Capítulo 13 | La sal
Cuando entramos a mi casa, Ratón nos recibe moviendo la cola con la lengua afuera como si fuéramos huesos gigantes.
Mi perro le salta a Kyle para que lo alce y le de atención. Desde el día que se perdió, creo que siente un amor especial hacia él.
Nos dirigimos hacia la cocina y le indico que se siente mientras coloco agua en la pava eléctrica.
—¿Café, té, algún refresco? —le ofrezco y sonrío al ver que Ratón logró sentarse en el regazo de Kyle y él le está rascando la cabeza.
—Un té está bien, gracias Amy.
Asiento y preparo las tazas con los sacos de té y le digo a Kyle que vuelvo enseguida.
Busco a mis padres en la sala, pero no los encuentro así que subo para dirigirme a su habitación.
Me detengo cuando paso por la habitación de Maia y escucho voces. La puerta está entreabierta y puedo divisar a mi hermana acostada con las manos tapando su rostro y mis padres sentados a los dos lados de su cama, como si la estuvieran consolando.
Me muevo un poco haciendo que el piso cruja, mis padres alzan la cabeza y mi madre se levanta al verme.
—Has llegado, hija —dice mi mamá en voz baja cuando sale de la habitación y cierra la puerta.
—¿Qué le pasa a Maia? —pregunto mirando la puerta de su cuarto con preocupación.
—Ella sigue sintiéndose mal por el robo, pero tu padre y yo decidimos charlar con ella para poder ayudarla a sentirse mejor. Se largó a llorar en el segundo que nos sentamos en su cama. Al principio fue difícil porque no quería hablar, pero ahora se está abriendo con nosotros y creo que esta charla le va a hacer bien.
Espero que sea así, porque es doloroso ver a mi hermana tan asustada y sintiéndose culpable por las acciones de otras personas que nos dañaron, es muy injusto.
—¿Cómo te ha ido en la cita?
Es entonces cuando me acuerdo que Kyle está sentado en la cocina cual perrito mojado.
—Muy bien —contesto sonriendo y luego hago una mueca—. Pero venía a avisarles a papá y a ti que está Kyle en casa, ha discutido con la madre y está muy muy mal —hago énfasis para que no me reprenda por haberlo invitado sin avisar antes.
Se ve que no hace falta seguir explotando mi parte dramática porque mi madre asiente sin quejarse.
—Está bien, yo le aviso a tu padre, no te preocupes.
Me da un beso en la mejilla antes de entrar a la habitación de Maia de nuevo. Me apresuro a bajar a la cocina por si cambia de opinión.
Kyle sigue con Ratón en su regazo, pero está distraído, mirando un punto fijo con la cabeza lejos de aquí.
Fuerza una sonrisa cuando me ve entrar y se me ocurre una idea para distraerlo.
—¿Quieres hacer galletas caseras?
—¿Ahora? Pero son las ocho de la noche.
—¿Y? No hay horario para hacer galletas —respondo mientras pongo el agua caliente en las tazas—. Tú ve buscando una receta en YouTube y yo separo los ingredientes.
Mi perro se queja con un gruñido cuando Kyle lo deja en el piso para acercarse a ayudarme. Descansa su espalda en la encimera, al lado mío y con el dedo desliza la pantalla de su celular para buscar algún video que le convenza en YouTube. Elige uno y comienza a verlo, masajeándose la sien con la otra mano.
―Necesitamos: mantequilla, harina, huevos, esencia de vainilla ―enumera y yo busco los ingredientes y los voy poniendo en la encimera―, levadura, azúcar y chips de chocolates.
―Bien ―digo una vez que encuentro casi todo―. ¿Qué tan importante es el azúcar? No mucho... ¿verdad?
―Amy... creo que es lo más importante de la receta. De hecho, es lo que más lleva, junto con la harina.
Bufo y me pongo de puntitas de pie para abrir uno de los cajones que está más arriba en la cocina, pero no llego y comienzo a saltar.
Kyle se ríe y se pone detrás de mí para pasar su brazo por encima de mi cabeza y abrirlo con facilidad.
Allí no hay azúcar así que tengo que probar con el cajón que está arriba de ese.
―¿Me haces piecito?
Él alza las cejas.
―¿Piecito quiere decir que ponga mis manos para que tú coloques tu pie y te me trepes?
―Haces que eso suene sucio, pero sí.
