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Irónicamente

A pesar de que el ocaso marcaba la hora de retirarse, también realzaba la belleza del lugar, con los últimos rayos de sol recubriendo los árboles y lustrando el agua de la fuente principal, dándole al ambiente un tono más tenue y de matices dorados; por lo que se permitió pasear un poco antes de partir, admirando las preciosas vistas. Tiró el envoltorio de lo que había comido a la basura ante la ausencia de contenedores para reciclaje y, luego, caminó hasta la estación de tren admirando lo hermosas que eran las casas más cercanas al centro de la ciudad. En lugar de apenado por tener que irse, se encontraba agradecido de habérselo permitido; y ya viajando en el tren, sentía algo de paz.

Durmió bien, despertó bien, el día iba bien, por lo que no veía por qué no continuar escribiendo. Lo hizo entre cada comida del día, con su correspondiente descanso según su cuerpo lo requiriera, y sintiendo la motivación que, últimamente, nada lograba generarle.

Las vacaciones de verano significaron un verdadero respiro para esta chica, y no lo dudó, las aprovechó para lo que estuvo deseando hacer todo el año, como por ejemplo, verse con quienes quería y amaba. Por más que no sabían con exactitud lo que le ocurría, en ellos encontró apoyo, refugio, compromiso, cariño y calidez; y a pesar de desconocerlo, le perdió el miedo a lo que pudiera venir, siempre con la confianza de que tendría a alguien a su lado y teniendo ahora una mirada más precisa de lo que pasó, gracias a poder darse un espacio para contemplarlo y haberlo compartido para comprenderlo desde nuevos puntos de vista, sin mencionar que también se permitió tomarse el tiempo de ayudar.

Siendo sincera con ella misma, reconoció sentir miedo cuando comenzó a aproximarse el fin de su descanso, porque la situación dejaba libre aquella incertidumbre nacida del desconocimiento de lo que pudiera pasar este año, ya que por más que se sintiera lista para luchar y acompañada, no pudo tomar el control de los problemas que estuvo teniendo durante el año anterior. Y como detestaba la idea de volver a pasar por eso, pasar por algo parecido o por algo peor, se hizo una promesa una vez más, diciéndose: "No volverá a pasar".

Nunca había comenzado tan motivada un año escolar como en el tercer ciclo lectivo de su escuela secundaria, y a pesar de que su motivación se debía tan solo a creer que podría cursar bajo circunstancias que se acercaran más a lo normal, era suficiente como para que volviera a sentir deseos de asistir al colegio. Sin complicaciones innecesarias, sin exceso de estrés y con la responsabilidad tan solo de sus actos recayendo sobre ella; y sin mencionar que el curso entero se había renovado, lo cual le pareció una lástima por quienes le caían bien, pero a su vez, lo vio como una gran oportunidad para volver a empezar.

Era su segunda semana de clase y sin prestar mucha atención a su profesor, a medias lo escuchó decir cosas como "Esto es real...", "[...] lo que pasa en China..." y "Cuídense". La última palabra fue la que llamó su atención, pero también fue la última palabra del discurso del profesor, por lo que no se enteró muy bien de lo que estuvo hablando; y como no tardó en perder el interés, la noticia de la recientemente surgida pandemia mundial de COVID-19, la tomó por sorpresa. Antes de que lograra comprender la dimensión de lo que sucedía, ya se encontraba confinada en su casa, obligada a convivir con su familia y la preocupación por lo desconocido. En esa casa, se enteraron un par de semanas tarde de la existencia del intento desesperado por parte de la escuela para adaptarse a la situación, o sea, de las clases virtuales; pero de momento, era inviable conseguir lo que se requería, cuando de ello todavía no tenían ni lo básico. En un abrir y cerrar de ojos, se vieron obligados a conseguir computadora, celulares, wi-fi, aprender a convivir permanentemente, a privarse del mundo exterior y de sus relaciones sociales; y en especial ella, se vio forzada a darle un giro enorme a su mente, cambiando su forma de ver la vida para siempre.

