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3 Reglas claras

Me acuesto boca abajo sobre la cama, y me quedo dormida, no hay mucho que pueda hacer. Me despierto de golpe al sentir algo frío en mis nalgas y a alguien tocarme. Ahí está ella colocándome crema.

   —Quédate quieta.

   Le hago caso, se siente demasiado bien la frescura de la crema en mi piel. Le miro de costado el tatuaje de su brazo derecho que ahora se ve mejor, ya que lleva una blusa sin mangas, aunque hace frío afuera, aquí adentro el ambiente es cálido. Está vez sus manos son gentiles y tratan mi cuerpo con amabilidad, si con solo la mano me dejó así, no quiero imaginar como quedó la chica a la que llamó, Electra, en esa habitación. Suspiro.

   —¿Te gusta mi tatuaje?

   —No, es horrendo.

   La verdad es es hermoso, es un dragón chino saliendo del agua que va del hombro a la primera parte del brazo, y en el antebrazo hasta la muñeca, debajo del agua hay peces koi, tanto el volúmen de negro como los colores están bien equilibrados.

   —Que mal mentirosa eres —aprieta con un dedo mis nalgas y me muerdo el labio inferior para no insultarla— ¿Porque es horrible lo miras tanto?

   —No solo las cosas lindas se miran, lo horrible también llama la atención.

   —Concuerdo, conejita —sube su mano acariciando mi espalda—, aunque a mí me llamas mucho la atención por tu belleza.

   —Bueno gracias —me levanto rápidamente y ella sonríe—, aunque esto lo hiciste tú.

   —Fueron las consecuencias de tus acciones, conejita.

   —Seguirás llamándome de esa estupida manera, sin importarte que tengo un nombre ¿Verdad?

   —Sí, solo porque sé ve que te fastidia y como tú buscas fastidiarme a mí —se encoje de hombros—. Aparte, conejita es un lindo apodo, conejita roja es muy largo —lo dice por mi color de cabello—, así que serás conejita.

   —¿Por qué yo? Habiendo tantas.

   Tapa el pote de crema y lo deja en la mesita de luz, se acerca a mí, levantando mi mentón mientras mira mis labios y se muerde su labio inferior.

   —Tienes un conjunto de atributos físicos que se me hacen irresistibles, tu heterocromia, el color de tu cabello, las pecas de tu piel —pasa su dedo indice por las pecas de mi hombro. Me muevo y me aparto de ella—. Entre otras cosas te encuentro excepcional, pero lo que más me gustó de ti, es tu empatía y nobleza Nirvana, definitivamente quería a una persona cómo tú, a mi lado.

   —Lo dices cómo si estuvieras buscando pareja, y cómo si yo fuera capaz de amarte o siquiera tolerarte. Me secuestraste.

   —Lo hice.

   —Me trajiste acá a la fuerza, lejos de mi hermana a otro país.

   —Sí, lo hice.

   —Tambien me drogaste y golpeaste.

   —Tú también me has golpeado, mira este labio —intento tomar aire y respirar—. Respira —se acerca y vuelvo a apartarme—. Aprenderás a amarme Nirvana, no es algo que te vaya a costar hacer —niego con la cabeza.

   —Lo dudo ¿Crees que fácil amar a alguien como tú? —por un milisegundo su expresión muestra dolor. Entonces ella cambia y ahora es un poco más distante.

   —Querías darle a tu hermana, una mejor vida. Yo te estoy ofreciendo eso, ella estudia en la mejor escuela, estudiará en la mejor universidad y tendrá la vida que has soñado para ella, me encargaré de que las oportunidades aparezcan en su camino...

   —¿Qué hay de mí? ¿De mi vida y de lo que yo quiero?

   —Supongo que es el precio que hay que pagar.

   —Solo tengo que amarte y enamorarme de ti —niego mirando el piso mientras me apoyo en la pared de brazo cruzados— ¿Qué pasa sino puedo hacer lo que me pides?

   Ella me mira, suspira y se aparta caminando hacía la ventana, coloca una mano en el vidrio empañado y lo limpia dejando un círculo. Se queda pensativa y no me mira cuando vuelve a hablar.

   —Ya no puedes irte Nirvana, yo tomé una desición y no doy un paso atrás con mis decisiones, eso me haría ver débil y no es un lujo que pueda darme.

   —Entonces si no me enamoro es mi problema, en resumidas cuentas, seré tu prisionera —suspiro.

