un amor en tiempos de piedra
En la época de las cavernas, en una tribu liderada por la tiránica y despiadada Moon, vivía un joven cavernícola llamado Marco. Él admiraba a su líder con gran devoción, especialmente por su gran belleza, que incluía unos enormes senos que desafiaban la gravedad y unas caderas de avispa que se balanceaban sensualmente cada vez que Moon caminaba. Todos los hombres de la tribu la admiraban, mientras que todas las mujeres hervían de celos en su presencia.
Marco: "¡Vaya mujer! Esos senos son tan grandes como la luna... esas caderas son como..."
Pensaba Marco cada vez que la veía, con una mirada lasciva que no podría disimular ni un ciego.
Marco, sin embargo, era un joven flacucho y debilucho, con brazos delgados y una constitución que no inspiraba respeto alguno. Su físico escuálido destacaba entre la robustez característica de los demás hombres de la tribu, lo que lo convertía en el blanco de burlas. Moon notaba esas miradas y se sentía indignada.
Moon: "¿Quién se cree este enclenque para mirarme así enclenque aunque bueno en verdad no lo puedo culpar solo mira este cuerpo?"
Pensaba, aunque en el fondo, se sentía halagada de que aún los jóvenes la encontraran atractiva. Ella despreciaba abiertamente a Marco por su condición física, considerándolo indigno de cualquier tipo de atención, y no dudaba en demostrar su desdén siempre que tenía oportunidad.
Su imagen era su todo y estar casada con River, que una vez fue el mejor cazador y guerrero de la tribu, pero que ahora era un gordo perezoso, solo aumentaba su frustración.
Moon: "Cariño, ¿podrías al menos pretender que te interesa la caza? Tal vez así, podría recordarte como solías ser."
Preguntaba Moon con un tono de fastidio cada vez más frecuente, dejando caer sus palabras como insinuaciones sutiles.
River: "Déjame en paz, Moon. Tu necesidad de atención es agotadora."
Replicaba River sin levantar la vista de su improvisado cóctel de bayas fermentadas, su voz cargada de indiferencia.
Sin embargo, cuando Moon reprendió a Marco por sus miradas lascivas,
Moon: "¡¿Cómo te atreves a mirarme así, Marco?! ¿Acaso crees que puedes manejar a una mujer como yo?"
Eso solo aumentó el deseo del joven por ella. Se obsesionó con Moon y su actitud dominante solo lo hacía desearla más.
Finalmente, en un arrebato de frustración, Moon maldijo su suerte.
Moon: "¡Maldita sea! ¡Todos los hombres me desean, pero estoy atrapada con alguien incapaz de excitarse a menos que haya comida de por medio!"
Su grito resonó en el claro, expresando su descontento con la situación y su deseo de algo más emocionante.
Marco: "Si tan solo pudiera acercarme más a ella."
Pensaba Marco, cada vez más loco de deseo.
Marco sabía que tenía dos opciones: esperar a que el esposo de Moon muriera de vejez, pero eso significaba que los pechos de Moon perderían su firmeza y su belleza se marchitaría, lo cual lo horrorizaba.
Marco: "Verla vieja y flácida... no, eso sería un infierno."
Pensaba con disgusto. Su otra opción era desafiar a River a una pelea por ella. Así que durante un año, se sometió a un régimen de entrenamiento arduo e implacable. Se levantaba antes del amanecer y corría largas distancias a través de la selva, aumentando su resistencia y velocidad. Pasaba horas levantando rocas y troncos pesados para desarrollar sus músculos. También aprendió técnicas de combate cuerpo a cuerpo y entrenó con los mejores luchadores de la tribu para asegurar su victoria.
Cada vez que sentía que sus fuerzas flaqueaban y estaba a punto de rendirse, recordaba los enormes senos de Moon, que eran su mayor motivación. Esa imagen le daba el impulso necesario para continuar, empujando sus límites más allá de lo imaginable.
El día del desafío llegó, y Marco, con su cuerpo ahora musculoso, gritó a todo pulmón frente a la tribu,
Marco: "¡Solo yo debería disfrutar de los hermosos regordetes pechos de Moon mientras sean firmes!"