Era desesperante el hecho de que no pudiera descansar de su familia en la escuela ni viceversa, y que ahora tuviera que lidiar con ambos al mismo tiempo, mientras que cada parte involucrada derramaba incertidumbre, preocupación, ansiedad y estrés. Pero dejó de lado todo esto y se concentró en lo que su mente tenía para decir, y encontró la racionalidad en ella, para así mantener la calma en caso de que se presente algo más, o al menos, para que la espera por salir adelante no sea una tortura.

Recuperó su miedo a perder aquellas relaciones que consideraba tan importantes, incluyendo a su pareja; pero logró tomarlo con calma cuando comprendió que solo se quedarían quienes debían, porque consideraba que ese tipo de lealtad era un factor importante frente a contratiempos. Cuando logró aliviar su temor, fue cuando pasada la mitad del año, consiguió su teléfono celular con el cual se conectó a internet mediante la red wi-fi habilitada hace un par de días, lo cual a su vez, la introdujo por fin y nuevamente en el ámbito escolar. Lamentablemente, la mayoría de los profesores no comprendían del todo cómo usar las plataformas, muchos utilizaban medios distintos para manejar los trabajos y las evaluaciones, el equipo tanto de alumnos como de docentes raramente funcionaba bien, reinaba la falta de comunicación o el orden de la misma, se estableció una nueva resolución en cuanto a las calificaciones capaz de confundir a cualquiera, la organización se desarrollaba sobre la marcha, y como si fuera poco, toda persona se enfrentaba al desafío mental que significaba la pandemia; además de claro, los graves problemas económicos, los fallecimientos y la preocupación por la posibilidad de que un ser querido fuera parte de los números mostrados cada día en el noticiero, los cuales más que informativos, parecían propaganda del miedo.

Ante todo esto, ella hizo su más grande esfuerzo al comienzo de su integración en clase, levantando materias enteras por su cuenta y hasta retomando el ritmo natural del programa, a pesar de haber tenido que ponerse al día por meses de retraso. Pero se sintió indignada cuando, luego de replantearse más de un pensamiento durante varios días, se dio cuenta de que se estaba descuidando, que logró sobrepasarse a tal punto en el que descuidaba su salud, tanto física como mental. Así que decidió darse un respiro, y sin dejar de atender sus responsabilidades, dejó de exceder sus límites como muestra de amor propio.

No logró terminar el año sin llevarse materias, pero lo veía como algo de esperarse y ya lo había asumido desde antes. La responsabilidad recayó sobre ella según los adultos, pero sus amigos y pareja comprendieron mejor, por lo que le enviaron mensajes de apoyo; pero sin dejar de agradecer y de devolver el apoyo, decidió tomar la resolución de su situación como una meta personal y ser ella su fuente tanto de inspiración, como de motivación. Entendió lo necesario que era dejar de depender emocionalmente de los demás, y a pesar de que no estaba lista aún, dar esos pequeños primeros pasos en esa práctica fue fundamental para comenzar. No siempre dependía de ella el estar cerca de quienes amaba, ni tampoco era del todo fiable estarlo; por lo que se propuso ver sus relaciones de otra manera, y sobre todo, aquella que tenía consigo misma.

La computadora que habían conseguido con los limitados ingresos de la familia, siquiera era capaz de cargar el navegador de internet; y cuando funcionaba, los horarios de todos en la casa se superponían. Y lo primero que vino a su cabeza, fue entender que iba a desaprobar casi todas las materias, pero no fue lo que consideró lo más importante al final. Muchos lo tomaron como una muestra de consideración; a ella le importó poco, y es que no todos se habían tomado por igual la decisión del sistema educativo de dejar pasar a todos los alumnos con todas las materias que hubieran desaprobado. Repartieron fechas para rendir dichas materias y ella se presentó, rindió, y cada vez se retiró luego de que el profesor guardara su examen.

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