  Voltea y por un milisegundo veo su postura flaquear, pero si hubo duda de algo lo borra y queda su expresión neutra y firme.

   —Esa es una forma de ver las cosas. Ya te sabés las opciones que hay, todo depende de ti. Una última cosa —voltea a verme, tomando la puerta—, no me gusta la desobediencia y no quiero que vuelvas a desafiarme, menos que menos delante de mi personal, piensa en tu hermana, así como tengo el poder de que su vida se resuelva, también puedo hacer que sea un infierno.

   Se va dando un portazo y me quedo sola. Ahora si lloro, porque no volveré a verla, porque quizás ella piense que la abandoné o tal vez le dijeron que estoy muerta. Yo quería una mejor vida para ella, para nosotras, pero ambas juntas, solo nos teníamos la una a la otra y ahora ni siquiera podremos tenernos.

   Las lágrimas que había estado conteniendo salen de mí como cascada, lloro por todo lo que he perdido, mi hermana, mi libertad y mi futuro, porque ya no puedo irme de aquí, ya no puedo vivir mi propia vida, lo único que ha hecho esta mujer desde el momento que ha aparecido es hacerme perderlo todo. Cómo espera que la ame, que me enamore de ella, si me lo ha quitado todo. Está de verdad loca.

   Devon el único al que ubico y del cual me sé el nombre me trae una botella de agua, nada más, ella cumple con su palabra, no comeré nada hasta mañana. El estómago me gruñe de hambre, entonces elijo acostarme y dormir. No es la primera vez que paso hambre, en el orfanato eso era moneda corriente, demasiados niños y escasa comida, solo durmiendo te olvidabas que que tenías hambre.

   —Buenos días —la voz gruesa se materializa a mi lado— la jefa te espera abajo en 15 minutos.

   —Gracias Devon.

   Él asiente y se marcha. Me anoto mentalmente pedirle tener privacidad, todo el mundo parece tener acceso a la habitación. No tengo tiempo de bañarme, así que me desperezo y me tomo el cabello en un moño, para bajar a desayunar ¿Desayunar verdad? Aún es de noche y no tengo ni idea de cuánto tiempo ha pasado ya que no vi relojes por dónde estuve.

   —Buenos días conejita. Siéntate —estoy por tomar asiento frente a ella en la otra punta de la mesa, pero se para y corre la silla al lado suyo en la cabecera— aquí.

   Camino hasta allá y me siento, ella se sienta a mi lado y observo su arma en el costado de su pantalón del lado derecho, ella sigue la vista de mi mirada y toca su arma, dejándola del otro lado sobre una silla, entonces esta vez si está cargada.

   —No creo que seas tan estúpida de intentarlo de nuevo ¿O si? —niego con la cabeza— ¿Tienes hambre?

   —Sabes que sí.

   —Sí, lo sé. Espero que hoy si comas y no te quedes sin comer como ayer.

   Dos mujeres entran trayendo el desayuno, me siento incómoda porque sigo en ropa interior, pero ellas ni siquiera me dirigen la mirada, menos que menos la palabra.

   —¿Por qué no me miran, ni me hablan?

   —Porque no tienen derecho a hacerlo, solo yo puedo verte. Tampoco te van a hablar ni decirte nada, solo puedes y hablaras conmigo.

   —Así que eres bastante posesiva y mandona —se ríe ante lo último.

   —Aquí se hace lo que yo digo ¿Quieres ver? —niego con la cabeza— número 12 —un chico joven de trigueña y nariz anguileña camina hasta posicionarse a su lado—. Salta en un pie —él comienza a saltar—, ahora ladra como un perro y aulla —él sin rechistar lo hace.

   —¡Creo que es suficiente! —lo está humillando y no me gusta. Ella levanta una ceja cuando levanto la voz— Ya entendí tu punto.

   —Número 12 basta —para y se acomoda el traje—, vuelve a tu lugar pero gateando en 4 patas como el perro que eres. Luego hablaremos tú y yo, de un temita.

   —Coleccionista no es necesario, entendí tu punto —intento levantarme y ella de un tirón me vuelve a sentar en el lugar apretando mi brazo—. Me estás lastimando.

   Me suelta y me sobo el brazo que dejó marcado, miro mi taza de café y el jugo, vuelvo a mirar al chico que llegó a su lugar y él ni siquiera me ve. Vuelvo la vista a mi desayuno, ella está muy concentrada en su teléfono.

