la cabeza― Hey, que hayas increpado a Dylan así quiere decir que piensas que el chico que te habló ayer realmente ha engañado a su novia, por ende, no has dado un mal consejo.
Me encojo de hombros. No lo había pensado mucho, pero supongo que inconscientemente si lo creo, de lo contrario no hubiese reaccionado así.
―No lo sé, eso no importa ahora ―le dije―. Mejor vayamos a nuestras clases que falta poco para entrar.
Maia y Dylan se despiden y se marchan, pero Lily me sigue mirando con cara de preocupación.
―Amber, esa persona ya te volverá a hablar y te dirá quien es, no te preocupes tanto ―me dice, tratando de tranquilizarme.
―Lo sé ―murmuro―. Tratare de no pensar tanto en ello ―le aseguro, pero cuando se va, tacho mentalmente el nombre de Dylan de mi lista.
Personas que podrían ser "Anónimo":
El cartero X
Mi padre X
El esposo de Norma X
Dylan X
Caminando por los pasillos, recorro a las personas con la mirada, tratando de descifrar si alguno podría ser la persona que buscaba, pero nadie parecía estar prestándome atención. Aunque, en realidad no tengo ninguna certeza de que esta persona sea de mi instituto. Lo pienso por un momento, tampoco tengo ninguna certeza de que sea de este país. ¡Dios mío! ¿Anónimo es internacional?
- ¿Estás buscando a alguien, Consejera? -dice una voz ronca, a mis espaldas.
Me paro en seco. Mi corazón empieza a latir con fuerza. No por lo que ha dicho, si no porque yo reconozco esa voz.
No. No. No. No. No puede ser él.
Trago con fuerza, tratando de controlar mi respiración, y me doy vuelta.
El individuo esboza lentamente una sonrisa. Se nota que está disfrutando de mi confusión.
Trato de no sonrojarme, no porque el estúpido individuo me está mirando, sino porque nosotros compartimos un recuerdo. Un recuerdo que me ha mortificado toda mi infancia.
Pero al verlo, al estar cara a cara con él, el recuerdo vuelve sin que pueda evitarlo. No recuerdo muchas cosas de mi infancia, pero si hay algo que recuerdo es lo que él me ha hecho.
Teníamos cinco años, ni siquiera éramos amigos, pero íbamos al jardín juntos. Era invierno, y la verdad era que me moría de frío en la escuela, así que iba con mi pijama favorito de "Bananas en Pijamas" debajo del uniforme. Recuerdo habérselo contado a Lily, y al parecer, él también lo escuchó, porque lo próximo que recuerdo, es estar al frente la clase, contando los números del uno al veinte, cuando él me baja los pantalones en frente de toda la clase, mostrándole a todos mi pijama, dejándome en ridículo mientras todos estallaban en carcajadas (hasta la maldita profesora)
El tiempo pasó, y Lily me dice que debo olvidarme de lo sucedido, que no ha sido para tanto y solo fue una travesura de niños, blablablá. Sea como sea, él traumatizó mi infancia, y yo lo odiaba por ello.
- Kyle Evans -pronuncio su nombre como si fuera el mismísimo Lucifer.
- Bananin -me dice sonriendo.
Lo miro furiosa.
- ¡Llegas a llamarme así de nuevo, y juro que será tu última palabra! -le grito.
Kyle alza sus manos, proclamando inocencia.
- Está bien, perdón Amy.
La ira vuelve a correr por mis venas, porque luego de que él me bajara los pantalones en clase, todo el mundo comenzó a llamarme "Amy" ya que, era un personaje de Bananas en Pijamas, y en mi pijama se encontraba Amy en mi trasero, saludando.
- No puedo creer que te dignes a hablarme después de lo que me has hecho -le espeto.
- No seas exagerada -me contesta con un brillo en los ojos- han pasado 84 años.
- ¡No uses el meme de Titanic para quitarle importancia!
- Amy, no es como si tú no te hubieras vengado —me dice, alzando una ceja.
Tiene razón. Luego de lo sucedido, le pedí a Lily que me ayudara a vengarme, y juntas hicimos un menjunje asqueroso, y el día que teníamos clase de natación, le sacamos su shampoo de la mochila y le pusimos la pasta que habíamos hecho. No recuerdo con exactitud que tenía, pero llevaba pegamento, harina, leche, huevos, entre otras cosas. El pelo le había quedado tan duro, que tuvo que rapárselo.
Nuestras madres discutieron luego de aquello, y nosotros nunca más volvimos a dirigirnos la palabra. Íbamos al mismo instituto, así que a veces nos cruzábamos, así como en eventos, o fiestas, pero los dos hacíamos como si no existiéramos para el otro. Hasta hoy.
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