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Capítulo 11 | La culpa

Al día siguiente recibo una llamada de mi prima Jean mientras estoy lavando los platos del almuerzo.

Ella siempre fue muy directa y sincera, pero noto un tono de culpa en su timbre de voz cuando atiendo.

―Hola, Amber. Creo que era necesario que te llame ―dice con nerviosismo.

Estoy tentada a hacerme la ofendida porque no me había contado nada sobre Lily, pero está tan inquieta que prefiero aclararlo sin rodeos.

―Jean, no tienes que preocuparte por no habérmelo contado. No me imaginaba que iba a pasar algo ahora, pero tampoco fue un shock para mí.

―Es que no estoy preocupada por ello. Sabía que no ibas a enojarte ni nada de eso. Aunque coincido contigo, yo tampoco me imaginaba que iba a pasar algo ahora, cuando hace meses estaba de novia con Thomas.

Frunzo el ceño mientras lucho con una cacerola que está llena de grasa.

―Espera, ¿Eso es lo que te preocupa? ¿Thomas?

―Si. No. No sé ―contesta y exhala irritada―. Es como que, si bien estoy en paz con la decisión que tomamos con Thomas de separarnos y creo que era necesario... he sufrido muchísimo. No quiero volver a pasar por eso de nuevo, y Lily antes que nada es mi amiga... y es todo demasiado nuevo para mí, no me perdonaría jamás lastimarla. Yo... necesito un consejo tuyo, Am.

Lo pienso por un momento antes de contestar.

―Bueno, creo que dividiría la respuesta en dos partes... una sobre tu miedo a volver a sufrir y otra sobre el miedo a lastimar a Lily. Primero, es un punto a favor para ti que ya tengas resuelta tu separación con Thomas y estés en paz. Con respecto a volver a sufrir, me parece que es algo inevitable, Jean. Uno siempre quiere preservar su corazón y sus sentimientos, más aún cuando te han roto el corazón o has sufrido mucho, pero es algo inevitable. Si estás dispuesta a ser feliz también tienes que estar dispuesta a sufrir, porque sino la otra opción que tienes es quedarte en la zona de confort donde nadie puede llegar a ti, ni para hacerte bien ni para hacerte mal ¿Y eso es vivir? Creo que hay que amigarse con el dolor, siempre tratar de salir adelante, pero aprender de él, sentirlo y hacer los cambios necesarios para no volver a pasar lo mismo. Pero al final del día, saber que tu vida es un conjunto de muchas cosas más allá de lo que te produce dolor y puedes salir adelante y superar lo que te propongas.

Vaya lavar los platos me pone profunda.

―Dios, tienes razón. Te quiero tanto, prima ―dice Jean, su voz parece más entusiasmada―. Y amo ser tu prima para que me puedas dar consejos gratis.

Me río.

―Pero si yo no cobro por dar consejos.

―¿No? ―pregunta indignada―. Yo ya estaría haciendo dinero con eso. Bueno, voy a reflexionar sobre lo que me has dicho. Y... ¿Sobre lo de Lily?

―Sobre Lily... me parece que es algo valiente de tu parte intentarlo, sea lo que sea. No significa que por intentar algo, mañana te vayas a casar con ella. Como has dicho, es todo nuevo para ti y siempre está la posibilidad de que te equivoques. Y como te dije recién sobre amigarse con el dolor propio... también pienso que tenemos que tener en cuenta que somos personas y aunque tengamos las mejores intenciones, a veces simplemente lastimamos a otras, aunque no lo queramos. Mientras seas sincera con ella, no tienes que culparte de nada.

―Lo sé, pero... siento que sería todo tan difícil.

―En mi opinión, no deberías perderte algo que podría ser bueno porque también podría ser difícil. No tienes garantía de nada, ni de que saldrá bien ni de que saldrá mal. Trata de ir paso a paso.

―Gracias, Amber, en serio. Todo esto me tiene sensible y confundida, me sirvió mucho hablar contigo. Y lamento lo que pasó ayer.

―Créeme, yo lo lamento más, pero―

Maia aparece en la cocina dando saltos.