―En mi mente sonó completamente limpio ―dice en tono burlón y junta las manos para que yo ponga mi pie y me suba, estoy por tomar impulso cuando me detengo ante un ataque repentino de inseguridad.
―Tengo miedo de hacerte doler.
―Amy, en baloncesto se me han caído personas que deberían considerarse torres de lo altos y robustos que son, creo que puedo sostenerte.
―Mira que con ropa puedo engañar ―le advierto―, tengo todo el peso aquí ―digo tocándome los muslos―. Todo lo que como se me va a las piernas y glúteos... y tengo mucha cadera porque―
―Amber ―me interrumpe divertido―, eres perfecta así y tu peso no va a lastimarme.
―Pero―
Lanzo un grito ahogado cuando Kyle se agacha de repente y me agarra de las piernas para alzarme. Busco equilibrio poniendo mis manos en su cuerpo. Él hace que me sienta en uno de sus hombros y me acerca al cajón para que busque lo que iba a agarrar; me impresiona la facilidad que tiene para moverme.
Busco azúcar, pero no encuentro. En su lugar hay un paquete enorme de sal.
―Listo ―le aviso y Kyle me deposita en el piso con cuidado, le muestro la bolsa de sal.
―Eso no es azúcar. Necesitamos azúcar.
―¿Quién lo dice?
―La receta ―responde entrecerrando los ojos y señalando el celular.
―Bah, no hay que seguir la receta al pie de la letra, pongámosle sal en vez de azúcar, sigamos nuestros instintos, forjemos nuestro propio destino ―le digo con entusiasmo, sacando mi yo aventurero.
— ¿Pero tú has estado viendo videos motivacionales últimamente o qué? ¿Galletas de chocolate saladas? ¿Deseas morir indigestada?
― ¿Qué otra mejor forma de morir que comiendo cookies?
—Mmm, no lo sé. ¿Tal vez morir a los noventa años en una cama calentita?
—Qué aburrido. Pongámosle sal, si salen feas se las regalamos a mi hermana y Dylan.
Él se muerde el labio indignado, pero me sigue la corriente, poniendo de nuevo el tutorial en YouTube para comenzar a hacer las galletas.
Empezamos a hacer la mezcla mientras tomamos el té. Mi prioridad es distraer a Kyle, pero ambos estamos sumergidos en un silencio cómodo y no hay necesidad de hablar.
O es así hasta que Kyle empieza a amasar con violencia la mezcla que acabamos de hacer con los ingredientes.
―Creo que he tenido una buena idea ―indico mientras estoy lavando los recipientes que usamos―. Te sirve para desquitarte.
Él suspira y detiene sus movimientos.
―A veces me callo y dejo pasar muchas cosas, aguanto todo lo que puedo hasta que inevitablemente todo se va a la mierda.
―¿Eso es lo que te ha pasado hoy?
―No, a mi no, tal vez a mi madre.
―¿Se han peleado muy fuerte?
Kyle asiente y sigue amasando.
―Ella... ella sufre de bipolaridad, está diagnosticada ―explica en voz baja y dejo de lavar para escucharlo con atención―. Ha vivido con ello toda su vida y tal vez pensarás que estoy acostumbrado a su trastorno, pero creo que nunca podré hacerlo. Ella... no es que un minuto está feliz y al otro triste. No es así como funciona. Mi madre puede estar haciendo su vida normal, pero de a poco va mostrando indicios de que está nerviosa, inquieta, como estaría cualquier persona por situaciones que van sucediendo o por estrés. Pero yo la conozco y puedo percibir cuando está por colapsar, y cuando eso sucede, por más de que te lo esperas, te descoloca. De la nada se produce un episodio que hace que tu rutina y tu vida se detenga y comienza la histeria y hoy... Hoy me dijo algo que me lastimó y simplemente no pude más.
―Vaya, Kyle, lo siento mucho ―murmuro, llevándome una mano al pecho. Siento un nudo en la garganta―. No puedo ni imaginarme lo difícil que debe ser.
―Lo es, lo es porque la amo y sé lo que sufre. También sé que cuando tenemos discusiones como las de hoy, no tengo que creer todo lo que me dice. Pero a veces ―dice y su voz se quiebra― a veces es demasiado duro y quiero ser fuerte para ella, pero no lo logro y me mata fallarle.
Se lleva el brazo a los ojos cuando no puede contener más las lágrimas y yo me acerco para abrazarlo a pesar de que también tengo los ojos húmedos. Lo abrazo como puedo porque él está tenso y no quita el brazo de su cara.
