20 Nuevamente
El día de la exhibición llega y solo 15 cuadros son exhibidos, del que falta ni novedades. Dex trata de encontrar el auto, pero sin la patente es difícil. Cambiamos todas las claves de las alarmas y aunque la muestra fue un éxito, no estoy conforme. Mucha gente quiso comprar cuadros que no están a la venta, no pienso deshacerme de ninguno.
—Salió todo bien —la miro—. Bueno falta uno, pero 15 de 16 es un gran paso ¿Quién iba a imaginar que las obras de Lis a iban a gustar tanto?
—Yo lo imaginé, ella tenía talento.
—Sí, lo tenía ¿Sabes quién más tiene talento?
—Me importa una mierda si alguna amiga tuya que quieres presentarme lo tiene.
—Oh vamos, con Ginni casi terminas casada.
—Adios, Tessa, cierra bien.
Me marcho a casa, llego para sacar a pasear un rato a Electra, me siento en un banco mientras ella da vueltas y veo las críticas de hoy en el teléfono, la mayoría positivas, solo uno o dos mermos que no saben nada de arte dando opiniones sin fundamento.
Un chico práctica con su guitarra los acordes de Fix you, esa canción que alguna vez yo misma le dediqué a ella y fue a la última persona para la que toqué o cante, ya que no volví a hacerlo. Recuerdo ese día y la nostalgia otra vez me llena.
«Ojalá estuvieras aquí, ojalá pudiera verte de nuevo, abrazarte sentir tu perfume, tu voz, ver tus ojos grises brillantes, tus hoyuelos hermosos que tenías al sonreír y besarte una última vez. Ojalá no hubieras pensado que podría vivir sin ti, porque lo cierto es que aunque lo he intentado y lo intento, son más los días en los cuáles no puedo hacerlo».
Electra se queda mirando a un arbusto, moviendo la cabeza de un lado a otro como sino entendiera que es un arbusto.
—Electra —ella no viene— Electra ven —por lo general vuelve a la primera órden— ¡Electra!
En el momento que me levanto para acercarme a ella, se acerca, me detengo y doy la vuelta así me sigue a casa. Prendo la luz de la cocina, cuelgo mi chaqueta y al prender la luz del living veo un cuadro, mi cuadro desparecido sobre la mesita del living, me acerco a verlo y está terminado.
—¿Cómo es posible?
—Me niego a que presentes una obra mía inacaba, no soy Da Vinci.
Volteo a ver el origen de esa voz, ella está ahí parada, no es un fantasma, no es mi imaginación, y acaricia a Electra quién mueve la cola emocionada. Tomo mi collar entre mis dedos y la miro aún dubitativa. Está hermosa esa camisa color vino le queda tan bien, pero tengo miedo, muchas veces antes había soñado con verla, había alucinado con ella y tengo miedo de que ella sea solo un reflejo de mi deseo desesperado interno, por querer que ella esté con vida.
—¿No vendrás a saludarme, conejita? Soy real, soy yo.
Corro hacía ella y la abrazo con fuerza para comenzar a llorar desesperada. Ella también me abraza fuerte y así estamos un rato. Ella se separa primero o lo intenta, pero yo me niego a soltarla. Si no es real, si ella aquí y ahora no es real, se siente muy real, y no quiero soltarla, no quiero que se evapore.
—Conejita te prometo que no voy a desaparecer. Necesito que me sueltes un momento, para que hablemos.
Me lleva hasta el sillón y yo no puedo dejar de verla, le toco el rostro, las manos, los brazos y es real, toda ella es real, si estoy alucinando esto es muy en 3D. Me pellizco, podría ser un sueño, ya me ha pasado de soñar con ella y que pareciera real.
—No es un sueño —toma mi mano entre las suyas— de verdad estoy aquí —acaricia mi rostro y ladeo la cabeza para tomar su mano y no soltarla—. Te extrañé tanto, conejita, pensé que morirías de pena, pensé que yo lo haría definitivamente antes.
Aún sin hablar levanta su camisa, y veo la gran cicatriz en su abdomen, entonces definitivamente es real, es ella y vuelvo a abrazarla, quedando está vez encima de ella en el sillón.