―¿Estás hablando con Jean? Pásame, pásame que quiero hablar con la tía Emiliy ―dice, sacándome el teléfono―. Hola prima, perdón, pero necesito saber si Emily vio el último capítulo de la serie que estamos viendo en Netflix porque parece que Norberta está embarazada del padre de su novio y...

Dejo de escuchar cuando mi hermana sube a su habitación y miro la hora. Todavía me falta hacer un trabajo práctico antes de ir con Kyle al veterinario para comprarles comida a Whisky y a Ratón.

Le echo un vistazo a Ratón que está en la puerta de la cocina con la cabeza apoyada en sus patitas, me mira mal. Creo que todavía no superó el hecho de que traje a un gato a mi habitación y no lo dejé entrar a él.

Comienzo a hacer el trabajo en mi computadora. No puedo evitar ver las notificaciones de mi blog cada tanto, pero estoy por terminar el trabajo cuando mis padres abren la puerta. Se están por ir a la casa de unos amigos y entran para despedirme.

―¿Necesitas ayuda, hija? ―pregunta mi madre y yo niego con la cabeza.

―No gracias, ya termino y voy a la veterinaria con Kyle.

―¿Ese es bajapantalones o el chico portugués? ―inquiere mi padre.

―Pero Harry... ―le dice mi madre y estoy segura que está por reprocharle que ya se lo hemos dicho muchas veces, pero suspira y contesta― bajapantalones.

―Oh, bueno, cuídense ―me dice y me da un beso en la cabeza.

―Nos vemos para cenar, hija ―se despide mi madre y vuelven a dejarme sola.

Sigo haciendo mi trabajo hasta que Maia grita desde su habitación y Ratón ladra del susto.

―¡Norberta es adoptada!

Ruedo los ojos, creo que odio esa serie.

――――――――――

Kyle se había atrasado veinte minutos cuando finalmente aparece en la puerta de la veterinaria donde lo estoy esperando. Se siente culpable y me pide perdón reiteradas veces, pero luego de asegurarle que está todo bien, asiente y me pregunta sobre mi día. A pesar de que me presta atención mientras hablo, noto que está distraído y tiene una expresión de tristeza en su rostro.

―Y después he venido para aquí ―concluyo mientras agarro la comida balanceada que come Ratón―. ¿Y tú? ¿Estás bien?

Quería que mi pregunta sonara natural, pero Kyle nota el tono de inquietud en mi voz y alza la cabeza para verme.

―¿Se nota? ―pregunta.

―Yo lo noto, estás como desanimado.

Y muy pocas veces veía a Kyle así, las veces que lo veía desanimarse fácil o estar triste tenían que ver con Jess.

Él no contesta y no puedo evitar preguntarle.

―¿Tiene que ver con Jess?

Kyle sacude la cabeza mientras nos dirigimos a la sección de comida para gatos.

―No, es que... he discutido con mi padre.

―¿Quieres que hablemos de eso?

Lo piensa por unos segundos y se encoge de hombros.

―No sé si hay mucho de qué hablar. Mi padre puede llegar a ser muy impredecible y manipulador. Hoy he llegado tarde aquí por discutir con él en el taller. Creo que te he contado que trabajo en su taller y este mes no me ha pagado. Y no es la primera vez que pasa, pero el problema no es que simplemente no me ha pagado lo que me corresponde; sino que yo he llegado a un acuerdo con mi padre de que la parte que le debería dar a mi madre por mi manutención, me la ganaría yo en su taller.

Lo miro sorprendida, ¿Eso era legal?

―Mis padres no se divorciaron con papeles ―continua―, simplemente se separaron. Ninguno de los dos tenía suficiente dinero como para pagar abogados, así que no lo hicieron. Mi padre le pasa suficiente dinero para cubrir los gastos de mi hermano y de los alimentos. Cuando cumplí dieciséis él dijo que yo debería ganarme el dinero, que ya era lo bastante maduro como para trabajar por mi propio dinero. Yo accedí, porque no quería agregarle a mi madre otro problema. Le dije a mi madre que ese arreglo había sido una idea mía y que la respetara. Si se enteraba que él me lo había exigido, iba a desatar otra guerra entre ellos. Mi hermanito ahora quiere trabajar en el taller y mi padre quiere aceptar, pero llegué a un acuerdo. Estoy haciendo horas extras para que eso no suceda.