No puedo hacer otra cosa que sentir admiración hacia la persona que tengo en mis brazos porque hace falta fortaleza para ver a una persona tan importante como tu madre sufrir por una enfermedad mental.
Kyle se quita su brazo de en medio y puedo ver su rostro húmedo y sus pestañas mojadas por las lágrimas. Maldice por lo bajo y seca mis lagrimas con sus pulgares.
―No debí contarte ―dice con voz ronca―. Siempre solía contarle estas cosas a Jess y supongo que ahora no sabía a quién contarle. Lo siento mucho, no llores por favor.
Trago saliva antes de contestar para que mi voz suene más segura.
―Que sea la última vez que te disculpas ―le advierto―. No tienes que contarle tus problemas solo a tu novia, para eso están también los amigos, y sabes que puedes contar conmigo. Estoy aquí para escucharte.
Me sonríe y toma una respiración honda, está por decir algo cuando lo interrumpe mi padre al entrar a la cocina. Se congela, mira a Kyle y luego me mira a mí.
―La próxima ―dice acomodándose los lentes que lleva puestos― me avisan que es el día de las lágrimas, que todavía no lloré por el grito que me pegó ayer mi jefe.
Acto seguido se va de la cocina sin despedirse.
Me rio y le contagio la risa a Kyle. Él me da un abrazo antes de seguir con la receta.
―Gracias por escucharme ―continua, comienza a hacer la forma de las galletas y yo lo imito―. A veces me es difícil abrirme con este tema, me ha tocado escuchar muchos prejuicios en torno a la bipolaridad, y no quiero que piensen mal de mi madre. Nada de lo que hace es porque sea una mala persona, ella hace todo lo que está a su alcance por mi hermano y por mí.
―Jamás podría pensar mal de tu madre, ella es victima de su trastorno y no elige lo que le sucede. Lo siento mucho, Kyle, en serio. ¿Y tu hermanito cómo lo lleva?
―Trato de que lo sufra lo menos posible, hoy está en casa de mi padre así que no presenció nada de todo esto, pero siempre que puedo evito que tenga que pasar por lo que yo sufrí a su edad, los episodios son muy difíciles de sobrellevar y más siendo pequeño. Es muy difícil saber como manejarte.
―Eres un gran hermano, Kyle ―contesto con sinceridad, no todos los hermanos son así de protectores.
―Tú también lo eres con Maia.
Sonrío y pasamos a decorar las galletas con los chips de chocolate en silencio. Parece no querer seguir hablando del tema, así que espero a que él sea el que continúe la conversación si es que quiere.
Él se aclara la garganta.
―¿Y cómo te ha ido en la cita? ―pregunta, tratando de volver a su timbre habitual de voz.
―Bien, hemos tomado un helado y charlado, ha sido divertido.
―¿Y?
―Me ha acompañado hasta mi casa antes de volver a la suya.
―¿Y?
―Ha sido muy amable conmigo.
―Podemos saltearnos al punto donde me cuentas si te metió la lengua hasta la garganta.
―¡Kyle! ―me quejo luego de poner las galletas en el horno.
―¿Eso significa que no? No te preocupes, Austin puede llegar a ser vergonzoso para dar el primer paso, tal vez―
―Yo lo he besado ―lo interrumpo.
Kyle me mira sorprendido, pero no dice nada.
―¿Qué tiene? ―pregunto cruzándome de brazos.
―Nada, nada ―se apresura a decir―. Me gusta que hayas dado el primer paso, ¿y te gustó?
―Ha sido agradable.
―¿Solamente agradable? ―inquiere alzando una ceja.
Me encojo de hombros.
―Me ha gustado, sí. No es que he sentido que mi corazón explotara en ese segundo por ese beso, realmente no creo en esas cosas. Pero me ha gustado y él me parece una persona interesante... y está buenísimo.
Lanza una carcajada. Seguimos hablando de Austin, luego de lo bien que se adaptó Whisky a su casa, también nos contamos chismes del instituto y yo le hable de lo obsesionada que está mi hermana con una serie que yo considero odiosa.
Nos entretenemos hablando tanto que nos olvidamos de las galletas hasta que empezamos a sentir olor a quemado.
―¡Las galletas de chocolate! ―exclamo.
―¡Diablos! ―masculla él― ¡Y basta de mentirte a ti misma! No son galletas de chocolate.