—Sí, eres tú. No estás muerta.
—No, no lo estoy, mi amor.
—¿Dónde has estado todo este tiempo?
—Esperando el momento para poder aparecer de nuevo, sanando, tratando de llegar a ti cuando fuera seguro hacerlo.
Me dice así y me derrito en sus palabras, había extrañado demasiado el conejita, que me decía para molestarme y me terminó gustando, pero el mi amor, definitivamente me ha derretido el corazón. Me aparto y vuelvo a sentarme frente a ella.
—Lloré tu muerte.
—Lo sé.
—Estuve en depresión.
—Tambien lo sé.
—¿Dónde estuviste todo este tiempo? Casi dos años Lis, dos —Sus ojos brillan cuándo la llamo por su nombre, entonces me dice algo para escuchar la respuesta.
—Te sigo amando Nirvana.
—Y yo también te amo, aún en tu ausencia y como si eso fuera posible, te amo aún todavía más.
Me besa en la frente y se levanta a la cocina, a medio camino la detengo y hago que volteé, la traigo hacía a mí y la beso, y la vuelvo a besar, tomándola con firmeza, y el beso se hace necesitado por explorarnos, nos separamos mirándonos, me toma de la mano y me lleva a la cocina, pone la cafetera y mientras esperamos el café, nos quedamos abrazadas sin decir nada aún. Cómo extrañaba su olor, la calidez de su cuerpo, sus caricias, sus besos, como la extrañaba a ella.
Nos sentamos en el comedor con una taza de café cada una, ella traga y respira profundo para lo que va a decirme, tomo su mano para darle apoyo.
—Ese día... —traga de nuevo— invadieron la casa mercenarios, mataron a gente del personal, tenía que ponerte a salvo...
—¿No se te ocurrió por un momento venir conmigo? Que las dos estuvieramos a salvo Liesel ¿En carajo pensabas?
—En ti, siempre he pensado en ti, desde que te conozco y me enamoré, solo en ti, conejita —me acaricia la mejilla—. Cuando supe que Sally estaba ahí tenía que intentar hablar con ella, sabía que no te dejaría en paz hasta verte muerta. Hacía unos días me había llegado la información de que la muerte de Amanda fue un ajuste de cuentas para ella, para su madre. Pero cuándo la enfrente ella no entendía razones, ya tenía un culpable y era yo.
—¿Cómo es que terminaste desangrandote?
—Peleamos, forcejee con ella y me cortó. Alguien vió a doce meterse a uno de los accesos y por intentar detenerla para que no llegara a ti, luché. A él lo siguieron, ella me llevó a rastras herida por el bosque. Habíamos determinado con Devon que lo mejor era separarnos y él tomó la posición de franco tirador que alguna vez tuvo en el ejército.
—Y yo la maté —se me revuelve el estómago— maté a Sally.
—No fuiste tú, fue Devon. Menos mal que cerraste los ojos al disparar —me sonríe—. Nunca antes me sentí más aliviada de que no me hicieras caso, desobediente —me besa.
—Nos obligaste a abandonarte. Mil noches se repetían en mi cabeza como nos alejabamos y morías —comienzo a llorar y ella me abraza.
Se levanta y se aleja un momento, lo que está a punto de decir parece costarle más, hasta Electra lo sabe la mira y se coloca a su lado.
—Morí dos veces, un minuto y luego dos minutos, mis heridas eran realmente graves, Devon me trajo de vuelta la primera vez y me llevó a un lugar seguro y me salvó la vida, bueno el médico de guerra amigo suyo. Con las cosas como estaban teníamos que tomar una decisión, y lo mejor fue fingir mi muerte. El mundo del contrabando, es peligroso, yo tenía demasiadas obras de artes en mis depósitos y si se enteraban que estaba aún medio moribunda iba a terminar el trabajo para quedarse con mis galpones llenos —se sienta a mi lado de vuelta—, lo cual me importaba una mierda, pero ya sabían de tu existencia y no podía tomar más riesgos contigo en medio. Devon vendió y se deshizo de todas las piezas, mi gente lo respetaba y nadie con dos dedos de frente iba a ir contra él.