   —¿Puedo comer? O me harás decirte la palabra clave, o tengo que esperar también tu órden.

   —No me vuelvas a hablar en ese tono, o tal vez quieres otro castigo. Yo no soy Cristina Grey, tú no eres Anastasia y lo que voy a hacerte si me desafías dista mucho de un placer sexual. Come.

    Trago hasta sentirme llena. Tengo que empezar a cerrar la boca y ser un poco más medida, ya me ha demostrado que no se anda con juegos.

   —¿Qué le dijeron a mi hermana?

   —Que estás muerta —dice despreocupada—. En un incendio, le mostramos fotos y todo —come una tostada y me siento asqueada—. No iba a creer lo de un suicidio, así que toco improvisar.

  Entonces mi pequeña hermana lloró mi muerte sola, después de haber enterrado a nuestros padres y cree que ya no tiene a nadie. Una puntada atraviesa mi pecho y mi corazón duele, no puedo imaginar por el dolor que ella está pasando ahora, llorando la muerte de una desconocida. Mis ojos se llenan de lágrimas.

   —¿Puedo levantarme?

   —No, aún no termino de desayunar.

   Trato de tragarme el llanto, pero no puedo ha sido tanto en tanto poco tiempo. Las lágrimas salen y yo lloro en silencio, con la cabeza agacha, cuándo me sorbo la nariz  ella nota mi llanto silencioso.

   —Oye conejita —me toma de la mano—, le dijimos que fue una muerte rápida y que no sufriste —Saco mi mano de la suya.

   —Eso no quita que ella piense que estoy muerta. Ya no nos quedaba nada ni nadie, solo nos teníamos la una a la otra y ahora ella cree —el llanto sale de mi garganta, sin dejarme hablar— que estoy muerta.

   —¿Qué querías que le dijeran? ¿Qué una mujer se enamoró de ti y te quiere para ella?

   La confesión, sale de sus labios y en el momento que se da cuenta de lo que dijo, ya no puede retractarse, así que solo no hace ni dice nada más.

   —¿Enamorarte de mí? —retomo la charla desde su confesión— Ni siquiera me conoces.

   —Si te conozco Nirvana, se demasiado sobre ti.

   —Eso es obsesión, no es amor ¿Me has mandando a seguir? ¿Conoces lo que un informe dice sobre mí? Soy más que eso —suspiro y pienso lo siguiente para tratar de hacer el mayor daño posible con lo que voy a decir—. Lo único que quiero, es que jamás me hubiera cruzado en tu camino.

   —Si eso no hubiera pasado, habrías terminado violada en ese callejón hace dos años.

   —Solo aplazaste lo inevitable, porque violaste mi libertad, mi privacidad, mi vida y cada uno de mis derechos, y seguramente que no va pasar mucho para que te metas con mi cuerpo, porque no creo que me hayas traído aquí, habiéndote tomado tantas molestias para tomar el té o comer juntas.

   —Siéntate, ahora —me siento de nuevo—. Tienes razón, espero mucho más que compartir comidas y cuándo ese momento llegue, porque créeme llegará y te haré mía. Espero que por tu bien estés lista, para que no la pases mal.

   Con esa confirmación de lo que ya sabía que tendré que hacer en un futuro, ella no vuelve a dirigirme la palabra. Tomo el cuchillo del dulce en mi mano apretándolo fuerte y ella me lo quita suspirando para dejarlo del otro lado.

   —¿Podemos sentarnos a comer sin que las ideas homicidas y suicidas crucen por tu mente? En cuanto quieras hacerme daño y antes de siquiera llegar a tocarme, 5 balas van a atravesar tu cuerpo. Deja de ser tan estúpida. Está bien Devon —no me di cuenta en que momento el hombre se posicionó detrás de mí—, mi conejita va a portarse bien ¿No es así?

   —Sí.

   —Si te suicidas, ella también se muere, no me sirve una sin la otra, así que si piensas que tu muerte la salvará estás muy equivocada —le da un último trago a su café—. Puedes levantarte —arrastro la silla y me paro para irme—. Espera —me toma de la muñeca—, no me diste los buenos días, así que de ahora en más me los darás, buenos días y buenas noches, claro que cada vez que tenga que salir también o llegue.

   Se acerca a mí, llevándome hacía ella, me sienta en su piernas, sube mi mentón y deja un beso suave en mis labios, que claro que no correspondo. Me quito de un salto y me limpio la boca a medida que me alejo de ella dándole la espalda.

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