Abro el horno y sale tanto humo que tengo que cerrar los ojos. Kyle agarra un trapo de cocina y saca el recipiente del horno. Las galletas están quemadas a los costados, las formas por alguna razón se deformaron y están extrañas. Ratón viene corriendo para ver qué estamos comiendo, pero luego de olfatear se retira huyendo de la cocina.
Hemos roto el apetito de mi perro, y para que eso sucede es porque tenemos que ser los peores cocineros de la tierra.
Dejamos que se enfríen un poco y le doy una a Kyle para que pruebe primero.
Él hace una mueca antes de morder la galleta. Masca con lentitud y yo estoy expectante de su veredicto.
Finge una sonrisa y alza el pulgar, pero ya aprendí a conocer a Kyle y sé que por dentro está tiene un insulto por cada letra del abecedario.
―Es lo más feo que vi en mi vida ―murmuro mirando las galletas.
―Espera a probarlas ―no puede evitar decir.
Una vez que pruebo una galleta, tengo ganas de correr a escupirla. Pero Kyle no lo hizo y después de todo, son galletas horribles y defectuosas; sí, pero son nuestras galletas horribles y defectuosas.
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Al día siguiente, veo a mi hermana en el patio del instituto, está con Dylan sentados en el piso, charlando. Corro a tirarme encima de mi hermana.
―¿Qué favor necesitas? ―me pregunta ella rodeándome con sus brazos sorprendida.
―¡Hey! ―me ofendo y me alejo un poco―. No te veo desde ayer por la mañana. ¿No puedo extrañarte?
―No ―contesta arrugando la nariz―, es raro.
―No tienes corazón ―me quejo.
―Si que lo tiene ―la defiende Dylan y yo pongo los ojos en blanco.
―No quieras hacer buena letra ―le advierto a mi cuñado.
―Bueno ―dice Maia―, ¿puedes decirme por qué los escuché gritar a ti y a Kyle ayer a la noche?
―Querrás decir Austin ―intenta corregirle Dylan.
―No, yo no soy papá, sé quién es quién, y ayer estaba en casa con Kyle ―le cuenta mi hermana como si yo no estuviera en frente.
―¿Pero no tenía una cita con Austin? ―le pregunta él y yo intervengo.
―¡La tuve! Pero después llego Kyle a mi casa porque estaba mal por algo que le había pasado ―explico.
Dylan me mira con desconfianza.
―Espera ―dice entrecerrando los ojos―, ¿Kyle fue a tu casa el mismo día que tenías la cita con Austin? ¡Está claro que te la quería echar a perder!
Frunzo el ceño.
―¿Pero qué dices?
― ¡Si! ¿No te das cuenta? ―inquiere y parece que en su cabeza está armando una teoría conspirativa―. ¿Justo el día en que tienes la cita con su mejor amigo "está mal por algo que le pasó"? Es raro, y ya tiene antecedentes de que ha engañado a su novia. No tienes que creerle solo porque parece bueno, incluso la sal parece azúcar.
Trato de evitar pensar en esa frase tan acertada del final.
―¿Y eso que tiene que ver? ―replico a la defensiva, sintiendo que tengo que defender a Kyle―. Primero que decido creer que no engañó a su novia, y segundo le pasó algo realmente triste, no les diré qué porque es algo personal de él, pero si lo supieran no dudarían de él.
―Yo nunca dije que dudaba de él ―contesta Maia―. No le hagas caso a Dylan, él también cree que Norberta en realidad no cayó de las escaleras porque estaba mareada por la bebida que le dio el arpía de su hermanastro en secreto, él cree que Norberta está secretamente enamorada de su mejor amigo que está presente cuando se cae y quiere darle lástima porque...
Mi cerebro se desconecta cuando ellos comienzan a discutir sobre esa estúpida serie.
Y reflexiono sobre las palabras de Dylan, si bien pienso que está delirando; hay una verdad: estoy eligiendo confiar en Kyle aunque no sé ha ciencia cierta lo que sucedió. Pero después de todo creo que eso es confiar: creer con los ojos cerrados a la otra persona. Y me atrevo a citar a Ernest Hemingway:
La mejor manera de saber si puedes confiar en alguien es confiando.
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Hola!
Espero que les haya gustado el capítulo. Muchas gracias a todas las personas que votan y comentan. Gracias por su apoyo ❤
Quiero hacerles una pregunta: ¿Si tuvieran que pedirle un consejo a "La Consejera" en este momento, sobre que tema le pedirían? Tal vez pueda incluir el tema en el capítulo siguiente!
Besos!
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