Se calla al llegar a la cola para pagar nuestros productos, él se coloca delante de mí y no sigue hablando así que me tomo el tiempo para reflexionar sobre lo que me ha contado. Su padre se está abusando de él y de la situación, se me revuelve el estómago al pensar de cuanto habrá sufrido Kyle y yo no lo sé. También soy consciente de que tengo que cuidar mis palabras al hablar de su familia, ya que cada familia es un mundo y no quiero juzgar y herir sus sentimientos.

Kyle paga sus cosas y yo espero mi turno. Cuando la persona que atendió a Kyle me hace un gesto para que pase, le doy la bolsa de comida. Escanea el código de barras, la coloca en una bolsa y me la entrega. Le extiendo el dinero y él no lo acepta.

―Tu novio ya ha pagado por lo tuyo.

Me doy vuelta para ver a Kyle quien me sonríe divertido. Exhalo irritada y lo sigo para salir de la tienda.

Le doy el dinero a él y Kyle da un paso hacia atrás.

―Yo invito ―dice.

Alzo una ceja.

―¿Invitas la comida de Ratón?

―Claro que sí, ¿Estás celosa porque invito su comida y no la tuya?

Me río.

―En serio, Kyle, toma ―insisto.

―Amy, lo hago por Ratón, así que guarda tu dinero.

―Me acabas de decir que tu padre no quiere pagarte por tu trabajo, ¿Y piensas que voy a dejar que me invites?

Él entrelaza su brazo con el mío y me obliga a caminar. Yo guardo mi billetera planeando dejarle el dinero en su bolsillo cuando no se de cuenta.

¿Cómo no se va a dar cuenta que le estás tocando la cola, Amber?

Detalles, después lo resolveré.

Nos dirigimos a un parque que se encuentra cerca, nos sentamos en un banco y yo disfruto el sol en mi rostro. El día está agradable, a pesar de que estamos en otoño, no hace frío como para llevar campera y estoy disfrutando la suave brisa sobre mi piel.

―No es que no tengo dinero ―explica Kyle―. Yo conozco a mi padre y siempre ahorré una parte de lo que ganaba por si él decidía dejar de pagarme. Al tener este arreglo con él, mi madre dejó de hacerse cargo de mis gastos. Así que llevo tiempo sabiendo como ahorrar y dividiendo mis gastos.

―¿Y por qué no te ha pagado este mes?

―Él dice que es porque no puede, que paga el alquiler de su casa, el taller, gastos de mi madre y mi hermano, y no tiene suficiente para pagarme lo que me corresponde; incluso cuando estoy haciendo horas extras. Pero, en realidad, sé que está enojado con mi madre y se desquita conmigo.

―¿Por qué está enojado con tu madre?

―No lo sé, creo que es porque mi hermano no quiso verlo la semana pasada, el día que debía ir a visitarlo no fue. Mi padre piensa que mi madre le metió ideas en la cabeza sobre él y por eso no ha ido, pero Jack no quiere verlo por voluntad propia, mi mamá no ha hecho nada.

Bueno, si yo fuera su hermano tampoco querría verlo.

―Es injusto que tu padre actúe así contigo.

―Estoy acostumbrado. Siempre se la ha agarrado conmigo cuando quiere enojarse con alguien, y yo lo he dejado, porque prefiero que me haga algo a mí antes de que a mi madre y a mi hermano. Jack no quiere verlo porque mi padre es impredecible, en un momento puede estar tratándote como si fueras el mejor hijo que ha podido tener y después te trata como si fueras una basura. Mi hermano ya vio y escuchó demasiado cuando era más pequeño, ya ha sufrido bastante, no quiere seguir haciéndolo.

Quiero preguntar y saber más, pero él suspira y estira sus piernas, tratando de relajarse un poco.

―Es injusto ―vuelvo a repetir―. Y tú eres un buen hermano e hijo, Kyle. No deberías llevar tanto peso sobre tus hombros. Si alguna vez necesitas ayuda, sabes que puedes contar conmigo.

Él gira la cabeza para mirarme y vuelve a tener esa sonrisa desvergonzada tan típica suya y me alivia.