Moon, aunque públicamente indignada, no podía negar que el nuevo cuerpo de Marco la atraía.
Moon: "Aunque es un necio, no puedo negar que esos músculos son muy... lindos."
Pensaba con una mezcla de rabia y atracción. Cuando Marco se presentó ante la tribu, ella fue la más sorprendida por su cambio físico, no pudiendo ocultar su asombro ante la transformación del hombre que antes había considerado un simple iluso.
Pero para sorpresa de todos, River miró a Marco con desprecio y luego a Moon con resignación.
River: "Me das igual. Te la regalo. Moon es un fastidio constante que ya no soporto."
Dijo River con desdén.
La humillación en los ojos de Moon era evidente.
Moon: "¡Cómo te atreves a hablarme así!"
Gritó enfurecida. Pero después de ver la pasión en los ojos de Marco sin mencionar que él no perdió el tiempo y fue directo a manosear sus pechos, decidió darle una oportunidad.
Moon: "Quizás este insensato puede ofrecer algo mejor que el patético River."
Pensó mientras Marco le daba una nalga.
Marco la levantó con facilidad y la llevó a su cueva. Allí, la pasión desbordante reemplazó cualquier rastro de delicadeza, lo cual encendía aún más la llama en Moon. A cada momento sus manos recorrían su cuerpo con fervor, deteniéndose con especial atención en sus pechos. Los gemidos de Moon resonaban en la cueva, proclamando entre súplicas y jadeos,
Moon: "¡Eres mucho mejor que River!"
La intensidad de cada caricia y cada movimiento de Marco hacían que Moon maldijera en su mente a River por no ser ni la mitad de lo que Marco era en ese momento. La pasión se convirtió en una danza frenética de cuerpos sudorosos, donde cada toque y cada beso se mezclaban en un torbellino de deseo.
Al final, exhausta y envuelta en un éxtasis que jamás había imaginado, Moon se dejó caer sobre la piel de oso que cubría el suelo, jadeando. Marco, con una sonrisa de satisfacción, se tumbó a su lado, acariciando su cabello. Moon, aún aturdida por la vorágine de sensaciones, supo en ese instante que Marco había eclipsado cualquier recuerdo que tuviera de River. La lujuria que la había consumido era ahora una llama que solo él podía avivar.
Marco: "No quiero dirigir la tribu, Moon. Solo quiero estar contigo, mientras seas joven y hermosa y tus pechos estén llenos."
Moon, aunque orgullosa, no pudo evitar rendirse ante la pasión.
Moon: "Qué cretino más sincero... quizás esto no sea tan malo,"
Aceptando la idea de un futuro lleno de deseo y dominio compartido.
A partir de ese momento, Moon y Marco vivieron una historia de amor apasionada y sin límites, sin importar lo que dijeran los demás.
Moon: "Qué digan lo que quieran; al final, soy yo quien triunfa."
Pensaba Moon, satisfecha con tener a un musculoso semental adorador a sus pies, o mejor dicho, sus senos.
Pero con el tiempo, Moon empezó a temer la pérdida de su juventud y que Marco la repudiara de su lecho matrimonial. Las primeras señales de flacidez comenzaron a aparecer, y con ellas, sus temores se intensificaron. Nuevas cavernícolas jóvenes se insinuaban constantemente a Marco, alimentando sus inseguridades. En un arrebato desesperado, temiendo ser abandonada por una de esas jóvenes con senos firmes, Moon tomó una decisión trágica.
Moon: "¡No soportaría que me abandones por otra jovencita de senos más firmes!"
Gritó mientras lo atacaba con un cuchillo, descargando toda su desesperación en cada golpe. Marco, agonizando, susurró con su último aliento:
Marco: "Ninguna los tiene tan grandes como tú mi amor... Déjame contemplarlos por última vez, mi amor."
Moon, devastada, se quitó el bikini de piel, sacudió sus pechos y lloró mientras Marco disfrutaba de la vista en sus últimos momentos. Incapaz de soportar la culpa y el dolor, Moon cogió el mismo cuchillo y se lo clavó en el corazón. Mientras moría, se recostó al lado del cuerpo de Marco, esperando desperté a su lado en la otra vida.
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