››Me llevó demasiado tiempo recuperarme, había perdido mucha sangre y estaba muy débil. Estuve meses en cama, los puntos se infectaron, anemia, fiebre, pasé mucho tiempo en la delgada línea de la vida.
—Te dieron por muerta.
—Un amigo de Devon... llegamos a un acuerdo, le debamos unas piezas de arte "pérdidas" y él nos ayudaba, con el forense fue otro tema, pero en el mundo material todo tiene un precio.
—Menos tu vida Liesel.
—Y la tuya, conejita.
Se para frente a mí, y vuelve a acariciarme la mejilla, levanta mi mentón suavemente y está a punto de besarme cuándo hablo en sus labios.
—¿Te tuvo que tomar casi dos años aparecer?
Sonríe y me besa, le devuelvo el beso, claro que lo hago es lo que más he querido hacer en todo este tiempo. Besarla, tenerla cerca, hablar con ella, sentirla. Quiero enojarme, empujarla y apartarla, reclamarle que me dejó sola, que la lloré por meses, que recordarla me dolía, que su ausencia me dolía más y que pensé hacer lo que ella iba a hacer cuándo ella me conoció, pero no podía hacerle eso a Savannah, por muy rota que estuviera no podía dejar sola a mi hermana, una vez ví lo que mi muerte le había causado, no podía hacerla pasar dos veces por lo mismo.
—Te cuidé como al principio desde las sombras. Pero no podía aparecer hasta que la última pieza se vendiera, aunque quise hacerlo una vez y te ví tan feliz de nuevo con ella, que pensé que estabas superando mi muerte y no era justo intervenir —acaricia mi mejilla—. Moría de celos cada vez que la veía tocarte, besarte y acariciarte. Fue tan difícil —me da un beso corto—. Pero porque te amo, quise que si estabas logrando salir adelante y ser feliz que lo hicieras aún si yo no estaba en tu vida —la abrazo fuerte.
—Si estás viva, con la única que quiero ser feliz es contigo —me abraza besando mi cabeza—. Dejaste unos zapatos demasiado grandes de llenar y aunque quería a Ginni, te sigo amando a ti.
—También te sigo amando, con cada átomo de mi ser, te amo.
—¿Has vuelto para quedarte?
—Sí, no pienso ir a ningún lado a menos que, tengas un estanque con tiburones del que deba saber —reimos y la abrazo.
—Vamos a acostarnos, quiero y necesito dormir a tu lado.
De la mano caminamos a la habitación. Nos desvestimos y ella está a punto de colocarse una camiseta.
—¿Puedes, podemos dormir como antes? Así —hace tanto que no la veo que me siento algo tímida— solo en ropa interior.
—Por supuesto.
En cuánto la vuelvo a ver quedo fascinada, sigue igual de hermosa que la última vez que estuvimos juntas, solo que ahora su piel está marcada con esa enorme cicatriz, que se ganó luchando por mi vida, algo que me hace sentir culpable.
—Conejita —llama mi atención cuando ve la dirección de mi mirada—, no me importa, no me importa la cicatriz, es una marca de guerra que llevaré con gusto, me la gané y salvé tu vida. No sientas culpable, mírame —levanta mi mentón—, te amo Nirvana y volvería a pasar por todo así estás hoy sana y salva.
Me saco la camiseta que me quedaba por sacarme y el tatuaje en casi todo mi brazo izquierdo hasta el codo queda en evidencia. Helechos plateados, entre algunas rosas, dibujados todo con finas líneas y sombreados, la tatuadora usó una tinta especial, dejo la habitación a oscuras y de pronto, brilla todo en la oscuridad, los helechos se iluminan. Su mano cálida toca mi piel, ella llora, yo me acerco secando sus lágrimas.
—Al fin de vuelta encontré mi camino a casa.
—Al fin conmigo, mi amor —le digo entre besos.
Me acomodo a su lado en la cama, de frente entrelazamos nuestras piernas y brazos, en el calor de nuestros cuerpos nos quedamos dormidas, al fin por primera vez en mucho tiempo.
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