―Al final parece que sí tenía mucho que contar.

Rio por lo bajo.

―Sabes que a mí me gusta escuchar, no tienes por qué disimular.

―¿A qué te refieres? ―pregunta, una leve arruga se le forma en la frente.

―Siento que a veces tienes muchas cosas para decir, o para descargarte, y no lo haces porque crees que tus problemas no lo valen lo suficiente, o tienes miedo a incomodarme.

Noto como traga saliva y sé que di en el clavo.

―¿Por qué tendría miedo de incomodarte?

Me cruzo de piernas en el asiento mientras miro como dos perros se muerden jugando.

―No es que tienes miedo de incomodarme a mí. Creo que tienes miedo de incomodar al otro en general, quieres ahorrarle al otro el hecho de que se puede sentir mal por ti o sentir pena por tu situación, entonces te callas. Pero tus problemas valen tanto como los de cualquier otro, Kyle.

―Gracias, Consejera ―contesta, su voz es sincera y le sonrío―. Me gusta que hayamos vuelto a ser amigos.

Me alejo un poco y lo miro fingiendo asombro.

―Nunca hemos sido amigos en primer lugar.

Kyle hace como si se agarrara el corazón y pone cara de sufrimiento exagerado.

―Tus palabras duelen, ¿Sabes? Cuando estábamos en jardín éramos amigos.

―Los amigos no les bajan los pantalones a otros en frente de toda una clase dejándolos en ridículo ―replico.

―Nunca los vas a superar, ¿no?

―Jamás, eras mi enemigo número uno.

Rueda los ojos.

―Eres una exagerada ―me dice, pero mi yo de cuatro años sabe que no estoy exagerando. 

Nos pasamos el resto de la tarde hablando y conociéndonos más. Él me cuenta sobre su rutina en el taller, cuanto le había costado encajar en ese trabajo cuando tenía dieciséis años y como todos los que trabajaban en el taller lo hacían sentir insignificante por ser el hijo del dueño y no entender nada. Más me cuenta de su padre y su entorno, más crece mi desagrado.

También me habla sobre su amor hacia el baloncesto y como su hermanito quiere seguir sus pasos porque lo admira. Al parecer, Jack está encantado con Whisky y lo cuida como si fuera suyo.

Yo le cuento sobre mi prima y Lily y mi experiencia traumática el día de ayer. También le digo lo entusiasmada que estoy con el nuevo diseño de mi blog y el hecho de que cada vez más personas me hablan y me piden ayuda por allí.

Cuando comienza a oscurecer, Kyle me acompaña hasta mi casa. Estamos riéndonos y recordando como los ancianos que nos encontramos en el cine nos obligaron a cantar una canción navideña en portugués, cuando siento mi corazón detenerse.

La puerta de mi casa se encuentra completamente abierta, y no hay nadie. Kyle se tensa y se adelanta. Yo me quedo quieta sin entender lo que mis ojos ven. No solo la puerta está abierta, sino que todo está hecho un caos. Por lo que puedo ver desde la entrada, el piso está lleno de vidrios rotos, muebles tirados, papeles por todas partes. Es cuando escucho un gemido de llanto que mis piernas reaccionan y sigo a Kyle dentro de la casa.

Dentro está mi madre en el sillón, con el rostro entre las manos sollozando. Mi corazón se rompe en mil pedazos, porque escuchar a una madre llorar (que jamás lo hace) debe ser lo más doloroso que puede pasarle a una hija. Ve que entro y se levanta. Me abalanzo sobre ella, y tengo una sensación de pánico que hace que mi pecho se cierre y me cueste respirar.

―Mamá ―pregunto con un hilo de voz― ¿Qué ha pasado?

Mi mama me abraza con fuerza, yo le devuelvo el abrazo mientras miro el desastre que hay en mi casa.

―Han entrado a robar ―explica con la voz estrangulada―. Maia había salido, y estaba entrando cuando... cuando se metieron dos hombres.

El pánico se acrecienta y mi vista se comienza a nublar. No sé si es por las lágrimas o porque me está por bajar la presión, pero me obligo a mirar a mi madre.

―¿Y ella donde está? ¿Está bien? ¿Le han hecho algo? ―pregunto tan rápido que mis palabras se tropiezan y apenas se entiende lo que digo.

―Si, si ―susurra tratando de calmarse―. No le hicieron nada, solo se han llevado objetos de valor, gracias a Dios―

―¿Pero dónde está?

Mi madre se derrumba en llanto de nuevo e imagino lo peor.

―Está con tu padre y Dylan en la calle, buscando a Ratón.

Se me cae el alma a los pies.

―¿Cómo que buscando a Ratón?

―Él... él se ha escapado cuando los delincuentes abrieron la puerta.

Ya no estoy sollozando, mi llanto es desgarrador y siento que me duele hasta el corazón. Se escuchan sirenas acercándose y un minuto después unos oficiales ingresan a mi casa. Mi madre se aparta un poco. Es entonces cuando me doy cuenta lo fuerte que estoy agarrándola. Me acerca a los brazos de Kyle, hasta entonces no me había dado cuenta que estaba detrás de mí. Me aferro a sus brazos y me es inevitable comenzar a temblar, él me sostiene contra su pecho y me acaricia el cabello. Me susurra cosas al oído que tranquilizan mi llanto, pero mi pánico sigue allí intacto.

―¿Me acompañas a buscarlo? ―logro decir cuando me separo un poco.

―Claro que si ―me dice con voz suave y me acaricia la mejilla, secando mis lagrimas―. Espera que le aviso a tu madre y vamos.

Asiento y me quedo allí de pie, sin poder creer lo que está pasando. Kyle vuelve enseguida y me agarra de la mano.

Me apresuro a salir y no puedo evitar pensar en todos los escenarios posibles. Alguien podría haber robado a mi perro, podría haber salido asustado y haber sido atropellado, podría estar escondido a kilómetros de mi casa desorientado.

Kyle y yo comenzamos a gritar su nombre. Ya está oscuro y es más difícil distinguir todo.

Involuntariamente recuerdo el día que salvamos a Ratón. Había visto una publicación de la mujer que lo había encontrado, había sido atropellado por un auto y dejado en el medio de la calle sin ningún tipo de compasión. La persona que lo había atropellado ni siquiera se detuvo para ver si estaba bien, para llevarlo al veterinario o por lo menos pedir ayuda. Lo dejó allí, y como era un perro de la calle, nadie se acercaba a agarrarlo.

Afortunadamente, una mujer de un refugio vio lo que había pasado por redes sociales y llegó a tiempo para salvarlo, pero necesitaba dinero para la operación. Todavía recuerdo lo que sentí al ver la foto donde aparecía su rostro de sufrimiento y su cuerpo envuelto en una manta. Sentí impotencia, tristeza, enojo, pero sobre todo esperanza; porque sabía que podía ayudarlo y que ese ser necesitaba amor y un buen cuidado. Cuando mis padres accedieron a ayudarlo, sentí que toda mi vida pasó por encargarme de él y esperar que la operación saliera bien.

Y había salido bien, y mis padres me habían dejado quedármelo, y ahora ya no lo tenía.

Vuelvo a llorar, siento una punzada de dolor en el pecho que no me deja ni pensar. No puedo creer como en un momento podemos tener algo, sin ser conscientes de lo afortunados que somos, y de un segundo a otro ya no lo tenemos y deseamos volver el tiempo atrás.

Daría lo que sea por volver a tener en mis brazos a Ratón de nuevo.

Kyle me pasa su brazo por los hombros y me acerca más a él. No puedo seguir gritando porque me arde la garganta y no tengo voz; pero quiero seguir haciéndolo, quiero gritar, y llorar, e insultar porque la vida es injusta y puede llegar a ser una mierda con la gente que no se lo merece.

Damos vueltas y caminamos todo lo que podemos. Kyle sigue llamando a Ratón y yo sigo tratando de escanear cada rincón con los ojos.

Ha pasado una hora y seguimos sin encontrarlo, no quiero aceptar que la búsqueda ha sido un fracaso y es probable que ya no lo encontremos. No quiero volver a una casa donde ya no pueda escuchar las patitas de Ratón sobre el piso, o sentir el calor de su cuerpo sobre mis piernas al dormir.

Y es entonces cuando me doy cuenta que todavía sostengo la bolsa con su comida en la mano, y que es probable que esa comida no se la vaya a comer.

La agonía de no saber en dónde se encuentra me está matando y me duele la cabeza de tanto llorar. Recuerdo a mi madre sentada en el sillón lamentándose y quiero correr a abrazarla. Ya es de noche y seguramente debe estar preocupada por nosotros.

―Deberíamos volver ―le digo a Kyle con voz ronca.

Él me mira con dolor y me aprieta el hombro suavemente.

―Demos una vuelta más. ¿Quieres? ―pregunta y yo asiento porque si fuera por mi me quedaría buscando a mi perro toda la noche.

Seguimos caminando por calles que nunca había transitado, o tal vez ya lo he hecho y solo estoy mareada. Tampoco sé cuantos metros de distancia hemos caminado desde que salimos de mi casa.

Estamos circulando por el pavimento, aprovechando que no transitan autos, para poder ver los dos lados de la acera.

Estamos por la mitad del camino cuando percibo un movimiento por el rabillo del ojo. Kyle también lo ve y se detiene. Miramos para la misma dirección, pero no hay nada. Mi respiración se vuelve irregular cuando nos acercamos más hacia un auto que está estacionado a una esquina de la acera. Kyle inspira bruscamente y se suelta de mí, tirándose al piso. Yo me agacho para tratar de ver, pero su cuerpo me obstaculiza la visión. Escucho un chillido y siento un vuelco en el corazón. Kyle se mueve hacia atrás y puedo ver que tiene a mi perro entre los brazos, yo me lanzo a agarrarlo llorando. Un alivio me recorre el cuerpo y lloro más fuerte, esta vez de alegría. Kyle se ríe y me abraza, Ratón queda en el medio y comienza a darnos besos en la cara. Lanzo una carcajada y examino que mi perro esté bien. A simple vista no está lastimado, solo está sucio.

―¿Qué hacías aquí Ratón? ―le pregunto, acunándolo de nuevo en mi pecho.

―Estaba hecho un ovillo detrás de la rueda. Se habrá perdido y estaba asustado ―dice y yo no puedo evitar abrazarlos a ambos de nuevo.

―Gracias, Kyle, en serio. Eres el mejor ―le digo y él sonríe de felicidad. Sé que estuvo nervioso durante toda nuestra búsqueda, pero trató de guardar la calma por mí―. Si no fuera porque me dijiste de dar otra vuelta, tal vez no lo encontrábamos.

―Shh ―susurra―. No pienses en eso, lo importante es que tenemos a la rata de dos patas de nuevo con nosotros ―y esta vez me río, porque su voz solo expresa cariño.

Me apresuro a llamar a mi hermana, ansiosa por decirle que tengo a nuestro perro en brazos. Cuando me atiende, no le entiendo nada porque está balbuceando mientras llora. Le digo que encontré a Ratón y es como hablar con un bebé. Dylan agarra su celular y habla en su lugar para traducirme.

―Amber, Maia te está pidiendo perdón y dice que está muy feliz porque encontraste a Ratón. Estamos a unas cuadras, dirigiéndonos para su casa. Tu padre dice que vengan cuanto antes.

Y eso hacemos. Tardamos poco en llegar porque caminamos rápido, estaba ansiosa por llegar y que los demás abrazaran a Ratón.

Cuando llegamos a la entrada, mi padre abre la puerta de mi casa y mi hermana se lanza a mis brazos y Ratón gime de nuevo porque lo aplastamos.

―Perdóname, perdóname, perdóname, por favor ―me murmura mi hermana al oído y yo la abrazo con fuerza. Detesto que se siente culpable cuando solo es una víctima de la situación.

―Maia, no tienes la culpa de nada. No tienes que pedir perdón ―le digo.

―Sí, por mi culpa casi se pierde Ratón.

Mis padres se acercan para agarrar a nuestro perro y llenarlo de besos.

Yo sonrío y Kyle me da un apretón en la mano, lo miro sorprendida porque no me había dado cuenta que seguíamos agarrados de la mano. Kyle me sonríe y vuelvo a tener ganas de abrazarlo, porque no sé que hubiese sido de mi esta noche sin él.

Entramos a la casa y cerramos la puerta con todos los seguros que tenemos.

Nos sentamos en el sillón como podemos porque todas las cosas siguen tiradas, y Maia vuelve a contar para Kyle y para mi lo que había pasado. Ella había vuelto de clase de Hockey, y abrió la puerta con normalidad. La estaba por cerrar cuando de la nada se le metieron dos hombres con pasamontañas a la casa. Uno de ellos tenía un arma, aunque no podía asegurar que era real. Ella entró en estado de shock y los delincuentes la obligaron a decirle donde guardábamos el dinero. Maia mintió y les dijo que no tenía ni idea. Uno de ellos se hacia pasar por el bueno y otro por el malo. La encerraron en el baño. Parecía que tenían un auto estacionado en la entrada y comenzaron a llevarse objetos de valor. Cuando abrieron la puerta, Ratón se escapó. Mi hermana cree que ellos lo incentivaron a irse y le dieron una patada, pero tampoco lo puede asegurar porque no los vio, solo los escuchó y estaba tan asustada que todo se le confunde. Cree que estuvo media hora allí desde que los ladrones se fueron y llegaron mis padres.

Los oficiales ya le tomaron la declaración e hizo la denuncia. Les dijeron a mis padres que hay una gran posibilidad de que las personas que entraron a robar sean las mismas que intentaron robarle a nuestra vecina Norma y le forzaron la puerta. Creen que tenían estudiado el movimiento de estas cuadras y por eso intentaron en nuestra casa.

Nos quedamos un rato más conversando, dándonos apoyo mutuamente y haciéndole mimos a Ratón.

Dylan no le quita los ojos de encima a mi hermana. Se lo nota muy preocupado por ella y agradezco que lo tenga a él al lado. Es muy tierno ver como la cuida, y Maia lo necesita. Estoy segura de que ese sentimiento de culpabilidad que tiene no va a irse fácilmente.

Cuando llegó el momento en que mis padres se levantaron para comenzar a ordenar todo, yo tuve que armarme de valor para hacerlo también y dirigirme a mi cuarto.

Kyle me acompaña e inspiro hondo antes de entrar.

Mi cuarto no está tan dañado como el resto de la casa. Pero con un rápido vistazo, me doy cuenta que mi computadora no está y me invade la tristeza de nuevo. Lo primero que pienso es en mi blog y como no voy a poder disfrutarlo por un largo tiempo, pienso en todas las fotos y los trabajos que tenía del instituto y mis ojos se humedecen de nuevo.

Trato de pensar en que por lo menos tengo a Ratón y las cosas materiales no importan. Sigo fijándome si falta algo más.

―Creo que solo se llevaron mi computadora ―murmuro―. Creo que es único objeto de valor que tenía.

Kyle se agacha y toma del suelo mi conejo hecho de calcetines y una foto que estoy con mi familia sacando la lengua.

―Claro que no es el único objeto de valor que tenías ―me dice, dándome las cosas y yo las observo por unos segundos ―Sonrío, sin evitar que se me caigan algunas lágrimas. Hoy voy a morir deshidratada si sigo llorando―. Y no te preocupes por la computadora. Voy a ayudarte a hacer de nuevo el trabajo que has hecho hoy, lo podemos hacer en papel, aunque sea bastante medieval.

Me río y me da ternura que recuerde que hoy hice un trabajo para el instituto y se preocupe por ello.

Dejo las cosas en mi mesita de luz y me acerco a Kyle.

―No tengo palabras para agradecerte ―le digo mientras entrelazo mis manos con las suyas―. Y voy a tener que citarte y darte la razón. Me encanta que hayamos vuelto a ser amigos, realmente hoy me he dado cuenta de lo feliz que soy de tenerte en mi vida, Kyle.

Cuando pronuncio esas palabras, soy consciente de que pueden sonar demasiado cursis, pero estoy tan sensible que no me importa. Él lejos de ponerse incómodo, me atrae hacia su pecho y me da un beso en la frente. Cierro los ojos y noto el cansancio apoderarse de mí, el estrés y los nervios pasándome factura.

―Nunca hemos sido amigos en primer lugar ―dice, imitando mis palabras―. Pero estoy jodidamente feliz que ahora lo seamos. 

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